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Un árbol genealógico de deportistas. Empezando por su abuelo: Rolando el Loco Serrano, volante de la selección colombiana en el primer mundial de fútbol al que asistió el país: Chile 1962. “Cuando va a la casa, aparte de llorar y emocionarse al verme, me habla mucho: me dice que soy una berraca y que puedo llegar muy lejos”, dice María Camila Osorio, a sus 17 años la mejor raqueta de Colombia y la nueva campeona del US Open Junior. “Y también me alienta diciéndome que soy toda una Serrano”.
Y a la vez toda una Osorio: Juan Carlos, su padre, jugó en las divisiones menores del Cúcuta Deportivo. Y Juan Sebastián, su hermano mayor, era el capitán del Fortaleza FC, club de la segunda división del fútbol colombiano. “Literalmente yo tenía que hacer algo [risas]. Ahora no sé en qué equipo está, es que ha estado lesionado; esperemos que se recupere para darla full. Y pronto en la selección, ya verán [más risas]”.
(La historia de Daniel Galán, primera raqueta de Colombia)
Y es que para María Camila no existen el protocolo, la pena ni las reservas en las entrevistas. Lo de ella es sonreír, meterle alegría a la vida. Y disfrutar, otro verbo que traslada a la cancha. El próximo 22 de diciembre, en el "mes de la party" cumplirá la mayoría de edad.
La juvenil, quien venía de coronarse campeona del W25 de Guayaquil, ya superó la barrera de las 300 mejores tenistas del planeta en el escalafón de la WTA (271), que lidera la japonesa Naomi Osaka. Y ahora se acaba de coronar campeona del US Open Junior. Este es el primer título de Colombia en modalidad de sencillos en un Grand Slam.
Una actuación memorable del país en el US Open, pues Juan Sebastián Cabal y Robert Farah fueron campeones en dobles masculinos.
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Su trajín en el tenis empezó a los seis años, cuando con su familia vio un cartel de Fabiola Zuluaga, la mejor tenista colombiana de la historia, en la escuela de Édgar Muñoz, quien fue su entrenador. No dudó en inscribirse.
“Y cuando llegué lo primero que le dije era que tenía que bajar esa foto de Fabiola, porque yo iba a ser la mejor. Desde pequeña siempre quise llegar a ser profesional, siempre lo supe. A veces me acuerdo de esa niña con tantos sueños que hoy se están cumpliendo”, dice María Camila, quien ya ha tenido la oportunidad de entrenarse varias veces con la semifinalista del Abierto de Australia 2004 y con la que llegó a ser la decimosexta mejor tenista del mundo.
A los once años se fue a vivir a Miami junto a otra de las grandes promesas del tenis colombiano: Nicolás Mejía. Llegaron a la casa de la hermana de Nicolás, Gabriela, quien es entrenadora de IMG, una de las academias más reconocidas del mundo. Y su esposo, Juan Mateus, fue su entrenador.
“Nico se ha vuelto como un hermano mayor para mí, el clásico cansón [risas]. Me sacaba mucho la piedra, pero luego lo extrañé mucho. Fue difícil dejar la casa y no estar con mi familia. Gracias a Dios me recibieron muy bien, me tuvieron como una hermana más. ¡Ay donde no! Hubiera sido muy triste [risas]”. (Lea: Nicolás Mejía, el futuro del tenis colombiano).
El extenista Alejandro Falla es su entrenador y quien le ha hecho madurar su juego. “Me ha ayudado a ser más ordenada; me acuerdo que cuando empezamos yo salía a hacer cualquier cosa: no tenía una estructura. He crecido mucho”, señala la cucuteña, que hace parte del programa de deportistas de Talentos Postobón.
Y para el vallecaucano de 35 años ha sido un motor para despertarse todas las mañanas. Por lo general la acompaña a todos los torneos. “He sido feliz por haber empezado este ciclo con María Camila, porque es un proyecto que me encanta y al que le tengo mucha fe. Sé que puede llegar a ser una gran jugadora”, complementa Falla.
¿Su sueño frustrado? Ser cantante. Pero aprender a tocar el ukelele es el pasatiempo que más la apasiona. “Uff, yo amo cantar. Lo que pasa es que me escucho mal. Y me dije: acá no tengo futuro, me tocó el tenis porque qué más [risas]”.
Otra de las cosas que hace en sus tiempos libres es ver videos en internet. Escarbar: mirar, imitar. Aprender. Sobre todo de su ídolo, Roger Federer. De mujeres le gusta el juego de Serena Williams y Simona Halep, pero no tiene un modelo a seguir. “Son mis rivales, ídola ninguna, toca competir contra ellas”.
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María Camila Osorio, Emiliana Arango, Nicolás Mejía y Daniel Galán son la portada del recambio generacional del tenis colombiano. Y la cucuteña, miembro del equipo Colsanitas, es consciente de que los títulos de Wimbledon y del US Open de Juan Sebastián Cabal y Robert Farah, torneos los que los vio en primera fila, fue el punto de quiebre del deporte blanco en el país. “Estoy muy orgullosa de ellos. Tenerlos ahí, como los número uno del mundo, no es cualquier cosa. Nos hacen creer que podemos llegar. Y si ellos pudieron, nosotros también”, cierra la mejor tenista del país. Y tiene 17 años. Quiere ser la dueña de ese cartel simbólico de la escuela de Édgar Muñoz: el que la acreditaría como la mejor tenista en la historia del país.
Thomas Blanco- @thomblalin
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