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La tensión política de las últimas semanas en Estados Unidos, marcada por la elección del juez Brett Kavanaugh en la Corte Suprema, la caravana de migrantes que se acerca a la frontera y la latente violencia que amenaza al país, convocó a millones de votantes a salir a las urnas este martes. El fin de semana comenzaron a romperse los récords de participación electoral en la que influyeron no solo las campañas políticas, sino medios de comunicación y figuras públicas. Pero, aunque los resultados de estos comicios se presenten como un referéndum de popularidad sobre la administración Trump, solo indican quién ha tomado el poder y no lo que el público piensa del presidente.
“La forma como interpretamos las elecciones es extraña, porque la forma como las conducimos también lo es. La idea de emitir un veredicto gira, implícitamente, sobre la idea de que las elecciones expresan la voluntad nacional. Pero no estructuramos las elecciones para hacer nada de este estilo. Nuestras elecciones simplemente deciden quién tiene el poder y a menudo están diseñadas para distorsionar la voluntad del público”, dice el fundador y editor del portal Vox, Ezra Kelin.
Las votaciones han sido en una porción la opinión del electorado sobre Trump, a quien la economía le sonríe. Pero si bien el presidente marcó la agenda informativa de los comicios, no estuvo en las boletas electorales del martes, por lo que sacar conclusiones sobre su administración a partir de estos resultados es apresurado. “La votación no resolverá claramente quiénes somos como país, ni siquiera cómo nos sentimos respecto a Trump”, concluye Kelin. La cuestión que sí se resuelve es quién controla la Cámara de Representes y el Senado. Un control dividido, sin embargo, no es motivo de preocupación. Como señala el senador Mitch McConell: “El gobierno dividido es en realidad el mejor gobierno, el mejor momento para abordar cosas realmente difíciles”.
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Independientemente de quién haya tomado el poder tras las elecciones, el nuevo Congreso enfrentará una serie de retos para los próximos dos años con una nación estrechamente dividida. El asunto más importante en juego es la posibilidad de un impeachment a Trump, para el que los demócratas necesitan del control total del Congreso. Con el poder de la Cámara, a los demócratas solo les alcanza para impulsar el proceso de destitución.
Pero, además de Trump, también hubo otros exámenes importantes en estas elecciones que se deben estudiar con detalle, como el del movimiento feminista, que, con notoriedad, postuló a una cifra récord de mujeres para diferentes puestos del Gobierno. Asimismo, la comunidad afro y la LGBT enlistaron a una cifra sorprendente de candidatos que ofrecieron diversidad a estos comicios.
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Las elecciones del midterm, en el que también se rompieron las marcas de gasto de campañas, fueron un campo de pruebas para los demócratas para ensayar las estrategias con las que esperan derrotar en el futuro el efecto de la derecha que provocó Trump. Ahora los liberales tendrán un breve espacio para acomodar sus piezas y maquinaria antes de que comience oficialmente la carrera por las presidenciales de 2020.