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Que no siente la camiseta, que con Cristiano Ronaldo las cosas hubieran sido diferentes. Las premisas que nuevamente tuvo que escuchar el mejor futbolista del mundo de sus propios compatriotas. “Cada uno tiene su personalidad, pero sin duda Cristiano cuenta con muchas cosas que a mí me gustaría tener”, dijo Leo Messi tras perder su tercera final consecutiva en la Copa América 2016 con voz entrecortada y con la humildad auténtica que siempre lo ha caracterizado. ¿Cuándo se le ha visto celebrar los goles con la efusividad que lo hace cuando tiene puesta la albiceleste? Nunca. (Vea nuestro especial sobre el Mundial de Rusia 2018)
“Cambiaría mis cinco balones de oro por un Mundial con mi país”, dice quien quedó eliminado de su cuarta Copa del Mundo tras caer 4-3 ante Francia en los octavos de final de Rusia 2018.
Criticarle su falta de identidad por Argentina, uno de los desmanes más grandes que se han visto en la historia del fútbol. Un hombre que les dijo que sí, cuando su país le dijo que no. Porque la única razón por la cual abandonó su natal Rosario fue porque todos le cerraron las puertas para costearle el elevado costo de su tratamiento médico con sus hormonas de crecimiento. Con esas jeringas que él mismo se inyectaba sin titubeos encerrado llorando en el baño cuando apenas era un chico. (Puede leer: Una vida más para Argentina: venció 2-1 a Nigeria y avanzó a octavos)
Y ahí apareció España en su camino: dos semanas trazarían su futuro en el fútbol.“Vino de prueba 15 días al Barcelona y la verdad es que sobraron 14”, le dijo a los medios Carles Rexach, quien lo evaluó en su estadía en el club catalán, cuando vio a Leo por primera vez dentro de una cancha.
Tiempo después llegó la llamada a integrar la selección española, la nación que le había dado todo. Pero Leo respondió que no. Y así la espera haya sido larga- cinco meses- él se decantó por el país que lo vio nacer. (Lea: El día en que Messi pasó las pruebas en Barcelona)
A pesar de que lleva más de la mitad de su vida en Barcelona, Messi sigue hablando con el mismo acento argentino; sigue tomando mate y teniendo una meca de alfajores en su cajón; sigue poniéndole el pecho a las balas de una nación a la que le ha salido a deber luego de tantas alegrías.
En la final del Mundial de 1986, Jorge Burruchaga anotó el gol definitivo del título ante los alemanes; en la de 2014, Gonzalo Higuaín y Rodrigo Palacio no hicieron lo propio.
Messi podría sentarse y dejar que su palmarés hablara por él, con 32 trofeos con el Barcelona y una infinidad de premios individuales. En sus vitrinas solo quedó espacio para una copa, que este sábado se le volvió a escapar. A sus 31 años, ¿se habrá despedido de ella para siempre? Leo ha roto todos los moldes. Estará, con 35 años, en Catar luchando por ese anhelado premio colectivo que se le ha escapado al pueblo argentino. No hay nada que demostrar, tampoco le debe nada a nadie. Es un grande, pase lo que pase.