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A Valentina en su vigesimoséptimo natalicio
Inspirado en el texto histórico, no novela, de Dee Alexander Brown, basa su filme para TV entre otros recursos en el de la fotografía, como lo evidencian las viñetas que encabezan cada uno de los relatos contados por la blanca Elaine Goodale, el indio Ohiyesa, el senador Henry Dawes, los jefes indios Yotanka Tatanka, en lakota Toro Sentado, Red Cloud, Tasunka Witko o Crazy Horse, American Horse, el presidente Ulysses Grant, el General Sherman, el coronel Custer. Uno de los primeros puntos de conflicto entre blancos e indios se da en la batalla de Little Big Horn en la que, preciso, muere Custer, uno de los blancos asesinos de indios, al lado de Buffalo Bill o William F. Cody, el explorador pionero en quitar el búfalo al indio como medida de exterminio, igual que el “presidente” Andrew Jackson, Daniel Boone y Kit Carson, a quienes Marlon Brando, defensor de los indios, cita en su autobiografía como sus verdugos. Como luego se le quitaría el agua al pez y ambos al guerrillero, así como hoy la comida al pueblo, para liquidarlo a punta de sed y de hambre, siempre con el patrocinio de las transnacionales, asociadas a carteles y a paramilitares de acuerdo con la canadiense Dawn Marie Paley, y de la única compañía que no es tal: la CIA.
El filme, hecho para TV, comienza con el asedio de los Casacas Azules a una aldea Oglala Sioux; continúa cuando el 25/jun/1876 los sioux vencen al teniente coronel George Custer en la batalla de Little Big Horn, en la que mueren 270 de sus soldados; y termina con la Masacre de Rodilla Herida que da título al filme, la que en verdad ocurrió a fines de 1890. Aun con sus imprecisiones históricas, el drama, filme histórico o western de Simoneau (Québec, 1955), es contundente en su ficción, la que por primera vez cuenta la historia desde las víctimas: los más de 300 sioux que fueron masacrados el 29/dic/1890 por los Casacas Azules, que así daban el acostumbrado cierre a una execrable faena de exterminio. La que ahora se recrea básicamente en dos continentes, América y África, con el recurso adicional a las quemas deliberadas para obtener, al cabo, terrenos despojados para rutas de drogas, un incremento en la producción de biocombustibles, el monocultivo de soya para ampliar el mercado cárnico, entre la transnacional gringa de alimentos Cargill y la mayor empresa cárnica brasileña, JBS, del mafioso/corrupto Joesley Batista. El cineasta parte del libro homónimo de Brown que comienza con la larga marcha de los navajos y se cierra, 30 años más tarde, con la masacre citada. Lapso en el que los nativos gringos perdieron vidas y tierras frente a la expansión del hombre blanco. Apenas se habían establecido los refugiados en la “seguridad” de la “frontera india permanente” (FIP), los soldados comenzaron a marchar hacia el Oeste a través del Territorio Indio, cuenta Brown: “Los hombres blancos de EEUU (que tanto hablaban de paz, pero poco parecían practicarla) estaban marchando hacia la guerra contra los hombres blancos que habían conquistado a los indios de México.”
Para entonces, 1849, cuando termina la guerra con México, que había empezado en el 45, EEUU tomó posesión de un vasto territorio que iba desde Texas hasta California. Todo esto se encontraba al Oeste de la FIP. En la invasión de 1946 a México, EEUU se apropia de Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma: en total, de 2 millones 100 mil Km2 (55% de México), lo que dio en llamarse “la Cesión Mexicana”. A cambio, el Gobierno gringo se comprometió a pagar USD 15 millones. Para justificar las violaciones de la FIP, los políticos en Washington inventaron el Destino Manifiesto (1845), término que llevó la ambición por las tierras a un Altísimo plano: creyeron que de allí venía el designio, del Altísimo y que, ya antes, con la Doctrina Monroe “América [era] para los americanos”, claro, no para los gringos, porque ellos tienen un particular concepto expansionista del término, al estilo del que habían tenido los nazis con su Lebensraum o Espacio vital, a partir de feb/1933 con la llegada de Hitler al poder (1). Los EEUU, poblados por inmigrantes, y en particular por europeos y sus descendientes, estaban al parecer señalados por el Destino, según sus dirigentes, para gobernar a toda América. De ahí el gentilicio, con su tácita justificación, que en adelante se esgrimió: el de americanos. Hecho que lleva a la Doctrina Monroe (1823) y al eslogan ya citado “América para los…”
La Doctrina fue elaborada por John Quincy Adams y atribuida a James Monroe en 1823, esto es, en rigor, no por el quinto presidente, sino por su sucesor: o sea, sí hay quinto malo. La cosa lleva luego al llamado Plan Marshall, en honor a George, el Secretario de Estado, y diseñado principalmente por el Depto. de Estado, en especial por William Clayton y George Kennan, bajo el mando de Harry Truman, en 1947: más que un plan económico para la reconstrucción de Europa y, en particular, de Alemania, un plan político para arrodillar a su antiguo/simulado enemigo: véase la alianza entre Adolf Hitler y Albert Watson, presidente de IBM para repartirse los dividendos sobre las víctimas de guerra, en 1936, en el documental The Fog of the War, 2003, o La niebla de la guerra, de Errol Morris (2); y para exterminar al fantasma del comunismo en el mundo a fin de que este fuera solo para los americanos, bajo el eufemismo de la Guerra Fría: término que, para el profesor Juan C. Monedero, es la III Guerra Mundial pues “oculta la enormidad de víctimas que implicó” y que convendría mejor llamarse II Guerra Interimperialista, “toda vez que estuvo motivada esencialmente por las tensiones de dominación imperial de los actores implicados” (3); y (no) por último, en los 70, el gentilicio llevará al sarcasmo de Piero en… Ellos nacen ancianos y van enniñeciendo/ a través de la vida/los americaaa… [y parte la palabra, para hacer el énfasis en…] anos.
Todo esto para señalar que los americanos, y toda su ascendencia, de los que habló Gangs of New York (2002) o Pandillas de NY, de Scorsese, para referirse al oscuro y dudoso origen de la ciudad llamada primero New Ámsterdam y, por ende, al turbio origen del país que al inicio quiso ser un continente, luego el mundo y, ahora, Mr. Universo, creían ser la raza dominante y, por ello, responsables de los indios: incluidos, claro, sus tierras, bosques y, sobre todo, riquezas naturales, fauna, flora y minerales. Estas, entregadas a perpetuidad en 1868, con el Tratado Laramie, pero que cuatro años más tarde comenzaron a ser zona de codicia blanca. Hay que recordar que las Black Hills fuera de considerarse tierras sagradas por las etnias, eran un terreno reclamado por los Lakota a los Cheyenes, a los que finalmente vencieron en 1776. Cuando concluye la Guerra de Nube Roja, nombre tomado del líder Red Cloud citado al inicio, las Colinas negras fueron incluidas en la gran reserva Sioux, donde a su vez los no indígenas quedaron excluidos. Aunque a menudo fueron consideradas “terra incógnita”, la expedición del general Custer, en 1874, muy pronto disiparía los rumores sobre el oro que había en dichas montañas. Para entonces, la economía gringa enfrentaba la Gran depresión de 1873 y los colonos, blancos, no sobra decirlo, desataron una fiebre del oro en ellas (de ahí surgió La quimera del oro, 1925, de Chaplin) que a todas luces violaba el Tratado Laramie y la Ley Federal. Las continuas incursiones en terreno Lakota, así como la desidia/impotencia del ejército gringo para evitarlas, hizo que Toro Sentado y Caballo Loco, entre otros, les declararan la guerra a los invasores y al Gobierno. La Administración de Ulysses Grant creó, de forma deliberada, esta guerra a causa de la fiebre del oro, con el fin de que la economía saliera del Crack de entonces, como aseguran muchos historiadores, no oficiales, entre ellos Howard Zinn, autor de La otra historia de EEUU – Desde 1492 hasta el presente. (4)
De ahí surge el conflicto que Simoneau sintetizó en 132 minutos y a través del cual mostró las diferencias entre los Sioux y el Gobierno gringo, con la mediación, siempre interesada, fraudulenta, mezquina, del senador, o sea, político, Henry Dawes. Hecho que arrojó la historia de un etnocidio, que llevó en 1973 a una nueva insurrección y en 1980 al fallo de la Corte, según el cual la toma de las Black Hills violaba tratados firmados con los Sioux. Ello va sin decir, claro, de los millares de mujeres indias desaparecidas o asesinadas a las que poco se cita. (5) Hecho directamente relacionado con el Removal Act, la abusiva y criminal Ley de 1830 que autorizaba el desplazamiento forzado de las tribus para apropiarse de sus tierras y por la que, hasta hoy, no paran los asesinatos, las desapariciones ni los despojos. Igual a lo que pasa hoy en Colombia con el capitalismo que se dice actúa para desaparecer el tráfico de drogas, pero que en realidad es una guerra contra el pueblo, como lo demuestra la investigadora canadiense Dawn Paley en su libro Capitalismo Antidrogas. Una guerra contra el pueblo (2018), útil para desnudar, de paso, muchos de los mitos que acompañan el discurso incendiario, falsamente castrochavista, auténticamente guerrerista y ciertamente neoliberal.
Pero, como señalan los créditos finales del filme de Simoneau, la Corte se negó a devolverles la tierra y, a cambio, ordenó pagar compensación. “Ese fallo, que ahora vale más de 600 millones de dólares, sigue sin ser reclamado…” y sobre el que, basado en la mayoría, el juez Blackmun escribió: “Un caso más maduro y podrido de tratos deshonestos, no será hallado jamás, probablemente, en toda nuestra historia”: “Se equivocó la paloma [Blackmun], se equivocaba”, diría el poeta pues luego han venido casos más maduros y podridos de tratos deshonestos que, si se los citara, reventarían estas páginas. Aun así, los Sioux, por su parte, no aceptarán deponer su reclamo de las Black Hills, un lugar que consideran sagrado. Entre los numerosos casos posteriores, cabe citar el de los indios Creek, los mismos que ocupaban la mayor parte de Georgia, Alabama y Misisipi y al que se refiere Howard Zinn: “En 1813 algunos de sus guerreros mataron a 250 personas en Fort Mims y seguidamente las tropas de [el presidente] Jackson quemaron un poblado creek, matando a hombres, mujeres y niños. Jackson estableció la táctica de establecer recompensas en tierras y botín.” (6) Como hace hoy el subpresidente ofreciendo “3.000 millones de pesos” por cada uno de los ex FARC, Iván Márquez, Jesús Santrich, Romaña, El Paisa, quienes es probable que, de común acuerdo, con el otro paisa, resolvieron enmontarse de nuevo, como ha conjeturado Cristina de la Torre en su columna ¿Pacto secreto entre el uribismo y “Márquez”?, de El Espectador. (7) Lo que, a su vez, se ha convertido en una especie de orden tácita para que, de aquí en adelante, ex rebeldes FARC sean asesinados alevosamente, bombardeados, como ya empieza a verse: tal como ha querido el uribismo y sus diez millones de ciegos, cautivos y muertos/votantes. (8)
Después de todo esto, tal vez lo único que pueda reconfortar sea que Entierra mi corazón en Wounded Knee es un filme que gracias al guionista y al director permite conocer una versión más fiel a la historia real, no oficial, del que ha sido hasta el presente uno de los episodios más aberrantes de racismo, discriminación, xenofobia, en fin, intolerancia, en la historia de la Humanidad. De ella uno de los testigos inocultables ha sido el cine, a excepción del trabajo de Simoneau que contra la apariencia no es ficción. Como lo confirma un decidido defensor de la causa india, el actor y director Marlon Brando, en su autobiografía, coescrita con la colaboración de Robert Lindsey, Las canciones que mi madre me enseñó: “Desde su nacimiento, Hollywood difamó a los indios en películas como El prófugo. John Wayne probablemente causó más daño a los indios que el general Custer en toda su vida, al proyectar la imagen estúpida de un blanco valiente que lucha en la frontera contra los salvajes ateos. Hollywood necesitaba malos, y los indios pasaron a ser la personificación del mal. Pero el trato que hemos dado a los indios solo es un hilo del tapiz formado por la depravación humana. Además de la extraordinaria capacidad del hombre para pensar, existe un aspecto irracional de su mente que lo lleva a desear la destrucción en nombre de lo que considera su propia raza [la única es la Humanidad]. Darwin describió la necesidad instintiva, en los individuos de todas las especies, [antes lo hizo Lamarck] de proteger y perpetuar su propio grupo, pero el ser humano es el único animal que conozco que causa daño conscientemente a otros individuos de su propia especie. Cuando era joven y ayudaba a recaudar fondos para Israel [debiendo hacerlo para Palestina], quedé desconcertado por lo que en aquel momento era para mí un gran misterio: cómo era posible que alemanes en apariencia normales y corrientes ametrallaran a niños inocentes o encerraran a miles de personas en las cámaras de gas. Parecía increíble que los seres humanos pudieran hacerse semejantes cosas. Pero, a lo largo de mi vida ha quedado claro que somos capaces de cualquier cosa en nombre de nuestro propio grupo; se trata de una animosidad inmutable, es el resultado de millones de años de evolución.” (9) No, Mr. Brando, de involución. Y disculpe la necesaria/rotunda aclaración, como para que no sigan repitiéndose los errores de la guerra. McNamara en su Lección N° 2, La racionalidad no nos salvará, de La niebla de la guerra, sobre lo sabido: la guerra acaba cuando ya ha pasado por pueblos y ciudades sembrando muerte y destrucción. “Pues esa es la lógica de la guerra. Si la gente no muestra sabiduría, chocará como topos ciegos y comenzará la aniquilación mutua.” Así reitera McNamara en el documental de Morris. (10)
El exterminio de indios hoy es el de ayer, si se considera el siguiente testimonio de alguien que por esas extrañas paradojas de la vida, justo en Wounded Knee, Dakota del Sur, presenció el levantamiento de un chippewa y un sioux, en 1973; testimonio a través del cual es posible inferir cómo han operado siempre los poderosos frente a los pueblos primigenios, cómo ante su propia debilidad actúan con arrogancia/soberbia frente a quienes conocen, defienden y protegen como nadie la superficie terrestre, la Pachamama: “Dennis Banks, un indio chippewa, y Russell Means, un sioux corpulento y apuesto que guarda un sorprendente parecido con Gail (uno de los más grandiosos guerreros sioux), fueron individuos notables. Ambos, al abandonar la reserva, dejaron atrás sus raíces y su cultura para intentar vivir en el mundo exterior; ambos se sintieron en problemas fuera de la reserva y tuvieron que aceptar trabajos humillantes, pues era lo único que podían conseguir. Al igual que otros indios que abandonaron las reservas, se enfrentaron con un racismo que es, tal vez, el más atroz de todos: fueron víctimas no solo de la discriminación en los trabajos y en el tema de la vivienda, sino también de la indiferencia. La corriente principal de la cultura [estadounidense] los considera nulidades, y la gente los trataba como si no existieran. Dennis y Russell se encontraban en Minneapolis y descubrieron que compartían un problema: aunque habían abandonado las reservas, eran incapaces de dar la espalda a su propia cultura. Dieron un giro rotundo y decidieron volver a entrar en ella, y con otros indios fundaron el AIM [Movimiento Indígena Americano: al que el FBI acosó e intentó eliminar], que pronto se expandió por todo el país, para presionar al gobierno a que cumpliera los tratados y las promesas. El FBI, otras agencias federales, los rancheros y los vigilantes blancos —que en algunos casos se aliaban con títeres corruptos de las tribus que intervenían en elecciones amañadas— lanzaron una guerra contra el AIM que fue una mezcla del mccarthysmo [parnellismo: J. Parnell Thomas fue quien realizó el trabajo sucio del Comité de Actividades Antipatrióticas y Joseph McCarthy quien cobró los dividendos políticos] (11) moderno y el tipo de campaña armada que un siglo antes estuvo a punto de exterminar a los indios. Con grupos de choque, helicópteros armados, vehículos blindados y un aparato judicial a menudo con prejuicios a favor de los blancos [= sistema Lawfare de hoy, craneado en el Think Tank de Washington por sujetos como Mark Weisbrot], el Estado empleó todos sus recursos a fin de eliminar el AIM. Se gastaron millones para investigar la muerte de blancos asesinados durante los conflictos; ahora bien, cuando se trataba de la muerte de indios, el Departamento de Justicia, la Agencia de Asuntos Indios y las autoridades locales casi siempre cerraban los ojos; una vez más, trataban a los indios como si fueran menos que seres humanos.”
“A principios de 1973, cuando alrededor de doscientos miembros de la AIM ocuparon la población de Wounded Knee en la reserva de Pine Ridge, en Dakota del Sur, estuve incondicionalmente junto a ellos. Lo único que quería era que el gobierno permitiera celebrar elecciones libres para elegir a los líderes tribales, que se investigaran los abusos dentro de la Agencia de Asuntos Indios y […] revisaran todos los tratados indios. Ocuparon la población durante 71 días antes de conseguir la promesa incondicional de que sus demandas serían atendidas, promesa que solo se cumplió en parte. Si hubiera sido cualquier otro grupo el que resistía —el SLA [Simbiotic Liberation Army, Ejército Simbiótico de Liberación, famoso por el secuestro de Patricia Hearst: N. de la T. Elsa Mateo], los militantes negros o algún culto religioso excéntrico, por ejemplo—, creo que los habrían atacado y asesinado. Pero la fascinación de Hollywood por los indios había tenido un efecto benéfico: gracias a las películas son famosos internacionalmente y estoy seguro de que el gobierno se refrenó porque era consciente de que el mundo entero consideraría aberrante otra matanza de indios.” […]
“A principios de 1975, Dennis Banks me pidió que viajara a Gresham, en Wisconsin, donde un grupo de indios menomine se había apoderado del edificio desocupado del noviciado de los hermanos de la orden alexiana. Afirmaban que se hallaba en un terreno arrebatado ilegalmente a su tribu y exigían su devolución. Cuando llegué a Gresham, un pelotón de la Guardia Nacional provisto de cascos se encontraba en un lado, y en el otro había un ejército andrajoso de peones agrícolas que asomaban sus rifles por las ventanillas de sus camionetas. Más tarde me enteré de que algunos de ellos eran del Ku Klux Klan. […] No sé por qué me dejaron entrar, aunque los funcionarios del Estado decían que esperaban que yo y el padre James Groppi, un sacerdote católico maryknoll […] logramos poner fin a la disputa sin que hubiera derramamiento de sangre.”
“Atravesé clandestinamente el perímetro militar […] hasta llegar a un mundo extraño e irreal. En el recinto se escondían treinta o cuarenta menomines, dos o tres de los cuales tenían heridas de bala; parecían agotados, pero estaban decididos a no rendirse. Muchos de ellos llevaban escrita en sus camisetas o tatuada en los brazos la consigna ‘Escritura o Muerte’. No cabe duda de que estaban dispuestos a morir si no se cumplían sus demandas. Era pleno invierno y hacía mucho frío. El suelo estaba cubierto por casi un metro de nieve, y en el interior no había luz, calefacción ni agua. El gobernador había ordenado que se cortara la electricidad, el sistema de calefacción había fallado, las tuberías estaban congeladas, los lavabos no funcionaban y el olor era espantoso. De vez en cuando se oían disparos, algunos realizados por los peones y otros por los indios. No había dónde dormir, así que me acurruqué en el alféizar de una ventana y dormité hasta que alguien me despertó y me condujo a una habitación donde había una chimenea encendida y en la que un niño indio que había recibido un disparo en la pierna era atendido por un médico […] Durante toda la noche los helicópteros de la Guardia Nacional habían sobrevolado el edificio, dirigiendo la luz de sus reflectores de un lado a otro en busca de algún indio perdido y proporcionando […] un blanco fácil a los peones borrachos y prontos a disparar. Los indios jóvenes que se hacían llamar ‘perros soldados’ […] se cubrían con sábanas y corrían de un lado a otro de la nieve; de vez en cuando disparaban contra los peones. Un anoche colocaron al niño herido sobre una camilla, lo taparon con una sábana y salieron a toda prisa con la intención de llevarlo a […] recibir tratamiento médico, pero unos 40 minutos más tarde regresaron con el niño aún en la camilla. Al quedarse quietos y camuflarse con las sábanas, habían evitado ser divisados por los helicópteros, pero cuando avanzaban por la nieve, el indio que iba delante miró hacia la derecha y vio dos pelotones de guardias armados. Giraron y retrocedieron […]; cuando estaban […] a salvo, uno de ellos comentó: ‘—Ahora sé por qué nos llaman AIM; significa: “[Pendejos] en Movimiento”. [Assholes In Movement, en inglés]. Unos minutos más tarde volvieron a salir en otra dirección y al final consiguieron asistencia médica para el niño.”
La razón de incluir lo citado, es por lo que viene en el relato de otro amigo de los indios acerca de su sentido de armonía/unidad, la fe en que todo está interrelacionado, el creer que cualquier expresión de vida tiene un fin, su claro/puro sentido de democracia, la manera de elegir a sus jefes con transparencia y no a punta de dedocracia, evitando de paso el nepotismo, pero la traición final no: “Corrían rumores constantes de que el gobierno había ordenado que la Guardia Nacional recuperara el edificio del noviciado, lo cual sin duda habría significado derramamiento de sangre. Pero al igual que todos los indios que he conocido los que se hallaban en el noviciado sometidos al ataque bromeaban, al margen de las circunstancias y aunque fueran alcanzados por los disparos. Hablamos mucho y fue durante aquellos momentos cuando me di cuenta de lo unido que estaba a su filosofía de la vida y del paralelismo que había entre la de ellos y la mía. En términos de religión y filosofía supongo que estoy más cerca de lo que creen los indios que de cualquier fe convencional. Su esencia es un sentimiento de armonía y unidad, la creencia de que todo lo que existe en la tierra —el medio ambiente, la naturaleza, la gente, los árboles, la tierra, el viento, los animales— está interrelacionado, y que cualquier manifestación de vida tiene un fin y ocupa un lugar. Los indios también creen que nada es intrínsecamente malo; todos estamos en el mismo ciclo de la vida, y en realidad no existe la muerte, sino solo la transformación. Aplican lo que en muchos sentidos es una forma pura de democracia: las decisiones importantes se toman de manera colectiva gracias al consenso al que se llega en los consejos y los jefes son elegidos por sus méritos; el solo hecho de que un joven guerrero sea hijo de un jefe no significa que sucederá a su padre a menos que se lo haya ganado por méritos propios. Históricamente, a menudo los indios recurrieron a un líder distinto que, a su juicio, protegería sus intereses, por ejemplo, a los grandes cazadores que poseían sabiduría, como Toro Sentado y Caballo Loco [no Salvaje], dos de los grandes jefes asesinados en la versión [gringa] de la Solución Final. […] Todo había terminado, salvo por un detalle: al final los indios fueron a la cárcel, pero no consiguieron la escritura [los documentos de propiedad colectiva]. Una vez más habían firmado un tratado con el hombre blanco y éste no lo había cumplido. El episodio de Gresham fue una metáfora [que aplica para lo que sucede hoy en muchas partes] más de las relaciones centenarias entre el hombre blanco y los indios. […] Al relato de Marlon Brando no podría faltarle su aclaración en torno al triunfo de los indios frente al blanco, los DDHH de mujeres, gays y demás, ni su retractación final en torno a Israel, a la par que se descuida a los nativos: “Creo que el triunfo de los indios es inevitable. Una sociedad no puede seguir afirmando que está a favor de ampliar los derechos de las mujeres o de los homosexuales, ni seguir gastando su riqueza para ayudar a un país como Israel a reclamar sus tierras históricas, y en cambio no hacer nada por sus propios nativos.” (2000: 389-391-392-393-394-395-398-401)
En conclusión, bastantes efectos se derivan del filme Entierra mi corazón en Wounded Knee, en su mayoría poco alentadores para el futuro de la especie humana. Así, el genocidio de las tribus originarias, los incendios y las quemas deliberados en la Amazonía, brasileña y colombiana, no son sino la repetición del etnocidio/ecocidio de 100 millones de indios que fueron masacrados, en EEUU (como ya antes 80 millones por la conquista española), por Andrew Jackson, George Custer, Buffalo Bill, entre muchos otros, con idénticas intenciones a las usadas hoy por Bolsonazi/Uribe/Duque/Macri/Piñera y CIA: ocasionar un desplazamiento forzado y masivo, para dejar los territorios libres, a fin de fomentar la ganadería extensiva; incrementar el extractivismo, todo al servicio del capital transnacional, tan claramente asociado al narcotráfico, a los carteles mexicanos, Sinaloa, Los Zetas, Jalisco; y hoy expandir las rutas del mismo, no de controlarlas ni, mucho menos, acabarlas, como tanto cacarean los gringos con sus más de 80 bases en América Latina: 13 de ellas en Brasil, 9 en Colombia y otras tantas en Argentina, gracias a apócrifos “acuerdos de cooperación bilateral y cultural”, respaldados por Trump y Netanyahu, entre otros siniestros personajes: ¿para qué han servido? Justo no para controlar el narcotráfico, pues eso no interesa, sino para detener los flujos de droga y de dinero a fin de agilizar el acopio de recursos, que en un 70% son los que colman las arcas de los bancos gringos y robustecen un capitalismo teóricamente antidrogas y prácticamente una guerra contra los pueblos. Con un plus negativo adicional: borrar del mapa toda disidencia, ejercer la censura mediática y de los organismos de memoria histórica, debilitar la educación pública y la cultura, someter todo foco de disidencia política o de oposición, continuar la inclemente/repugnante escalada de crímenes de líderes sociales y lideresas, dejando al garete niños, que más tarde serán fácilmente absorbidos como esclavos de las guerras a 30 o 50 años, y viejos, que en unos pocos años dejarán sus pensiones en las prestidigitadoras manos de un Estado que desaparece a sus “hijos” en el conflicto, en las EPS, en las urnas… funerarias. Los que luego son resucitados, por arte de mafia, para que voten por el que manda el dueño del platanal, con el gringo ahí, como decía Jaime Garzón. Lo que ocurre, sotto voce, como en épocas de la Omertà siciliana, desde los tiempos de Andrés Pastrana hasta la actualidad con Uribe/Santos/Duque. Justo, éste último, el subpresidente de Varito, es señalado por el NYT de sabotear el “acuerdo de paz con las FARC” (12): en realidad cese parcial de la guerra, como puede comprobarse actualmente, sin temor a equivocarse.
Como sin temor a equivocarse, se puede decir que el Gobierno le incumplió a las FARC en términos de acuerdos y de promesas. Así que el regreso de Iván Márquez, Santrich, Romaña, El Paisa y demás, sin ser fans suyos, ni más faltaba (ningún hecho justifica la vuelta a la guerra), era la única salida posible, desde su óptica. Hay que considerar, en primera instancia, la sistemática masacre de sus miembros: si un grupo no defiende a los suyos, ¿entonces a quién? En igual sentido, la reacción de guerreristas, milicos y paracos, es predecible: provocar una guerra que les sirva a todos, aun a costa del pueblo colombiano, como en EEUU a costa de los indios. Alguien ha dicho por ahí que las fuerzas militares nunca aceptaron la paz de Santos, porque figuraban en tal esquema como derrotados pues se rehúsan a aceptar que no pudieron con su histórico enemigo, aunque, eso sí, el general Alberto Mejía haya sacado pecho en RCN para decir que habían vencido a las FARC. (13) Y, ¿no se trataba de un acuerdo entre iguales, en el que ninguno debe subestimar al otro? Es claro que no. “La paz solo puede darse entre iguales”, recuerda el orientalista judío/palestino/gringo Edward Said, con Daniel Barenboim uno de los seres que mejor conoció el conflicto israelí/palestino.
Igualmente es posible sostener que Colombia es hoy uno de los países más peligrosos del mundo para defensores del medio ambiente: bueno, el segundo más peligroso, apenas precedido por Filipinas que, en 2018, desplazó a Brasil del tope en la vergonzante lista. (14) Uno de los aspectos relevantes de dicho informe es que los defensores del medio ambiente y de la Tierra, en notable cantidad representantes a su turno de los pueblos autóctonos, fueron y son considerados, por el capitalismo y sus áulicos/peleles de EEUU, como “terroristas, delincuentes o criminales” por defender sus derechos, los de sus pueblos y los del planeta, tal como lo denuncia ahora Vicky Tauli-Corpuz, relatora especial sobre los derechos de los pueblos indígenas de la ONU: casos de Chico Mendes (1944-1988), en Brasil (15), Bertha Cáceres, en Guatemala, Francia Márquez, en Colombia, entre muchos otros a nivel global.
Pero, Colombia no es peligrosa hoy solo para defensores del medio ambiente, líderes y lideresas comunitarios y sociales, niños y mujeres y viejos, sino también para los educadores: prueba de ello, profesores universitarios han sido amenazados por las Águilas Negras, grupo anónimo cuyo liderazgo no es nada raro poder desentrañar, como ya lo insinuó Gustavo Petro, y que hoy amenaza a los miembros del mayor sindicato de educadores, FECODE. A través de un correo electrónico, al que se tituló “pilas Fecode” el grupo armado ilegal/legal sostuvo: “Es el momento de limpiar este país. Muerte a todos los colaboradores de las guerrillas, llamados líderes sindicales y sociales. Malparidos que apoyan y promueven las políticas izquierdistas al resto de la gente, supuestamente que disque [sic] para defender los derechos humanos. En verdad son guerrilleros camuflados entre los civiles.” (16) Alguien sostiene, por ahí, que raro que las Águilas Negras amenazan a “congresistas, periodistas y líderes sociales”, pero jamás amenazan a dirigentes del Centro Democrático ni a ninguno de sus seguidores, excepto a los de la llamada “oposición”: todos “guerrillos, comunistas”. (17)
Para terminar, y regresando al punto de partida, habría que establecer prioridades con respecto al exterminio de indios y al de quemas deliberadas en el Amazonas brasileño y colombiano, espacio que, según investigadores, contiene entre el 6% y el 9% del oxígeno del planeta (18). Hay que admitir el absurdo de la insaciabilidad capitalista, en su pretensión de inundar al planeta de soya, carne e insumos para biocombustibles arrasando, en el intento, con su superficie; hay que admitir el absurdo de los juegos de guerra política, que son más insultos entre políticos que verdaderos líos entre naciones, cuando es la misma Tierra en que se libran dichas guerras la que está amenazada; hay que admitir el absurdo de la voracidad capitalista que amenaza la ecología mientras, a la par, se piense en crear una agencia global que le haga frente a la amenaza etnocida/ecocida de manera eficaz y decidida. El requisito de tal acción quizás vaya en la dirección de lo que alguna vez fue “comunismo”: así el ministro brasileño Araújo diga que “el cambio climático es un complot marxista”. (19)
La crisis en la Amazonía, tanto brasileña/colombiana como del orbe, no es solo ambiental: sobre todo, de DDHH. Mientras la insaciabilidad del capitalismo con sus distintos empaques, neoliberal, rabioso, antidrogas, rija los destinos de la Humanidad, no hay duda de que se trata de una guerra contra los pueblos: ¿Truth Trump? ¿Verdade Bolsonazi? ¿Non è vero, Varito? ¿Se entiende que un día de guerra en Colombia cueste COP 22 mil millones, al tiempo que se quiere implantar un modelo de “economía naranja”, detrás del cual se esconde el completo descuido de la cultura, el arte, la educación pública, la persecución a congresistas, periodistas y maestros, el asesinato sistemático de líderes comunitarios y sociales, el incremento desmedido del índice de feminicidios, la violación, desaparición y/o muerte de niñas y niños? Quien quiera escuchar cuentos de hadas en el infierno de la codicia/soberbia/prepotencia que aliste sus maletas porque, como decía Kundera evocando Mayo/68, la vida está en otra parte.
***
Notas:
(1) Voz acuñada por el geógrafo alemán Friedrich Ratzel (1844)-1904), bajo la influencia del biologismo/naturalismo del siglo XIX. Establecía el nexo espacio/población, asegurando que la existencia de un Estado quedaba garantizada una vez hubiera el suficiente espacio para atender sus necesidades.
(2) The Fog of War – Eleven Lessons from the Life of Robert S. McNamara (2003) o La niebla de la guerra – Once lecciones de la vida de Robert S. McNamara, documental de Errol Morris. La expresión “niebla de guerra” remite a la incertidumbre que se cierne sobre un campo de guerra, una vez empieza el combate: como al inicio de El gran dictador, cuando Chaplin, despistado, entre la niebla y rodeado de enemigos, pregunta: “¿Captain, are You There?”
(3) Monedero, Juan Carlos. El gobierno de las palabras. De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza. UPN, Bogotá, 2005.
(4) https://humanidades2historia.files.wordpress.com/2012/08/la-otra-historia-de-ee-uu-howard-zinn.pdf
(6) Zinn, Howard. La otra historia de EEUU. PDF, 512 pp.: 95.
(7) https://www.elespectador.com/opinion/pacto-secreto-entre-el-uribismo-y-marquez-columna-879102
(8) https://www.democracynow.org/es/2019/9/3/titulares/colombia_ex_farc_rebels_killed_in_bombing_raid
(9) Brando, Marlon. En colaboración con Robert Lindsey. Anagrama, Barcelona, 2000, 465 pp.: 384-385.
(10) https://www.youtube.com/watch?v=K_IsdzW6_wg
(11) Hueso, Ángel Luis. El cine y el siglo XX. Ariel Historia, Barcelona, 1998, 267 pp.: 111.
(13) https://www.youtube.com/watch?v=nvsjdE-ENuA
https://www.youtube.com/watch?v=ODzpSvxNpZY
(15) John Frankenheimer realizó en su homenaje el filme, para TV, The Burning Season – The Chico Mendes Story (1994) o Una temporada ardiente – La historia de Chico Mendes, con Raul Julia en el papel del líder medioambiental.
* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, desde 2012, y columnista, desde 2018. Corresponsal de revista Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Eds., 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al I Congreso Int. Literatura y Revolución – Los espectros de Marx y el realismo estético (6-7/dic/2018). Autor, traductor y coautor, con Luis Eustáquio Soares, en portal Rebelión. E-mail: lucasmusar@yahoo.com
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