Hábitos Sucios, una película de sexo, amor y muerte en un convento de Bogotá
Este año se cumplen 18 años del estreno de Hábitos Sucios, película del director de cine caleño Carlos Palau. La cinta, que recrea la historia de la monja Leticia López, quien fue encarcelada injustamente por la muerte de una de sus compañeras de claustro, fue la primera que se grabó en formato digital en Colombia.
Joseph Casañas Angulo
Carlos Palau no tuvo que pensar mucho para acabar de un tajo su exilio voluntario en Madrid. Acababa de leer en la prensa que Leticia López, una monja de la Comunidad de Adoratrices en el centro de Bogotá, había sido señalada de asesinar a Luz Amparo Granada, su compañera de claustro.
El director de cine caleño llevaba diez años trabajando en una obsesión, El sueño del paraíso, una película que habla de las inmigraciones de japoneses al Valle del Cauca en los años 20 y 30, sin embargo, la historia de una monja señalada de asesinar a otra, lo llevó a posponer el sueño japonés y a meterse de lleno en un escandaloso caso judicial que terminó convertido en película. Este año se cumplen 18 años del estreno de Hábitos Sucios, la primera cinta colombiana grabada en formato digital.
Ocho días después de haber leído la noticia, Carlos Palau estaba en Bogotá metido en los juzgados de Paloquemao. Con la ayuda de una periodista de la revista Semana, el director de cine logró tener acceso al expediente judicial del caso que para entonces tenía toda la atención de la prensa nacional e internacional.
“Lo que decía el expediente era alucinante. Unas monjas acusaban a otra monja de asesinato, pero indagando y profundizando en el expediente, leo que Leticia, antes de que ocurriera el crimen de su compañera, había denunciado ante la provincial, que algunas religiosas sostenían relaciones lésbicas con prostitutas y con otras monjas del mismo claustro. Las religiosas denunciadas por Leticia, eran las mismas que la señalaban de haber matado a Luz Amparo Granada”, recuerda Palau en diálogo con El Espectador.
La película entonces tenía otro elemento: sexo entre monjas y prostitutas, el asesinato de una religiosa y supuestos casos de corrupción, pues según el expediente, en varias oportunidades, Leticia López había denunciado que en el barrio Santa Fe, en el centro de Bogotá, se adelantaban jornadas de limpieza social y que varias prostitutas habían sido desaparecidas.
“Escribí el guion como si fuese una obra de teatro porque la forma de hablar de las monjas es muy teatral. Me fui al Teatro La Candelaria, le hablé a las actrices, les eché cuento, les dije que no tenía presupuesto, pero les gustó tanto la idea de la película que me ayudaron gratis. Las monjas son todas actrices del Teatro La Candelaria, siendo la protagonista Carmiña Martínez, en su primer largometraje. (17 años después grabó Pájaros de Verano).
También participó Diego León Hoyos, mi amigo de toda la vida, quien hizo el papel del fiscal del caso. Me dijo: ‘vaya diciéndome qué es lo que tengo que decir porque no tengo tiempo de aprenderme la letra’. Siempre llegaba trasnochado y cansado de hacer teatro, yo le daba la pauta y él se inventaba los diálogos y lo hacía perfecto, un actor maravilloso.
Y el grupo técnico- artístico, fueron todos estudiantes de una escuela de cine en Bogotá que jamás habían hecho cine, pero querían tener la experiencia. Armé un equipo berráquisimo de estudiantes que lo hicieron maravillosamente”, recuerda el director de cine.
Según dice, en 23 días y con los $20.0000 millines que le regaló un amigo, sacó adelante la cinta que luego, en un laboratorio en Estados Unidos fue transferido en formato de 35 mm.
“En total me gasté no más de $80.000 de pesos (incluida la compra de la cámara) para hacer la película. Nunca he tenido grandes presupuestos para hacer cine. Lo que no me intimida. Hago cine con lo que tengo. A veces veo películas colombianas a las que les entregan millonarios recursos y no me explico qué clase de jurado fue el que otorgó esos premios o si los entregan a dedo. Ahora entregan reconocimientos de $1.900 millones y esas películas duran una semana en cartelera. Eso me deja descorazonado. Hay un gran despilfarro en el cine colombiano. Algunos cineastas manejan una pavorosa insensatez, no les importa gastarse $100.000 diarios”, dice Palau.
El director de cine considera que el verdadero objetivo de la película es denunciar la injusticia que se cometió con Leticia López, “quien fue utilizada por los verdaderos asesinos para encubrir el crimen. La película habla del drama de una mujer que fue llevada a la cárcel injustamente”.
Para contar el drama Palau llegó a la médula de las creencias religiosas de un país como Colombia.
Presentamos tres de los diálogos más explosivos de la cinta.
De la hermana Gloria del Valle, quien hace el papel de Leticia López Manrique, y sus reflexiones sobre lo que pasa en el monasterio.
"El tedio y las largas horas de ocio están fomentando delirios mórbidos, fantasmagorías y disgustos entre nosotras mismas. Es algo que ya se instaló entre nosotras como una maldición. La naturaleza humana se enfrenta a veces y de manera vergonzosa con la devoción y la fe".
De la hermana Esperanza, quien sostiene una relación amorosa con una novicia del monasterio
“Si lo que te preocupa de nuestra relación es que pueda ser un pecado, de una vez y para siempre te diré que no lo es. Nuestro amor es un amor puro, limpio, así como lo enseño nuestro señor Jesucristo. ‘Amaos los unos a los otros’.
¿Acaso habló de sexos o de preferencias cuando lanzó a los cuatro vientos lo que es y será para siempre su máxima prédica?”
De una mujer presa por narcotráfico que comparte reclusión con la hermana Gloria del Valle
Fina feliz
En mayo de 2004 la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia absolvió a la hermana Leticia López Manrique, al revocar la sentencia de 14 años de prisión que le había impuesto el Tribunal Superior de Bogotá en enero del 2002.
En mayo de 2017 el Consejo de Estado condenó a la Nación a pagar una indemnización en favor de la monja Leticia López Manrique. “Por haber sido la persona que estuvo injustamente privada de la libertad, con todas las incomodidades y sufrimientos que la restricción al mencionado derecho fundamental conlleva, sin que sea necesario aportar pruebas adicionales para acreditarlo, pues así lo enseñan las reglas de la experiencia”, argumentó en su ponencia del magistrado, Danilo Rojas Betancourth.
Hábitos Sucios
Carlos Palau no tuvo que pensar mucho para acabar de un tajo su exilio voluntario en Madrid. Acababa de leer en la prensa que Leticia López, una monja de la Comunidad de Adoratrices en el centro de Bogotá, había sido señalada de asesinar a Luz Amparo Granada, su compañera de claustro.
El director de cine caleño llevaba diez años trabajando en una obsesión, El sueño del paraíso, una película que habla de las inmigraciones de japoneses al Valle del Cauca en los años 20 y 30, sin embargo, la historia de una monja señalada de asesinar a otra, lo llevó a posponer el sueño japonés y a meterse de lleno en un escandaloso caso judicial que terminó convertido en película. Este año se cumplen 18 años del estreno de Hábitos Sucios, la primera cinta colombiana grabada en formato digital.
Ocho días después de haber leído la noticia, Carlos Palau estaba en Bogotá metido en los juzgados de Paloquemao. Con la ayuda de una periodista de la revista Semana, el director de cine logró tener acceso al expediente judicial del caso que para entonces tenía toda la atención de la prensa nacional e internacional.
“Lo que decía el expediente era alucinante. Unas monjas acusaban a otra monja de asesinato, pero indagando y profundizando en el expediente, leo que Leticia, antes de que ocurriera el crimen de su compañera, había denunciado ante la provincial, que algunas religiosas sostenían relaciones lésbicas con prostitutas y con otras monjas del mismo claustro. Las religiosas denunciadas por Leticia, eran las mismas que la señalaban de haber matado a Luz Amparo Granada”, recuerda Palau en diálogo con El Espectador.
La película entonces tenía otro elemento: sexo entre monjas y prostitutas, el asesinato de una religiosa y supuestos casos de corrupción, pues según el expediente, en varias oportunidades, Leticia López había denunciado que en el barrio Santa Fe, en el centro de Bogotá, se adelantaban jornadas de limpieza social y que varias prostitutas habían sido desaparecidas.
“Escribí el guion como si fuese una obra de teatro porque la forma de hablar de las monjas es muy teatral. Me fui al Teatro La Candelaria, le hablé a las actrices, les eché cuento, les dije que no tenía presupuesto, pero les gustó tanto la idea de la película que me ayudaron gratis. Las monjas son todas actrices del Teatro La Candelaria, siendo la protagonista Carmiña Martínez, en su primer largometraje. (17 años después grabó Pájaros de Verano).
También participó Diego León Hoyos, mi amigo de toda la vida, quien hizo el papel del fiscal del caso. Me dijo: ‘vaya diciéndome qué es lo que tengo que decir porque no tengo tiempo de aprenderme la letra’. Siempre llegaba trasnochado y cansado de hacer teatro, yo le daba la pauta y él se inventaba los diálogos y lo hacía perfecto, un actor maravilloso.
Y el grupo técnico- artístico, fueron todos estudiantes de una escuela de cine en Bogotá que jamás habían hecho cine, pero querían tener la experiencia. Armé un equipo berráquisimo de estudiantes que lo hicieron maravillosamente”, recuerda el director de cine.
Según dice, en 23 días y con los $20.0000 millines que le regaló un amigo, sacó adelante la cinta que luego, en un laboratorio en Estados Unidos fue transferido en formato de 35 mm.
“En total me gasté no más de $80.000 de pesos (incluida la compra de la cámara) para hacer la película. Nunca he tenido grandes presupuestos para hacer cine. Lo que no me intimida. Hago cine con lo que tengo. A veces veo películas colombianas a las que les entregan millonarios recursos y no me explico qué clase de jurado fue el que otorgó esos premios o si los entregan a dedo. Ahora entregan reconocimientos de $1.900 millones y esas películas duran una semana en cartelera. Eso me deja descorazonado. Hay un gran despilfarro en el cine colombiano. Algunos cineastas manejan una pavorosa insensatez, no les importa gastarse $100.000 diarios”, dice Palau.
El director de cine considera que el verdadero objetivo de la película es denunciar la injusticia que se cometió con Leticia López, “quien fue utilizada por los verdaderos asesinos para encubrir el crimen. La película habla del drama de una mujer que fue llevada a la cárcel injustamente”.
Para contar el drama Palau llegó a la médula de las creencias religiosas de un país como Colombia.
Presentamos tres de los diálogos más explosivos de la cinta.
De la hermana Gloria del Valle, quien hace el papel de Leticia López Manrique, y sus reflexiones sobre lo que pasa en el monasterio.
"El tedio y las largas horas de ocio están fomentando delirios mórbidos, fantasmagorías y disgustos entre nosotras mismas. Es algo que ya se instaló entre nosotras como una maldición. La naturaleza humana se enfrenta a veces y de manera vergonzosa con la devoción y la fe".
De la hermana Esperanza, quien sostiene una relación amorosa con una novicia del monasterio
“Si lo que te preocupa de nuestra relación es que pueda ser un pecado, de una vez y para siempre te diré que no lo es. Nuestro amor es un amor puro, limpio, así como lo enseño nuestro señor Jesucristo. ‘Amaos los unos a los otros’.
¿Acaso habló de sexos o de preferencias cuando lanzó a los cuatro vientos lo que es y será para siempre su máxima prédica?”
De una mujer presa por narcotráfico que comparte reclusión con la hermana Gloria del Valle
Fina feliz
En mayo de 2004 la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia absolvió a la hermana Leticia López Manrique, al revocar la sentencia de 14 años de prisión que le había impuesto el Tribunal Superior de Bogotá en enero del 2002.
En mayo de 2017 el Consejo de Estado condenó a la Nación a pagar una indemnización en favor de la monja Leticia López Manrique. “Por haber sido la persona que estuvo injustamente privada de la libertad, con todas las incomodidades y sufrimientos que la restricción al mencionado derecho fundamental conlleva, sin que sea necesario aportar pruebas adicionales para acreditarlo, pues así lo enseñan las reglas de la experiencia”, argumentó en su ponencia del magistrado, Danilo Rojas Betancourth.
Hábitos Sucios