La travesía de unos pequeños micreros

Un grupo de 12 niños caqueteños se ganó el derecho de representar a Colombia en el primer Mundial Sub-13 de Fútbol de Salón. Sus luchas por conseguir el dinero para viajar a Barcelona, a donde llegaron dos horas antes del debut.

Sebastián Arenas - @SebasArenas10
07 de noviembre de 2019 - 03:50 p. m.
Camilo Pinto (de traje) fue quien dirigió a los niños colombianos que jugaron ante Inglaterra, Paraguay, Suiza, Argentina e Italia. / Cortesía
Camilo Pinto (de traje) fue quien dirigió a los niños colombianos que jugaron ante Inglaterra, Paraguay, Suiza, Argentina e Italia. / Cortesía
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Una cancha de cemento fue el escenario en el que Johan Steiner Urquina Cubillos se enamoró del fútbol de salón, el deporte más practicado por los colombianos, coloquialmente conocido como “micro”. En su natal Florencia, un amigo suyo le dijo al entrenador: “Él es bueno, métalo a jugar”. Y Johan entró, pero al arco. Y desde entonces no lo ha abandonado. Creció él y su talento en la portería, lo que le permitió hacer parte del equipo sub-13 de la Liga del Caquetá, que ganó el torneo nacional de la categoría, celebrado en mayo en Yopal (Casanare).

(La Lucha de la juvenil karateca Alejandra Ospina)

El campeón de ese certamen, según lo establecido por la Federación Colombiana de Fútbol de Salón, representaría a Colombia en el primer Mundial sub-13. En marzo, la Asociación que rige esta disciplina a escala global había tomado la decisión de organizar el campeonato orbital en Barcelona (España). Por eso, los niños que compitieron en Yopal tenían la motivación de viajar en avión, conocer el mar y complementar su educación con aspectos culturales diferentes.

Los pequeños caqueteños no preveían los problemas que tendrían que afrontar para ir a Europa a vestir con orgullo el uniforme tricolor. El entrenador de ellos, Camilo Pinto, los padres de familia y el grupo de personas que intentaban no romperles el corazón a los campeones nacionales, buscaron apoyo económico de varias entidades al encontrar trabas en la Federación y el Ministerio del Deporte.

“La Federación nos manifestó que ellos ofrecían el cupo, pero que no contaban con los recursos porque eso no lo tenían dentro del calendario y que habían pensado en el Ministerio del Deporte. En algún momento la Gobernación del Caquetá dijo que sí nos iba a colaborar y faltando más o menos diez días dijo que definitivamente no, al igual que el Ministerio. Faltando dos días no teníamos la plata, nos tocó hacer un plantón en la Gobernación y de esa manera nos colaboraron apenas con una parte. Igualmente tocó hacer con el Ministerio”, le contó a El Espectador el técnico Pinto, también docente de educación física de la Institución Educativa Los Andes, en Florencia, y promotor de un proyecto de formación para niños desde los cuatro años que también quieran triunfar en el fútbol de salón.

A los padres de los pequeños les tocó pedir dinero en las calles. Algunos les daban $5.000, unos $2.000 y otros aportaban monedas. El costo del viaje para cada jugador era de aproximadamente $5 millones. La idea del entrenador era viajar con sus dirigidos el sábado 26 de octubre, teniendo en cuenta que el Mundial arrancaba el lunes 28. “Faltando un día para la anhelada partida, el Ministerio dijo que nos ayudaba con los tiquetes para los niños, pero no con los impuestos. No contemplaron que los niños no podían viajar solos. Era eso o nada. A la Liga del Caquetá le tocó endeudarse, conseguimos tiquetes más baratos con otra aerolínea y la otra plata la consiguió prestada la Federación”, agregó el estratega.

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Y, en condiciones inimaginables para una selección que va a un campeonato mundial, viajaron el domingo 27, un día previo al debut frente a Inglaterra, y llegaron dos horas antes de jugar. Toda una travesía que les causó cansancio físico y mental, pero no les impidió jugar motivados y vencer 10-6 al combinado británico. Con un padre de familia que hizo las veces de asistente técnico y se pagó su tiquete, con una madre que realizó lo mismo y viajó como enfermera, con sentimientos de orgullo por tener la camiseta amarilla sobre la piel en tierras lejanas, los sub-13 triunfaron.

El portero Johan Steiner Urquina se lesionó una mano en ese primer compromiso, en el que fue figura. No había quien lo atendiera. Un hincha se conmovió desde la tribuna al ver sus lágrimas y lo llevó a que un médico le realizara terapia de recuperación. Johan no estuvo en la goleada sufrida en el siguiente encuentro, la cual no amilanó a Colombia. Tras caer 9-1 ante Paraguay, a la postre campeón, el seleccionado nacional, con equipo alterno, realizó una destacada actuación frente a Suiza, pese a que perdió 6-4. Y clasificó a cuartos de final, y goleó a la favorita Argentina 4-0, y llegó a semifinales. En esa instancia le tocó de nuevo ante Paraguay, que demostró ser el mejor del Mundial al triunfar por 11-0 y posteriormente 7-2 en la final ante Brasil. Los pequeños del Caquetá disputaron el partido por el tercer puesto y superaron 3-2 a Italia.

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Campaña histórica para unos niños que desde Florencia se desplazaron a Yopal y de allí regresaron a su tierra como campeones, que entrenaban en canchas de 25 metros de largo y de cemento, y no de maderamen y de 40, condiciones en las que se jugó el Mundial. Que una semana antes del evento en Barcelona se enteraron de que no había plata para ellos, que contaron con un entorno que terminó por ayudarles y continuarán soñando en Caquetá, en donde las condiciones socio-económicas y para el deporte, como en la mayoría del país, no son óptimas.

@SebasArenas10 (sarenas@elespectador.com)

Por Sebastián Arenas - @SebasArenas10

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