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En diciembre, en una elegante sala privada durante una conferencia al este de China, un miembro de la directiva china les pidió ayuda a los ejecutivos de tecnología estadounidenses que asistieron al evento.
El funcionario, Wang Huning, un estratega del Partido Comunista que ha pasado la mayor parte de su carrera calibrando a Estados Unidos como rival geopolítico, quería saber si el presidente Donald Trump hablaba en serio sobre la guerra comercial con China y si ellos podían funcionar como un canal de comunicación hacia la Casa Blanca.
No está solo.
Durante los últimos meses, algunos de los hombres más poderosos de China –aliados del presidente Xi Jinping con gran experiencia y antiguos vínculos con Estados Unidos– han estado tratando de lograr un mejor entendimiento sobre Trump y cómo responder a sus planes de comercio belicoso, según dicen varias personas con quienes han buscado consejo.
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El vicepresidente Wang Qishan se ha reunido en semanas recientes con una serie de líderes empresariales de Estados Unidos y con exfuncionarios del gabinete para preguntarles sobre las amenazas comerciales de Trump. Liu He, el miembro del politburó que coordina la política económica, hizo lo mismo. Un académico de Estados Unidos especializado en China desde hace tiempo dijo que cinco funcionarios lo han visitado para pedirle consejo tan solo en las últimas dos semanas.
En estas reuniones, los estadounidenses les han advertido que las quejas de Trump deben tomarse en serio debido a la frustración generalizada en Washington a causa de las políticas chinas, especialmente por el programa de US$300.000 millones para dominar las industrias de alta tecnología más importantes, conocido como Hecho en China 2025, que le ha causado preocupación al sistema de seguridad nacional.
No es claro si el mensaje le ha llegado a Xi o si él ha decidido ignorarlo después de llegar a la conclusión de que Trump sólo alardea y que Estados Unidos dará marcha atrás, como ya lo ha hecho en el pasado.
Gobernando bajo nuevas reglas desde que el mes pasado consiguió la eliminación del límite de tiempo del mandato presidencial, Xi ha tomado un control personal de las decisiones durante el conflicto comercial, según informaron los analistas y conocedores políticos vinculados con la dirigencia. Su autoridad incuestionable, dicen algunos, ha hecho que sea más difícil para el sistema del partido dar noticias que lo contradigan.
“Cuando estás bajo este tipo de régimen, quieres informar cosas buenas”, dijo Tao Jingzhou, un socio ejecutivo de la firma de abogados global Dechert, que trabaja con altos funcionarios chinos. “Me parece que el gobernante no está completamente informado sobre la seriedad de la atmósfera contraria a China en el gobierno estadounidense”.
La confusión sobre la postura de Trump en cuanto al comercio se intensificó el jueves cuando dijo, con un movimiento sorpresivo, que estaba considerando volver a formar parte del tratado comercial multinacional conocido como Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, después de haber retirado a su país de manera abrupta de las negociaciones el año pasado.
Xi ascendió a una camarilla de asesores que han construido sus carreras en parte gracias a su capacidad de interpretar y manejar a Estados Unidos, quizá más que cualquiera de sus predecesores. Sin embargo, se han mostrado sorprendidos y confundidos por las decisiones intempestivas de Trump y sus amenazas comerciales, como las más recientes respecto de imponer aranceles de castigo hasta de US$100.000 millones sobre importaciones chinas, según dicen muchos de los que se han reunido con ellos.
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Entre estos hombres están Wang Huning, el jefe de ideología del partido, quien escribió un libro sobre sus visitas a Estados Unidos cuando era un joven académico; Wang Qishan, el lugarteniente más poderoso de Xi, que ha creado relaciones con Wall Street durante décadas; y Liu, el viceministro a cargo de la economía, que ostenta maestrías de Seton Hall y de Harvard. Xi también promovió a Yang Jiechi, antiguo embajador en Washington, para formar parte de los 25 miembros del politburó.
A pesar de su gran experiencia, los líderes chinos parecen estar perdidos, intentando encontrar interlocutores en un panorama político estadounidense trastocado por Trump. Durante más de dos décadas, Pekín ha observado a las empresas estadounidenses defender el comercio con China y a un presidente tras otro aceptar sus agendas. Pero Trump ha roto el molde.
“Los expertos chinos no entienden la postura actual de Estados Unidos”, dijo Jie Zhao, profesor de la Academia de Líderes Ejecutivos Pudong en China, que entrena a altos servidores públicos en Shanghái. “No entienden a Trump, no entienden a su equipo, y no entienden el origen de sus políticas”.
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Parte del problema es que Trump ha dejado fuera del juego a los contactos habituales de China con Estados Unidos, quienes muchas veces eran personajes de la clase dirigente con antecedentes diplomáticos y conocimientos de finanzas internacionales.
“La gente con la que los funcionarios chinos estaban más familiarizados en Washington son casi todos enemigos de Trump ahora”, dijo Shi Yinhong, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Renmin en Pekín. “Trump los odia”.
Asimismo, Pekín se frustra conforme sus aliados potenciales caen de la gracia de Trump, entre ellos Gary D. Cohn, el asesor en jefe de economía que se oponía a los aranceles, pero renunció el mes pasado, y el yerno de Trump, Jared Kushner, quien parece haber dado marcha atrás en el asunto debido al interés comercial de su familia en China.
Buscando respuestas, el vice presidente Wang se ha reunido en semanas recientes con tres antiguos secretarios del Tesoro: Timothy Geithner, Henry M. Paulson Jr. y Lawrence H. Summers, así como con Robert B. Zoellick, antiguo representante comercial de Estados Unidos, y William S. Cohen, ex secretario de Defensa.
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Entre los líderes empresariales que se han reunido con líderes chinos durante el mismo periodo están Tim Cook de Apple, Jamie Dimon de JPMorgan Chase, Chuck Robbins de Cisco, Stephen A. Schwarzman de Blackstone Group y David M. Solomon de Goldman Sachs.
“Preguntan: ‘¿Con quién podemos hablar?’”, dice David M. Lampton, el académico que ha recibido recientemente a cinco funcionarios chinos. “No perciben una estructura estable”.
No obstante, Lampton, de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados Johns Hopkins, agregó que a pesar de su frustración los chinos parecen satisfechos con poder “sobrevivir a un gobierno estadounidense que margina a sus aliados, erosiona a su propia base política y tiene un público con un umbral del dolor bajo”.
Debido al férreo control de los medios por parte del partido, no ha habido reclamos en contra de las políticas de Xi como los que han hecho algunos líderes empresariales en contra de los aranceles de Trump. Lo que ayuda es que ningún sector ni región específicos de China destacan por su vulnerabilidad, aunque la industria aeroespacial podría salir lastimada y los fabricantes de automóviles chinos que vislumbraban exportaciones a Estados Unidos podrían verse afectados.
Esta semana, durante la conferencia en la ciudad sureña de Boao que reunió a líderes empresariales chinos hubo un ánimo optimista una vez que Xi se dirigió a la audiencia y la exhortó al “diálogo en lugar de la confrontación”.
No obstante, al hablar en la conferencia, Fan Gang, el director del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas de China, advirtió sobre un “riesgo sistemático” para las cadenas de suministro de manufactura. Asimismo, Jack Ma, el fundador del gigante del comercio en línea Alibaba, sugirió que una guerra comercial podría acabar con 10 millones de empleos.
The New York Times