Francesco Zuccala, el periodista que rompió un récord Mundial

El periodista italiano, de 78 años, completó en Rusia 14 Copas del Mundo. Su primera cita fue en Inglaterra 1966.

Camilo Amaya - Enviado especial Rusia
22 de junio de 2018 - 02:00 a. m.
Francesco Zuccala, periodista italiano que está cubriendo su decimocuarto Mundial de Fútbol de mayores.  / Óscar Guesgüán - GalaxyS9 Plus
Francesco Zuccala, periodista italiano que está cubriendo su decimocuarto Mundial de Fútbol de mayores. / Óscar Guesgüán - GalaxyS9 Plus
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Un hombre se sienta a comer un helado de fresa en medio de la soledad de la sala de prensa del estadio de Luzhnikí, un lugar que en pocas horas estará atiborrado de periodistas, de gente hablando en varios idiomas al mismo tiempo. En la nariz tiene una cura color beige, similar a la que lleva en la mitad de su frente amplia. Mientras come, mira en su computador un video de los tiempos en los que había que convivir con la fama, en los que el dinero no era una preocupación. “Siempre fui el primero en llegar a un estadio, porque para mí la calma antes de algo es lo más placentero”, dice con un tono ronco antes de contar que esa mañana terminó de cara contra el asfalto en una estación del metro de Moscú. No vio un escalón traicionero, por su ubicación, y cuando intentó reaccionar, ya estaba en el suelo, buscando algo o a alguien para poder levantarse. “La gente fue muy amable. Y esto fue lo que me pusieron en la enfermería del estadio, para un par de raspones”. El hombre, ahí sentado, se conforma con hablar, pero duda por un segundo. Vuelve en sí mismo y continúa como si esa pausa fuera necesaria para refrescar la memoria. (Le puede interesar: Sadio Mané, la esperanza de Senegal en el Mundial de Rusia)

Francesco Zuccala hizo del fútbol su religión cuando tenía 16 años y quiso ser periodista deportivo en Milán. Y también fue su excusa para dejar un hogar que dejó de ser hogar cuando perdió a sus padres (su madre murió cuando él tenía cuatro años y su padre cuando tenía ocho). Quería conocer y explorar el mundo y por eso viajó 1.457 kilómetros desde su natal Sicilia para llegar a trabajar como asistente de Nicolo Carasio, el pionero de la radio crónica en Italia, el que contaba historias y partidos con tanta naturalidad que lograba que su audiencia permaneciera pegada al radio transistor por horas, esperando por el detalle para construir imágenes reales a través de la fantasía. En otras palabras, el hombre que forjó el don de la imaginación en los italianos.

Zuccala se pone de pie y se sienta en otro lugar más cómodo. “Esto es como la casa de uno”, dice, haciendo referencia al ambiente del Mundial. Y siguiendo con ese hilo, recuerda que su primera Copa del Mundo fue en 1966 en Inglaterra, un torneo en el que solo estuvieron 12 periodistas extranjeros, en el que no era necesario tanto protocolo y en el que un simple papel con foto, entre un plástico verde, era suficiente para moverse con libertad por los estadios. El 11 de julio de ese año, en el partido entre los locales y Uruguay, en Wembley, el primero del torneo, estuvo ubicado dos puestos a la derecha de la Reina Isabel. La vio cantar el himno de manera tímida, con su vestido verde pastel y sus guantes blancos, saludar a la gente, mirar con ojo de cirujano cada jugada, frotarse las manos y hasta estornudar en repetidas ocasiones. “Yo, de 26 años, al lado de ella. No lo podía creer”. (Le puede interesar: Carlos Sánchez, el primer expulsado de Rusia 2018)

Después vino el Mundial de 1970 en México y una foto suya con Pelé en pleno camerino, en la intimidad a la que pocos tenían acceso, y los trabajos para la televisión italiana porque la gente pedía ponerles rostro a sus historias en la prensa, siempre elocuentes, siempre diferentes. Por eso pasó de trabajar para la Gazzetta dello Sport a la RAI (Televisión Pública de Italia) y se convirtió en el encargado de la selección de su país. Ese año disfrutó el camino hacia la final, no la humillante derrota contra Brasil (4-1). Ya después celebraría el título de 1982, en España, y el de 2006, en Alemania, ambos, según él, logrados con la confianza del buen trabajo, pues el talento era escaso.

Aunque da la sensación de ser un misántropo, Zuccala es todo lo contrario, disfruta hablar con la gente, repasar su vida y la del gran ausente en Rusia: Italia. “Una Copa del Mundo sin la Azzurri no es lo mismo, es como estar con alguien sin ser amado. Duele, pero ojalá todo sea para bien”, dice el hombre que con este completará 14 mundiales. Hace dos años, cuando estuvo internado en Francia, luego de sufrir un infarto, cuando estuvo varios meses lejos de las canchas por el peligro de una emoción fuerte que parara del todo su corazón, Francesco se dio cuenta de que a falta de herederos tenía que buscar la manera de que sus recuerdos perduraran, de que su filosofía y conocimiento fueran gratuitos y de que no se perdieran las 250 boletas que tiene no solo de mundiales sino de Juegos Olímpicos, Eurocopas y partidos de Champions League. (Lea: Reaparece en público Joseph Blatter: estuvo en el partido Portugal-Marruecos)

“Estoy analizando si dono todo al Museo Coverciano para que la gente pueda ver mis artículos, mis fotos y todo lo que he hecho en 78 años de vida”. Aún conserva ese sarcasmo elegante, pero mordaz, que lo ha caracterizado durante su carrera, su análisis profundo del juego y la sencillez que le permitió acercarse a jugadores como Paolo Rossi, Dino Zoff, Marco Tardelli, entre otros, incluso al portero Gianluigi Buffon. “Él me entregó una camiseta de la selección con el número 50, en representación de los años que había estado detrás del equipo. Ahora son 60. Fue lindo porque lo entrevisté por primera vez a los 12 años”.

Francesco se pone de pie con dificultad, empaca sus cosas y termina un helado de fresa que ya parece un batido. La última respuesta que da es sobre Colombia. “Cuándo aprenderemos que no todo es ganar. ¿Por qué siempre hay que ganar? El traspié genera cambio y los cambios mejoras. Puede que haber caído con Japón saque lo mejor de un buen equipo”, concluye haciendo alusión a que el sufrimiento resulta mucho más didáctico que la felicidad. Con un “A presto” (hasta pronto, en italiano) se despide, toma su maleta de ruedas y sale por la puerta que va a la tribuna para ver el estadio sin gente, para recordar, como al principio de este diálogo, que la calma siempre será más placentera.  (Vea nuestro especial sobre el Mundial de Rusia 2018)

Por Camilo Amaya - Enviado especial Rusia

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