Joker: Tú y yo estamos locos lucas

Este artículo habla sobre la vulnerabilidad escondida detrás del maquillaje y la máscara que se muestra en la película el "Joker".

Karim Quiroga
10 de febrero de 2020 - 08:03 p. m.
El actor Joaquin Phoenix en una de las escenas memorables de la película "Joker", quien se llevó el Óscar en la categoría de Mejor Actor. / Cortesía Warner Bros
El actor Joaquin Phoenix en una de las escenas memorables de la película "Joker", quien se llevó el Óscar en la categoría de Mejor Actor. / Cortesía Warner Bros
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El Joker de Joaquín Phoenix me recuerda a la inocencia de Los Chifladitos, esa maravilla creada por el célebre Roberto Gómez Bolaños; mejor conocido como Chespirito, allí, en esa sala, diván, creó a dos personajes incomprendidos, con la mente en otro planeta, en otro submundo, y el Chaparrón Bonaparte, responde a la Chiripiorca,  una suerte de movimiento físico incontrolable, con un golpe en la espalda ¿de vuelta a la realidad?

La realidad, entonces, viene de golpe, así sea un manotazo en la espalda. O esos instantes en los que deviene  la lucidez; en un estado demencial. ¿La lucidez puede ser una premonición?

El rostro del Joker se va desfigurando pero no aparece un maquillaje perverso, ni sádico como la muerte, sino tierno, quizá irresistible, de alguna forma, el Joker puede meterse en tu cama y volver a salir de ella sin que te des cuenta qué fue lo que acaba de suceder. El Joker recrea o delira imágenes alrededor del objeto de su amor o de la idealización de la realidad, una novia que va a visitarle a la clínica cuando su madre está enferma y se ofrece a comprarle  un café, y mientras la “prometida” sale de la habitación, Joker aprovecha el impulso para ofrecer un ultimátum a su progenitora. El amor y la sangre siempre serán objeto de deseo.

La vulnerabilidad hay que ocultarla y allí nuevamente el maquillaje ofrece una salida premeditada o de emergencia. El maquillaje actúa como barrera protectora para ocultar imperfecciones, pecas, defectos, o disfrazarse  y ofrecer otro rostro al público que gime o vitorea.

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Esa pareja que atraes a fuerza de convertirte en otro, u otra. Aquí Joker atrae a miles de seguidores por ese poder que produce la magia del ser más “inocente o perverso” de la memoria infantil;  un payaso.

Y así Joker aparece frente a un joven Batman, su ¿medio hermano? para ofrecerle sus trucos. Pero Bruce Wayne, hijo prodigo de su padre, observa desde la puerta de su mansión a un desadaptado  ¿artista? que pretende robarle una sonrisa mientras el público frente a la pantalla, se prepara para lo peor.

Joker es una película luminosa de principio a fin. Quizá lo  que hace un artista, un verdadero artista, consiste, en quitarse la piel en cada presentación y ofrecer todo su arsenal, ¿poético, estético?  

El escenario de un personaje víctima de las circunstancias; una infancia precedida de  abusos, la “ausencia” de figura paterna,  una madre con problemas psiquiátricos y un hijo ahora convertido en adulto que le ofrece la comida a su anciana madre en una cuchara directamente a la boca.

Arthur Fleck, el Joker, representa la ambigüedad de los ciudadanos de una ciudad que si te disparan en la mitad de la calle antes de venir a auxiliarte, van a revisarte los bolsillos, para llevarse aquello que tengas de valor. Esa sociedad recreada en espejismos de programas de género reality, en donde puedes llegar a pervertir tus talentos a cambio de un aplauso, el Joker nuevamente, listo para salir al escenario, con las luces de neón sobre su rostro, el artista que vive para su público pero el público quiere reír y ver sangre.

Robert  de Niro logra el heroísmo de subir al escenario a ese presentador de entretenimiento que no tiene idea cómo funciona el mundo más allá de su reality show, allí es el dueño absoluto que se aprovecha para hacer reír a las multitudes que disfrutan en vivo o desde sus  hogares mientras sus invitados hacen el ridículo. El Joker otra vez tiene alucinaciones donde se convierte en un héroe de la comedia.

Phoenix  representa a un Joker humano, que se blinda en las fantasías de la fama, el delirio de grandeza o las alucinaciones frente al amor. Ha dejado de tomar las pastillas psiquiátricas y se aproxima un desastre. Al menos, la medicina pretende controlarlo, tenerlo tranquilo, evitar a toda costa que pueda salirse de control. Asiste a las citas pero el gobierno  de Ciudad Gótica decide eliminar el apoyo social a personas con trastornos psiquiátricos. Y de allí, el Joker tiene vía libre para aumentar el potencial del horror

Ahora se confunde con los habitantes de una Ciudad Gótica, que reclaman justicia, igualdad de derechos, pero el Joker no refleja una  postura política, no tiene conciencia más allá de sí mismo, su enemigo es el candidato a la Alcaldía Thomas Wayne, pero tiene un criterio personal para odiarlo o reclamar su venganza.

Toc - toc, ¿quién es? es el Joker quien pretende  vengar el origen de su vida, y de los abusos que sufrió de infancia y lo convirtieron en una sombra, en un marginado. 

Joker sube las escaleras hacía su vecindario, rendido, agotado, sin ninguna esperanza, así como llegan muchos ciudadanos a sus casas luego de la jornada diaria, una rutina agobiante y mal paga. Luego, transformado en el Joker, el maquillaje es un personaje, no está en búsqueda de venganza ni sediento de sangre, tan solo persigue la fama, el aplauso, convertirse en una celebridad a través de la comedia, solo necesita una audiencia.

Las ciudades caóticas, al igual que Ciudad Gótica, ofrecen ese mismo tipo de perversión, vas caminando y de repente una motocicleta se atraviesa. O sucede un atraco, allí mismo, frente a tu cara, sin tener tiempo para reaccionar. Los súper héroes y los villanos en estás ciudades también desfilan con su disfraz, a pleno día, pretenden aparentar otra cosa distinta a lo que en realidad son.

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La noche también tiene cuerpo. Cada Joker en la historia del cine,  ha representado fielmente a su tiempo, y este Joker de Phoenix, es un villano hastiado y derrotado que recobra la fuerza cuando descubre su capacidad para generar una especie de solidaridad sádica a partir de la sangre. No de las víctimas de siempre, sino de quienes ostentan algún tipo de poder por su dinero o estatus social.

El Joker va dejando la huella de sangre que destila de sus zapatos. El artista, de alguna forma, se despoja de todo lo que tiene por dentro, para entregarlo a su público. El asesino, no actúa por la convicción del arte, sino por el instinto, la percepción de la muerte que se esconde en la esquina de cualquier ciudad gótica.

La locura hoy en día no necesita esconderse tras una máscara, se está más a salvo en un reclusorio, o una clínica psiquiátrica, las ciudades ofrecen otro tipo de condenas o confinamientos, reducen al individuo a perpetuidad, sin mayores opciones que resignarse a la suerte, y los fines de semana perpetuarse en un centro comercial para llevar a los hijos, si los hay, a comprar una cajita feliz. 

¿Quién podrá defendernos? Todd Phillips, el director de la cinta, orquesta una sinfonía inconclusa, delirante,  la magia de quien se esconde tras bambalinas y desde allí tiene conciencia del Joker en la tras escena y del público confinado, o condenado.

¿Tú y yo, estamos locos? Lucas...

Por Karim Quiroga

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