Como si viéramos cine por primera vez
En cartelera está “¡Lumière! la aventura continúa!”. Mirada al documental de ensayo.
Deivis Cortés * / Especial para El Espectador
Gracias a ¡Lumière! la aventura continúa (2016) y a la iniciativa de Royal Films (dos años tardía, pero válida igual), el espectador colombiano tiene acceso (por fin) a un documental de ensayo en salas comerciales. Esta modalidad documental, que suele circular en escuelas de cine, festivales y canales especializados (casi exclusivamente), se caracteriza por una voz que reflexiona sobre la imagen, dejando clara su posición ideológica y estética. En este tipo de documentales, no solo tenemos una serie de imágenes que configuran un producto en forma de investigación narrada, tenemos también (y sobre todo) reflexiones que enriquecen la mirada sobre esos documentos. Son materiales que se exhiben desde la perspectiva del autor que firma y muestra sin reparos tanto las limitaciones como las fortalezas de su voz. En efecto, el documentalista Thierry Frémaux cita otros comentaristas (Tavernier, Walsh, Scorsese), ironiza, resalta aspectos y arriesga hipótesis, renunciando a la postura (aparentemente) pasiva de aquel que solo transmite información, como sucede en el documental informativo, modalidad dominante en noticieros, reportajes y productos de consumo doméstico.
¡Lumière! la aventura continúa es una oportunidad para que el espectador medio se acerque al pensamiento audiovisual propiamente dicho que plantea y defiende tesis cinematográficas. Y Frémaux lo hace al citar una frase legendaria (“print the legend”), extraída del western de John Ford The Man Who Shot Liberty Valance (1962). La frase se ha usado para referirse a alguien que desmonta un mito o justifica la importancia del mismo por encima de la “historia real”. The Men Who Shot the World podría ser otro título para este documental; ya que, en efecto, el discurso de Frémaux es un “print the legend” en toda regla: desmonta mitos alusivos a los Lumière, develando su carácter injusto y construye nuevos mitos alrededor de la obra de los realizadores franceses. (Le puede interesar: Qué tanto confiar en Imdb).
En lo concerniente al primer aspecto, Thierry Frémaux se esfuerza por mostrar el arte de los Lumière, más que la curiosidad histórica que representan como figuras; revirtiendo el procedimiento que la historiografía cinematográfica ha implementado durante años. Frémaux analiza uno a uno los 108 filmes que componen el largometraje, revelando rasgos estéticos de su cine que trascienden el mero ejercicio factográfico. Dicho propósito se consigue apelando a un riguroso análisis formal (otro sello de este tipo de documentales) que permite evidenciar patrones de composición, tendencias, preferencias y, sobre todo, una clara vocación ficcional por parte de los Lumière, que nuevamente pone en jaque lo que se ha dicho durante años sobre su cine. Ahora bien, resulta cuando menos llamativo que Frémaux argumente que los Lumière “fueron artistas, no solo pioneros”, justamente al mostrar que lo inventaron todo antes que todos. Según el documental, los Lumière inventaron el cine de artes marciales, el primer plano, la profundidad de campo, el remake, el trucaje accidental, la comedia cinematográfica y varias posibilidades creativas del fuera de campo. Fueron pioneros en casi todo y, en la mayoría de los casos, las innovaciones-fundaciones de los Lumière resultan bien argumentadas por parte Frémaux y respaldados con evidencia convincente. Sin embargo, en dos casos puntuales, el comentarista exagera y las imágenes que muestra para soportar su punto, casi se apresuran a gritar para desmentirlo. Frémaux asegura que los Lumière inventaron el primer plano y, a manera de evidencia, enseña al espectador un plano que, sí, es más cerrado que el plano general dominante en la época, pero no es un primer plano, en sentido estricto. Ocurre algo similar cuando la voz nos dice que los Lumière “inventaron el cine abstracto” y, a manera de evidencia, se nos muestra una película figurativa y realista a más no poder. La mayoría de las veces la voz y el discurso de Frémaux nos enseña a leer diferente, a mirar diferente y, sobretodo, a pensar diferente. Pero en otras ocasiones, el espectador no ve lo que la voz está “señalando”. No porque no tenga la formación o carezca de sensibilidad: simplemente porque eso que la voz dice no está allí.
Hay otro momento en el que el documental tambalea. Tiene lugar cuando Frémaux muestra películas de los emisarios Lumière. Como se sabe, la historia del cine de cada país (diferente a Francia y a USA) arranca con un emisario Lumière que llega al territorio y empieza a capturar imágenes. Así que los Lumière, además de ser todo lo que son y de inaugurar todo lo que inauguraron, también son los primeros que apelan a la figura del director de segunda unidad, antes que estuviera claro que existiera una primera. Durante años se ha hablado de los emisarios Lumière, camarógrafos que trabajaban para Lumière y firmaban como Lumière. Sin embargo (y en este aspecto es extraño que Frémaux haya frenado su afán por desmitificar), es claro que los emisarios, a pesar de que trabajaban para Lumière, a pesar de que (supuestamente) seguían una biblia de estilo o una línea editorial Lumière, a pesar de que estaban bajo contrato y sirviendo a un patrón, fueron ellos mismos quienes estuvieron manejando la cámara y reaccionando al entorno exótico que estaban filmando. Así que, palabras más, palabras menos, ellos también son autores de esas películas. Frémaux reconoce a estos “autores periféricos y asalariados”, al mencionarlos por sus nombres, pero usa sus méritos artísticos para adjudicárselos a los Lumière sin ningún pudor y sin ningún asomo de matiz. Hace exactamente lo mismo que ha estado haciendo la academia y la historiografía durante décadas. ¿Print the legend?
Pero no nos engañemos: esta película, además de ser una gran película, es una oportunidad única que tiene el espectador colombiano para asistir a ver películas proto-cinematográficas en plena era de la realidad virtual, lo transmedia y el Real 3D. Un espectador del siglo XXI que se reconoce como álter ego y extensión del espectador decimonónico que vio (estas películas) por primera vez hace más de un siglo.
* Coordinador de investigaciones de cine y TV, Universidad Manuela Beltrán.dacortesp@gmail.com. (El arte de pisotear biblias).
Gracias a ¡Lumière! la aventura continúa (2016) y a la iniciativa de Royal Films (dos años tardía, pero válida igual), el espectador colombiano tiene acceso (por fin) a un documental de ensayo en salas comerciales. Esta modalidad documental, que suele circular en escuelas de cine, festivales y canales especializados (casi exclusivamente), se caracteriza por una voz que reflexiona sobre la imagen, dejando clara su posición ideológica y estética. En este tipo de documentales, no solo tenemos una serie de imágenes que configuran un producto en forma de investigación narrada, tenemos también (y sobre todo) reflexiones que enriquecen la mirada sobre esos documentos. Son materiales que se exhiben desde la perspectiva del autor que firma y muestra sin reparos tanto las limitaciones como las fortalezas de su voz. En efecto, el documentalista Thierry Frémaux cita otros comentaristas (Tavernier, Walsh, Scorsese), ironiza, resalta aspectos y arriesga hipótesis, renunciando a la postura (aparentemente) pasiva de aquel que solo transmite información, como sucede en el documental informativo, modalidad dominante en noticieros, reportajes y productos de consumo doméstico.
¡Lumière! la aventura continúa es una oportunidad para que el espectador medio se acerque al pensamiento audiovisual propiamente dicho que plantea y defiende tesis cinematográficas. Y Frémaux lo hace al citar una frase legendaria (“print the legend”), extraída del western de John Ford The Man Who Shot Liberty Valance (1962). La frase se ha usado para referirse a alguien que desmonta un mito o justifica la importancia del mismo por encima de la “historia real”. The Men Who Shot the World podría ser otro título para este documental; ya que, en efecto, el discurso de Frémaux es un “print the legend” en toda regla: desmonta mitos alusivos a los Lumière, develando su carácter injusto y construye nuevos mitos alrededor de la obra de los realizadores franceses. (Le puede interesar: Qué tanto confiar en Imdb).
En lo concerniente al primer aspecto, Thierry Frémaux se esfuerza por mostrar el arte de los Lumière, más que la curiosidad histórica que representan como figuras; revirtiendo el procedimiento que la historiografía cinematográfica ha implementado durante años. Frémaux analiza uno a uno los 108 filmes que componen el largometraje, revelando rasgos estéticos de su cine que trascienden el mero ejercicio factográfico. Dicho propósito se consigue apelando a un riguroso análisis formal (otro sello de este tipo de documentales) que permite evidenciar patrones de composición, tendencias, preferencias y, sobre todo, una clara vocación ficcional por parte de los Lumière, que nuevamente pone en jaque lo que se ha dicho durante años sobre su cine. Ahora bien, resulta cuando menos llamativo que Frémaux argumente que los Lumière “fueron artistas, no solo pioneros”, justamente al mostrar que lo inventaron todo antes que todos. Según el documental, los Lumière inventaron el cine de artes marciales, el primer plano, la profundidad de campo, el remake, el trucaje accidental, la comedia cinematográfica y varias posibilidades creativas del fuera de campo. Fueron pioneros en casi todo y, en la mayoría de los casos, las innovaciones-fundaciones de los Lumière resultan bien argumentadas por parte Frémaux y respaldados con evidencia convincente. Sin embargo, en dos casos puntuales, el comentarista exagera y las imágenes que muestra para soportar su punto, casi se apresuran a gritar para desmentirlo. Frémaux asegura que los Lumière inventaron el primer plano y, a manera de evidencia, enseña al espectador un plano que, sí, es más cerrado que el plano general dominante en la época, pero no es un primer plano, en sentido estricto. Ocurre algo similar cuando la voz nos dice que los Lumière “inventaron el cine abstracto” y, a manera de evidencia, se nos muestra una película figurativa y realista a más no poder. La mayoría de las veces la voz y el discurso de Frémaux nos enseña a leer diferente, a mirar diferente y, sobretodo, a pensar diferente. Pero en otras ocasiones, el espectador no ve lo que la voz está “señalando”. No porque no tenga la formación o carezca de sensibilidad: simplemente porque eso que la voz dice no está allí.
Hay otro momento en el que el documental tambalea. Tiene lugar cuando Frémaux muestra películas de los emisarios Lumière. Como se sabe, la historia del cine de cada país (diferente a Francia y a USA) arranca con un emisario Lumière que llega al territorio y empieza a capturar imágenes. Así que los Lumière, además de ser todo lo que son y de inaugurar todo lo que inauguraron, también son los primeros que apelan a la figura del director de segunda unidad, antes que estuviera claro que existiera una primera. Durante años se ha hablado de los emisarios Lumière, camarógrafos que trabajaban para Lumière y firmaban como Lumière. Sin embargo (y en este aspecto es extraño que Frémaux haya frenado su afán por desmitificar), es claro que los emisarios, a pesar de que trabajaban para Lumière, a pesar de que (supuestamente) seguían una biblia de estilo o una línea editorial Lumière, a pesar de que estaban bajo contrato y sirviendo a un patrón, fueron ellos mismos quienes estuvieron manejando la cámara y reaccionando al entorno exótico que estaban filmando. Así que, palabras más, palabras menos, ellos también son autores de esas películas. Frémaux reconoce a estos “autores periféricos y asalariados”, al mencionarlos por sus nombres, pero usa sus méritos artísticos para adjudicárselos a los Lumière sin ningún pudor y sin ningún asomo de matiz. Hace exactamente lo mismo que ha estado haciendo la academia y la historiografía durante décadas. ¿Print the legend?
Pero no nos engañemos: esta película, además de ser una gran película, es una oportunidad única que tiene el espectador colombiano para asistir a ver películas proto-cinematográficas en plena era de la realidad virtual, lo transmedia y el Real 3D. Un espectador del siglo XXI que se reconoce como álter ego y extensión del espectador decimonónico que vio (estas películas) por primera vez hace más de un siglo.
* Coordinador de investigaciones de cine y TV, Universidad Manuela Beltrán.dacortesp@gmail.com. (El arte de pisotear biblias).