Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Autor: Joseph Casañas Follow @joseph_casanas
Una vez se apagan las luces y empieza la función, los golpes llegan. Son las bofetadas que da el teatro. Golpes en la cara y en el alma sobre un hecho que la literatura, la música y el cine han relatado en repetidas ocasiones: el holocausto judío; el genocidio más grande de la historia.
Mi niña, niña mía cuenta el drama de dos mujeres víctimas con una fuerza interna arrolladora. Una actriz judía que tras ser sometida por la bota nazi terminó enseñando teatro en el campo de concentración de Terezin. Los hijos de las judías que esperan a que llegue la muerte son sus alumnos. La otra protagonista es una entomóloga que estudia las luciérnagas y descubre de forma tardía que es una superviviente del holocausto. Ángela Cremonte y Goizalde Núñez son las actrices que interpretan el drama.
Puede leer: Compañía Nacional de las Artes abre espacio para la cultura
La obra del Teatro Español de Madrid, escrita por Amaranta Osorio e Itziar Pascual, habla de mujeres que lucharon ante la perversión y el espanto. “El holocausto ha sido una de las tragedias humanas más abordadas por la ficción; sin embargo, no todas las experiencias ni todas las vivencias han tenido la misma visibilidad. Es importante poner en valor las aportaciones de las mujeres y su contribución en el mundo”, dice Pascual en diálogo con El Espectador.
“No quería escribir sobre el tema porque se ha hablado mucho y porque no soy judía. Intenté no hacerlo, pero la historia pedía ser escrita. En cuanto terminamos una primera versión del texto, se la pasé a varias amigas judías. Algunas me preguntaron cómo sabía cosas que hacían sus abuelas en el campo. Muchas las había investigado, pero otras venían a mí como si me las hubieran susurrado”, agrega Osorio.
La obra es tan cruda como esperanzadora. Esa es la labor de las luciérnagas: transmitir esperanza en una pesada atmósfera de no futuro. “El teatro puede ser una luciérnaga en tiempos de oscuridad. Es un pequeño faro en tiempos de sombra, porque permite la experiencia del encuentro, la reunión de la comunidad. La idea del teatro como luciérnaga la sostiene el filósofo francés Georges Didid-Huberman, en su obra Supervivencia de las luciérnagas, y la comparto plenamente. Creo en el teatro como un bien necesario para pensar e imaginar nuevas formas de convivencia”, reflexiona Itziar Pascual, quien además de dramaturga es periodista.
Escribir una obra de teatro a cuatro manos es poco frecuente. Por eso fue un reto. Itziar Pascual afirma que escribe para respirar, mientras que Amaranta Osorio dice que lo hace para resistir. El texto que entre ambas escribieron y con el que se hizo el montaje de Mi niña, niña mía recibió el premio Jesús Domínguez en 2016 en España. La obra ha sido traducida al inglés, alemán y francés.
“La escritura a cuatro manos fue una práctica bastante frecuente en el teatro en España durante los siglos XX y el XXI. En los encuentros que hemos mantenido con el público del Teatro Español de Madrid propusimos referencias y ejemplos de coautorías. Tal vez, es cierto, lo que no ha sido tan frecuente era la coautoría de autoras teatrales”, explica Pascual.
“Escribir de esa forma es difícil pero enriquecedor. Me gusta mucho escribir a cuatro manos, porque trabajar con alguien distinto te obliga a mirar la obra desde diferentes ángulos y perspectivas. Eso hace que la obra se vuelva más completa”, argumenta Amaranta Osorio. El extraordinario equipo artístico de Mi niña, niña mía, dice José Miguel Vila, “es también una garantía de la consecución de la atmósfera de terror (la dura realidad) y de ensueño (el arma de evasión a la que tienen que recurrir las internas para sobrevivir) que tiñe todo el montaje”.
“Y entre el mundo del averno traído a la tierra que supusieron los campos de concentración nazi y el triunfo de la vida y de la dignidad, la luz estremecedora y fascinante de unas luciérnagas, dos mujeres cuentan sus historias con la sencillez y el dolor de quienes se saben del lado de la dignidad, de la verdad y de la justicia”, agrega el escritor español.
Itziar Pascual finaliza el diálogo con este medio con una reflexión sobre ese coctel que preparó para su vida: periodismo y teatro.
“El teatro me ha permitido comunicarme de un modo más profundo e íntimo con las personas. Es una forma muy expresiva. Creo que el gran periodismo está herido en tiempos de banalización, frivolización, precariedad profesional e inestabilidad laboral. Pero sigo creyendo en algunos periodistas, que no han caído en la enfermedad del cinismo. Ryszard Kapuscinski creía que el cinismo, el estar de vuelta de todo, enferma el periodismo. Yo creo que tiene razón. Por eso necesitamos periodistas desprovistos de cinismo, muy rigurosos, valientes y enamorados de su oficio”