La dictadura perfecta de Vladimir Putin detrás del Mundial
Una mirada a la exitosa Rusia, ahora incluso en fútbol, a partir de cinco libros que nos revelan un régimen político y social cuestionado por violación de derechos humanos.
Nelson Fredy Padilla
Mientras a Rusia todo le sale bien en su Mundial de Fútbol, y su selección celebra la clasificación a la segunda ronda, aprovecho para redondear mis lecturas sobre la dimensión nacional y global del poder del presidente Vladimir Putin. Terminé Conspiración, el libro del británico Luke Harding, que ya había citado para hablar del complot internacional con el que Putin le ganó la sede de la Copa Mundo a Inglaterra. Ahora vuelvo a esa investigación, pues son contundentes sus revelaciones sobre “cómo Rusia ayudó a Donald Trump a ganar las elecciones en Estados Unidos”. (La conspiración).
Tan escandaloso es el tema que el fin de semana pasado una jueza federal estadounidense ordenó prisión preventiva por “obstrucción a la justicia” para Paul Manafort, el exjefe de campaña del presidente de los Estados Unidos, por su implicación en la llamada “trama rusa”. Este expediente fue abierto por la supuesta injerencia rusa -vía redes sociales e interceptación de comunicaciones, entre otros- en el proceso electoral de Estados Unidos en 2016. La decisión fue calificada por Trump de “muy injusta”.
No podemos olvidar al menos dos libros de la periodista rusa Anna Politkóvskaya, abierta opositora de Putin asesinada a las puertas de su edificio en Moscú el 7 de octubre de 2006, crimen con una investigación oficial cuestionada: La Rusia de Putin (2004) y La conciencia moral de Rusia (2007), sobre cómo el régimen violó sistemáticamente los derechos humanos para someter y acallar a cualquier oponente al actual modelo de Federación Rusa. Anna recibió de manera póstuma el Premio Mundial de Libertad de Prensa Unesco-Guillermo Cano -en memoria del director de El Espectador, asesinado por la mafia de Pablo Escobar-. Cumpliría 50 años el próximo 7 de agosto y como homenaje debiéramos revisar su vida ejemplar. (Le puede interesar: La historia de Anna).
También recomiendo dos textos de la periodista ruso-norteamericana Masha Gessen: Rusia y el regreso del totalitarismo y El hombre sin rostro: el sorprendente ascenso de Vladimir Putin. El primero es sobre cómo Putin moldeó una dictadura del siglo XXI y el segundo un retrato del ser humano que llegó al poder luego de una larga y oscura carrera como agente de la KGB para hacerse del control político y social de un país donde disentir, protestar o reclamar una información independiente es muy peligroso. “Una realidad tan cruel y tan despiadada, tan corrupta y con una falta absoluta de remordimientos”, escribe Masha. Masha es redactora de The New Yorker y acaba de recibir en España el Premio de Periodismo Diario Madrid por su valiente “defensa de la libertad de expresión, su firme e inteligente denuncia del retroceso de las libertades en la Rusia de Putin y su certero análisis de las amenazas para el sistema democrático que plantea la administración Trump en EE. UU”.
Así, estas lecturas evidencian que la nación de Putin no es hoy la romántica aldea descrita por Gabriel García Márquez en Viaje por los países socialistas ni una tiranía decrépita como la de El otoño del patriarca. (Los soviéticos que conoció Gabo). Poco que ver con el tropicalismo autoritario de La fiesta del chivo, la novela de Mario Vargas Llosa inspirada en la dictadura de Trujillo en República Dominicana, pero muy cercana a la crónica del mismo Nobel de Literatura peruano publicada en El País de España en 2007 y que concluye: “No tenía base democrática y por eso cuando llegó la libertad se convirtió en libertinaje, y más pronto que tarde se desplomó, para que resucitara la barbarie dictatorial. ¡Pobre Rusia!”.
(Siga los detalles del Mundial de fútbol en nuestro especial).
Mientras a Rusia todo le sale bien en su Mundial de Fútbol, y su selección celebra la clasificación a la segunda ronda, aprovecho para redondear mis lecturas sobre la dimensión nacional y global del poder del presidente Vladimir Putin. Terminé Conspiración, el libro del británico Luke Harding, que ya había citado para hablar del complot internacional con el que Putin le ganó la sede de la Copa Mundo a Inglaterra. Ahora vuelvo a esa investigación, pues son contundentes sus revelaciones sobre “cómo Rusia ayudó a Donald Trump a ganar las elecciones en Estados Unidos”. (La conspiración).
Tan escandaloso es el tema que el fin de semana pasado una jueza federal estadounidense ordenó prisión preventiva por “obstrucción a la justicia” para Paul Manafort, el exjefe de campaña del presidente de los Estados Unidos, por su implicación en la llamada “trama rusa”. Este expediente fue abierto por la supuesta injerencia rusa -vía redes sociales e interceptación de comunicaciones, entre otros- en el proceso electoral de Estados Unidos en 2016. La decisión fue calificada por Trump de “muy injusta”.
No podemos olvidar al menos dos libros de la periodista rusa Anna Politkóvskaya, abierta opositora de Putin asesinada a las puertas de su edificio en Moscú el 7 de octubre de 2006, crimen con una investigación oficial cuestionada: La Rusia de Putin (2004) y La conciencia moral de Rusia (2007), sobre cómo el régimen violó sistemáticamente los derechos humanos para someter y acallar a cualquier oponente al actual modelo de Federación Rusa. Anna recibió de manera póstuma el Premio Mundial de Libertad de Prensa Unesco-Guillermo Cano -en memoria del director de El Espectador, asesinado por la mafia de Pablo Escobar-. Cumpliría 50 años el próximo 7 de agosto y como homenaje debiéramos revisar su vida ejemplar. (Le puede interesar: La historia de Anna).
También recomiendo dos textos de la periodista ruso-norteamericana Masha Gessen: Rusia y el regreso del totalitarismo y El hombre sin rostro: el sorprendente ascenso de Vladimir Putin. El primero es sobre cómo Putin moldeó una dictadura del siglo XXI y el segundo un retrato del ser humano que llegó al poder luego de una larga y oscura carrera como agente de la KGB para hacerse del control político y social de un país donde disentir, protestar o reclamar una información independiente es muy peligroso. “Una realidad tan cruel y tan despiadada, tan corrupta y con una falta absoluta de remordimientos”, escribe Masha. Masha es redactora de The New Yorker y acaba de recibir en España el Premio de Periodismo Diario Madrid por su valiente “defensa de la libertad de expresión, su firme e inteligente denuncia del retroceso de las libertades en la Rusia de Putin y su certero análisis de las amenazas para el sistema democrático que plantea la administración Trump en EE. UU”.
Así, estas lecturas evidencian que la nación de Putin no es hoy la romántica aldea descrita por Gabriel García Márquez en Viaje por los países socialistas ni una tiranía decrépita como la de El otoño del patriarca. (Los soviéticos que conoció Gabo). Poco que ver con el tropicalismo autoritario de La fiesta del chivo, la novela de Mario Vargas Llosa inspirada en la dictadura de Trujillo en República Dominicana, pero muy cercana a la crónica del mismo Nobel de Literatura peruano publicada en El País de España en 2007 y que concluye: “No tenía base democrática y por eso cuando llegó la libertad se convirtió en libertinaje, y más pronto que tarde se desplomó, para que resucitara la barbarie dictatorial. ¡Pobre Rusia!”.
(Siga los detalles del Mundial de fútbol en nuestro especial).