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No es un juego de niños. No son solo once contra once pateando un balón. El fútbol va mucho más allá. El Mundial de este deporte es el evento deportivo que más masas mueve y el que es capaz de limpiar la imagen de un país, tan solo por ser sede. No es casualidad que la Copa del Mundo haya llegado hasta Rusia, una nación que tantos imaginarios colectivos despierta y que necesitaba una oportunidad para poder demostrarle al mundo cuál era su realidad, cómo era su gente y qué se puede encontrar un turista cuando conoce esta cultura. Después de 31 días de ser el centro de atención, Rusia le cumplió al mundo y dejó sus puertas abiertas. (Vea nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)
A Vladimir Putin, el presidente del país más grande del mundo, no le gusta el fútbol. En toda la era de su mandato al frente de esta nación euroasiática no se le había visto de manera recurrente en estadios, sin embargo, Vitali Mutko, ministro del deporte, lo convenció de que, organizando un evento de semejante magnitud y de este deporte, que interesa a la mayor cantidad de población del planeta, pondría a Rusia de nuevo en el mapa. Intentar devolver a su país la posición en el mundo que perdió con el derrumbe de la Unión Soviética en los años 90, es una de las prioridades de Putin y este sería un buen elemento para hacerlo.
“Sin importar dónde vivamos y qué tradiciones sigamos, el amor por el fútbol nos une a todos nosotros en un solo equipo y todos sus miembros se entienden y se sienten bien. En esta unidad, sobre la que no dominan las diferencias lingüísticas, ideológicas ni de fe, reside la gran fuerza del fútbol y del deporte en general”, destacó el presidente ruso en su discurso en el estadio de Luzhniki el día de la inauguración del Mundial, cuando Rusia venció 5-0 a Arabia Saudita. El mensaje era claro, el objetivo que se había trazado estaba por comenzar. (Lea: El día en que la gloria volvió a llegar para Francia, campeón de Rusia 2018)
La barrera idiomática no fue un impedimento mayor para cautivar a los aficionados que llegaron hasta este extenso país. Los traductores automáticos de audio y texto, como Google translate y Say Hi se convirtieron en el puente de comunicación entre locales y extranjeros. Aunque el idioma universal es el inglés, no fue fácil encontrar rusos que supieran hablarlo. La tecnología, además, también fue una herramienta de ayuda para movilizarse, pues en las aplicaciones móviles se podía encontrar el mapa de todas las líneas de metro de las ciudades rusas, además de poder pedir servicios de taxi.
A propósito de taxistas, en la mayoría de los casos era una preocupación de los conductores la manera cómo el mundo veía a los rusos. “¿Qué opinan en Colombia de nosotros?”, preguntó uno en Moscú, con un español enredado. “Somos gente amigable, amable y por culpa de Hollywood nos han hecho odiar en muchos lugares”, concluyó el mismo personaje de unos 32 años, quien aprendió español en la universidad. Y este es solo un ejemplo del deseo de un pueblo por limpiar su imagen, lo que los ha hecho ser temidos en muchos lugares. (Puede leer: La selección, símbolo de una Francia multicultural)
En Rusia la gente no es como la pintan en el cine. Sin importar de qué parte del país fueran, siempre hubo voluntad de ayudar. A un periodista de El Espectador se le quedó su celular, un Samsung Galaxy S9+, en un tren. Se dio cuenta después de una hora de haber llegado al lugar en el que se estaba hospedando. Regresó a la estación y alguna persona que lo encontró lo llevó a una estación de Policía cercana. El celular estaba en perfectas condiciones. Él solo tuvo que poner la clave para desbloquearlo, mostrar que era suyo y problema resuelto. Esto habla mucho de la calidad de su gente.
Su cultura es de las más ricas del mundo. Varios de los mejores pintores, músicos y escritores han nacido en este país que, por culpa de las guerras y los conflictos internacionales, no ha podido venderse de la manera que quisiera. Pero ahora, después de esta Copa del Mundo, las cosas podrán comenzar a cambiar. No es solo el deseo del presidente Putin el resolver inconvenientes con sus históricos rivales (este lunes se reúnen en Helsinki el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con Putin) sino que se comience a ver a su país con otros ojos. (Vea: Samuel Umtiti, el héroe de Lyon)
“Tal vez, podamos unir a quienes tienen dificultades comunicándose entre sí, a fin de comenzar un diálogo”, dijo Infantino. “Tal vez el fútbol pueda abrir una puerta para la comunicación entre los vecinos aquí”, refiriéndose al conflicto con Ucrania. El fútbol lo ha vuelto a hacer, pero ahora el reto será en Catar 2022, con un país que sigue boicoteado por Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Bahréin.