Fernando Vallejo: “Vine a joder a los hijueputas de este país”
Encerrado en su casa en la capital antioqueña, va por la mitad de un libro en el que terminará de “ajustarle cuentas a Colombia”.
NELSON FREDY PADILLA
Volvió a vivir en Medellín después de 47 años radicado en Ciudad de México. Allá dejó media vida junto a su compañero David Antón, quien murió en diciembre pasado. Solo trajo a su perra Brusca, rescatada de las calles del Distrito Federal. Lo encuentro en su casa del barrio Laureles, con puertas y ventanas cerradas y trancadas, entregado a un nuevo libro. Con su amabilidad de siempre, va a la cocina, prende la estufa, calienta el agua, me sirve un café negro, cargado como el de él, y nos ponemos al día. (Le puede interesar: "México me dio distanciamiento").
¿Cómo no perder la disciplina de la escritura, incluso cuando uno acaba de cumplir 76 años?
Nunca he tenido ninguna disciplina ni le doy importancia tampoco a lo que escribo, y lo que escribieron los demás, que antes me gustaba, ya no me interesa.
¿Volver a Colombia a escribir es una forma de escape después de todo lo que vivió en el último año en México, terremoto, la muerte de David?
No. Es una forma de desocupación, de llenar el tiempo vacío y de insultar granujas.
¿Pero estar de nuevo en el país le renueva la inspiración y el punto de vista?
Nunca me he ido, siempre he estado regresando, nunca me acabé de ir. Me iré con la muerte.
Me dijo una vez en la casa de en frente, donde transcurre "El Desbarrancadero": “En esta casa tengo que morirme”. Finalmente, regresó a Casablanca la bella. ¿Volvió a la misma cuadra para morir?
No. No sé. No sé. Sé muy bien por qué vuelvo y por qué me fui, porque me echó el país. Pero vuelvo al país más mezquino igual que antes, hecho un desastre mayor. Mientras más gente haya más grande será el desastre. Colombia es un país fracasado. Puede servirles de consuelo a los que piensan que no el pensar que el resto del mundo es igual, y sí, creo que el fracaso ahora será total.
Una cosa es volver al desastre y otra enfrentarlo una vez más a nivel narrativo. ¿El reto es mayor porque el desastre también lo es?
Tengo una cuenta pendiente que saldar con Colombia y con todas las bellaquerías que me hizo, con toda la inmensidad de fracasados que hay en este país. Ellos son muy patrioteros y futboleros, entonces tienen identificado esto como su patria; ah, ¡pues ahí está!, su patria los ha dejado hundirse y ellos la han hundido también, es mutuo. La patria es todo este conjunto.
¿Cómo revalidar su lenguaje literario para llevarlo a confrontar la realidad de hoy?
La realidad se volvió vertiginosa en el mundo. Los cambios del idioma, por ejemplo. Nunca ningún idioma cambió a la velocidad que están cambiando ahora. Lo del español es increíble. El español que hablaba de niño en Antioquia es muy lejano al que se habla hoy. Pero es el mismo desastre y es la misma raza y son los mismos cauces mentales con otros insultos y con otras palabras y con otros bellacos políticos distintos a los de mi niñez y a los que me precedieron, la misma clase rapaz. Los curas los han reemplazado en una partecita de la sociedad por los pastores protestantes, pero el conjunto de la juventud dejará ya la religión por falta de interés. Lo que pasa es que como la religión nunca les dio lo que pretendía darles que era la moral, seguirán sin moral, en medio de una inmoralidad muy grande. Una inmoralidad que les impide, por ejemplo, ver a los animales como nuestros prójimos, porque el miserable cristianismo y el miserable Cristo nunca los vio así. Y estoy insultando a uno que no existió, porque tengo la peculiaridad de insultar cosas que no existen, entelequias como Dios.
¿Fernando Vallejo cómo llevará el insulto al nivel máximo? ¿Ya no lo había hecho?
El nivel máximo en el que puedo insultar es a Dios. A mí en blasfemia no me gana nadie, porque muchas de ellas son de una vulgaridad tremenda, mezcladas de una profunda teología y de una comprensión de lo que es y de la gran mentira. Por supuesto que puedo decir estas cosas en Latinoamérica, que es la parte libre del continente, no Estados Unidos. Porque no tenemos guerras de religión, somos una mezcla de razas y no estamos en guerra unos países con otros.
¿En qué punto va este insulto supremo a la dirigencia colombiana?
Voy por la mitad y lo hago por una obligación de ajustarle cuentas a un país. Hay muchos que me preguntan, y entonces por qué está aquí, por qué viene a Colombia. Les contesto: para joder a los hijueputas que me lo preguntan, porque se creen dueños de un país, dueños de derechos, y no son nadie, no han hecho nada, son la basura que está poblando un país.
(Me muestra el texto en el computador, el posible título, la posible carátula) ¿Este regreso será para poner su punto final?
No podemos decidir por el día de mañana, a lo mejor mientras hablamos estalla la guerra nuclear, no sabemos. Tenemos muchas armas nucleares, o sea el final está cerca, prendemos un fósforo y todo explota.
En todo caso, ¿su casa es la mejor morada para morir?
Con cualquier morada final el final es bueno, porque lo que lo precede no valía la pena. Y si me preguntan por qué no me mato, les doy la misma respuesta, por joder a los hijueputas que me lo preguntan.
¿Qué hizo el 24 de octubre, día de su cumpleaños 76?
Nada. En mi casa nunca celebramos cumpleaños, porque como fuimos 23, no nos podíamos pasar buena parte del año celebrándolos.
¿Pero al menos se acuerda del día?
Me lo recuerdan algunos amigos que les dan importancia a esas fechas.
¿Y el Día de las Brujas y el Día de los Muertos?
No se me olvida que mi perra se llamaba Bruja. El Halloween es muy bonito para los niños, para que se asusten.
El Día de los Muertos es una de las principales tradiciones mexicanas. ¿Se le quedó?
Sí, pero la volvieron folclórica. La muerte está presente siempre y en burla desde la Edad Media. No puede ser de otra forma.
¿Este libro será también una última burla a la muerte?
No. No. No es burla. Es una realidad permanente, porque uno se está muriendo todos los días, con los que se mueren, con los que uno quiso, con los que lo acompañaron, y con los enemigos y con los que uno no quiso; con las ciudades que están cambiando, muriéndose los edificios, las plazas, las calles, volviéndose otras, el cambio es la muerte, el cambio es la muerte.
¿Sigue con su libro de los muertos al día?
Sí. Lo traje.
¿Qué significó casi medio siglo de vida en México?
Pues ya se me borró. Voy borrando lo pasado. De pronto para escribir me vuelven a la cabeza algunas escenas para garrapatear páginas.
Veo una Virgen de dulce, entre otros recuerdos de México. Pensé que estaría escribiendo inspirado en David Antón, su vida y obra.
No. Eso es muy difícil. Escribir libros es difícil si uno no sigue los caminos recorridos. Hablar desde la tercera persona es fácil, ahí están las fórmulas para ganar los premios literarios, el Alfaguara, Planeta, eso es muy fácil. Son unas fórmulas que sabemos cómo son. La otra, la primera persona, es muy limitada, es más difícil. Fui descubriendo cosas que no me enseñaron los profesores de filosofía y letras. Pero que cada quien haga lo que pueda con lo que hay. (Lea: ¿Quién era David Antón?).
¿Su pretensión actual al escribir, aparte de matar el tiempo, qué es?
Ajustarle cuentas a Colombia por miserable. A todo el país porque a los políticos los está alcahueteando toda la sociedad que sale a votar por ellos, toda la sociedad que le va a la misa a los curas, a oír sus historias mentirosas. Y toda la sociedad sigue comiéndose a los animales, cerrando los ojos a los mataderos, es una sociedad profundamente inmoral. Y me dicen: “¿Entonces por qué no se va?”. Por joder a los hijueputas. No le quite la palabra hijueputa porque es muy importante en la vida mía cuando hablo de este país.
A través de sus libros ha repetido una y otra vez los males de este país, y veo que la gente lo felicita y lo saluda con cariño en la calle. ¿Es porque nadie más dice la verdad en esos términos?
Eso tiene que preguntárselo a ellos, no puedo responder por ellos. Estás diciendo algo que es una realidad, porque la mayoría de la gente a mí no está agrediéndome ni me odia como unos cuantos que aparecen en los periódicos o escriben comentarios en internet. ¿Cuántos no? No sé. Sospecho que los jóvenes no.
¿Para qué darle sentido a un lenguaje más insolente?
Son ganas de joder. (Lea: La historia de su libro Llegaron!).
Joder, literariamente hablando.
Joder como lo entendemos nosotros, por molestar, porque en otros lados tiene connotación sexual.
¿Joder a qué personajes en concreto?
A los tartufos, a los que están defendiendo derechos que no tienen, que están aprovechándose de lo que no tienen, quieren robárselo todo y vivir de fiesta en fiesta, viendo partidos de fútbol y que los sostengan los que pagamos impuestos.
Y los que van a decir, ¿otra vez Vallejo con el mismo cuento?
No. Ellos son los que están repitiendo el comentario, pero ellos no son nadie, no son capaces de hacer una frase bien hecha. Ellos son los que se repiten, los que dicen “otra vez con la misma cantaleta este marica”. ¿No será la cantaleta de ellos? ¿Ellos quiénes son y qué han hecho en la vida? No vale la pena el comentario. Al que me diga ese cuentico le respondo: ¿Y usted por qué no la echa a ver cómo le va? A ver si es capaz. Gentuza.
Y los que ejercen el poder no se quedarán atrás.
Los que ejercen el poder no tienen problemas conmigo porque no se meten en lo que no les importa, porque no leen. Estoy por fuera de sus intereses. Petro es enemigo de Uribe, Uribe es enemigo de Petro, pero ellos no son enemigos míos, porque ni les voy ni les vengo, no estoy atravesándomeles en el camino, a seguir mangoneando esto.
¿Será el último libro?
No. No sé. Qué más da. Escribo por molestar y por tener la vida vacía, y como no tengo puesto público gracias a Dios. Con esa virginidad me voy a morir. Por llevarle la contraria al país escribo libros y hago frases. Trato de que sean cada vez más concisas e insidiosas.
¿Será el sumun de los libros de Fernando Vallejo?
No sé, porque los otros ya no me importan, son cosa del pasado, es un tiempo que fue, ya lo llené, ya no necesito estarlo recordando ni comparando.
En este ambiente monacal, sin libros, apenas con el computador y la libreta, ¿en qué se inspira aquí para escribir?
Aquí tengo la rabia cotidiana de todo lo que me cuentan. Es indignante todo lo que oigo todos los días por todas partes. Primero que todo el miserable Estado, sea cual sea el gobierno que lo esté ocupando, de cualquiera de los partiduchos despreciables que están detrás del botín del poder. Es indignante que este don nadie que tenemos de presidente, que no ha hecho más en la vida que mamar de la teta pública, que no tiene cultura para ver y presidir el destino de 48 millones de personas, llegue con su asqueroso ministro de Hacienda a querer subir los impuestos, para cargarles todo a los que los pagan y al resto de la pobrería asquerosa que no se quiere superar, sino vivir de fiesta en fiesta con la ley Emiliani, sentados en sus culos viendo fútbol. ¿No es indignante la DIAN atracando a todo el mundo? ¿Todo tipo de atracos vía internet? ¿Los atracos a los carros con las multas de tránsito en Medellín? Cada vez que salgo y oigo a la gente hablar es una indignación continua con un Estado que no interviene cuando hay que proteger a los ciudadanos para imponer el orden. Fíjese qué hay en el fondo de un colombiano, nada más fíjese cómo maneja un carro; usted está pasando como peatón y en vez de bajar la velocidad aceleran, sea de clase alta, media, baja, la que sea. Ahí está retratada una raza atropelladora, una raza de atropelladores. Por eso les vuelvo a decir que estoy aquí por joder a esos hijueputas.
¿Colombia no mejora en nada?
Siempre ha estado mal, es una forma cambiante del mismo desastre.
¿Esa forma cambiante es la clave del nuevo libro?
Las claves son muchas. Pretendo un imposible, que es captar una realidad vertiginosa, cambiante, irascible, es como tratar de agarrar con las manos un río. Los géneros literarios no dan para eso, la novela no da para eso. ¿Qué estoy haciendo? Estoy haciendo maromas.
Volvió a vivir en Medellín después de 47 años radicado en Ciudad de México. Allá dejó media vida junto a su compañero David Antón, quien murió en diciembre pasado. Solo trajo a su perra Brusca, rescatada de las calles del Distrito Federal. Lo encuentro en su casa del barrio Laureles, con puertas y ventanas cerradas y trancadas, entregado a un nuevo libro. Con su amabilidad de siempre, va a la cocina, prende la estufa, calienta el agua, me sirve un café negro, cargado como el de él, y nos ponemos al día. (Le puede interesar: "México me dio distanciamiento").
¿Cómo no perder la disciplina de la escritura, incluso cuando uno acaba de cumplir 76 años?
Nunca he tenido ninguna disciplina ni le doy importancia tampoco a lo que escribo, y lo que escribieron los demás, que antes me gustaba, ya no me interesa.
¿Volver a Colombia a escribir es una forma de escape después de todo lo que vivió en el último año en México, terremoto, la muerte de David?
No. Es una forma de desocupación, de llenar el tiempo vacío y de insultar granujas.
¿Pero estar de nuevo en el país le renueva la inspiración y el punto de vista?
Nunca me he ido, siempre he estado regresando, nunca me acabé de ir. Me iré con la muerte.
Me dijo una vez en la casa de en frente, donde transcurre "El Desbarrancadero": “En esta casa tengo que morirme”. Finalmente, regresó a Casablanca la bella. ¿Volvió a la misma cuadra para morir?
No. No sé. No sé. Sé muy bien por qué vuelvo y por qué me fui, porque me echó el país. Pero vuelvo al país más mezquino igual que antes, hecho un desastre mayor. Mientras más gente haya más grande será el desastre. Colombia es un país fracasado. Puede servirles de consuelo a los que piensan que no el pensar que el resto del mundo es igual, y sí, creo que el fracaso ahora será total.
Una cosa es volver al desastre y otra enfrentarlo una vez más a nivel narrativo. ¿El reto es mayor porque el desastre también lo es?
Tengo una cuenta pendiente que saldar con Colombia y con todas las bellaquerías que me hizo, con toda la inmensidad de fracasados que hay en este país. Ellos son muy patrioteros y futboleros, entonces tienen identificado esto como su patria; ah, ¡pues ahí está!, su patria los ha dejado hundirse y ellos la han hundido también, es mutuo. La patria es todo este conjunto.
¿Cómo revalidar su lenguaje literario para llevarlo a confrontar la realidad de hoy?
La realidad se volvió vertiginosa en el mundo. Los cambios del idioma, por ejemplo. Nunca ningún idioma cambió a la velocidad que están cambiando ahora. Lo del español es increíble. El español que hablaba de niño en Antioquia es muy lejano al que se habla hoy. Pero es el mismo desastre y es la misma raza y son los mismos cauces mentales con otros insultos y con otras palabras y con otros bellacos políticos distintos a los de mi niñez y a los que me precedieron, la misma clase rapaz. Los curas los han reemplazado en una partecita de la sociedad por los pastores protestantes, pero el conjunto de la juventud dejará ya la religión por falta de interés. Lo que pasa es que como la religión nunca les dio lo que pretendía darles que era la moral, seguirán sin moral, en medio de una inmoralidad muy grande. Una inmoralidad que les impide, por ejemplo, ver a los animales como nuestros prójimos, porque el miserable cristianismo y el miserable Cristo nunca los vio así. Y estoy insultando a uno que no existió, porque tengo la peculiaridad de insultar cosas que no existen, entelequias como Dios.
¿Fernando Vallejo cómo llevará el insulto al nivel máximo? ¿Ya no lo había hecho?
El nivel máximo en el que puedo insultar es a Dios. A mí en blasfemia no me gana nadie, porque muchas de ellas son de una vulgaridad tremenda, mezcladas de una profunda teología y de una comprensión de lo que es y de la gran mentira. Por supuesto que puedo decir estas cosas en Latinoamérica, que es la parte libre del continente, no Estados Unidos. Porque no tenemos guerras de religión, somos una mezcla de razas y no estamos en guerra unos países con otros.
¿En qué punto va este insulto supremo a la dirigencia colombiana?
Voy por la mitad y lo hago por una obligación de ajustarle cuentas a un país. Hay muchos que me preguntan, y entonces por qué está aquí, por qué viene a Colombia. Les contesto: para joder a los hijueputas que me lo preguntan, porque se creen dueños de un país, dueños de derechos, y no son nadie, no han hecho nada, son la basura que está poblando un país.
(Me muestra el texto en el computador, el posible título, la posible carátula) ¿Este regreso será para poner su punto final?
No podemos decidir por el día de mañana, a lo mejor mientras hablamos estalla la guerra nuclear, no sabemos. Tenemos muchas armas nucleares, o sea el final está cerca, prendemos un fósforo y todo explota.
En todo caso, ¿su casa es la mejor morada para morir?
Con cualquier morada final el final es bueno, porque lo que lo precede no valía la pena. Y si me preguntan por qué no me mato, les doy la misma respuesta, por joder a los hijueputas que me lo preguntan.
¿Qué hizo el 24 de octubre, día de su cumpleaños 76?
Nada. En mi casa nunca celebramos cumpleaños, porque como fuimos 23, no nos podíamos pasar buena parte del año celebrándolos.
¿Pero al menos se acuerda del día?
Me lo recuerdan algunos amigos que les dan importancia a esas fechas.
¿Y el Día de las Brujas y el Día de los Muertos?
No se me olvida que mi perra se llamaba Bruja. El Halloween es muy bonito para los niños, para que se asusten.
El Día de los Muertos es una de las principales tradiciones mexicanas. ¿Se le quedó?
Sí, pero la volvieron folclórica. La muerte está presente siempre y en burla desde la Edad Media. No puede ser de otra forma.
¿Este libro será también una última burla a la muerte?
No. No. No es burla. Es una realidad permanente, porque uno se está muriendo todos los días, con los que se mueren, con los que uno quiso, con los que lo acompañaron, y con los enemigos y con los que uno no quiso; con las ciudades que están cambiando, muriéndose los edificios, las plazas, las calles, volviéndose otras, el cambio es la muerte, el cambio es la muerte.
¿Sigue con su libro de los muertos al día?
Sí. Lo traje.
¿Qué significó casi medio siglo de vida en México?
Pues ya se me borró. Voy borrando lo pasado. De pronto para escribir me vuelven a la cabeza algunas escenas para garrapatear páginas.
Veo una Virgen de dulce, entre otros recuerdos de México. Pensé que estaría escribiendo inspirado en David Antón, su vida y obra.
No. Eso es muy difícil. Escribir libros es difícil si uno no sigue los caminos recorridos. Hablar desde la tercera persona es fácil, ahí están las fórmulas para ganar los premios literarios, el Alfaguara, Planeta, eso es muy fácil. Son unas fórmulas que sabemos cómo son. La otra, la primera persona, es muy limitada, es más difícil. Fui descubriendo cosas que no me enseñaron los profesores de filosofía y letras. Pero que cada quien haga lo que pueda con lo que hay. (Lea: ¿Quién era David Antón?).
¿Su pretensión actual al escribir, aparte de matar el tiempo, qué es?
Ajustarle cuentas a Colombia por miserable. A todo el país porque a los políticos los está alcahueteando toda la sociedad que sale a votar por ellos, toda la sociedad que le va a la misa a los curas, a oír sus historias mentirosas. Y toda la sociedad sigue comiéndose a los animales, cerrando los ojos a los mataderos, es una sociedad profundamente inmoral. Y me dicen: “¿Entonces por qué no se va?”. Por joder a los hijueputas. No le quite la palabra hijueputa porque es muy importante en la vida mía cuando hablo de este país.
A través de sus libros ha repetido una y otra vez los males de este país, y veo que la gente lo felicita y lo saluda con cariño en la calle. ¿Es porque nadie más dice la verdad en esos términos?
Eso tiene que preguntárselo a ellos, no puedo responder por ellos. Estás diciendo algo que es una realidad, porque la mayoría de la gente a mí no está agrediéndome ni me odia como unos cuantos que aparecen en los periódicos o escriben comentarios en internet. ¿Cuántos no? No sé. Sospecho que los jóvenes no.
¿Para qué darle sentido a un lenguaje más insolente?
Son ganas de joder. (Lea: La historia de su libro Llegaron!).
Joder, literariamente hablando.
Joder como lo entendemos nosotros, por molestar, porque en otros lados tiene connotación sexual.
¿Joder a qué personajes en concreto?
A los tartufos, a los que están defendiendo derechos que no tienen, que están aprovechándose de lo que no tienen, quieren robárselo todo y vivir de fiesta en fiesta, viendo partidos de fútbol y que los sostengan los que pagamos impuestos.
Y los que van a decir, ¿otra vez Vallejo con el mismo cuento?
No. Ellos son los que están repitiendo el comentario, pero ellos no son nadie, no son capaces de hacer una frase bien hecha. Ellos son los que se repiten, los que dicen “otra vez con la misma cantaleta este marica”. ¿No será la cantaleta de ellos? ¿Ellos quiénes son y qué han hecho en la vida? No vale la pena el comentario. Al que me diga ese cuentico le respondo: ¿Y usted por qué no la echa a ver cómo le va? A ver si es capaz. Gentuza.
Y los que ejercen el poder no se quedarán atrás.
Los que ejercen el poder no tienen problemas conmigo porque no se meten en lo que no les importa, porque no leen. Estoy por fuera de sus intereses. Petro es enemigo de Uribe, Uribe es enemigo de Petro, pero ellos no son enemigos míos, porque ni les voy ni les vengo, no estoy atravesándomeles en el camino, a seguir mangoneando esto.
¿Será el último libro?
No. No sé. Qué más da. Escribo por molestar y por tener la vida vacía, y como no tengo puesto público gracias a Dios. Con esa virginidad me voy a morir. Por llevarle la contraria al país escribo libros y hago frases. Trato de que sean cada vez más concisas e insidiosas.
¿Será el sumun de los libros de Fernando Vallejo?
No sé, porque los otros ya no me importan, son cosa del pasado, es un tiempo que fue, ya lo llené, ya no necesito estarlo recordando ni comparando.
En este ambiente monacal, sin libros, apenas con el computador y la libreta, ¿en qué se inspira aquí para escribir?
Aquí tengo la rabia cotidiana de todo lo que me cuentan. Es indignante todo lo que oigo todos los días por todas partes. Primero que todo el miserable Estado, sea cual sea el gobierno que lo esté ocupando, de cualquiera de los partiduchos despreciables que están detrás del botín del poder. Es indignante que este don nadie que tenemos de presidente, que no ha hecho más en la vida que mamar de la teta pública, que no tiene cultura para ver y presidir el destino de 48 millones de personas, llegue con su asqueroso ministro de Hacienda a querer subir los impuestos, para cargarles todo a los que los pagan y al resto de la pobrería asquerosa que no se quiere superar, sino vivir de fiesta en fiesta con la ley Emiliani, sentados en sus culos viendo fútbol. ¿No es indignante la DIAN atracando a todo el mundo? ¿Todo tipo de atracos vía internet? ¿Los atracos a los carros con las multas de tránsito en Medellín? Cada vez que salgo y oigo a la gente hablar es una indignación continua con un Estado que no interviene cuando hay que proteger a los ciudadanos para imponer el orden. Fíjese qué hay en el fondo de un colombiano, nada más fíjese cómo maneja un carro; usted está pasando como peatón y en vez de bajar la velocidad aceleran, sea de clase alta, media, baja, la que sea. Ahí está retratada una raza atropelladora, una raza de atropelladores. Por eso les vuelvo a decir que estoy aquí por joder a esos hijueputas.
¿Colombia no mejora en nada?
Siempre ha estado mal, es una forma cambiante del mismo desastre.
¿Esa forma cambiante es la clave del nuevo libro?
Las claves son muchas. Pretendo un imposible, que es captar una realidad vertiginosa, cambiante, irascible, es como tratar de agarrar con las manos un río. Los géneros literarios no dan para eso, la novela no da para eso. ¿Qué estoy haciendo? Estoy haciendo maromas.