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La caficultura mundial ha pasado uno de los tragos más amargos de los últimos tiempos en lo corrido de esta semana. El lunes, el precio del grano en la bolsa de Nueva York llegó a los 97 centavos de dólar por libra, el nivel más bajo en 12 años. La carga interna (de 125 kilogramos), que en Colombia se calcula teniendo en cuenta el precio en Nueva York y la tasa de cambio, rompió el piso de los $700.000, llegó a $687.000 el lunes y, pese a que el valor en la bolsa subió levemente, bajó aún más el martes, hasta los $685.000, al tiempo que la tasa de cambió pasó de $3.024 a $2.990.
Romper ese piso implica que, en el mejor de los casos, los productores puedan apenas cubrir sus costos de producción. De resto, hay pérdidas. En el pasado, ese valor ha sido el umbral a partir del cual han entrado los apoyos del Estado con la intención de amortiguar el golpe en los ingresos de los cafeteros por la venta de cada carga. En esta ocasión, la solicitud de un apoyo directo por parte del Gobierno no se ha hecho esperar en el paquete de medidas de las que hablan representantes cafeteros.
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Para Roberto Vélez, gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, estos niveles de precio “rayan con lo absurdo”. Añadió que “debería dar vergüenza que la industria tenga precios de materia prima de un dólar”. Entre las medidas que propone tomar para evitar “una crisis de proporciones que nadie se imagina”, está persistir en la búsqueda de la rentabilidad de los productores, a través de una mayor productividad por hectárea, por ejemplo. Pero de manera inmediata, por parte del Gobierno, habla de la necesidad de apoyos en los precios o un alivio de deudas.
Este martes el ministro de Agricultura, Andrés Valencia, afirmó que es necesario analizar junto con el Ministerio de Hacienda un “paquete de medidas que esperemos sacar muy pronto”, al tiempo que reconoció que hay un “enorme desafío en materia fiscal”. No se comprometió aún con ningún mecanismo en particular, pero el apoyo en la compra de fertilizantes, un alivio de deudas, incentivos a la renovación de cafetales o el mismo apoyo directo al precio están entre las posibilidades.
Otra de las estrategias que se han venido discutiendo es el fondo de estabilización de precios, frente al que el presidente Iván Duque mostró su respaldo mientras era candidato a la Presidencia. Sobre el tema, ya hay radicado en el Congreso de la República un proyecto de ley. "Lo tenemos diseñado, sabemos cuánto vale, cómo operaría, pero se necesita primero el consenso en el Congreso para poder ponerlo en acción", afirmó Vélez. Según el proyecto de articulado, del senador Ernesto Macías, se pagaría una compensación a los productores el día que el precio interno sea inferior a 35 salarios mínimos diarios. La cuenta se nutriría de recursos del Fondo Nacional del Café (fondo parafiscal del sector), así como de rendimientos de inversiones que se hagan con recursos del fondo de estabilización, multas a actores de la cadena, entre otros.
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Vélez, finalmente, habló de la necesidad de un diálogo internacional, entre los países productores, pero también con la industria global. El próximo fin de semana, el gerente estará de visita en Brasil, el mayor productor de café del mundo, y en septiembre habrá una reunión con la Organización Internacional del Café en Londres. Con seguridad, el asunto de los precios será un punto obligado en la agenda. El mensaje para la industria desde la gerencia de la Federación es “cuidado, que pueden estar matando la gallina de los huevos de oro”.
“Reiteramos nuestra propuesta de hacer un pacto y tener un nuevo esquema económico en el que toda la cadena de café sea corresponsable, nos preocupemos unos por los otros. El llamado que he hecho a la industria es a que se comprometa con los productores de café a no pagar por debajo del costo de producción más una rentabilidad”, añade. Asimismo volvió sobre lo que trinó el fin de semana: que los precios en Nueva York no son el problema de más de 500.000 familias cafeteras en Colombia, sino de 25 millones que viven de esta actividad alrededor del mundo y que, de no ser sostenible por razones que competen a toda la cadena, las cafeterías terminarán vendiendo nada más que aromáticas.