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El calificativo no es mío, es de Luke Harding, periodista de The Guardian. Conspiración es el título de su libro sobre la capacidad de corrupción global de la Rusia de Vladimir Putin, editado en español por el sello Debate. Harding, reconocido por obras basadas en secretos del espionaje llevados al cine como Snowden, investigó a partir de su experiencia como corresponsal del diario británico en Moscú, entre 2007 y 2011, hasta que el Kremlin se enteró de sus alcances y lo expulsó del país. (Lea: El petróleo jugó el primer partido del Mundial).
Una de las fuentes de las denuncias es Christopher Steele, un exespía británico del MI6, de 52 años de edad, que trabajó en la capital rusa, que fue futbolista y que hoy dirige, en Londres, la firma Orbis Business Intelligence Limited. En esta calidad fue contratado, por la Asociación de Fútbol inglesa, para investigar la estrategia de Rusia como la más firme candidata a ser la sede del Mundial de Fútbol 2018, pues Inglaterra era la otra aspirante, por encima de España, Portugal, Bélgica y los Países Bajos.
Según Steele, “Putin había apoyado de mala gana la propuesta rusa de albergar el Mundial, y no se había involucrado hasta mediados de 2010, cuando pareció que Moscú podría perder”. El presidente ruso “convocó a un grupo de oligarcas, a los que dio instrucciones de hacer todo lo necesario para alcanzar la victoria, incluyendo establecer acuerdos personales con los votantes de la FIFA”, órgano rector del fútbol. ¿Qué pruebas hay? Steele dice a Harding: “No se pone nada por escrito. No esperes que ni yo ni nadie redacte un documento diciendo: ‘por favor, X, soborne a Y con tal cantidad de dinero y de tal forma”. El método Putin es propio de un consagrado exoficial de la KGB: “Todo lo que hace tiene que ser negable”. El periódico británico Sunday Times ayudó a confirmar que “los oligarcas disfrazaron el papel determinante del Kremlin”. Y, obviamente, con su creciente poder político y económico, la propuesta de la Federación Rusa le ganó el pulso al país que inventó el fútbol. (El viaje de graduación de nuestra selección).
Además, por cuenta de la justicia de los Estados Unidos, en 2015 surgió el escándalo “Fifagate”, sobre cómo la FIFA vendía sedes de mundiales y de torneos como la Copa América, y cayeron desde el zar del fútbol Joseph Blatter hasta el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, el hoy confeso Luis Bedoya. Razones para creerle a Steele, incluido un dossier que implica a Donald Trump con el tráfico de influencias de Rusia, entramado de mafias por el que se investiga incluso al presidente de EE. UU., no a Putin, que disfruta de su Mundial. (Todos los detalles de Rusia 2018 en El Espectador).