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                                                                                                                                “El aborto como anticonceptivo, imposible”: mujer que interrumpió su embarazo

                                                                                                                                En el debate actual sobre este tema, los sectores más conservadores han alegado ante la Corte Constitucional que, si se despenaliza el aborto totalmente en las primeras semanas, las mujeres podrían volverlo su método anticonceptivo. Testimonio de una mujer que abortó y confronta esa idea, resaltando lo traumática que es la experiencia.

                                                                                                                                Diana Durán Núñez / @dicaduran

                                                                                                                                La interrupción voluntaria del embarazo es una discusión andante en Colombia y en toda América Latina. / Nikos Apelaths - Pixabay
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                “Quien diga que abortar puede volverse un método anticonceptivo es porque nunca ha abortado”, dice María Juliana. Ella calla. Respira profundo. Toma impulso para hablar. Este es su relato.

                                                                                                                                “Hace unos meses hice un taller de constelaciones familiares y salió el tema, sin que yo lo hubiera mencionado. La psicóloga me explicó que es algo que, quiera o no, hace parte de mi sistema familiar. Me dejó la tarea de hablarles a mis niñas de lo que pasó y hacer un cartel en su cuarto en el que les diga que tienen un hermanito en el cielo, pero todavía no he sido capaz. Un hermanito, sí. Yo creo que era un niño. Un par de años después de haberme hecho el aborto fui a donde un psicólogo católico, hice con él un proceso para empezar a sacudirme la culpa, hice un bautizo y me despedí. Ya no siento culpa, crecí, la gestioné. Cargarla no me estaba dejando vivir tranquila. (“Un aborto se debe hacer tan pronto como sea posible y tan tarde como sea necesario”: Mónica Roa)

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Cuando era una universitaria no pensaba igual. Al escuchar que mi novio no quería seguir con el embarazo me embargó una decepción del tamaño de un planeta. Nadie en mi familia supo del dilema en el que estaba, pasé el suplicio en compañía solo de una amiga que me acogió en su casa la noche del procedimiento. Él ni siquiera me acompañó ese día, solo consiguió el ginecólogo (era el papá de un amigo suyo, un médico de renombre), me envió el dinero (vivíamos en ciudades diferentes) y, el día del aborto, se perdió. No hubo llamadas, no hubo mensajes. Éramos mi aborto, yo y nada ni nadie más.

                                                                                                                                El procedimiento fue seguro, pues no se hizo en ningún lugar clandestino. El médico nos cobró $350.000 (poco más de un salario mínimo de la época) y me indicó que debía comprar cinco Cytotec (misoprostol). Me acuerdo perfecto del nombre de las pastillas, ¡cómo no! ¡Ese dolor tan bárbaro que me causaron! Me dolió mucho más que el parto de mis hijas. El médico me pidió tomarme unas de las pastillas, otras introducirlas en mi vagina y, que cuando empezaran los cólicos, fuera a la clínica donde trabajaba explicando que estaba embarazada y con sangrado. Así me pasaron a consulta con él, así terminó ese momento de mi vida.

                                                                                                                                Al rato de haberme tomado las pastillas fui al baño y me salió una cosa horrible, como un coágulo. Es algo de lo que no quisiera acordarme. Fue horrible, pero no me arrepiento. Hoy que estoy donde estoy entiendo que, cuando pasó todo, yo no estaba lista para ser madre. Cuando aborté, no solo me sentí sola y asustada, sino que también sentía el peso de estar haciendo algo clandestino, algo malo. Terminar un embarazo es, realmente, una decisión personal. Que sea legal puede ayudar a aliviar los efectos que genera. Es tan traumático que, por eso mismo, es imposible que una mujer lo vuelva su método anticonceptivo. Simplemente, imposible".

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                *Nombre modificado porque el aborto hace parte de la intimidad de las mujeres que se lo practican.

                                                                                                                                La interrupción voluntaria del embarazo es una discusión andante en Colombia y en toda América Latina. / Nikos Apelaths - Pixabay
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                “Quien diga que abortar puede volverse un método anticonceptivo es porque nunca ha abortado”, dice María Juliana. Ella calla. Respira profundo. Toma impulso para hablar. Este es su relato.

                                                                                                                                “Hace unos meses hice un taller de constelaciones familiares y salió el tema, sin que yo lo hubiera mencionado. La psicóloga me explicó que es algo que, quiera o no, hace parte de mi sistema familiar. Me dejó la tarea de hablarles a mis niñas de lo que pasó y hacer un cartel en su cuarto en el que les diga que tienen un hermanito en el cielo, pero todavía no he sido capaz. Un hermanito, sí. Yo creo que era un niño. Un par de años después de haberme hecho el aborto fui a donde un psicólogo católico, hice con él un proceso para empezar a sacudirme la culpa, hice un bautizo y me despedí. Ya no siento culpa, crecí, la gestioné. Cargarla no me estaba dejando vivir tranquila. (“Un aborto se debe hacer tan pronto como sea posible y tan tarde como sea necesario”: Mónica Roa)

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Cuando era una universitaria no pensaba igual. Al escuchar que mi novio no quería seguir con el embarazo me embargó una decepción del tamaño de un planeta. Nadie en mi familia supo del dilema en el que estaba, pasé el suplicio en compañía solo de una amiga que me acogió en su casa la noche del procedimiento. Él ni siquiera me acompañó ese día, solo consiguió el ginecólogo (era el papá de un amigo suyo, un médico de renombre), me envió el dinero (vivíamos en ciudades diferentes) y, el día del aborto, se perdió. No hubo llamadas, no hubo mensajes. Éramos mi aborto, yo y nada ni nadie más.

                                                                                                                                El procedimiento fue seguro, pues no se hizo en ningún lugar clandestino. El médico nos cobró $350.000 (poco más de un salario mínimo de la época) y me indicó que debía comprar cinco Cytotec (misoprostol). Me acuerdo perfecto del nombre de las pastillas, ¡cómo no! ¡Ese dolor tan bárbaro que me causaron! Me dolió mucho más que el parto de mis hijas. El médico me pidió tomarme unas de las pastillas, otras introducirlas en mi vagina y, que cuando empezaran los cólicos, fuera a la clínica donde trabajaba explicando que estaba embarazada y con sangrado. Así me pasaron a consulta con él, así terminó ese momento de mi vida.

                                                                                                                                Al rato de haberme tomado las pastillas fui al baño y me salió una cosa horrible, como un coágulo. Es algo de lo que no quisiera acordarme. Fue horrible, pero no me arrepiento. Hoy que estoy donde estoy entiendo que, cuando pasó todo, yo no estaba lista para ser madre. Cuando aborté, no solo me sentí sola y asustada, sino que también sentía el peso de estar haciendo algo clandestino, algo malo. Terminar un embarazo es, realmente, una decisión personal. Que sea legal puede ayudar a aliviar los efectos que genera. Es tan traumático que, por eso mismo, es imposible que una mujer lo vuelva su método anticonceptivo. Simplemente, imposible".

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Diana Durán Núñez / @dicaduran

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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