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Charles Aznavour llegó el domingo 18 de mayo de 1969. En el aeropuerto El Dorado lo esperó, desde las ocho de la noche, un grupo de seguidores movidos por la fama mundial del personaje y enamorados de las versiones de sus canciones en español, compradas en la pujante Compañía Colombiana de Discos (Codiscos). En aquella Bogotá la gente tarareaba La bohemia, Venecia sin ti, La mamá.
Los diarios coincidieron en que fue una recepción digna del “Sinatra francés”, a cargo de su hija Patricia, también cantante y conocida como “Seda”, quien se había adelantado unos días para organizar los detalles de la que sería una semana agitada. Los periódicos, la radio y la televisión promocionaron la visita como “el acontecimiento más extraordinario en el mundo artístico del país, que ha despertado notable expectativa en los círculos sociales”. Las agencias de noticias informaron que, días antes, el compositor y cantante había sido la estrella de shows estadounidenses “en televisión a todo color”. (Le puede interesar: El sepelio de Aznavour).
En los cafés capitalinos, como El Automático, la tertulia iba de Aznavour a Sinatra, pasando por la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Se hacían apuestas sobre si primero alunizarían los gringos o llegarían a Venus los rusos. En plena guerra fría, Vietnam era tema recurrente y se especulaba que ídolos como Aznavour —que había recorrido la Cortina de Hierro y la URSS— eran seguidos por la CIA y la KGB.
Apenas se bajó del avión proveniente de Los Ángeles, que llegó dos horas después de lo previsto, corrió a besar a su hija y, en medio ttde la algarabía, improvisó una rueda de prensa. Dejó en claro que no hablaba español. Con ayuda del traductor le dijo en francés a Germán Navarrete, periodista de El Espectador: “No conozco nada de Colombia, pero me gustaría conocer el país”. Preguntado sobre la magnitud de su éxito y si algún tema lo representaba, respondió en tono jocoso: “No reconozco mi éxito musical, en particular porque todos lo son. Para hallar uno en especial tendría que calcular la venta de cada uno de mis discos, cosa que me resulta casi imposible”. Sobre cine y si actuaría en un filme colombiano dijo: “No sé nada de los esfuerzos que ustedes hacen, pero si me proponen actuar en una película filmada aquí, lo haría con gusto”. Eso pronto se hizo realidad.
Navarrete le preguntó por qué no iba a presentarse gratis en el Teatro de La Media Torta y comentó: “Si no viajara el domingo (25), lo haría”. Otro reportero preguntó si le gustaría componer una canción sobre la belleza de Colombia: “No lo haré porque no lo acostumbro así. Mis composiciones se basan en las personas y sus sentimientos”. (Lea: Homenajes a Aznavour).
Sobre cuál era para él el cantante del momento, opinó muy seguro que Ray Charles. En cambio, sobre el francés Hervé Vilard afirmó: “No es competencia para mí”. No faltó la pregunta de sus publicitados ocho años de vida junto a la también cantante francesa Edith Piaf (1915-1963), sobre quien dijo: “Fue mi maestra y amiga, nunca mi amante”. Con su comitiva, familiares y amigos, se fue directo al Hotel Tequendama a descansar y al día siguiente subió al piso 17 e hizo un ensayo completo a las 2 p. m.
Ese fue su centro de operaciones, porque coincidieron sus presentaciones, entre el 20 y el 24 de mayo, con la inauguración del más moderno piso de eventos especiales en ese edificio. Aznavour inauguró el Salón Monserrate el mismo día que lo hizo, por aparte, el presidente de la República Carlos Lleras Restrepo, quien se mostró complacido con la visita del “gorrión de París” y aprovechó para confirmar la próxima visita a Bogotá del multimillonario gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, así como para anunciar que le había llegado una carta de invitación de su colega estadounidense Richard Nixon para una visita de Estado.
El Espectador presentó el “fastuoso” salón como un lugar “psicodélico, acogedor y exclusivo… hasta el punto que allí se podrá hablar por teléfono desde las mesas, sin necesidad de que el cliente se moleste en acercarse a la cabina telefónica”. La reseña social, escrita por Ana Pombo de Lorenzana, añadía: “Un ascensor a la entrada del hotel conduce directo al piso donde el artífice decorador hizo realmente maravillas (en referencia a Jorge y Juan Manuel García, de InterContinental Hotels)”. “Colores psicodélicos… del morado al fucsia en el bar, mezclado con amarillo tostado y negro, combinan a la perfección con el estilo de los muebles de sabor español, con toques de morisco”.
En ese ambiente, “de élite para la sociedad bogotana” y “caliente alegría”, se presentó Aznavour, cada vez ante 300 personas, acompañado por el grupo de Henry Byrs, de origen francés y amigo del cantante, con quien completaba ocho años de giras. El pianista, junto a cinco músicos más, llegó el día anterior desde Nueva York y dijo: “Con Charles deseábamos conocer a Colombia. Tenemos muy buenas impresiones a través de lo que hemos leído y visto en televisión”. (Perfil artístico de Aznavour).
En Bogotá, Aznavour celebró en privado su cumpleaños número 45. De origen armenio, su nombre real era Shahnourh Varinag Aznavourián Baghdassarian. Nació el 22 de mayo de 1924 en París y murió el pasado 1° de octubre en su casa de los Alpes. Por eso, tuvo la posibilidad de aplazar su visita a Colombia, pero él la confirmó con su frase célebre: “el show debe continuar”.
El martes 20, antes de su debut, dio otra rueda de prensa sobre la que informó Álvaro Monroy Caicedo en El Espectador, quien lo siguió desde que hizo los trámites de Extranjería en el Departamento Administrativo de Seguridad, donde le expidieron visa de artista internacional. Monroy lo describió así: “Bajo de estatura, con gran melena, Aznavour llegó al DAS vestido con una chamarra de cuero carmelita, un pañuelo estilo boy scout, zapatos con puntera de cobre y colgando del hombro derecho una maleta en la cual llevaba cámaras, rollos y otros implementos fotográficos. Cinco minutos permaneció ante los potentes reflectores y los flashes y comentó: ‘Qué luz tan fuerte’, pero no se inmutó”.
Llegó tarde al encuentro con una veintena de periodistas, se disculpó y contó que “la policía fue muy gentil conmigo”.
¿Habla español?
Sí, como una vaca (entre risas, empezó la traducción del francés).
¿Entonces por qué canta en español ?
Fui el primer cantante francés que cantó en español. Me gusta cantar en otros idiomas. Canto en español porque es un idioma viril; en inglés, porque es fonético.
¿Cuál es la dificultad de ser famoso?
Quedarse siendo famoso.
¿Qué opina de la juventud francesa y de su revolución (por mayo de 1968)?
No me gusta intervenir en política ni me atrae. Me interesa, ante todo, lo humano. Yo no entiendo de diferencias de razas ni de religión.
¿Le gustaría sostener un mano a mano con el español Raphael?
Me gustaría encontrarme con él, pero no cantar con él.
¿Cuál es el factor decisivo del éxito?
El trabajo duro, creer en mí mismo, tratar de ser diferente y no tener miedo al fracaso. Hacer algo más que hablar de ello. Vivir en el presente, no en el pasado, pensar en nuevos proyectos y aventuras.
¿Qué opina de los festivales de la canción?
Deben hacerlos para los aspirantes y no para los profesionales.
¿Qué les aconseja a los jóvenes?
Trabajar mucho y ser muy honestos y honrados con el público.
¿Qué opinión le merecen los norteamericanos (acababa de terminar en EE. UU. una gira de cinco meses y tenía arrendado el Carnegie Hall de Nueva York para conciertos?
Respeto a los norteamericanos porque constituyen un buen público. Son organizados y profesionales en sus cosas, y me gusta todo lo que es profesional.
¿Es cierto que Sinatra le hizo una propuesta para ingresar a su clan?
No creo que exista clan Sinatra.
¿Qué opina de la nueva ola?
Aprecio a Los Beatles y a la nueva ola porque es una nueva forma de la música.
¿Conoce a la India?
No. Me gustaría ir a cantar a la India, pero no a meditar.
¿Tiene miedo a la vejez?
No.
¿Miedo a la muerte?
No. Simplemente la encuentro ridícula.
¿Qué admira más en la mujer?
A la mujer en sí misma, y especialmente su feminidad.
¿Cree que tiene la misma popularidad que hace diez años?
Hace diez años era popular solamente en Europa y actualmente me conocen en todo el mundo.
¿Para usted qué es inspiración?
Mucha transpiración.
¿Le gusta la televisión?
A mí, antes que nada, me gusta el contacto con el público, y por eso me gustaría evitar las actuaciones en televisión.
Monroy terminó así su reportaje: “El número uno de la canción francesa es un personaje simpático”. Le comentó que había comprado un disco de música colombiana y que su primera impresión fue que se trataba de música latinoamericana, por lo que le aclaró que “para conocer la de cada país hay que vivir un tiempo en él”.
Alabó a Lucho Bermúdez, el rey del clarinete, quien se presentó después de él y su orquesta fue anunciada como la oficial del Hotel Tequendama. De telonera de Aznavour estuvo María Eugenia Piedrahíta, recordada como María Eugenia, solista caleña que en 1974 se casó con el después canciller Rodrigo Lloreda Caicedo, de quien fue su jefa de imagen. Ella murió en 2015 y el dirigente conservador en 2000. A estos conciertos le siguieron los de la avanzada mexicana: Pedro Vargas, Lucha Villa, José Alfredo Jiménez y Alicia Juárez.
Luego de su estreno, Aznavour fue “la figura del día” en las páginas editoriales de este diario el 21 de mayo de 1969. También ofreció “dos conciertos para la juventud”, el viernes 23 a las 6 p.m. y el sábado 24 a las 3 p. m., pues la gerencia del hotel quería atraer adolescentes los domingos en la tarde para sus “novedosas vespertinas bailables para coca-colos, por un precio módico y sin licor”.
El programa Carta de Colombia, dirigido por Gloria Valencia de Castaño en la emisora HJCK, lo entrevistó y dijo que se sentía cercano a este país desde que su familia le enseñó a consumir café colombiano en París.
El “embajador de la música francesa” salió de Colombia el domingo 25 de mayo, muy contento, aunque en privado no ocultó su impresión por lo que le habían contado sobre la violencia política que se vivía en las zonas rurales, incluso en las ciudades. Durante su estadía fue secuestrado un avión de Avianca que cubría la ruta Bogotá-Pereira, con 59 personas a bordo. Lo hicieron cuatro hombres, uno de ellos con un revólver calibre 32, lo desviaron hacia Barranquilla y luego a La Habana.
Allí se entregaron, según registro de El Espectador, a milicias cubanas que los recibieron con abrazos. Liderados por un estudiante de medicina de la Universidad Nacional, sus proclamas eran “en pro de la revolución cubana” y de “la liberación del pueblo de la opresión de las oligarquías”. La tripulación y los pasajeros, entre quienes se encontraban figuras como el gerente de la firma textil Valher y un empresario de la orquesta Los Melódicos, regresaron sanos y salvos el mismo día y por la misma ruta.
Para Aznavour, la música era contrapeso de la barbarie y por eso acudió a su influencia para que el asesinato, a manos de los turcos, de un millón y medio de armenios, sus antepasados, fuera reconocido como el primer genocidio del siglo XX. Era hijo de sobrevivientes de la masacre y su voz no fue oída.
La película en la que incluyó a Colombia y una canción colombiana
Charles Aznabour cumplió su promesa de promover a Colombia en una de sus películas, filmada por Paramount en 1969 y estrenada en 1970. La página de Facebook que recopila fotos de antaño de Cartagena publica imágenes del rodaje de “The adventurers” (Los aventureros), también distribuida con subtítulos en español como "Los Libertinos". Se puede ver en Youtube y contiene segmentos grabados en Europa, Estados Unidos y Colombia, incluidas tomas y secuencias, con extras colombianos, en Bogotá (zona céntrica, incluso Monserrate y su teleférico), Cartagena (en las murallas) y Manizales (en la antigua estación del ferrocarril, hoy Universidad Autónoma).
La cinta termina con un plano general de la Plaza de Bolívar. Se ve el Capitolio y tropas en formación y desfile mientras ruedan los créditos. El director fue Lewis Gilbert. Incluyó estrellas del cine como Candice Bergen, Alan Badel, Ernest Borgnine, Bekim Fehmiu, Fernando Rey, Delia Boccardo, Thommy Berggrer. La promoción decía: “177 minutos cargados con todas las trampas y traiciones, juegos de poder y pasiones, intrigas y luchas internas de los súper ricos del mundo”. Transcurre en Corteguay, Suramérica, en 1945, y está basada en una novela de 1966 de Harold Robbins, escritor norteamericano. Cuenta de un niño que quedó marcado desde su niñez por la muerte de su familia a manos de los bandoleros. Con el tiempo, Diógenes se convierte en un playboy internacional, en un misterioso aventurero cosmopolita que decide la suerte del poder en ese país ficticio tomado por la violencia. Otro detalle de Aznavour fue que entre los temas usados como música de fondo, “el gorrión de París” pidió incluir el famoso merengue “Pájaro amarillo”, del compositor de Soledad, Atlántico, Rafael Campo Miranda, cuyo crédito aparece en letras blancas. Antes de una de las masacres del largometraje, lo canta un niño campesino en medio de una fiesta de pueblo grabada en una locación de Boyacá.