Elías del Valle, el hombre detrás de los títulos mundiales de patinaje
El entrenador de la selección colombiana hizo locuras que hoy se ven cuerdas. Que se traducen en diez títulos mundiales al hilo con un saldo de 408 medallas de oro. Y seguimos contando: el valor de innovar ganando. Su metodología de trabajo e historia.
Thomas Blanco Lineros - @thomblalin
¿Contra quién compiten los patinadores? Contra sí mismos. La pugna para integrar el equipo nacional muchas veces es más compleja que en los campeonatos mismos. “Aquí no hay figuras. ¿Que fuiste campeón mundial el año pasado? No me importa: tienes que ganarte tu cupo. Esa transparencia es la que ha hecho crecer el patinaje colombiano. Vienen solo los mejores”, apunta el cartagenero de 52 años en diálogo con este diario, luego de que la delegación nacional sellara el título mundial 17 de su historia tras la memorable actuación en los World Roller Games de Barcelona.
A José Pérez, su abuelo materno, le dice papá. Y a Nemesia Gómez, su abuela, le dice mamá. “Ellos me levantaron”. A su padre biológico, quien vive en México, lo conoció apenas en 2011. En un barrio humilde de Cartagena creció en medio de una familia de beisbolistas a los que no les sobraba nada.
Elías, su tío, fue de los primeros colombianos en llegar a las Grandes Ligas. Y Marcial, otro de sus tíos, gloria conocida: técnico de las selecciones colombianas. Varias de sus tías también fueron convocadas a las selecciones de softball. Tenía toda la pista armada para seguir esa estela. “La verdad es que no era tan bueno. Fui selección, pero por pura rosca. No sentía la exigencia que buscaba en el deporte y me enamoré del patinaje. ¿Que tocaba hacer un mandado? Pues me iba en patines. Iba así pa’ todo lado”.
Pero José, su “papá”, le puso freno de mano. “Mijo, acá lo que da plata es el boxeo o el béisbol”. Cuando ganó su primera medalla, con la emoción inocente de niño, fue a mostrársela con orgullo. “Vaya más bien y cómprese con eso un kilo de arroz. ¿Puede? Ah bueno...”. Boom: esas palabras marcaron para siempre al pequeño Elías.
Años después, ya en la piel de entrenador, ganó sus primeros $20.000. Se fue directo al Instituto de Mercadeo Agropecuario (Idema) y se compró un bulto de arroz. “No tengo pa’l kilo, pero sí para esto”, le dijo con determinación a don José. “A mí me gustan los retos. Quedé con eso que me dijo por dentro. Es una anécdota dura porque fue un desafío que me puso, todavía recuerdo lo grande que era ese almacén. Y hoy vivo del patinaje”.
Adriana Paola y Diana Carolina, sus dos hijas, junto a Norelys, su esposa, son sus principales patrocinadoras. “Se aguantan las soledades, sufren al no verme dormir y entienden los momentos en los que debo estar fuera de casa. Son las que mantienen la chispa de mi vida prendida”. (El Tourmalet aparece en el Tour)
Uno de los rasgos que caracterizan a las potencias del deporte es la de innovar ganando. Porque el verdadero mérito no es llegar a ser el mejor sino mantenerse en la cúspide. Por ejemplo: trajo la bicicleta al patinaje, una determinación que copiaron tiempo después los otros países. También les hizo comprar un palo de hockey para entrenar. La natación y el baloncesto fueron otras disciplinas que incorporó en su método de entrenamiento. “Hicimos muchas cosas locas que hoy son cuerdas. Ahí tenemos los resultados”.
Con la bicicleta le incorporó un nuevo condimento a sus patinadores: la fuerza. Muchos grandes ciclistas empezaron en el patinaje, empezando por Fernando Gaviria. “Hay algo que se llama ‘principios del entrenamiento deportivo’, que son los mandamientos de vida de cada uno. Si no los haces, no tendrás resultados y sostenibilidad en el tiempo en el alto rendimiento. Un buen atleta debe manejar todos los deportes”.
Antes de las competencias solo tiene un ritual: orar en la pista. Cada vez lo hace un atleta diferente. “Creemos mucho en Dios. No me gustan algunas palabras. Preocupación: esos son los que no desdoblan una dificultad. Y el no es una preposición que no existe. Cada dificultad que nos pone Dios es porque la podemos sortear”. (Enric Mas, el ciclista que no quiere llamar la atención en el Tour de Francia)
En días en los que se habla de palabras como “mentalidad”, “carácter” y “jerarquía” en el deporte colombiano, tras la nueva eliminación de Colombia en la Copa América 2019, Elías da sus impresiones de lo que les falta a los atletas colombianos. La ironía está en que tienen lo más importante de todo: el talento y el biotipo.
“El deporte en Colombia tiene muchas variables. Una de ellas es la política de las regiones. Otra es la de los patrocinadores; hay muchos intereses. Falta visión y control a los deportistas para cambiar la mente. En las reuniones técnicas del Comité Olímpico Colombiano escucho decir a entrenadores que sus pronósticos es ser quintos. Yo soy de los que cree que si un atleta que es primero trabaja ocho horas, hay que trabajar nueve. Si un atleta come tres veces, pongo al mío a hacerlo cuatro. Son ejemplos sencillos, pero a lo que voy es que hay que tener un ingrediente más. Ir adelantados, eso es lo que falta para llegar. (El hombre que cuida las piernas de Nairo en el Tour de Francia)
Siempre se ha dicho que pensamos como tercermundistas: cuando llegué se ponían uniformes de Italia, hoy nadie se los pone, ahora vendemos los nuestros. El colombiano abre los ojos y quiere vivir en Europa, por fuera. En el exterior todos quieren venir, pero el colombiano no lo siente así. Quiere a su mona europea. Buscar afuera lo que tiene adentro. Eso nos daña la autoestima y cuando llegamos así a competir perdemos la fuerza. Afuera lo dicen: los indios tenemos la fuerza, el talento y el corazón para ser los mejores en cualquier deporte”.
Nunca se arrollidó ante el poder, por eso en 2006 dejó la selección por diferencias políticas. Y se fue a dirigir a Venezuela. En 2009, en China, en pleno mundial, tuvo una conversación con Alberto Herrera, nuevo presidente de la Federación. “Llorábamos de impotencia al ver que los coreanos nos ganaban sabiendo que éramos los mejores. Me dijo: ‘¿Negro, te regresas?’.
Y desde ese momento llegaron los diez títulos mundiales consecutivos.
Thomas Blanco- @thomblalin (tblanco@elespectador.com)
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¿Contra quién compiten los patinadores? Contra sí mismos. La pugna para integrar el equipo nacional muchas veces es más compleja que en los campeonatos mismos. “Aquí no hay figuras. ¿Que fuiste campeón mundial el año pasado? No me importa: tienes que ganarte tu cupo. Esa transparencia es la que ha hecho crecer el patinaje colombiano. Vienen solo los mejores”, apunta el cartagenero de 52 años en diálogo con este diario, luego de que la delegación nacional sellara el título mundial 17 de su historia tras la memorable actuación en los World Roller Games de Barcelona.
A José Pérez, su abuelo materno, le dice papá. Y a Nemesia Gómez, su abuela, le dice mamá. “Ellos me levantaron”. A su padre biológico, quien vive en México, lo conoció apenas en 2011. En un barrio humilde de Cartagena creció en medio de una familia de beisbolistas a los que no les sobraba nada.
Elías, su tío, fue de los primeros colombianos en llegar a las Grandes Ligas. Y Marcial, otro de sus tíos, gloria conocida: técnico de las selecciones colombianas. Varias de sus tías también fueron convocadas a las selecciones de softball. Tenía toda la pista armada para seguir esa estela. “La verdad es que no era tan bueno. Fui selección, pero por pura rosca. No sentía la exigencia que buscaba en el deporte y me enamoré del patinaje. ¿Que tocaba hacer un mandado? Pues me iba en patines. Iba así pa’ todo lado”.
Pero José, su “papá”, le puso freno de mano. “Mijo, acá lo que da plata es el boxeo o el béisbol”. Cuando ganó su primera medalla, con la emoción inocente de niño, fue a mostrársela con orgullo. “Vaya más bien y cómprese con eso un kilo de arroz. ¿Puede? Ah bueno...”. Boom: esas palabras marcaron para siempre al pequeño Elías.
Años después, ya en la piel de entrenador, ganó sus primeros $20.000. Se fue directo al Instituto de Mercadeo Agropecuario (Idema) y se compró un bulto de arroz. “No tengo pa’l kilo, pero sí para esto”, le dijo con determinación a don José. “A mí me gustan los retos. Quedé con eso que me dijo por dentro. Es una anécdota dura porque fue un desafío que me puso, todavía recuerdo lo grande que era ese almacén. Y hoy vivo del patinaje”.
Adriana Paola y Diana Carolina, sus dos hijas, junto a Norelys, su esposa, son sus principales patrocinadoras. “Se aguantan las soledades, sufren al no verme dormir y entienden los momentos en los que debo estar fuera de casa. Son las que mantienen la chispa de mi vida prendida”. (El Tourmalet aparece en el Tour)
Uno de los rasgos que caracterizan a las potencias del deporte es la de innovar ganando. Porque el verdadero mérito no es llegar a ser el mejor sino mantenerse en la cúspide. Por ejemplo: trajo la bicicleta al patinaje, una determinación que copiaron tiempo después los otros países. También les hizo comprar un palo de hockey para entrenar. La natación y el baloncesto fueron otras disciplinas que incorporó en su método de entrenamiento. “Hicimos muchas cosas locas que hoy son cuerdas. Ahí tenemos los resultados”.
Con la bicicleta le incorporó un nuevo condimento a sus patinadores: la fuerza. Muchos grandes ciclistas empezaron en el patinaje, empezando por Fernando Gaviria. “Hay algo que se llama ‘principios del entrenamiento deportivo’, que son los mandamientos de vida de cada uno. Si no los haces, no tendrás resultados y sostenibilidad en el tiempo en el alto rendimiento. Un buen atleta debe manejar todos los deportes”.
Antes de las competencias solo tiene un ritual: orar en la pista. Cada vez lo hace un atleta diferente. “Creemos mucho en Dios. No me gustan algunas palabras. Preocupación: esos son los que no desdoblan una dificultad. Y el no es una preposición que no existe. Cada dificultad que nos pone Dios es porque la podemos sortear”. (Enric Mas, el ciclista que no quiere llamar la atención en el Tour de Francia)
En días en los que se habla de palabras como “mentalidad”, “carácter” y “jerarquía” en el deporte colombiano, tras la nueva eliminación de Colombia en la Copa América 2019, Elías da sus impresiones de lo que les falta a los atletas colombianos. La ironía está en que tienen lo más importante de todo: el talento y el biotipo.
“El deporte en Colombia tiene muchas variables. Una de ellas es la política de las regiones. Otra es la de los patrocinadores; hay muchos intereses. Falta visión y control a los deportistas para cambiar la mente. En las reuniones técnicas del Comité Olímpico Colombiano escucho decir a entrenadores que sus pronósticos es ser quintos. Yo soy de los que cree que si un atleta que es primero trabaja ocho horas, hay que trabajar nueve. Si un atleta come tres veces, pongo al mío a hacerlo cuatro. Son ejemplos sencillos, pero a lo que voy es que hay que tener un ingrediente más. Ir adelantados, eso es lo que falta para llegar. (El hombre que cuida las piernas de Nairo en el Tour de Francia)
Siempre se ha dicho que pensamos como tercermundistas: cuando llegué se ponían uniformes de Italia, hoy nadie se los pone, ahora vendemos los nuestros. El colombiano abre los ojos y quiere vivir en Europa, por fuera. En el exterior todos quieren venir, pero el colombiano no lo siente así. Quiere a su mona europea. Buscar afuera lo que tiene adentro. Eso nos daña la autoestima y cuando llegamos así a competir perdemos la fuerza. Afuera lo dicen: los indios tenemos la fuerza, el talento y el corazón para ser los mejores en cualquier deporte”.
Nunca se arrollidó ante el poder, por eso en 2006 dejó la selección por diferencias políticas. Y se fue a dirigir a Venezuela. En 2009, en China, en pleno mundial, tuvo una conversación con Alberto Herrera, nuevo presidente de la Federación. “Llorábamos de impotencia al ver que los coreanos nos ganaban sabiendo que éramos los mejores. Me dijo: ‘¿Negro, te regresas?’.
Y desde ese momento llegaron los diez títulos mundiales consecutivos.
Thomas Blanco- @thomblalin (tblanco@elespectador.com)
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