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Vuelven los temores de crisis en Argentina, y esta vez se podría dar dentro de un gobierno cuyo equipo económico se autoproclamó como el mejor en 50 años. Pero, aunque en efecto la administración de Mauricio Macri sea la más promercado en décadas, el reto económico que enfrenta podría exceder sus capacidades. Y ya hay señales que están inquietando, tanto a los inversionistas internacionales, como a los mismos argentinos. (Lea Argentina sube tasas a máximo mundial como intento para evitar una crisis)
Se puede decir que el jueves pasado fue uno de los días más duros en términos económicos para Macri, pues debido a las persistentes devaluaciones de la moneda, el gobierno elevó la tasa de interés 15 puntos extra hasta llegar a 60 %, lo que la convierte en la más alta del mundo, y a vender más de US$330 millones en el mercado de valores. Pero a pesar de las fuertes medidas, el peso argentino cayó más del 15 % ese día (el jueves) frente al dólar, con lo que ya completa una baja de más del 50 % en lo corrido del año (en 2018, el peso colombiano se ha fortalecido en más de 70 % frente a la moneda argentina).
Carolina Díaz, analista de investigaciones económicas del Banco de Bogotá, explica que “la crisis argentina se debe a la combinación de un alto déficit fiscal y de cuenta corriente (déficit gemelo), lo cual, sumado a una inflación de más del 30 %, está poniendo nerviosos a los inversionistas, lo cual los motiva a sacar sus capitales de este mercado. Pero los US$50.000 millones que el Fondo Monetario Internacional (FMI) le prestó a Argentina deberían acallar muchos temores, pues en teoría este año a Argentina le quedan por pagar alrededor de US$37.000 millones. Por lo que estos recursos son por ahora suficientes para que cumplan con sus obligaciones”.
Sin embargo, Díaz advierte que “esos US$50.000 millones que Argentina va a recibir del FMI no son gratis, sino que deberá emprender una fuerte campaña para reducir el déficit fiscal y de cuenta corriente. Además, es primordial que el gobierno logre bajar la inflación a la meta pactada del 17 %, pues está licuando (desvalorizando) los activos de esta nación”.
Tal como pasó durante la crisis de deuda griega (2015), el FMI siempre exige una mejora en los indicadores fiscales como condición para cualquier rescate. Y dado que la línea de crédito de US$50.000 millones que logró Argentina en junio fue la mayor entregada en la historia del FMI, esta vez no será la excepción y el país austral deberá hacer fuertes recortes.
El problema es que el gobierno de Macri no se encuentra en las mejores condiciones políticas y sociales para emprender una reducción del gasto público de este calibre. Por ejemplo, el actual paro de maestros (que exigen un alza de salarios del 30 %; el Gobierno ofrece el 15 %) ya completa cuatro semanas. Y las siguientes elecciones presidenciales no están lo suficientemente lejos (octubre de 2019) como para que esta polémica no pese. De manera que el país vive en una encrucijada y la población paga el precio.
“Hay lugares que dejaron de vender porque no sabían qué precios ponerles a sus productos. A una hora el dólar estaba en un punto y a la siguiente se volvía a disparar. Por lo que en cuestión de minutos podrían perder dinero. El otro gran problema es que los salarios no están subiendo lo mismo que la inflación, por lo que nuestros ingresos se están licuando cada día”, le contó la periodista argentina Lucía Toninello a El Espectador.
Desde hace un mes las proyecciones prácticamente daban por hecho que habría una recesión en este país. “Pronosticamos que el crecimiento económico argentino se vuelva negativo en el segundo y tercer trimestre de 2018”, informó Alejandro Werner, director del FMI para Latinoamérica y el Caribe el pasado 28 de julio. De manera que la población argentina deberá prepararse para meses difíciles, y tal vez años, si el Gobierno no logra reducir el déficit gemelo, además de bajar la inflación a la mitad de su nivel actual.
No es solo Argentina
Hay otras economías emergentes que se encuentran sufriendo por su alto déficit gemelo: Turquía, Brasil, Sudáfrica e Indonesia son algunas de éstas. Al igual que en Argentina, sus indicadores son especialmente repulsivos para los inversionistas, pues el mundo vive un período de normalización de política monetaria, de la mano de naciones como Estados Unidos. Esto da como resultado que los países emergentes mencionados están viendo, de manera simultánea, una devaluación en sus respectivas monedas.