Las guerras del Bloque Metro, el frente paramilitar erradicado por “Don Berna”
En un fallo de 2.278 páginas, el Tribunal de Medellín sintetizó uno de los capítulos más sombríos de la violencia en Colombia: el bloque Metro de las autodefensas. Pidió que la pesquisa continúe, se indague la conducta de funcionarios y miembros de la Fuerza Pública y se repare a dos municipios.
Redacción Judicial
La justicia quiere saber si el expresidente Álvaro Uribe tuvo algo que ver con un episodio de la guerra hasta ahora poco conocido: la masacre de la vereda Cañaveral, en Remedios (Antioquia), cometida en 2001. El 6 de julio de ese año, hacia las 6 de la mañana, un comando de unos 150 paramilitares, integrantes del bloque Metro de las autodefensas, arribó al caserío, reunió a la población, separó a hombres de mujeres y asesinó a 18 personas. Tras el crimen, los paramilitares prohibieron a los habitantes del caserío recoger a sus muertos.
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La justicia quiere saber si el expresidente Álvaro Uribe tuvo algo que ver con un episodio de la guerra hasta ahora poco conocido: la masacre de la vereda Cañaveral, en Remedios (Antioquia), cometida en 2001. El 6 de julio de ese año, hacia las 6 de la mañana, un comando de unos 150 paramilitares, integrantes del bloque Metro de las autodefensas, arribó al caserío, reunió a la población, separó a hombres de mujeres y asesinó a 18 personas. Tras el crimen, los paramilitares prohibieron a los habitantes del caserío recoger a sus muertos.
“El objetivo era ir a Cañaveral a sacar el ganado, las bestias de pura sangre, como nos dijo Doble Cero, que eso era del señor Álvaro Uribe Vélez (…) la orden era matar a lo que encontráramos, matar a todo el mundo”, confesó el desmovilizado Néstor Abad Giraldo. El Tribunal Superior de Medellín pidió ampliar esta versión, recabando sobre “el posible compromiso de Uribe Vélez en la incursión armada (…) de tal suerte que, de encontrar implicación penal, el ente acusador, como titular de la acción punitiva del Estado, deberá iniciar la investigación”. (“Doble Cero”, el paramilitar detrás de la estela de sangre del Bloque Metro)
Esta decisión del Tribunal Superior de Medellín hace parte de una sentencia expedida el pasado 12 de febrero, que sintetiza el accionar del bloque Metro de las autodefensas. Un documento de 2.278 páginas que no solo detalla la génesis, el desarrollo y el desenlace de este frente paramilitar entre 1996 y 2003, sino que explica cómo impuso su control social y político en Medellín a través de la práctica de homicidios, desapariciones, desplazamiento forzado, reclutamiento ilícito, secuestro, hurto y extorsión, entre otros delitos.
De la mano de su comandante, Carlos Mauricio García, o Rodrigo Doble Cero, el bloque Metro sembró el terror inicialmente en San Roque, pero pronto se extendió a Maceo, Caracolí, San Rafael, Abejorral, Alejandría, Concepción, La Ceja, Guarne, San Vicente, Cocorná, San Rafael, Santuario, Marinilla, El Peñol, Guatapé, Granada y, obviamente, Medellín. Para reconstruir su trayectoria, el Tribunal acopió decenas de testimonios de desmovilizados, quienes relataron que el surgimiento de este grupo paramilitar fue una respuesta a la incursión del Eln en el norte y el oriente antioqueño.
En 1996, esta guerrilla quemó la hacienda Guacharacas, de la familia Uribe Vélez, y en 1998 voló el oleoducto Central en Machuca (Segovia), provocando la muerte de casi un centenar de personas. Con estos antecedentes, las autodefensas pusieron sus reflectores en la región y enviaron al nordeste antioqueño a Jairo Mejía Arcila, alias Filo. Sin embargo, tiempo después fue asesinado por la organización y los hermanos Carlos y Vicente Castaño lo reemplazaron con un hombre de su confianza: Carlos Mauricio García, alias Rodrigo Doble Cero.
Doble Cero se ubicó en una vivienda sobre la calle principal de San Roque. Según contó Eloísa Soto, directora del Hogar Juvenil de Cristales, solían verlo en camionetas cuatro puertas con un perro negro llamado Pipo. “Se mantenía impecable, con uniforme bien presentado, y no se quitaba las gafas oscuras. Las utilizaba así fuera de noche”. Para el despliegue del bloque Metro, según el Tribunal Superior de Medellín, fue clave la convivir El Cóndor, creada en noviembre de 1996. Su representante legal fue Luis Alberto Villegas Uribe, ganadero y comerciante.
“Es que casi todos los de las convivir han sido paracos”, resaltó en su testimonio John Fredy González Isaza, alias Rosco, quien aseguró que El Cóndor prestaba seguridad a las fincas de otro de los integrantes de la convivir, Santiago Gallón. Así lo confirmó también el jefe paramilitar Vicente Castaño: “Por gestión de Luis Alberto Villegas, en representación de un grupo de empresarios, ganaderos, comerciantes, mineros y agricultores, se logró incursionar en la región”. El tribunal concluyó que esa convivir “fue determinante para la estructura delincuencial” del grupo de Rodrigo Doble Cero. (La disputa legal por un terreno que fue base de paramilitares en Bolívar)
Pero Doble Cero, abogado y militar retirado, empezó a coger vuelo propio. Así como en 1988 había dejado el Ejército por no acatar una orden de mermar los combates con la guerrilla, igual hizo con las autodefensas en 1998, cuando se negó a acoger la instrucción de involucrarse con el narcotráfico. “En 2000 se presentan los primeros roces, cuando vendieron el bloque Metro a los narcotraficantes. En 2001 nos declaramos en disidencia. En 2003, las Auc nos declararon la guerra”, contó Doble Cero al antropólogo Aldo Cívico en 2009.
Los perseguidores
En busca de control social y territorial, la violencia de Doble Cero y sus hombres se volvió un “Estado dentro del Estado”. La justicia documentó que, por ejemplo, las víctimas eran llevadas a una finca, en donde los metían a una piscina y les colocaban cables de energía. O las tiraban esposadas o amarradas para sacarlas cuando estaban muertas. A quienes incumplían los toques de queda les quitaban sus documentos y los asesinaban. Doble Cero llegó a tener en su poder más de 12.000 cédulas que guardaba en cajas de galletas. “Otro método fueron las listas negras”, contó un desmovilizado.Descubrir a quienes auxiliaban a la guerrilla era su obsesión y eso lo llevó a cometer horrores. Según otro relato, en febrero de 2003 ese fue el destino de dos hermanas que fueron retenidas en Granada por “sospechosas” y trasladadas a una casa. “Al rato, llega al inmueble un teniente del Ejército, quien luego de hablar con alias René aprehende a una de las niñas y la lleva al baño, mientras la otra se queda en la cocina con el forajido, siendo ambas accedidas carnalmente. Luego, los victimarios intercambiaron sus víctimas. La agresión sexual fue tan aberrante que les introdujeron un molinillo por los genitales”. (Los bienes de “Don Berna” para reparar víctimas del paramilitarismo)
Las torturaron hasta que lograron sacarles la “confesión” de que hacían inteligencia para la guerrilla. Luego las apuñalaron, desmembraron y enterraron. En San Roque, un año atrás, habían interceptado el carro del secretario de Gobierno, Joel Barrientos. Condujeron el automóvil hasta un barranco porque “la orden era para que pareciera un accidente, tirarlo al señor con carro y todo, y allá lo tiramos”, contó Néstor Abad Giraldo, alias el Indio, quien admitió que Barrientos estaba vivo cuando pasó todo. “Le echamos seguro a la puerta y lo empujamos”.
Los sobrevivientes de la sevicia del bloque Metro también le contaron a la justicia cómo fue la persecución. El 13 de agosto de 2001, por ejemplo, unos 60 paramilitares entraron a Amalfi y asesinaron al campesino Adrián Jiménez. Luego fueron a la casa de María Vitalia Vargas y la mataron. “Antes, a ella le preguntaron que cuántas veces le había colaborado a la guerrilla y ella dijo que ni una sola vez”, relató su esposo. “Mi esposa no era colaboradora de la guerrilla”. El “tour de la muerte” siguió y llegó a la casa de otro campesino, Ameli Londoño. Él estaba con su esposa y su hijo de 11 años.
“Nos sacaron hacia un camino a una loma cerca de la casa, nos tiraron al suelo. El niño lo dejaron sentado en una piedra y, como estaba llorando, lo llevaron más abajito, donde no nos alcanzaba a ver, y comenzaron a darnos patadas. Nos preguntaban que dónde se mantenía la guerrilla y nosotros les decíamos que qué íbamos a saber”, contó Carmen Julia Sánchez, esposa de Londoño. A él lo golpearon con un mazo en la cabeza y murió. A ella la patearon, la amenazaron con un perro y le dieron tres días para irse. “Me tocó dejar todo abandonado”. (El perdón de 'Don Berna' a la familia de Jaime Garzón)
“En ningún momento se demostró que esos civiles tuviesen relación con grupos subversivos. Por tanto, debe afirmarse, sin dubitación alguna, que todas las víctimas reconocidas eran civiles ajenos al conflicto armado”, reconoció el Tribunal Superior de Medellín, que reprochó además que la Fuerza Pública, en vez de proteger a la población, suministrara apoyo a los paramilitares. Por eso, en desarrollo de sus pesquisas, compulsó copias para que se siga investigando la conducta de varios miembros de la Fuerza Pública, funcionarios y empresarios.
Proyecto Medellín
En desarrollo de su idea paramilitar, Doble Cero puso sus ojos en Medellín. Su estrategia fue conquistar a los “combos” delincuenciales de las comunas y así orquestó el “Proyecto Medellín” para expulsar a las milicias urbanas de la guerrilla. “La ideología del bloque Metro era que acabáramos el vicio, que no dejáramos crear plazas de vicios”, declaró el desmovilizado Juan David Sierra, alias Bomba. “Como bloque Metro no se combatió a nadie. Los combos iban llegando, absorbiendo estructuras, y se esparcían hasta el centro de la ciudad”, agregó.Sin embargo, para 2000, en Medellín también hacía presencia otra estructura paramilitar: el bloque Cacique Nutibara. Doble Cero llegó con la venia de Carlos Castaño, como reconoció el desmovilizado Rodrigo Zapata Sierra, alias Caremondá. Pero Diego Fernando Murillo, alias Don Berna, jefe de la Oficina de Envigado y del Cacique Nutibara, reclamó ante la cúpula de las autodefensas por la invasión de su territorio. La respuesta que recibió fue: “O usted organiza esos bandidos que dejen de estar robando carros y haciendo daños a la ciudad o que Doble Cero le ponga orden, si es capaz”. (Óscar Ortiz: el sacerdote paramilitar de Medellín)
Ese fue el principio del fin para Rodrigo Doble Cero, quien, empeñado en mantenerse alejado del narcotráfico, se rehusó a aliarse con Don Berna. En principio, Carlos Castaño intermedió y, como si se tratara de hermanos disputándose un lugar de la casa, le asignó a Doble Cero la comuna nororiental y el Oriente antioqueño, mientras a Don Berna le tocó el resto del Valle de Aburrá. “Pero la imposición final de Carlos Castaño fue que se quedara el Cacique Nutibara con el control urbano de Medellín (…) Fue un golpe para Doble Cero”, manifestó su hermano, Antonio García Fernández.
Para 2002, comienzo del gobierno Uribe, las Auc tenían claro entregar sus armas. Pero Doble Cero se negó a ser parte de ese proyecto y perdió la protección de la cúpula de las autodefensas. Entonces el bloque Metro pasó a llamarse Movimiento Campesino Bloque Metro, “nombre que recibió hasta el exterminio de la agrupación armada irregular”. Doble Cero se ganó un enemigo muy poderoso, pues Don Berna también comandaba el bloque Héroes de Tolová en Córdoba y Urabá y conocía el mundo del narcotráfico desde sus entrañas, desde que fue escolta de socios del cartel de Medellín.
En el momento en que Carlos Castaño decidió no intervenir más en la disputa, se firmó la sentencia de muerte de Doble Cero. “Del bloque Metro no va a quedar ni un centímetro”, solía decir Don Berna. A su guerra se unió la plana mayor del paramilitarismo: Salvatore Mancuso, Vicente Castaño, Hébert Veloza (H.H.), Carlos Mario Jiménez (Macaco), Rodrigo Pérez Alzate (Julián Bolívar), Luis Arnulfo Tuberquia (Memín), Alcides de Jesús Durango (René) y Ramiro Vanoy (Cuco). Todos comandantes de los bloques que rodeaban Medellín. Doble Cero no tuvo cómo escapar de su destino.
Sus enemigos compraron a muchos de sus hombres. Les ofrecieron mejores salarios y eso funcionó porque muchos integrantes del bloque Metro se pasaron al Cacique Nutibara. El sector de La Sierra (como lo retrata el documental del mismo nombre), en la Comuna 8, fue el primer escenario de la guerra. El primer golpe fue que cien hombres del bloque Metro se fueran con Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio, jefe de la Oficina de Envigado, que luego se entregó a la DEA con ayuda de su hermana, la exfiscal antimafia Cruz Elena Aguilar. La estrategia, dice el fallo, fue “ir desmembrando el bloque”.
El 9 de agosto de 2002, Álvaro Uribe tuvo que enfrentar su primera masacre como presidente, a escasos dos días de su posesión. En zona rural de Segovia fueron acribillados 24 combatientes del bloque Metro. “Lo hicieron como mandándole un mensaje de bienvenida”, expresó Juan García. “Estábamos en la finca en San Carlos y mi hermano llegó allá. Estaba muy dolido, sentido y dijo que a partir de este momento se declaraba la guerra, porque la masacre la hizo el Ejército”. Y agregó García: “A él le dolió tanto eso que dijo: ‘Hoy corto con la Fuerzas Militares, corto con las Auc’”.
Su contragolpe fue igual de duro. En mayo de 2003 secuestró a “uno de los más destacados comisarios políticos” del Cacique Nutibara, Carlos Arturo López, en Santa Elena. Lo torturó y lo asesinó. “Acudimos por interpuestas personas a los comandantes del bloque Metro (…), sin embargo, todos los esfuerzos resultaron írritos”, relató Julián Bolívar. A los tres días, el cadáver de López fue hallado en una fosa, desfigurado y amarrado con alambre de púas. “Ocurrida esta afrenta, no nos quedó otro camino que el doloroso camino de la guerra fratricida”.
Los enemigos de Doble Cero, conscientes de su superioridad numérica, avanzaron hacia el nordeste antioqueño. H.H. aportó en agosto de 2003 unos 120 hombres del bloque Calima, y su principal teatro de operaciones fue el barrio La Sierra de la Comuna 8. “Yo quedo encargado de entrar a la zona más fuerte de alias Doble Cero, que era Santo Domingo, San Roque y Cristales. Nos concentramos en Guarne, avanzamos a Santo Domingo y allí se nos agregan personal del bloque Mineros, del grupo de alias René y de alias Memín. Todo eso fue quedando bajo el mando mío y del Cura”.
Las cartas de Doble Cero estaban marcadas. Se reunió algunas veces con Don Berna, sin éxito. El desmovilizado Rodrigo Zapata contó que, ya jugado por su causa, Doble Cero envió una carta a Vicente Castaño en la que en tono airado le dijo “que qué comandante iba a (ser) si se la pasaba en una hamaca tomando whisky caro con dos putas sentadas en las piernas”. En 2003, los bloques Héroes de Granada y Cacique Nutibara, con ayuda del batallón Girardot del Ejército, lo doblegaron. Pero, a pesar del cerco y del apoyo de otros bloques, Don Berna no dio con Doble Cero. Entonces interceptó su teléfono y lo ubicó en Santa Marta.
“La operación de desarme del bloque Metro contó con una táctica de guerra que se extendió a la Comuna 13” y llegó a propagar la guerra a 275 barrios de Medellín. Doble Cero perdió terreno, poder y hombres, hasta que se escondió con su familia en la costa. “Se combatió a Doble Cero por sapear a la gente del narcotráfico, de Don Berna y Macaco”, ratificó Elkin Casarrubia, alias el Cura, segundo al mando del bloque Calima. La orden se hizo efectiva el 28 de mayo de 2004, con el asesinato de Doble Cero, mientras la cúpula de las autodefensas negociaba su desmovilización en Santa Fe de Ralito. (Medellín no deberá disculparse por violencia paramilitar en la ciudad)
La letra menuda de esta guerra, sumada a la que se desplegó contra la población civil, queda resumida en la sentencia del Tribunal Superior de Medellín. En ella no solo se ratifican condenas a un puñado de integrantes del bloque Metro, sino que se detallan sus tácticas de combate, cómo aprendían a asesinar y desaparecer o las estrategias que usaron para el control político, como en 2002, cuando, según los desmovilizados, se presionó para que se votara a favor de Uribe Vélez a la Presidencia. El Tribunal ordenó reparación colectiva para Granada y San Roque y sugirió hacerlo con Medellín.