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La población que se reconoce a sí misma como negra, afrocolombiana, raizal o palenquera (NARP) cayó 30,8 % entre 2005 y 2018, es decir, entre los dos censos nacionales más recientes. Para el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, sin embargo, esto no equivale a que el número de habitantes de estas poblaciones haya disminuido en Colombia: lo que cayó fue el autorreconocimiento, es decir, la cantidad de personas que respondieron: “sí, soy negro, afro, raizal o palenquero”.
Mientras en 2005 hubo 4,3 millones de personas que se autorreconocieron como parte de esta población (cerca de 10 % de los habitantes del país), en 2018 fueron apenas 2,9 millones (cerca del 6 % de los habitantes), muy lejos de las expectativas de organizaciones afro que esperaban que luchas como la de combatir el racismo permitieran un mayor autorreconocimiento y claridad a la hora de visibilizar a estas poblaciones. Algunos investigadores incluso han hablado de que la población afrodescendiente en Colombia puede ser cercana al 25 %.
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Dentro de las cifras reveladas por el DANE este miércoles, sin embargo, es posible ver algunos contrastes: el autorreconocimiento aumentó en las zonas rurales. En 2005, del 100 % de quienes se autorreconocieron, el 27 % estaba en la ruralidad, mientras que en el último censo la cifra subió a 33,3 %. En las urbanas, cayó: de 72,6 % en 2005 a 66,7 % en el censo de 2018.
Para Juan Daniel Oviedo, director del DANE, esto se puede interpretar como un resultado de un ejercicio exitoso en los territorios, que involucró a las comunidades, al tiempo que en las zonas urbanas puede haber un problema de autorreconocimiento debido a fallas a la hora de hacer la pregunta, suposiciones del censista o simplemente que en los “contextos urbanos las personas no quisieron ejercer su derecho de autorreconocimiento”, dijo Oviedo.
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El director del DANE mencionó que es posible ver heterogeneidades en los grupos en los que hay elementos de arraigo más fuertes, como lenguas e instituciones propias, en referencia a raizales y palenqueros. En cambio, las características de la población negra, mulata y afro coinciden relativamente más con las del resto del país, que es predominantemente urbano. Al igual que Colombia como un todo, la población negra, mulata y afro habita principalmente en las ciudades (el 67 %). Para palenqueros y raizales esta cifra es mucho menor: 55,5 % y 53 %, respectivamente.
Las cifras del DANE muestran que según sexo y edad la estructura de la población NARP en conjunto no es muy diferente de la del total nacional: ha habido un envejecimiento de la población y una caída en las tasas de fecundidad (hay más adultos mayores y menos niños que hace 13 años).
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Sin embargo, al desagregar esa “estructura” de población por sexo y edad se ve que, mientras la negra, mulata o afro es muy similar a la del resto del país, la estructura de los raizales y palanqueros, de nuevo, es diferente: en estos grupos, de hecho, ha aumentado mucho más la población en edad de trabajar (70 % o más, frente a 66 % de negros, mulatos y afros).
En medio de este panorama, se obtuvo que el autorreconocimiento raizal y palenquero cayó mucho menos (16,5 % y 11,2 %, respectivamente) que el negro, mulato y afro, que lo hizo en 31 %.
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En busca de las cifras “perdidas”
Oviedo admitió que dificultades de seguridad, la negativa de la gente a contestar el censo, falencias en la ejecución de este por parte de los censistas (al no hacer la pregunta o asumir la respuesta), o “cruces de autorreconocimiento” (por ejemplo alguien que se reconozca como indígena y afro solo podía responder una de las dos opciones), entre otros, llevaron a que hubiera una omisión censal “importante”, por lo que la cifra de autorreconocimiento resultó tan baja.
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Según el director del DANE, al ser el autorreconocimiento un derecho y resultado de procesos subjetivos y dinámicos no puede “depender” exclusivamente del censo. En ese sentido, y reconociendo que "falta gente" en las cifras del censo, afirmó que, al corroborar la concordancia entre éste y la Encuesta de Calidad de Vida que hace la misma entidad (usando la estadística Tau-B de Kendall) y cruzando la información disponible, fue posible hacer una estimación de la población NARP en el país: la autoridad estadística calcula que en Colombia hay 4,6 millones de habitantes NARP, es decir, son el 9,34 % de la población del país.
De esta manera, dado que las cifras de autorreconocimiento de 2005 se tomaron como equivalentes a las cifras de habitantes negros, afros, raizales y palenqueros, Colombia oficialmente pasaría de tener 4,3 millones a 4,6 millones de personas de estos grupos de población.
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¿Cómo son estos hogares?
A partir de los datos del censo, es posible conocer algunas características de las estructuras de los hogares de población NARP. En 55,2 % de ellos hay jefatura masculina, una cifra menor a la del total nacional (59,3 %). Es decir, hay mayor proporción de hogares con una jefa de hogar.
Oviedo dejó claro que esto no necesariamente es positivo, pues puede generar una mayor vulnerabilidad económica (el desempleo femenino es más alto y, en general, la tasa de pobreza en hogares con jefatura femenina es más alta), mayor pobreza de tiempo (las mujeres asumen tareas no remuneradas como las domésticas y de cuidados, a parte de la jornada laboral remunerada, si tienen empleo) o incluso puede ser consecuencia del conflicto armado (mujeres que enviudaron y quedaron al frente del hogar).
Los hogares NARP tienen, en promedio, 3,3 personas (mientras que para el total nacional la cifra es de 3,1) y la mayoría de ellos vive en casa (76 %) o apartamento (19 %). En el 92,6 % hay cobertura de energía (frente a 96,3 % en el total nacional), 69,9 % tiene acueducto (frente al 86,4 % nacional) y 54,8 % tiene alcantarillado (frente a 76,6 % nacional).
En cuanto a educación, la distribución de la población no es muy diferente en los niveles de primaria, media o secundaria. Sin embargo, la brecha se abre en la educación superior: mientras el 19 % del total nacional tiene nivel de educación superior, en los NARP la cifra cae al 14 %. Eso, dijo Oviedo, es muestra de que la política pública debe apuntar a fortalecer esa participación. Asimismo, el avance en alfabetismo en población NARP ha sido más lento: en 2005, el 91,1 % del total nacional sabía leer, frente a 88,7 % de la población NARP. Hoy, las cifras son 93,9 % y 90,7 %, respectivamente.
El director del DANE mostró que, a partir de las mediciones de salud, vivienda, educación, trabajo y condiciones para la niñez, la pobreza en la población negra, afro, raizal y palenquera es mayor que la del total nacional: tres de cada diez son pobres frente a dos de cada diez en el total nacional. Esto afecta particularmente los departamentos de Nariño, Chocó, Magdalena, La Guajira y Cauca.
Primeras reacciones
A diferencia de director del DANE, para Arley Murillo, representante a la Cámara por las comunidades afro, el censo fue un fracaso "de cara a la comunidad”. En el evento de presentación de resultados, el parlamentario afirmó que no cree que esos resultados “correspondan con la realidad de la población”. Anticipó citaciones a control político de estas cifras y su voto negativo del censo cuando este llegue a ser aprobado por el Congreso.
Para Emigdio Cuesta, secretario ejecutivo de la Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas (CNOA), con el censo hubo problemas estructurales y de ejecución. Para poner un ejemplo, asegura que él, habitante de Bogotá, no fue censado, al igual que muchas otras personas. “No fuimos censados o la pregunta no fue hecha correctamente”, algo en lo que al menos parece coincidir con Oviedo.
Añade que organizaciones como CNOA trabajan para motivar el autorreconocimiento, sin embargo, afirma que en este esfuerzo deben participar todos, incluyendo, por supuesto, al Estado y particularmente al DANE. “Ese trabajo debe ser permanente y mancomunado con las organizaciones”, afirmó.
Sobre lo que sugieren las cifras en materia social, aseguró: “hay que seguir estudiando, me gustaría conocer conceptos de expertos y ojalá el DANE aceptara otras percepciones que haya sobre ese ejercicio”. Concluyó recodando la importancia de estar “bien contados”: “nos da la posibilidad de tener mejor interlocución con el gobierno, de participar de forma más adecuada en las políticas públicas: no es lo mismo un plan de desarrollo que cuente con cuatro millones (de personas) a que cuente con seis o diez millones. Los presupuestos cambian, las necesidades también son más sentidas”.
Durante la presentación, el director del DANE expuso que 3.524 personas afro fueron contratadas como censistas y supervisores del operativo “para garantizar su participación de acuerdo a la concertación”. Asimismo, que se suscribieron cuatro convenios de asociación con organizaciones propuestas por el Espacio Nacional de Consulta Previa para gestionar la movilidad, y uno para la movilidad y comunicación.
Adicionalmente, “se hizo una inversión de $18.565.277.600 para garantizar la calidad de la información de la población afrocolombiana ($10.000’000.000 en convenios para el desarrollo del proceso de consulta previa, y $8.565.277.600 en convenios de asociación para movilidad, y comunicaciones)”. Aún así, es claro que el censo, ejercicio que no se repetirá en los próximos 10 años aproximadamente, deja vacíos e inconformidades sobre los que se tendrá que rendir cuentas, por lo menos, en el Congreso de la República.