La guerra de chatarra que Colombia estaría perdiendo
Aunque la industria siderúrgica colombiana advierte que le hacen falta más de 679.063 toneladas anuales de acero reciclable, en los últimos dos años se han disparado las exportaciones de este producto: crecieron 166 % en 2017 y más de 22 % en el primer semestre de 2018, y la mayoría se dirige a China.
Camilo Vega Barbosa / @camilovega0092.
La chatarra ferrosa está lejos de ser considerada basura, pues es de hecho el principal insumo de la multimillonaria industria siderúrgica internacional. Es tal su valor que los grandes productores mundiales están siempre buscando destinos en los que puedan comprar residuos de acero y hierro. Y Colombia es uno de ellos: las exportaciones de chatarra ferrosa se incrementaron 166 % en el 2017 y 22 % durante el primer semestre de 2018, y tan solo en este último período se exportaron 42.292 toneladas, según los registros de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN).
Esto implica que el acero reciclable (chatarra) ha tenido en los dos últimos años mejor comportamiento que el café (-3,1 % en el primer semestre y 2 % en 2017) y el petróleo (23 % en el primer semestre, -9,4 % en 2017). Pero, aunque este fenómeno ayude a diversificar la rígida canasta exportadora colombiana, no necesariamente se trata de buenas noticias. La industria siderúrgica local alerta de que, no solo su principal insumo se esté yendo del país, sino que se está dirigiendo hacia uno de sus principales competidores: China.
En efecto los registros de la DIAN indican que los principales destinos de exportación de chatarra ferrosa desde los últimos dos años son Taiwán (República de China), con el 61 %, Corea del Sur (20 %) y Tailandia (4 %). Este fenómeno comercial no sería tan grave si en Colombia sobrara acero reciclable como para exportar, pero es todo lo contrario. (Lea Metal extranjero podría inundar Colombia por la guerra comercial)
María Juliana Ospina, directora ejecutiva del Comité Colombiano de Productores de Acero de la Asociación Nacional de Empresarios (Andi), explica que “la chatarra es el principal insumo del negocio siderúrgico colombiano y representa hasta el 75 % de las materias primas utilizadas por las siderúrgicas semiintegradas. El 80 % del acero en Colombia se fabrica a partir de este material”.
Agrega que “aunque los niveles de chatarra en el país han crecido, el país enfrenta una escasez aguda de este material que está limitando seriamente el crecimiento de la producción de acero en Colombia. De hecho, aunque las siderúrgicas colombianas cuentan con una capacidad instalada de 2,2 millones de toneladas, suficientes para atender toda la demanda nacional, hoy solo utilizan el 64 % de este potencial debido a las dificultades para obtener acero reciclable”.
Por su parte, Tulio Zuloaga, presidente de la Asociación del Sector Automotriz y sus Partes (Asopartes), indica que “este fenómeno comercial no cae bien justo en este momento en el que el país necesita chatarra para que las siderúrgicas puedan mantener su producción. Si esto continúa podríamos vivir una situación de escasez aguda de este insumo, lo que podría encarecer los costos de muchas actividades que dependen de este suministro de acero (como la construcción)”.
Para Zuloaga hay dos grandes efectos que explican el incremento de las exportaciones de chatarra: “Uno es el precio, tanto por el alza del dólar como por el mayor precio que pagan algunas naciones que también necesitan de chatarra ferrosa. Lo que implica que a muchos comercializadores les sale mejor negocio venderla en el exterior que dentro del país. Y por otro lado, también hay que mencionar el efecto que están teniendo las actividades ilícitas en todo esto: se han presentado casos de exportaciones de material que es producto del hurto de vehículos o de robo de cables de luz y teléfono. Además hay casos de exportaciones ficticias de chatarra”.
Ya hay evidencias del efecto que ha tenido la escasez de este material. De acuerdo con las cifras que ha recolectado el Comité Colombiano de Productores de Acero, los precios de la chatarra ferrosa a nivel local se incrementaron 35 % entre el 2016 y el 2018. Además, de acuerdo con el más reciente informe del Índice de Costos de la Construcción de Vivienda, que realiza el DANE, los insumos que presentaron más incrementos en los últimos 12 meses (diciembre de 2017 a septiembre de 2018) son: alambres (9,40 %) y hierros y aceros (9,14 %).
Hay una fuerte relación entre la industria siderúrgica y la actividad constructora, pues el 74 % de la producción de acero son barras corrugadas, producto clave para las estructuras sismorresistentes. Y dado que el Gobierno espera que en 2019 el sector de la construcción salga de su estancamiento y crezca más de 4 % en 2019, la demanda por este producto (barra corrugada) aumentaría, y en consecuencia también la de la chatarra ferrosa.
Sin embargo, Ospina indica que “para que la industria siderúrgica incremente su utilización de capacidad instalada del 64 al 80 % se requieren 1’660.900 toneladas de chatarra, pero en 2017 las compras de este insumo solo alcanzaron las 981.837 toneladas (faltarían 679.063 toneladas adicionales). Cada tonelada que sale del país impide que alcancemos nuestro máximo potencial, pues con las 85.000 toneladas que se habrán exportado al cierre de 2018 (según sus proyecciones) se podría cubrir el 13 % de este déficit”.
Golpe doble
La exportación de chatarra no es el único problema que está enfrentando la industria siderúrgica colombiana: otro impacto podría venir por cuenta de la guerra comercial que ha desatado Estados Unidos al imponer aranceles del 25 % al acero y del 10 % al aluminio a 28 naciones, entre las cuales se encuentra China (Colombia tampoco se salvó). Se teme que estos gravámenes provoquen que millones de toneladas de metal extranjero busquen nuevos destinos, y Colombia podría ser uno de ellos.
Aunque varias naciones entrarían en esta campaña de conquistar nuevos territorios para su acero, China es de lejos la que más preocupa. Fedemetal alertó desde junio que 12,5 millones de toneladas de este país asiático dejarían de entrar a Estados Unidos por culpa de los aranceles. Una escala atemorizante para Colombia: dentro de un mercado que solo tiene una capacidad instalada de 2,2 millones de toneladas, tan solo un millón de metal adicional representaría un golpe grave.
Además se trataría de una competencia desigual, pues el gobierno chino es reconocido a nivel mundial por subsidiar a sus industrias para que puedan entrar con precios bajos a los mercados internacionales. Y la industria nacional tendría que enfrentar a este poderoso jugador en medio de la escasez de su principal insumo y con otros problemas competitivos sobre los que viene alertando desde hace varios años: el costo y el suministro energético son algunos de los que más lo afectan.
La otra nación que preocupa al mercado nacional es Turquía. La fuerte devaluación que ha sufrido la lira respecto al dólar (40 % en lo corrido de 2018), los mayores aranceles que le impuso Estados Unidos desde agosto pasado (20 % al aluminio y 50 % al acero) y los auxilios que también le da el gobierno turco a su industria siderúrgica, crean las condiciones ideales para que el metal de esta nación también incremente su presencia en el mercado colombiano. (Lea ¿Colombia importó un riesgo sísmico?)
Hay señales de que más metal de lo normal está entrando al mercado colombiano, pues las importaciones de acero para concreto (el principal producto que se consume en Colombia) han crecido más de 30 % en el primer semestre de este año respecto al mismo período de 2017, de acuerdo con las cifras de la DIAN. Y según la Andi, tan solo de los países con los que Colombia no tiene TLC, como China y Turquía, las compras externas (importaciones) habrían crecido en 62 % desde el 2016 (primer semestre de 2016-primer semestre de 2018).
El Espectador le preguntó al Ministerio de Comercio si están pensando tomar medidas para proteger a la industria siderúrgica nacional en medio de esta guerra comercial. La entidad respondió: “A raíz de las medidas adoptadas por Estados Unidos de imponer aranceles a las importaciones de acero y de aluminio, el Gobierno colombiano decidió realizar un monitoreo riguroso permanente a las importaciones de estos productos, y a muchos de ellos se les impuso la obligación de presentar declaraciones anticipadas de importación. En este contexto, la DIAN está produciendo informes cada 10 días sobre la evolución de estas importaciones, lo cual nos permitirá tomar las medidas que correspondan de manera oportuna”.
El Gobierno también dice que “es importante anotar que ante cualquier práctica que distorsione el comercio, y por supuesto luego del debido proceso técnico, se podrán aplicar medidas de defensa comercial (derechos antidumping y medidas de salvaguardia), lo cual permitirá corregir cualquiera de estas situaciones, evitando un daño a nuestro sector productivo y el mercado colombiano”.
Tal parece que la industria siderúrgica colombiana, que genera más de 45.000 empleos directos e indirectos, tiene un terreno difícil que enfrentar: está perdiendo decenas de miles de toneladas de chatarra, y la que queda en el país se está encareciendo. Una situación que la vuelve menos competitiva justo en un momento en el que millones de toneladas de acero están buscando un nuevo destino por cuenta de la guerra comercial. Está recibiendo un golpe doble.
La chatarra ferrosa está lejos de ser considerada basura, pues es de hecho el principal insumo de la multimillonaria industria siderúrgica internacional. Es tal su valor que los grandes productores mundiales están siempre buscando destinos en los que puedan comprar residuos de acero y hierro. Y Colombia es uno de ellos: las exportaciones de chatarra ferrosa se incrementaron 166 % en el 2017 y 22 % durante el primer semestre de 2018, y tan solo en este último período se exportaron 42.292 toneladas, según los registros de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN).
Esto implica que el acero reciclable (chatarra) ha tenido en los dos últimos años mejor comportamiento que el café (-3,1 % en el primer semestre y 2 % en 2017) y el petróleo (23 % en el primer semestre, -9,4 % en 2017). Pero, aunque este fenómeno ayude a diversificar la rígida canasta exportadora colombiana, no necesariamente se trata de buenas noticias. La industria siderúrgica local alerta de que, no solo su principal insumo se esté yendo del país, sino que se está dirigiendo hacia uno de sus principales competidores: China.
En efecto los registros de la DIAN indican que los principales destinos de exportación de chatarra ferrosa desde los últimos dos años son Taiwán (República de China), con el 61 %, Corea del Sur (20 %) y Tailandia (4 %). Este fenómeno comercial no sería tan grave si en Colombia sobrara acero reciclable como para exportar, pero es todo lo contrario. (Lea Metal extranjero podría inundar Colombia por la guerra comercial)
María Juliana Ospina, directora ejecutiva del Comité Colombiano de Productores de Acero de la Asociación Nacional de Empresarios (Andi), explica que “la chatarra es el principal insumo del negocio siderúrgico colombiano y representa hasta el 75 % de las materias primas utilizadas por las siderúrgicas semiintegradas. El 80 % del acero en Colombia se fabrica a partir de este material”.
Agrega que “aunque los niveles de chatarra en el país han crecido, el país enfrenta una escasez aguda de este material que está limitando seriamente el crecimiento de la producción de acero en Colombia. De hecho, aunque las siderúrgicas colombianas cuentan con una capacidad instalada de 2,2 millones de toneladas, suficientes para atender toda la demanda nacional, hoy solo utilizan el 64 % de este potencial debido a las dificultades para obtener acero reciclable”.
Por su parte, Tulio Zuloaga, presidente de la Asociación del Sector Automotriz y sus Partes (Asopartes), indica que “este fenómeno comercial no cae bien justo en este momento en el que el país necesita chatarra para que las siderúrgicas puedan mantener su producción. Si esto continúa podríamos vivir una situación de escasez aguda de este insumo, lo que podría encarecer los costos de muchas actividades que dependen de este suministro de acero (como la construcción)”.
Para Zuloaga hay dos grandes efectos que explican el incremento de las exportaciones de chatarra: “Uno es el precio, tanto por el alza del dólar como por el mayor precio que pagan algunas naciones que también necesitan de chatarra ferrosa. Lo que implica que a muchos comercializadores les sale mejor negocio venderla en el exterior que dentro del país. Y por otro lado, también hay que mencionar el efecto que están teniendo las actividades ilícitas en todo esto: se han presentado casos de exportaciones de material que es producto del hurto de vehículos o de robo de cables de luz y teléfono. Además hay casos de exportaciones ficticias de chatarra”.
Ya hay evidencias del efecto que ha tenido la escasez de este material. De acuerdo con las cifras que ha recolectado el Comité Colombiano de Productores de Acero, los precios de la chatarra ferrosa a nivel local se incrementaron 35 % entre el 2016 y el 2018. Además, de acuerdo con el más reciente informe del Índice de Costos de la Construcción de Vivienda, que realiza el DANE, los insumos que presentaron más incrementos en los últimos 12 meses (diciembre de 2017 a septiembre de 2018) son: alambres (9,40 %) y hierros y aceros (9,14 %).
Hay una fuerte relación entre la industria siderúrgica y la actividad constructora, pues el 74 % de la producción de acero son barras corrugadas, producto clave para las estructuras sismorresistentes. Y dado que el Gobierno espera que en 2019 el sector de la construcción salga de su estancamiento y crezca más de 4 % en 2019, la demanda por este producto (barra corrugada) aumentaría, y en consecuencia también la de la chatarra ferrosa.
Sin embargo, Ospina indica que “para que la industria siderúrgica incremente su utilización de capacidad instalada del 64 al 80 % se requieren 1’660.900 toneladas de chatarra, pero en 2017 las compras de este insumo solo alcanzaron las 981.837 toneladas (faltarían 679.063 toneladas adicionales). Cada tonelada que sale del país impide que alcancemos nuestro máximo potencial, pues con las 85.000 toneladas que se habrán exportado al cierre de 2018 (según sus proyecciones) se podría cubrir el 13 % de este déficit”.
Golpe doble
La exportación de chatarra no es el único problema que está enfrentando la industria siderúrgica colombiana: otro impacto podría venir por cuenta de la guerra comercial que ha desatado Estados Unidos al imponer aranceles del 25 % al acero y del 10 % al aluminio a 28 naciones, entre las cuales se encuentra China (Colombia tampoco se salvó). Se teme que estos gravámenes provoquen que millones de toneladas de metal extranjero busquen nuevos destinos, y Colombia podría ser uno de ellos.
Aunque varias naciones entrarían en esta campaña de conquistar nuevos territorios para su acero, China es de lejos la que más preocupa. Fedemetal alertó desde junio que 12,5 millones de toneladas de este país asiático dejarían de entrar a Estados Unidos por culpa de los aranceles. Una escala atemorizante para Colombia: dentro de un mercado que solo tiene una capacidad instalada de 2,2 millones de toneladas, tan solo un millón de metal adicional representaría un golpe grave.
Además se trataría de una competencia desigual, pues el gobierno chino es reconocido a nivel mundial por subsidiar a sus industrias para que puedan entrar con precios bajos a los mercados internacionales. Y la industria nacional tendría que enfrentar a este poderoso jugador en medio de la escasez de su principal insumo y con otros problemas competitivos sobre los que viene alertando desde hace varios años: el costo y el suministro energético son algunos de los que más lo afectan.
La otra nación que preocupa al mercado nacional es Turquía. La fuerte devaluación que ha sufrido la lira respecto al dólar (40 % en lo corrido de 2018), los mayores aranceles que le impuso Estados Unidos desde agosto pasado (20 % al aluminio y 50 % al acero) y los auxilios que también le da el gobierno turco a su industria siderúrgica, crean las condiciones ideales para que el metal de esta nación también incremente su presencia en el mercado colombiano. (Lea ¿Colombia importó un riesgo sísmico?)
Hay señales de que más metal de lo normal está entrando al mercado colombiano, pues las importaciones de acero para concreto (el principal producto que se consume en Colombia) han crecido más de 30 % en el primer semestre de este año respecto al mismo período de 2017, de acuerdo con las cifras de la DIAN. Y según la Andi, tan solo de los países con los que Colombia no tiene TLC, como China y Turquía, las compras externas (importaciones) habrían crecido en 62 % desde el 2016 (primer semestre de 2016-primer semestre de 2018).
El Espectador le preguntó al Ministerio de Comercio si están pensando tomar medidas para proteger a la industria siderúrgica nacional en medio de esta guerra comercial. La entidad respondió: “A raíz de las medidas adoptadas por Estados Unidos de imponer aranceles a las importaciones de acero y de aluminio, el Gobierno colombiano decidió realizar un monitoreo riguroso permanente a las importaciones de estos productos, y a muchos de ellos se les impuso la obligación de presentar declaraciones anticipadas de importación. En este contexto, la DIAN está produciendo informes cada 10 días sobre la evolución de estas importaciones, lo cual nos permitirá tomar las medidas que correspondan de manera oportuna”.
El Gobierno también dice que “es importante anotar que ante cualquier práctica que distorsione el comercio, y por supuesto luego del debido proceso técnico, se podrán aplicar medidas de defensa comercial (derechos antidumping y medidas de salvaguardia), lo cual permitirá corregir cualquiera de estas situaciones, evitando un daño a nuestro sector productivo y el mercado colombiano”.
Tal parece que la industria siderúrgica colombiana, que genera más de 45.000 empleos directos e indirectos, tiene un terreno difícil que enfrentar: está perdiendo decenas de miles de toneladas de chatarra, y la que queda en el país se está encareciendo. Una situación que la vuelve menos competitiva justo en un momento en el que millones de toneladas de acero están buscando un nuevo destino por cuenta de la guerra comercial. Está recibiendo un golpe doble.