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La semana pasada Estados Unidos dio un paso clave para adelantarse a sus rivales en la carrera espacial que, a diferencia de lo que muchos pensaban, nunca terminó. El acuerdo al que llegó Donald Trump con el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, para usar la base de Alcántara (Brasil), equipada para realizar lanzamientos fuera de la tierra, deja entrever dos cosas. Primero, los ambiciosos planes que tienen las grandes potencias en los países latinoamericanos, puntos estratégicos aptos para este tipo de actividades. Segundo, lo cerca que estamos de ver un nuevo intento de conquistar el espacio exterior.
De hecho, el informe “Desarrollo espacial en América del Sur: una historia de fracasos y llegadas tarde”, del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), asegura que hoy en día la industria de la defensa está orientando “sus esfuerzos en el desarrollo de ingenios con capacidad de operatividad en el espacio exterior y hoy todo Estado que pretenda cambiar su posición en el escenario internacional debe tener desarrollo espacial”. Todo esto con tal de que en los próximos años se pueda habitar Marte o la Luna y explotar sus materiales. Eso sin contar con la esperanza de lograr hacer realidad el turismo espacial.
El gobierno de Donald Trump tiene afán por llevar a cabo otra proeza como la de 1969, cuando los astronautas Neil Armstrong y Edwin Buzz Aldrin se convirtieron en los primeros seres humanos en pisar la Luna. En 2017, Trump firmó un documento en el que se comprometía a impulsar nuevas misiones en el espacio y la NASA aseguró que en el 2028 enviaría su primera misión tripulada a Marte. El pasado lunes, el vicepresidente del país aseguró: “La primera mujer y el próximo hombre en la Luna, ambos, serán astronautas estadounidenses, lanzados por cohetes estadounidenses, desde suelo estadounidense”.
Y es que en 2011, la NASA puso fin a los vuelos de sus transbordadores espaciales. Desde entonces, depende de Rusia para llevar a sus astronautas a la Estación Espacial Internacional (EEI).
Latinoamérica juega un rol clave en todo este ajedrez. Sin embargo, el uso del cuartel brasileño todavía no es seguro. El documento firmado por los presidentes todavía debe pasar y ser aprobado por los congresos de ambos países, un riesgo teniendo en cuenta los antecedentes. En el año 2000 ya se había llegado a un acuerdo similar con el presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), pero fue rechazado por el Congreso brasileño, porque “representaba una amenaza para la soberanía nacional del país”. Le puede interesar: Brasil se acerca al espacio
Además, la última vez que se utilizó la base fue en 2003, cuando una explosión del cohete VLS-1 mató a 21 personas, entre las cuales había 13 ingenieros que estuvieron involucrados en el proyecto más de veinte años. Estados Unidos, sin embargo, está convencida de que algo así no volverá a ocurrir. De hecho, ve en ella las condiciones perfectas para competir contra el centro espacial de Kourou, en la Guyana Francesa, operada por la Agencia Espacial Europea.
Alcántara cuenta con una extensión de 620 km2 y tiene una ubicación ideal para lanzamientos, pues está muy próxima a la línea del Ecuador (a 2°18’ de latitud sur), lo que permite economizar hasta 30 % del combustible o llevar más carga.
La competencia
Estados Unidos no es el único interesado en el espacio ni en capitalizar puntos estratégicos en territorio latinoamericano. Desde hace un par de semanas, expertos de 25 países, entre ellos Rusia, China e India, se reunieron a puerta cerrada en Ginebra para tratar de sentar las bases de un acuerdo con el fin de prevenir una carrera armamentística en el espacio.
Y es que Rusia está avanzada en el tema. Basta recordar cuando Putin aseguró que para 2028 llegaría a Marte la primera misión tripulada. Además, el pasado miércoles, Glavkosmos, filial de la Agencia Espacial Federal de Rusia, señaló que hubo discusiones con la Agencia Bolivariana de Actividades Espaciales (ABAE), de Venezuela, sobre posibles colaboraciones en el futuro. “Roscosmos y Glavkosmos tuvimos una reunión con los colegas de ABAE. Presentamos las capacidades de nuestra industria espacial y discutimos la posible cooperación entre Rusia y Venezuela”, señaló la agencia en su cuenta de Twitter. Lea también: Trump emite una orden para crear un Comando Espacial
El informe del IEEE también asegura que Rusia se ha valido de países del hemisferio, como Nicaragua, que todavía no cuentan con avances autónomos en asuntos espaciales, para consolidar otros puntos desde donde operar. En 2014, ambos firmaron un acuerdo del que la Cancillería rusa señaló: “El documento define las directrices necesarias, las normas y las condiciones para el desarrollo de las relaciones bilaterales en el campo de las actividades espaciales”.
Lo mismo para China, que en los últimos dos años destinó US$8.000 millones del presupuesto nacional a la exploración de la Luna. En marzo del 2018 se conoció la inauguración de una base espacial en la Patagonia (Argentina) desde donde lanzaría una misión para ser el primer país en llegar al lado oscuro de la Luna, lo cual lograron el pasado enero.
Sin embargo, la manera como se negoció la base —en secreto, cuando Argentina estaba desesperada por captar inversiones— y las preocupaciones de que esta pudiera mejorar las capacidades de China para recabar información en el hemisferio han detonado un debate en Argentina sobre los riesgos y beneficios de dejarse arrastrar a la órbita de China.
“Pekín ha transformado las dinámicas de la región, desde las agendas de sus dirigentes y empresarios hasta la estructura de sus economías, el contenido de su política e incluso sus dinámicas de seguridad”, dijo R. Evan Ellis, profesor de estudios latinoamericanos de la Escuela Superior de Guerra del Ejército de Estados Unidos. Le recomendamos: Pence vaticina que EE.UU. volverá a la Luna
Posiblemente este panorama juega un papel fundamental para que los primeros resultados del encuentro hayan sido acusaciones por parte del gobierno de Donald Trump hacia sus homólogos: el ruso Vladimir Putin y el chino Xi Jinping. “¿Cómo podemos creer que Rusia se toma en serio la prevención de la carrera de armamentos en el espacio exterior cuando son ellos quienes están desarrollando armas antisatélites lanzadas desde la Tierra?”, aseguró la subsecretaria de Estado estadounidense.
Luego criticó a China por desarrollar instrumentos para interferir las emisiones de los satélites, así como misiles capaces de alcanzar satélites en órbita baja. En vista de esto, “es difícil evaluar la veracidad del compromiso de China”, sentenció la responsable estadounidense.
Según el IEEE, este movimiento geopolítico deja a la región en un estado de vulnerabilidad respecto al acceso de tecnología extranjera, “debido a la falta de autonomía de operación en dicho escenario, lo cual, ante un eventual cambio de uso del espacio debido a las tensiones, podría orillar a la región a la toma de partido por uno de los bandos, restando los beneficios de mantener una política internacional abierta al sistema internacional”.