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Rafael Henzel está vivo de "milagro". Este periodista brasileño es uno de los seis supervivientes del accidente aéreo del Chapecoense y, con la clarividencia de quien acarició la muerte, quiere contagiar ahora su vitalismo a todo el que quiera escucharlo y leerlo. (Lea:Chapecoense: crónica de una tragedia anunciada)
Vive como si cada día fuera el último ("Viva como se estivesse de partida") es la invitación que hace este locutor deportivo en su libro de superación personal que, cariñosa e incansablemente, autografió la noche del martes en su lanzamiento en una librería Rio de Janeiro.
En la fila de espera, las emociones estaban a flor de piel. Pocos podían contener las lágrimas al conversar y fundirse en un abrazo con uno de los "héroes" de la tragedia futbolística que conmocionó al mundo y que muchos brasileños sienten como propia.
Con asombrosa serenidad, Rafael era quien los iba consolando y reconfortando, uno a uno.
"Estoy aquí, humildemente, para decir que no podemos dejar que la llama se apague, que hay que aprovechar la vida. Si las personas lo interiorizan conmigo, esto me deja muy satisfecho", dijo el periodista en una entrevista con la AFP.
Henzel apenas tiene marcas visibles del accidente que hace siete meses acabó con el sueño del humilde club de Chapecó y dejó 71 muertos. Una cicatriz alrededor de su ojo derecho es prácticamente la única señal de que estaba en el avión boliviano que se estrelló sin combustible en las montañas colombianas de Medellín.
Fue allí que Rafael volvió a nacer, a sus 43 años.
"Yo siempre digo que tengo dos fechas de nacimiento. Soy brasileño y colombiano. Fue un renacimiento sí, pero tengo que hacer valer ese renacimiento, no vale sólo estar vivo", dijo el conductor de la pequeña Radio Oeste Capital, de Chapecó.
Problemas "mínimos"
El libro de Rafael es, de hecho, un poderoso canto a la vida.El periodista hace un repaso emocional a los últimos meses: desde la euforia que le embargaba por la primera final internacional de su club, pasando por el desconsuelo de perder a decenas de amigos, hasta el día en que en la unidad de cuidados intensivos vio que debía decidir entre revolcarse en su "sufrimiento" o enfocarse en su "recuperación".
Gracias a la fuerza y oraciones que le enviaron miles de personas a través de las redes sociales, Rafael eligió la segunda opción: empezó a hacer ejercicios de rehabilitación incluso de madrugada, a escuchar música más alegre, a creer en él y, en 40 días, estaba de vuelta a los micrófonos para narrar la nueva etapa del Chapecoense.
"Creo que mi optimismo me hizo vivir", afirma este brasileño pálido y de ojos azules.
Estar al borde de la muerte le hizo ver la vida con otra mirada y, ante un mundo acelerado y cada vez más individualista, quiso dejar por escrito su aprendizaje.
"Sólo hay una cosa que no tiene solución, que es la muerte. Y, muchas veces, conseguimos transformar problemas mínimos familiares, amorosos o profesionales en problemas gigantes. Eso no lleva a nada, las cosas poco a poco se van acomodando", asevera el comunicador.
Estar más tiempo con la familia, disfrutar de los amigos, relativizar los problemas y vencer los miedos son algunos de los consejos que Rafael da en el libro, predicando con el ejemplo.
Entre Dios y Messi
"Ahora soy mucho más apasionado por lo que hago", resume el comunicador y padre de un chico de 12 años, que cada día se levanta a las 6:15 a.m. para conducir su programa matutino, luego narrar otro en la tarde y viajar con el Chapecoense allá donde juegue.Desde la fatídica madrugada del 29 de noviembre, no ha habido un día en que Rafael no recordara el accidente, pero trata de evitar el rencor por lo que pasó y se pudo evitar.
"Tengo la indignación que tienen todos los brasileños, que tiene todo el mundo, pero Dios no me dejó aquí para tener odio", sostiene.
De hecho, repite incansablemente que es un "milagro" de "Dios" que lograra salir con vida de los escombros de Medellín, junto a tres jugadores del Chape y dos tripulantes.
Ese día Rafael cambió cuatro veces de asiento y Leo Messi acabó por salvarlo "indirectamente". Con su 1,90 de altura, el periodista iba a sentarse en el pasillo de la penúltima fila, pero un colega le dijo que quería ese lugar porque aparentemente ahí se había sentado el astro argentino. Ese compañero murió.
"Realmente esa cosa de Messi es muy impactante para mi", confiesa Rafael.
Aunque se siente tranquilo retomando su vida de antes, su potencial de "coaching" es evidente.
"Nosotros los supervivientes tenemos este deber, tranquilizar el corazón de las personas. El sufrimiento es muy grande, pero la vida está ahí", concluye.