Los radioaficionados del siglo XXI (La huella de las radionovelas)
El pódcast es una nueva forma de explorar el sonido, de contar, de crear y de conocer. ¿Cómo lo están haciendo los creadores sonoros en habla hispana?
David Guarín
Durante la década de los 80, donde claramente no había celular y la internet daba sus primeros pasos, Jorge Vargas compró su primer radiotransmisor. Un dispositivo complejo, compuesto por una pila grande, una antena del largo del palo de una escoba, un transmisor de 20 centímetros y una bocina para escuchar y hablar.
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Durante la década de los 80, donde claramente no había celular y la internet daba sus primeros pasos, Jorge Vargas compró su primer radiotransmisor. Un dispositivo complejo, compuesto por una pila grande, una antena del largo del palo de una escoba, un transmisor de 20 centímetros y una bocina para escuchar y hablar.
Durante gran parte del siglo XX el mundo conoció los hechos más importantes gracias a personas como él, quienes intercambian saberes del mundo a través de los sonidos. Un caso curioso, recuerda este radioaficionado, fue cuando hizo contacto con una estación de Letonia, donde encontró un interlocutor que entendía el español. Compartían dos cosas: la distancia geográfica y la radio que los acercaba.
Pero más que un pasatiempo, el radioaficionado tenía un interés humanista, como recuerda Vargas: “En muchos casos eran radioaficionados quienes divulgaban emergencias o sobrevivientes de ellas, como cuando el padre de una colombiana residente en Venezuela falleció. Ese día nos enlazamos como tres personas hasta que la contactamos”.
De especial "La huella de las radionovelas", lo invitamos a leer: Hogar, dulce hogar
Mientras los medios de comunicación patalean intentando salvarse, una forma de contar ha resurgido para mostrar universos: el audio. No significa que trabajar con el sonido sea más rentable, significa que es más democrático. Quien quiera puede trabajar con el sonido.
Lo anterior, como todo, no es 100 % positivo: “Si bien es muy fácil que cualquier persona grabe desde su casa, creo que la sobreoferta genera un riesgo, y es que las personas crean que el único formato de pódcast que existe es el conversacional. Puede haber un perjuicio a largo tiempo, y es que las personas crean que hacer pódcast es hacer una conversación y ya”, afirma Laura Ubaté, productora de Adonde Media.
“Así como la cámara cambió la manera en que miramos, la radio cambió la manera en la cual escuchamos y el pódcast está tratando de hacer un cambio en eso”.Este exceso de productores hablando como si fuera un programa de radio, señala Ubaté, se debe a un fenómeno: venimos de una escuela de radio que no se reinventa, que tiene las mismas voces.
Maru Lombardo, productora de El hombre equivocado, resalta otro factor que implica la monotonía de la creación: “La razón por la que la mayoría de la gente hace mesas de conversación no es solamente porque es más fácil que hacer un pódcast narrativo (en términos técnicos), es en parte porque los shows más escuchados en todo el mundo se hacen en mesa redonda. Entonces son modelos que se van emulando”.
Durante mucho tiempo el sonido fue la principal forma de manifestación de las personas, el sonido no requiere aprender más códigos que los del hogar. El cerebro interpreta esas frecuencias mecánicas que pasan por aquellos huesitos del oído hasta que se convierten en señal eléctrica y nos hacen sentir tristeza, ansiedad o felicidad.
Otro elemento que señala la productora de El hombre equivocado es que un pódcast ideal es aquel “en el que se conoce la personalidad del que estuvo detrás de ese PC. No necesariamente creo que sea una historia perfecta, pero tengo que escuchar y que el formato hable por ese autor”.
Tanto Lombardo como Ubaté coinciden en algo: un pódcast es un camino constante de experimentación y un formato que crece gracias a esta. Un ejemplo de esto es el proyecto en el que trabajan ambas, el Café podcastero, un espacio abierto para la reunión entre productores, donde se cuentan experiencias y donde se conocen resultados tan interesantes como Cocina, casos de la vida real, un pódcast dedicado a contar recetas de cocina hiladas por historias de ficción fascinantes parecidas a los culebrones televisivos que exportan las productoras latinas.
Mientras este formato crece, hay por lo menos tres falencias grandes:
1. Métricas. Las plataformas no son sinceras con los creadores de habla hispana, esto hace más complicado conocer a los oyentes y saber si se puede vivir, o no, de hacer pódcast.
2. Crear comunidad. Es el espíritu del pódcast, pero lo acostumbrado por el mercado nos enseña a no revelar nuestros secretos. Los productores se deben conocer para entrar en el espacio de quienes ya habían forjado un nombre o para crear uno.
3. Producto de los puntos anteriores, el contenido pierde calidad y ese diferencial que hace que alguien te escuche.
Gracias a los crecimientos de la industria estadounidense, ya hay experimentos en los que no existe un narrador. Los sonidos cuentan la historia por sí sola, devolviéndonos a ese aura romántica del sonido, en el que las personas buscan y prueban eso que los ayude a comunicarse y, que de paso, nos acerque a otros, a conocer su mundo.
Ese camino extraño en el que todos buscan un espacio está atravesado por las artes, la literatura, la ciencia y todo lo que ayude a contar la “esencia humana”, agrega la productora de Adonde Media. Ese debe ser el camino que busquen los productores de audio para encontrar su voz y devolvernos la magia del sonido.