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Le tasa de inflación en la Eurozona subió hasta el 2% en junio, contra el 1,9% en mayo, y alcanzó el límite fijado por el Banco Central Europeo (BCE), según la primera estimación publicada este viernes por la oficina europea de estadísticas, Eurostat.
Para el BCE, una inflación inferior, pero cercana al 2% interanual, es una señal de buena salud de la economía.
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La última vez que la inflación se situó en este nivel fue en febrero de 2017.
Esta progresión se explica en parte por una fuerte alza del precio de la energía: del 8,0% en junio, contra el 6,1% en mayo.
Sin embargo, la inflación subyacente (que excluye la energía, los productos alimenticios, las bebidas alcohólicas y el tabaco, todos ellos productos muy volátiles) retrocede, y pasa del 1,1% en mayo al 1% en junio.
La subida de la inflación general podría acentuar las presiones para que el BCE frene su programa de compra de deuda pública y privada, lo que supone un problema en un contexto en el que Italia, muy endeuda y que se beneficia ampliamente de este programa, atraviesa una grave crisis política.
Y llega en momentos en los que Grecia apenas está saliendo oficialmente de la crisis de deuda, que desencadenó un efecto dominó en la zona euro, que estuvo cerca de socavar la moneda común en su momento.
A la par de Grecia, Portugal (otro de los países que resultaron duramente afectados luego del descalabro financiero de 2008 y 2009) se encuentra en una senda de recuperación, aunque con cifras más estables y mejores pronósticos que la economía griega.
Pero, como demostró la crisis de hace unos años, una caída fuerte en un mercado común (más aún si es una economía del tamaño de Italia) puede echar al traste las políticas de austeridad y el crecimiento de Europa, que se enmarca en un crecimiento global como no se experimentaba desde hace varios años.