“Ahora puedo andar con la frente en alto”: Plinio Olano, absuelto por caso Odebrecht
En fallo de primera instancia, la Corte Suprema de Justicia dijo que el exsenador no tuvo nada que ver con el escándalo de corrupción de Odebrecht. En diálogo con El Espectador, el excongresista reveló cómo se enteró de la noticia, dio detalles de lo que vivió durante los 22 meses que estuvo preso y del reto que enfrenta ahora para limpiar su nombre.
Redacción Judicial
El excongresista Plinio Olano es el primer absuelto en el caso Odebrecht. La Sala Especial de Primera Instancia de la Corte Suprema de Justicia concluyó que en su contra no existen testigos. También aseguró que no recibió sobornos de la multinacional brasileña y que la acusación que hizo en su contra la Sala de Instrucción 3 del alto tribunal no tuvo en cuenta pruebas contundentes. Todavía con las secuelas de haber estado recluido 22 meses en prisión, relató que este tiempo su familia sufrió una condena colectiva y que, a pesar de que el proceso le dejó una cicatriz en su cara, hoy puede andar con la frente en alto porque la verdad en su caso triunfó.
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El excongresista Plinio Olano es el primer absuelto en el caso Odebrecht. La Sala Especial de Primera Instancia de la Corte Suprema de Justicia concluyó que en su contra no existen testigos. También aseguró que no recibió sobornos de la multinacional brasileña y que la acusación que hizo en su contra la Sala de Instrucción 3 del alto tribunal no tuvo en cuenta pruebas contundentes. Todavía con las secuelas de haber estado recluido 22 meses en prisión, relató que este tiempo su familia sufrió una condena colectiva y que, a pesar de que el proceso le dejó una cicatriz en su cara, hoy puede andar con la frente en alto porque la verdad en su caso triunfó.
(En contexto: Corte Suprema absuelve al exsenador Plinio Olano en caso Odebrecht)
¿Cómo se enteró de la noticia de su absolución?
El sábado es un día un poquito diferente, porque es día de visitas (en La Picota). Yo hice mi rutina de ejercicio muy temprano. Como hacia las 8:15 a.m. me informaron que tenía una notificación. Me imaginé que era de la Corte Suprema de Justicia, porque realmente no tenía otras citas. Salí a la portería y me encontré con la noticia. Fue un momento muy parecido a cuando me anunciaron mi captura. Es algo que cambia la vida diametralmente. La sorpresa fue muy grande. Una confirmación de la fe en Dios y la confianza de las instituciones. Es agradable también la confirmación de que hay una justicia y que esta actuó.
¿A quién le contó primero?
No fue fácil porque ese día nadie me iba a visitar. Solo mi padre, pero él no había llegado. Traté de llamarlos, pero nadie me contestó. Cuando él llegó, fue una sorpresa. Él es un señor de 88 años y fue muy lindo para mí porque eso fue como una credencial que le pude entregar para decirle que no le había fallado.
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¿Cómo le contó a su familia?
Lo de mi familia fue muy anecdótico, pues yo mismo le había pedido a María Cristina, mi esposa, que jamás me dejó solo y me acompañó todos los días, que acompañara a una de mis hijas a Girardot. Como no me podía visitar el sábado, le insistí en que fuera y que nos veíamos el domingo. El viernes en la tarde, cuando ya se iba a ir, le dije: “¿En verdad me vas a dejar solo?”. Y me dijo que sí, que yo mismo le había dicho que viajara. Premonitoriamente le dije: “Ya verás que yo voy a ser quien te estará esperando mañana en la casa”. La palabra a veces tiene poder. Ella, cuando se pudo enterar, se devolvió en la tarde y yo ya la estaba esperando en la casa.
¿Cómo vivió su familia estos meses?
Estar privado de la libertad cambia rotundamente la vida de una persona y de una familia. Sufren mucho los que están afuera y el que está detenido. Para el entorno familiar es una condena colectiva. Yo vengo de una familia muy unida y así es mi propia familia. Mi esposa actuó con una valentía impresionante, se echó el hogar al hombro, lo sacó adelante y mantuvo la unidad familiar. Mis hijos han sido formados para ser “buenos huérfanos”. Por mi vinculación política, lo fueron por mucho tiempo y eso les permitió amainar la crisis. Son seres increíbles que me dieron mucho cariño y motivación. Mantuvimos intacta nuestra fe y confianza en que la verdad era el camino que conducía a la luz al final del túnel.
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¿Cómo fueron los días previos a conocer la noticia?
Estuve detenido casi 22 meses, como 660 días, todo el tiempo preparando mi defensa. Escribí unos 5.000 folios. Gracias a Dios, siempre estuve ocupado. Después de presentados los alegatos finales hace ya un mes, solo restaba la decisión de la Sala (de Primera Instancia). Yo tenía mucha fe, estaba seguro de que no había una sola prueba en mi contra y todos, absolutamente todos los testimonios, que en total fueron 25, desmentían a Federico Gaviria. Nada me comprometía con delito alguno. Pero también sabía que quien mentía contra mí era un experto profesional en fabricar indicios y había logrado inicialmente engañar a la justicia y desviar convenientemente la investigación. Los últimos días tenía ansiedad porque no sabía cuándo se podría dar la decisión. La Corte Suprema tiene mucho trabajo y podría haberse demorado más tiempo.
¿Qué le dio fortaleza durante su proceso?
Mi fe en Dios y en la institucionalidad, esa que siempre defendí como servidor público y que a veces se muestra descompuesta. Nunca perdí el respeto por ella. Cuando las decisiones no me favorecieron, la respeté y fui consolidando con más pundonor mi defensa. La verdad es más sólida y contundente que la fabricada mentira, que siempre tendrá fisura, y fue apareciendo con el transcurrir de los testimonios que ordenó la Sala Especial de Juzgamiento. La sociedad debe entender que no se puede perder la confianza en la justicia.
¿Cuándo sintió debilidad?
Hubo momentos supremamente difíciles. Hacia octubre de 2018 fui dándome cuenta y sintiendo que detrás de esto había una presión muy grande que no dejaba que la verdad fluyera. Sentí en algún momento que ya era incapaz, con mi verdad, de desbaratar las mentiras que se estaban construyendo alrededor del proceso. Hubo un momento en que sentí que era mejor morirme. Pero Dios es muy grande y ocurrieron cosas que comenzar a dilucidar muchas realidades.
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¿Quiénes estaban detrás de esas presiones?
No soy la persona para disponer puntualmente las responsabilidad de esas personas. Eso se lo dejo a Dios y a la justicia.
¿Usted le dijo a su familia que quería morirse?
No. Pero presiento que ellos sabían que estaba muy acabado. Hay una anécdota sobre esto y es que una de mis hijas tiene una amiga muy querida de la familia que es psicóloga. Ella, para no dar a entender que la psicóloga quería hablar conmigo, la agregó a la lista de visitantes. Entonces ella iba, de vez en cuando, a visitarme. Eso me ayudó bastante.
¿Cómo fue convivir en un mismo espacio con Otto Bula, una de las personas que dio un testimonio con el que inició todo el proceso?
Otto Bula fue engañado por Gaviria desde el principio. Se demostró en el proceso que Gaviria se quedó con la plata del contrato diciéndole a Bula que esa plata me la iba a dar a mí. Yo no conocía a Bula, nunca lo había visto. Lo vi por primera vez cuando llegué a La Picota un viernes por la noche. No fue fácil. Ahí le pregunté si me conocía. Me contestó que no.
Usted es el tercer aforado en ser absuelto por la Corte Suprema. No es normal que el alto tribunal tome este tipo de decisiones. Teniendo en cuenta esta tradición, y que se trataba del caso de corrupción Odebrecht, ¿qué tan posible veía que lo absolvieran?
Nunca pensé en un camino diferente a la verdad. Cuando los testimonios que se recibieron en la etapa de juicio dejaron al descubierto las inconsistencias del testimonio de Federico Gaviria, la absolución era una posibilidad real. Las pruebas que solicitó la Sala establecieron una realidad procesal muy diferente a la que se tenía en la instrucción. Eso me dio mucha esperanza de que sí era posible la absolución.
¿Para usted quién es Federico Gaviria en el caso Odebrecht?
Es tal vez el único colombiano al que, aunque incumplió un principio de oportunidad que le otorgó la Fiscalía por el carrusel de la contratación en Bogotá en 2012 (que aún lo tiene vigente), le otorgan un preacuerdo por su participación en este tema de Odebrecht, que pretende consolidar ante un juez de la república en el próximo mes de enero. Es el único testigo que tiene la Fiscalía que asegura que Corficolombiana no sabía que con contratos ficticios se pagaban coimas.
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¿Qué le diría a él?
No tengo nada que decirle.
Si nunca hubo testimonios que lo vincularan directamente con un soborno de Odebrecht, ¿por qué terminó vinculado al caso?
A alguien le interesaba desviar esa investigación para engañar a la justicia.
¿Quién dio la orden de vincularlo?
La justicia pronto establecerá la verdad.
¿Cuál fue el éxito de su defensa?
No tengo duda en que el éxito radicó en tener una verdad demostrable.
Su caso demostró que usted no tuvo que ver con los hechos de corrupción denunciados por Federico Gaviria y Otto Bula (el contrato de estabilidad jurídica); sin embargo, la investigación ha demostrado que esos hechos sí existieron. ¿Cree que los responsables han sido investigados?
La realidad procesal demuestra que muchos de los funcionarios que han sido mencionados en el proceso en diferentes testimonios no han sido siquiera investigados.
A pesar de su absolución, ¿usted cree que quedó marcado por siempre como un hombre corrupto de Odebrecht?
La exposición mediática es mayor cuando se acusa que cuando se absuelve. He sido respetuoso con la institucionalidad de la justicia. Esta es la primera vez que, en treinta meses, le hablo a un medio de comunicación. Este proceso para cualquier persona pública es como una cicatriz que queda en la cara. Pero el resultado me permite decirles a quienes han estado a mi lado que no les fallé y que siempre agradeceré su confianza.
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¿Cómo va a limpiar su nombre?
El fallo de la Corte es contundente. No se demostró que yo haya participado de ese entramado. Tengo mi conciencia tranquila y ahora puedo andar con la frente en alto.
¿Qué quiere hacer ahora?
Lo que no pude hacer en estos 22 meses. Compartir con mi familia, quererlos mucho y disfrutarlos. Tuve la oportunidad de ver este país con ojos de marciano desde la cárcel. Me gustaría tener la oportunidad de sacar una cita con el presidente Duque. Me gustaría pedirles a los colombianos que crean en sus instituciones, que confíen en la justicia y que dejemos de hacerles juego a quienes les interesa la polarización del país.
¿Cómo ve el país, frente al rechazo ciudadano que existe contra la corrupción?
Lo veo con mucha esperanza. Me gusta mucho que los jóvenes se empoderen de sus derechos. Que no coman cuento y que no acepten las costumbres. Por eso creo que la lucha contra la corrupción debe dejar de ser simplemente una campaña publicitaria y convertirse en una cultura ciudadana. Hay que ir hasta el fondo para extirpar el tumor. El paciente no se mejora con pomadas.
¿A qué se refiere con costumbres?
Mi generación creció a punta de costumbres que parecían inmodificables. Escuché siempre que los jóvenes son el futuro de Colombia, pero nunca les dijeron cuándo era ese futuro. Ahora le están poniendo límites a esos tiempos y eso está pasando. Yo lo veo muy esperanzador.
¿A ese país que todavía lo ve como un corrupto qué le quisiera decir?
Que la absolución que me otorgó la Corte Suprema es el resultado de un riguroso juicio en el que demostré mi inocencia con una sola verdad que sostuve de principio a fin. No tengo rencor por nadie. Ya perdoné a quienes me hicieron daño.
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¿Cuál es la diferencia del Plinio Olano que entró a la cárcel y del que ahora sale libre?
Soy una persona diferente. Ahora estoy más liviano de compromisos. Tengo menos amigos, muchos me olvidaron. Como no tuve que acusar a nadie para beneficiarme, no tengo preocupación ni remordimiento de conciencia. Gasté parte de mi patrimonio, pero gané lo más preciado para un ser humano: la espiritualidad. Creo en Dios y mi comportamiento seguirá siendo sin tacha.
¿Va a demandar al Estado?
No he pensado en eso. Mi pelea no es con él.