La nueva vida de María Camila Osorio
Tras su título del US Open júnior el domingo pasado, la vida de la cucuteña no volvió a ser la misma. Sabe que no puede marearse. Siete días de aviones, entrevistas y autógrafos. Charla con la tenista de 17 años.
Thomas Blanco - @thomblalin
El doble rasero de la fama: los likes, cruzar la línea de los 30.000 seguidores en Instagram, las tendencias, los noticieros y los elogios desenfrenados. Los ríos de gente esperando por una fotografía. ¿El precio que hay que pagar? Dejar el anonimato. El decirle adiós a la infravalorada vida común y corriente. Nada volverá a ser igual para María Camila Osorio. (Cabal y Farah, con la sed de triunfo intacta)
Tras su título de hace una semana en el US Open júnior, la cucuteña patrocinada por Talentos Postobón e integrante del Equipo Colsánitas vivió siete días de éxtasis y una agenda colmada de entrevistas, compromisos publicitarios y aviones. Ya se irá acostumbrando.
Y aparecen los fantasmas, el espejismo de tener el mundo a sus pies. “Lo importante es que siga haciendo lo suyo. Ahora mismo todos se le suben al bus porque gana, apenas pierda se va a bajar la mayoría. Debe tener cuidado. Sí, ganó un Grand Slam y es la número uno del mundo en el escalafón juvenil, pero hay que estar aterrizados. La que gana y pierde es ella, no los demás”, dice Fabiola Zuluaga, la mejor tenista en la historia del país, con quien a veces comparte y juega en Cúcuta. Y agrega que este nuevo salto al circuito profesional es una selección natural. “La gente cree que es lo mismo pasar de juvenil a profesional, y no. El cambio es drástico: en el juvenil todo es demasiado lindo, comen todos juntos, se ayudan entre todos. En el profesional cada uno lucha por lo suyo, por su escalafón, porque tus rivales no progresen. Hay que ser envidioso, me alejé mucho de la gente. Vivía en mi propio mundo en vez de ese ambiente de hipocresía que había”.
El antecedente más resonante del país en el circuito juvenil fue la medalla de oro de Juan Sebastián Gómez en los Juegos Olímpicos de la Juventud, en Singapur 2010. Un galardón que colocó al bogotano como el número 1 del escalafón juvenil y por lo que fue catalogado como el mejor tenista júnior del planeta, de acuerdo con la Federación Internacional de Tenis (ITF). Hoy por hoy, a sus 27 años, acaba de conquistar su segundo título como profesional, está sembrado en la casilla 693 del ranquin ATP y sigue buscando su mejor versión.
Lea: La historia de María Camila Osorio
“Me metieron mucha presión y empecé a perder con gente con la que antes no perdía, porque les ganaba a todos, bajé mucho la confianza”, dice Gómez, quien transitó un camino similar al que caminará María Camila. “Le diría que no se deje influenciar de gente de afuera, la van a buscar mucho, que se enfoque en su grupo de trabajo”, agrega.
En medio de estos días agitados, calcados a los que será su nuevo estilo de vida, María Camila Osorio habló con El Espectador:
¿Qué siente al ver todo lo que generó su llegada al país?
¡Ay, estos días han sido muy raros! He tenido que estar de avión en avión, levantarme a las 6 a.m. para ir a las entrevistas, es muy loco. O que te reciban en el aeropuerto. ¡En Cúcuta hubo hasta carro de bomberos! Es algo nuevo para mí. Que la gente me reciba, me pida fotos, es muy bonito, una bendición de Dios. Estoy muy contenta por todo lo que me está pasando.
¿Ya dimensionó que su vida no volverá a ser la misma?
Trato de no pensar en eso. Si va a ser así, también es increíble. Como que me saluden es bonito. La gente para y me dice que siga así, que soy un orgullo, eso me motiva mucho. Recién terminé el partido fui como “wow, no lo puedo creer". Esa noche no dormí nada, como tres horas no más. Y luego ya fui como “Cami es normal, tienes que seguir, ya pasó, es apenas el comienzo”.
¿Sabe más o menos cuántas fotos se ha tomado esta semana?
¡Uy, no, imposible! El otro día fue muy chistoso porque me levanté y me quería arreglar porque luego de los torneos uno termina vuelto nada. Quería algo diferente. Me fui a arreglar el pelo y en la peluquería toda despelucada y con el pelo mojado llegó alguien y gritó: “¡Tú eres María Camila Osorio”. Me pidió una foto y no lo podía creer. Estaba muy mal (risas). ¡Wow!, en la calle me miraban y decían: “Esa es María Camila”. Es impresionante.
¿Se está acostumbrando a las entrevistas?
Como te das cuenta me trabo un poco (risas). Lo mío es jugar tenis. Trato de ser como soy con las demás personas. Soy extrovertida, hablo mucho, me río, pero cuando me preguntan cosas en las entrevistas no me salen las palabras.
¿Y cómo hacer para no marearse con la fama siendo tan joven? Hay otro colombiano que también fue el mejor del mundo en el escalafón juvenil: Juan Sebastián Gómez
Al contrario, estoy aprovechando estos días. Ya después toca volver a la realidad. Lo bueno es que me quedan unos días en los que mis papás no me pueden regañar para nada (risas). Y lo repito: muy bueno todo, pero la vida sigue. Ya en dos semanas vuelvo a competir de cero. Creo que debo estar muy bien rodeada. Y conozco el caso de Juan Sebastián, él tiene razón, debo estar alerta: ahora que me va bien todo el mundo quiere estar ahí. Es bonito y hermoso el US Open, pero ya se acabó. Incluso mañana, si soy la mejor, no me voy a conformar. Lo importante no es llegar, sino mantenerse y seguir creciendo. Hasta Federer, Nadal y Djokovic siempre quieren aprender. Si ellos hacen eso, cómo me voy a conformar. Tengo que mejorar tanto que ni se imaginan.
¿Cómo manejar la presión de la gente?
Hace poco me pasó algo así y hablé con Fabiola Zuluaga y me dijo algo muy cierto: que a mí no me tenía que importar lo que la gente dijera. No perderme por las cosas de afuera, solo las de adentro. Ninguna de esas personas va a entrar a la cancha a jugar por mí. Ni mi entrenador, ni mis papás, ni los que me obligan a ganar. Debo taparme los oídos. Obvio, a veces uno escucha cosas, pero al final eso no me quita ni me pone.
El doble rasero de la fama: los likes, cruzar la línea de los 30.000 seguidores en Instagram, las tendencias, los noticieros y los elogios desenfrenados. Los ríos de gente esperando por una fotografía. ¿El precio que hay que pagar? Dejar el anonimato. El decirle adiós a la infravalorada vida común y corriente. Nada volverá a ser igual para María Camila Osorio. (Cabal y Farah, con la sed de triunfo intacta)
Tras su título de hace una semana en el US Open júnior, la cucuteña patrocinada por Talentos Postobón e integrante del Equipo Colsánitas vivió siete días de éxtasis y una agenda colmada de entrevistas, compromisos publicitarios y aviones. Ya se irá acostumbrando.
Y aparecen los fantasmas, el espejismo de tener el mundo a sus pies. “Lo importante es que siga haciendo lo suyo. Ahora mismo todos se le suben al bus porque gana, apenas pierda se va a bajar la mayoría. Debe tener cuidado. Sí, ganó un Grand Slam y es la número uno del mundo en el escalafón juvenil, pero hay que estar aterrizados. La que gana y pierde es ella, no los demás”, dice Fabiola Zuluaga, la mejor tenista en la historia del país, con quien a veces comparte y juega en Cúcuta. Y agrega que este nuevo salto al circuito profesional es una selección natural. “La gente cree que es lo mismo pasar de juvenil a profesional, y no. El cambio es drástico: en el juvenil todo es demasiado lindo, comen todos juntos, se ayudan entre todos. En el profesional cada uno lucha por lo suyo, por su escalafón, porque tus rivales no progresen. Hay que ser envidioso, me alejé mucho de la gente. Vivía en mi propio mundo en vez de ese ambiente de hipocresía que había”.
El antecedente más resonante del país en el circuito juvenil fue la medalla de oro de Juan Sebastián Gómez en los Juegos Olímpicos de la Juventud, en Singapur 2010. Un galardón que colocó al bogotano como el número 1 del escalafón juvenil y por lo que fue catalogado como el mejor tenista júnior del planeta, de acuerdo con la Federación Internacional de Tenis (ITF). Hoy por hoy, a sus 27 años, acaba de conquistar su segundo título como profesional, está sembrado en la casilla 693 del ranquin ATP y sigue buscando su mejor versión.
Lea: La historia de María Camila Osorio
“Me metieron mucha presión y empecé a perder con gente con la que antes no perdía, porque les ganaba a todos, bajé mucho la confianza”, dice Gómez, quien transitó un camino similar al que caminará María Camila. “Le diría que no se deje influenciar de gente de afuera, la van a buscar mucho, que se enfoque en su grupo de trabajo”, agrega.
En medio de estos días agitados, calcados a los que será su nuevo estilo de vida, María Camila Osorio habló con El Espectador:
¿Qué siente al ver todo lo que generó su llegada al país?
¡Ay, estos días han sido muy raros! He tenido que estar de avión en avión, levantarme a las 6 a.m. para ir a las entrevistas, es muy loco. O que te reciban en el aeropuerto. ¡En Cúcuta hubo hasta carro de bomberos! Es algo nuevo para mí. Que la gente me reciba, me pida fotos, es muy bonito, una bendición de Dios. Estoy muy contenta por todo lo que me está pasando.
¿Ya dimensionó que su vida no volverá a ser la misma?
Trato de no pensar en eso. Si va a ser así, también es increíble. Como que me saluden es bonito. La gente para y me dice que siga así, que soy un orgullo, eso me motiva mucho. Recién terminé el partido fui como “wow, no lo puedo creer". Esa noche no dormí nada, como tres horas no más. Y luego ya fui como “Cami es normal, tienes que seguir, ya pasó, es apenas el comienzo”.
¿Sabe más o menos cuántas fotos se ha tomado esta semana?
¡Uy, no, imposible! El otro día fue muy chistoso porque me levanté y me quería arreglar porque luego de los torneos uno termina vuelto nada. Quería algo diferente. Me fui a arreglar el pelo y en la peluquería toda despelucada y con el pelo mojado llegó alguien y gritó: “¡Tú eres María Camila Osorio”. Me pidió una foto y no lo podía creer. Estaba muy mal (risas). ¡Wow!, en la calle me miraban y decían: “Esa es María Camila”. Es impresionante.
¿Se está acostumbrando a las entrevistas?
Como te das cuenta me trabo un poco (risas). Lo mío es jugar tenis. Trato de ser como soy con las demás personas. Soy extrovertida, hablo mucho, me río, pero cuando me preguntan cosas en las entrevistas no me salen las palabras.
¿Y cómo hacer para no marearse con la fama siendo tan joven? Hay otro colombiano que también fue el mejor del mundo en el escalafón juvenil: Juan Sebastián Gómez
Al contrario, estoy aprovechando estos días. Ya después toca volver a la realidad. Lo bueno es que me quedan unos días en los que mis papás no me pueden regañar para nada (risas). Y lo repito: muy bueno todo, pero la vida sigue. Ya en dos semanas vuelvo a competir de cero. Creo que debo estar muy bien rodeada. Y conozco el caso de Juan Sebastián, él tiene razón, debo estar alerta: ahora que me va bien todo el mundo quiere estar ahí. Es bonito y hermoso el US Open, pero ya se acabó. Incluso mañana, si soy la mejor, no me voy a conformar. Lo importante no es llegar, sino mantenerse y seguir creciendo. Hasta Federer, Nadal y Djokovic siempre quieren aprender. Si ellos hacen eso, cómo me voy a conformar. Tengo que mejorar tanto que ni se imaginan.
¿Cómo manejar la presión de la gente?
Hace poco me pasó algo así y hablé con Fabiola Zuluaga y me dijo algo muy cierto: que a mí no me tenía que importar lo que la gente dijera. No perderme por las cosas de afuera, solo las de adentro. Ninguna de esas personas va a entrar a la cancha a jugar por mí. Ni mi entrenador, ni mis papás, ni los que me obligan a ganar. Debo taparme los oídos. Obvio, a veces uno escucha cosas, pero al final eso no me quita ni me pone.