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Cuando Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, abandonó la unidad de cuidados intensivos del Hospital Saint Thomas tras ser tratado por coronavirus el pasado domingo, ojeroso y demacrado, agradeció en especial a dos personas que cuidaron de su salud: “Jeny”, una enfermera neozelandesa y a “Luis”, un enfermero portugués “de cerca de Oporto”.
“La razón por la que mi cuerpo comenzó a tener oxígeno suficiente fue porque ellos se quedaron a vigilarme cada segundo durante la noche y porque estaban preocupados por hacer todo lo que necesitaba”, dijo Johnson tras su salida del centro médico.
Para muchos británicos lo ocurrido con el primer ministro en esta crisis del coronavirus fue una irónica paradoja. Johnson se convirtió en el primer líder mundial en contraer el COVID-19 cuando en marzo desestimó la gravedad de la situación e incluso llegó a decir que “saludaba de mano a todo el mundo”. Luego, cuando fue internado por haber contraído el virus, quienes cuidaron de él fueron inmigrantes, los mismos a los que Johnson acusaba de “vaciar” las finanzas del estado en su campaña a favor del Brexit.
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Luis Pitarma, “el portugués”, lleva en Reino Unido desde 2014. Es uno de los muchos enfermeros que migraron a las islas en busca de mejores condiciones laborales. En su natal Portugal, el enfermero percibía casi cuatro veces menos de lo que gana hoy en Londres. Por eso no fue casualidad que le asistiera un portugués. De hecho, en los hospitales públicos británicos abundan los profesionales de ese país. Pero tras el Brexit esta situación ha cambiado.
En el 2016, el Consejo de Enfermería y Obstetricia británico tenía registrados 1.064 sanitarios lusos. Desde el referéndum, los nuevos registros han caído un 85 % por año. La tendencia general es a la baja también en profesionales de otros países, pues mientras en junio de 2016 había 89.546 empleados extranjeros en el Servicio Nacional de Salud, en ese mismo mes de 2019 se registraron a 63.842. Hay nacionalidades entre las que se constatan caídas de incluso del 90 %.
Con el Brexit ya efectivo desde el pasado 31 de enero, lo ocurrido con el primer ministro británico ha movilizado a varios activistas a promover una flexibilización migratoria para profesionales de la salud. El objetivo es que no haya demasiadas restricciones para los médicos y enfermeros extranjeros que quieran establecerse en el Reino Unido, uno de los países más afectados por la pandemia del coronavirus con cerca de 93.873 casos y 12.107 fallecidos (al 14 de abril).
“Los refugiados y migrantes están expuestos a grandes riesgos durante la pandemia. Sin embargo, muchos de ellos juegan un papel importante como médicos, enfermeras, domiciliarios y apiladores, todos clave para la respuesta a la pandemia de Covid-19. Son trabajadores vitales, esenciales y fundamentales que salvarán nuestras vidas, a menudo arriesgando las suyas", dijo a The Guardian Marta Foresti, directora del Instituto de Desarrollo de Ultramar en Europa.
Trump, otro caso paradójico
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Pero esta paradoja migratoria no solo se ha dado en el Reino Unido. Por la emergencia de la crisis, la administración de Donald Trump, en Estados Unidos, pidió a los profesionales médicos extranjeros, sobre todo a aquellos que trabajan con la COVID-19, a contactar con los consulados para acelerar la tramitación de sus visados y puedan incorporarse cuanto antes a la lucha contra la pandemia.
El sistema de salud de los Estados Unidos ya depende en gran medida de los inmigrantes. De acuerdo con un informe reciente del Instituto de Política Migratoria, hay alrededor de 1,5 millones de inmigrantes empleados en el sector salud como médicos, enfermeras y farmaceúticos. Los extranjeros representan el 17 % del total de empleados sanitarios y se calcula que al menos uno de cada cuatro doctores es migrante.
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Sin embargo, este número podría ser aún mayor si no fuera por muchas de las restricciones que hay hoy en día para estos profesionales. Los médicos extranjeros pueden esperar años para obtener sus permisos de trabajo, y las enfermeras, por su parte, no pueden llegar a los Estados Unidos con visas de trabajadores temporales. De acuerdo con Greg Sisking, un abogado de inmigración que representa a médicos, cerca de 4.000 doctores llegan al año al país con el objetivo de establecerse allí, pero solo 1.500 lo consigue.
“Deberíamos aprender de esto en el futuro y reconocer el valor de todos nosotros contribuyendo a nuestras sociedades y economías. Esperamos que esta pandemia ponga fin del ambiente hostil contra los migrantes de una vez por todas”, afirma a The Guardian Marta Foresti, directora del Instituto de Desarrollo de Ultramar.
La agresiva llegada del coronavirus a Estados Unidos, donde hay 602.246 casos confimados y 25.162 fallecidos (al 14 de abril), aceleró una discusión que pudo retrasarse años. Ya la Asociación de Colegios Médicos Americanos proyectaba que el país enfrentaría una escasez de médicos antes de la pandemia. Y mientras hay escasez de profesionales, según el Gobierno, hay 263,000 inmigrantes y refugiados con títulos en campos relacionados con la salud, trabajando en labores de bajo nivel o sin oficio, que esperan una oportunidad.