Tomar malas decisiones, otro posible efecto de la pandemia

Además de las consecuencias económicas que puede traer la emergencia sanitaria para la “población sándwich”, la crisis también puede llevar a muchos a adquirir comportamientos que afecten su bienestar una vez superada la emergencia.

Francesco Bogliacino / Rafael Charris / Camilo Gómez / Felipe Montealegre*
05 de mayo de 2020 - 12:38 a. m.
 /Getty Images.
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Hasta el momento, las preocupaciones de la política pública se han enfocado en las consecuencias a corto plazo, como es natural. La emergencia apremia, y garantizar acceso a salud y alimentos ya es una tarea titánica en un país que entró en aislamiento con una tasa de informalidad laboral cercana al 48 %, una tasa de desempleo del 12 % y una pobreza multidimensional del 19 %. A pesar de este esfuerzo, muy pronto tendremos que ocuparnos seriamente de cuáles pueden ser las consecuencias de más largo plazo, porque afectaciones de este tipo pueden llevar a las personas a tomar malas decisiones que impacten su bienestar una vez pasada la emergencia.

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Consideremos el típico trabajador informal que para subsistir tiene que salir todos los días a vender empanadas en la calle. Con la cuarentena no puede vender y, por lo tanto, sus ganancias son nulas. Sin ventas no tendrá suficiente dinero para comprar alimento para su familia, pagar el arriendo o los servicios, ni mucho menos para pagar deudas. Ante esta situación, solo tendrá cabeza para pensar cómo llegar a fin de mes o, inclusive, al final del día. En consecuencia, será más probable que se equivoque en tomar decisiones, por ejemplo, endeudándose por encima de su capacidad de pago a altas tasas de interés, olvidándose de seguir tomando la medicación o usando estilos de crianza erráticos.

Usando experimentos de laboratorio con los mismos principios de los ensayos médicos controlados (es decir, teniendo un grupo de tratamiento y uno de control), nuestro trabajo en Colombia muestra cómo choques de activos (en este caso, pérdidas sobre lo que se ha ganado en un ejercicio con incentivos) pueden generar efectos negativos en el desempeño cognitivo, en tareas como memorizar o hacer razonamiento lógico. Ya que los choques en laboratorio son pequeños, la intuición nos dice que en este caso las consecuencias externas podrían ser más grandes.

En un estudio hecho por dos de los últimos Premios Nobel de Economía sobre los efectos negativos de la plaga filoxera en Francia a finales del siglo XIX, que comprometió la cosecha de la vid y la producción de vino (en la época, el vino significaba una cuota importante del ingreso de los hogares en muchos départements), evidencia una reducción significativa en la estatura a los 20 años de los nacidos en la época del choque; esto es indicativo de una caída en la calidad de la alimentación y, potencialmente, una menor productividad en el mercado laboral.

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Otro entorno donde podríamos ver consecuencias inesperadas de los choques negativos es en el comportamiento antisocial, pues las personas que enfrentan choques fuertes podrían ser llevadas a transgredir las normas. Un trabajo de investigadores de la Universidad del Rosario muestra que, por ejemplo, el colapso de las pirámides financieras, hace más de diez años, causó un aumento en los atentados contra la propiedad.

Nuestro trabajo en laboratorio confirma esos hallazgos; los golpeados por el choque tienen mayor propensión a recuperar sus pérdidas afectando a los demás. Es significativo que esto no ocurra para todos los crímenes violentos ni para todos los comportamientos antisociales. Por ejemplo, en los municipios donde se esfumaron los ahorros no aumentó el homicidio. En los experimentos no se observa más “vandalismo”, pero sí más robo. En otras palabras, no creció el comportamiento antisocial que únicamente causa daños para los demás, pero sí el que conlleva a un beneficio para el perpetrador. Esto sugiere que las personas sencillamente responden a incentivos económicos y nos da garantías de que las políticas bien diseñadas (que anticipen las decisiones de las personas) pueden mitigar el problema.

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¿Qué se podría hacer? Primero, los mecanismos de focalización no están pensados para estas situaciones y podríamos tener un problema muy grande en identificar a todos los afectados: la clase media, y no solo los pobres, está en riesgo en este momento. Aun temporalmente, deberíamos proponer mecanismos similares a un aseguramiento universal. Este mecanismo es costoso, no obstante, su implementación es menos compleja y, al ser incondicional, no es distorsivo (por ejemplo, no desincentiva el trabajo).

Adicionalmente, la forma cómo las autoridades se comunican con la ciudadanía es fundamental. Hay algunos estudios que muestran que, reduciendo la incertidumbre, anticipando los choques y haciendo claridad de que son transitorios, se pueden reducir considerablemente los efectos negativos de los mismos. Las autoridades no deberían solo lidiar con la emergencia, sino ofrecer una perspectiva sobre el camino de salida de esta y el horizonte a mediano plazo. La intuición que tenemos es que legitimidad y liderazgo en este momento son más efectivos que el paternalismo o el señalamiento de la ciudadanía.

*Unidad de Estudios Comportamentales, Centro de Investigaciones para el Desarrollo.

Por Francesco Bogliacino / Rafael Charris / Camilo Gómez / Felipe Montealegre*

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