Yuliam Enríquez: la melodía de triunfar
En los primeros años de su vida, no podía escuchar por una discapacidad congénita que superó tras años de lucha de sus padres, quienes batallaron jurídicamente para que a su pequeño le fuera implantando un dispositivo que le permitiera oír. Hoy es un nadador que busca más victorias para su palmarés.
Hace 16 años Yuliam Riveido Enríquez Díaz nació con una discapacidad congénita: hipoacusia neurosensorial severa profunda bilateral. Es decir, pérdida auditiva en ambos oídos. Lo ideal es que los bebés que llegan con ese tipo de inconvenientes sean operados en sus primeras etapas de la vida. Sin embargo, Melissa Díaz era madre primeriza y tuvo bastantes limitantes para determinar el problema de su pequeño. Muchos médicos le dijeron que el niño debía aprender lenguaje de señas, pues no podría comunicarse con normalidad.
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No obstante, Melissa y su esposo David no cesaron en su búsqueda de alternativas para Yuliam. Fue así como en el sendero de la mamá apareció la fonoaudióloga Zulma Rojas y le dijo: “Ve a la Fundación Centro de Investigación e Información en Deficiencias Auditivas (Cinda). Si allá te dicen que tu hijo no va a aprender a comunicarse de otra forma, créeles. Pero, si te dan una luz, la hay”. Y la hubo. Y los padres no dejaron de perseguirla, pese a que los caminos en ocasiones fueron equivocados, como la ocasión en la que a Yuliam le pusieron unos audífonos especiales y aun así no lograba captar bien los sonidos.
Posteriormente apareció la opción adecuada: el implante coclear med-el, un dispositivo que se instaura en la cóclea, que es una estructura del oído interno, primordial para la escucha. Para que la EPS accediera a pagar la cirugía, Melissa y David debieron afrontar una extensa batalla jurídica. Impusieron derechos de petición, acciones de tutela e incidentes de desacato, hasta que, con ocho años, Yuliam fue operado en la Fundación Santa Fe por el médico Juan Manuel García.
“Ese implante es una bendición. Yuliam, sin el implante, no oye absolutamente nada. Tan pronto se lo pone, escucha. Desde el momento en que fue operado, comenzó a desarrollar su lenguaje. El cambio fue grandísimo, ya que sin ese dispositivo mi niño sería mudo”, le contó la orgullosa progenitora a El Espectador.
Yuliam comenzó a descubrir los sonidos que para la mayoría significan la normalidad, aprendió a hablar, a comunicarse con sus padres y a estudiar a la par de niños que nacieron con sus oídos sanos. Además, inició su amor por la natación. La conoció cuando su papá lo llevó a la sede deportiva de Compensar, en Bogotá. “Papi, quiero la piscina”, pidió el guerrero. Y con nueve años superó a los compañeros que entrenaban desde los tres, se destacó e ingresó al equipo de la entidad mencionada, pese a que cuando está en el agua no puede escuchar instrucciones.
“Él ha estado durante toda su niñez con un proceso de rehabilitación auditiva. Le hacen muchas terapias fonoaudiológicas, en las que le enseñan a gesticular, vocalizar, leer y escribir bien”, recalcó Melissa Díaz sobre un luchador cuyos estilos favoritos son libre y pecho. También se destaca en las competencias combinadas y, de vez en cuando, en el baile, con la alegría que posee dentro de sí desde que puede oír música.
(María Angélica Bernal: sueños sobre ruedas y sin límites)
Yuliam, antes de cada certamen, le pide a Dios que lo escuche. “El primer día de los Juegos Paranacionales estaba muy nervioso, pero me fue muy bien en todo”. Se refiere a la edición del año pasado, en la que colgó en su pecho siete medallas de oro. “Mi sueño es también ganar en Paralímpicos y Olímpicos”, resaltó el nadador bogotano, quien tampoco ha dejado de obtener preseas en torneos contra personas naturalmente oyentes.
Es consciente de sus condiciones y, por eso, mientras nada ante seres con su misma discapacidad, piensa en que en algún momento podrá intentar triunfar en unas Olimpiadas, como su ídolo, Michael Phelps. En ese camino, con 13 años, viajó hasta Turquía en 2017 para las Sordolimpiadas, a las que clasificó tras un campeonato en Villavicencio en el que protagonizó un abrazo colmado de lágrimas de felicidad con su papá.
Durante la cuarentena, Yuliam continúa con la rutina de despertarse temprano. Atiende a su mascota, Spike, y a las ocho de la mañana se conecta por la aplicación digital Zoom con su entrenador Stevens Ruiz, quien le brinda ejercicios para mantener la forma física en el confinamiento. A las 11 tiene las clases virtuales del colegio: está cursando noveno grado. A las cuatro de la tarde vuelve a hacer dos horas de trabajos pensando en su amada natación y luego se dedica a jugar con Spike, a ver series y a leer. Tiene claro que la disciplina es sinónimo de éxito.
Las victorias de Yuliam en un deporte individual y, sobre todo, en su salud son gracias al equipo valiente que conforma su familia. Tiene una hermana de ocho años que también adora la práctica de las brazadas y que cuenta en casa con un ejemplo hermoso de cómo percibir las melodías de la vida.
Hace 16 años Yuliam Riveido Enríquez Díaz nació con una discapacidad congénita: hipoacusia neurosensorial severa profunda bilateral. Es decir, pérdida auditiva en ambos oídos. Lo ideal es que los bebés que llegan con ese tipo de inconvenientes sean operados en sus primeras etapas de la vida. Sin embargo, Melissa Díaz era madre primeriza y tuvo bastantes limitantes para determinar el problema de su pequeño. Muchos médicos le dijeron que el niño debía aprender lenguaje de señas, pues no podría comunicarse con normalidad.
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No obstante, Melissa y su esposo David no cesaron en su búsqueda de alternativas para Yuliam. Fue así como en el sendero de la mamá apareció la fonoaudióloga Zulma Rojas y le dijo: “Ve a la Fundación Centro de Investigación e Información en Deficiencias Auditivas (Cinda). Si allá te dicen que tu hijo no va a aprender a comunicarse de otra forma, créeles. Pero, si te dan una luz, la hay”. Y la hubo. Y los padres no dejaron de perseguirla, pese a que los caminos en ocasiones fueron equivocados, como la ocasión en la que a Yuliam le pusieron unos audífonos especiales y aun así no lograba captar bien los sonidos.
Posteriormente apareció la opción adecuada: el implante coclear med-el, un dispositivo que se instaura en la cóclea, que es una estructura del oído interno, primordial para la escucha. Para que la EPS accediera a pagar la cirugía, Melissa y David debieron afrontar una extensa batalla jurídica. Impusieron derechos de petición, acciones de tutela e incidentes de desacato, hasta que, con ocho años, Yuliam fue operado en la Fundación Santa Fe por el médico Juan Manuel García.
“Ese implante es una bendición. Yuliam, sin el implante, no oye absolutamente nada. Tan pronto se lo pone, escucha. Desde el momento en que fue operado, comenzó a desarrollar su lenguaje. El cambio fue grandísimo, ya que sin ese dispositivo mi niño sería mudo”, le contó la orgullosa progenitora a El Espectador.
Yuliam comenzó a descubrir los sonidos que para la mayoría significan la normalidad, aprendió a hablar, a comunicarse con sus padres y a estudiar a la par de niños que nacieron con sus oídos sanos. Además, inició su amor por la natación. La conoció cuando su papá lo llevó a la sede deportiva de Compensar, en Bogotá. “Papi, quiero la piscina”, pidió el guerrero. Y con nueve años superó a los compañeros que entrenaban desde los tres, se destacó e ingresó al equipo de la entidad mencionada, pese a que cuando está en el agua no puede escuchar instrucciones.
“Él ha estado durante toda su niñez con un proceso de rehabilitación auditiva. Le hacen muchas terapias fonoaudiológicas, en las que le enseñan a gesticular, vocalizar, leer y escribir bien”, recalcó Melissa Díaz sobre un luchador cuyos estilos favoritos son libre y pecho. También se destaca en las competencias combinadas y, de vez en cuando, en el baile, con la alegría que posee dentro de sí desde que puede oír música.
(María Angélica Bernal: sueños sobre ruedas y sin límites)
Yuliam, antes de cada certamen, le pide a Dios que lo escuche. “El primer día de los Juegos Paranacionales estaba muy nervioso, pero me fue muy bien en todo”. Se refiere a la edición del año pasado, en la que colgó en su pecho siete medallas de oro. “Mi sueño es también ganar en Paralímpicos y Olímpicos”, resaltó el nadador bogotano, quien tampoco ha dejado de obtener preseas en torneos contra personas naturalmente oyentes.
Es consciente de sus condiciones y, por eso, mientras nada ante seres con su misma discapacidad, piensa en que en algún momento podrá intentar triunfar en unas Olimpiadas, como su ídolo, Michael Phelps. En ese camino, con 13 años, viajó hasta Turquía en 2017 para las Sordolimpiadas, a las que clasificó tras un campeonato en Villavicencio en el que protagonizó un abrazo colmado de lágrimas de felicidad con su papá.
Durante la cuarentena, Yuliam continúa con la rutina de despertarse temprano. Atiende a su mascota, Spike, y a las ocho de la mañana se conecta por la aplicación digital Zoom con su entrenador Stevens Ruiz, quien le brinda ejercicios para mantener la forma física en el confinamiento. A las 11 tiene las clases virtuales del colegio: está cursando noveno grado. A las cuatro de la tarde vuelve a hacer dos horas de trabajos pensando en su amada natación y luego se dedica a jugar con Spike, a ver series y a leer. Tiene claro que la disciplina es sinónimo de éxito.
Las victorias de Yuliam en un deporte individual y, sobre todo, en su salud son gracias al equipo valiente que conforma su familia. Tiene una hermana de ocho años que también adora la práctica de las brazadas y que cuenta en casa con un ejemplo hermoso de cómo percibir las melodías de la vida.