Trump y Putin contra Europa

Los presidentes de Estados Unidos y de Rusia se reunen hoy en Helsinki. A ambos líderes los une algo: la desconfianza, si no enemistad, de Europa. ¿Cuáles son los objetivos del encuentro?

Miguel M. Benito
16 de julio de 2018 - 02:30 a. m.
Los presidentes de EE.UU., Donald Trump, y de Rusia, Vladimir Putin, tendrán hoy su primera cumbre bilateral.  / AFP
Los presidentes de EE.UU., Donald Trump, y de Rusia, Vladimir Putin, tendrán hoy su primera cumbre bilateral. / AFP
Foto: AFP - MIKHAIL KLIMENTYEV
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El presidente de Rusia, Vladimir Putin, es uno de los grandes triunfadores del Mundial de Fútbol. Más allá del resultado deportivo, Rusia ha mostrado al mundo una de las mejores imágenes posibles. Infraestructuras y obras modernas, organización eficaz y sin incidentes. Sensación constante de seguridad. Todo bajo, o por, según cada cual decida, el liderazgo omnipresente de Vladimir Putin. Y justo, tras el cierre del Mundial, la guinda en el pastel: Helsinki.

El mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, aterriza seguido por el caos que él crea. El paso por Europa –reunión de la OTAN y visita a Londres- vuelve a mostrar al Trump agitador y generador de ruido y confusión. La cita en la capital finlandesa será un paréntesis, seguramente breve, en ese estrépito. Helsinki, como bálsamo para otra atropellada gira internacional.

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Descontando gestos y fotos, ¿cuáles son los objetivos que animan el encuentro entre los presidentes ruso y estadounidense? Todos y ninguno. Se hablará de varios asuntos de la agenda global sin concretar en ellos. El resultado, tal vez, una declaración general de preocupación o interés en la situación de Siria, Ucrania, en el control de armamentos o alguna otra cuestión global, unida a una manifestación de ambos países para colaborar en todos los grandes problemas que afronta el mundo hoy. Por tanto, una especie de ceremonia inaugural y relanzamiento de la relación bilateral. La reunión presidencial intentará marcar el tono de lo que deberá venir después. Cualquier logro real que pueda salir de Helsinki llegará tras largos esfuerzos de los diplomáticos.

Teniendo claro que no se puede esperar mucha sustancia del encuentro, ¿por qué ambos gobiernos han dedicado tanta atención a su preparación? En primer lugar, porque las imágenes de los dos líderes inundarán las televisiones y se convertirán –por un breve momento- en los símbolos de poder y liderazgo global.

En ese sentido, Putin ha venido usando este tipo de citas para recrear la imagen de la Rusia postsoviética como la superpotencia que fue –y que todavía no ha vuelto a ser-. Por esa vía, la confianza de los rusos en Rusia y en su jefe de Estado crece. El gran beneficio es el eco doméstico. Al mismo tiempo, le permite recuperar la influencia internacional perdida, la, más aparente que cierta, vocación global de Rusia.

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Por su parte, Trump ha visto en sus giras, reuniones, interacciones con otros líderes la manera de acallar sus constantes y abundantes escándalos domésticos –el más reciente, el de la separación de familias de inmigrantes-. Eso sí, al estilo Trump. Es decir, convirtiendo las previsibles y estandarizadas reuniones multilaterales y/o países con aliados de Estados Unidos en genuinos eventos de caos y desconcierto o manteniendo reuniones cordiales y amigables con enemigos.

Trump ha repetido en su viaje a Bruselas (reunión de la OTAN) y Londres, lo mismo que hizo en la cumbre del G7 anterior al encuentro con Kim Jong-un, en Singapur. ¿Será Helsinki algo parecido? Cabe pensar que sí. Trump es sorpresa y agitación; Putin, estrategia y predictibilidad. Putin busca apariencia de grandeza y poder; Trump necesita reafirmación ante sus electores. Para Trump la America first, que prometió a sus votantes, se manifiesta solo cuando regaña públicamente a sus aliados y, de vez en vez, se mezcla con pretensiones de estadista cuando se reúne con los enemigos.

Pero, junto a las ganancias superficiales y a las expectativas de futuro, a Putin y Trump los une algo: la desconfianza, si no enemistad, de Europa. Trump simplemente no comprende la historia y razón de ser. Recela de la integración, de los acuerdos y obligaciones internacionales. Putin percibe la OTAN y la UE como el enemigo, a las puertas del mundo eslavo. Así, con ese punto común, ambos presidentes están haciendo lo que pueden para debilitar los constructos europeos, Unión Europea y OTAN, surgidos tras la Segunda Guerra Mundial y el colapso total de Europa. Paradójicamente, lo que fue obra de la voluntad europea y, a la vez, del interés de URSS y Estados Unidos, hoy es un obstáculo para Trump y Putin.

En este sentido, la UE supone una estructura de reglas de funcionamiento para el orden internacional alejadas a la vocación zarista de Putin y el aislacionismo de Trump. Erosionar el modelo europeo es el medio más efectivo de rehacer el medio internacional de valores y normas más cómodas para Putin y Trump. Para Erdogan y Xi Jinping. Para la familia Saud y a Al-Assad. Y, en definitiva, para aquellos que perciben el mundo como era a comienzos del siglo XX. Porque, en el fondo, desgastar el orden europeo conduce al declive del orden internacional liberal, que es el entorno en el que, al amparo de instituciones, normas, prácticas, tratados y acuerdos a su medida, las democracias liberales tienen más facilidades para desarrollarse y triunfar. Cuando Trump, como presidente de la democracia más poderosa, rechaza los acuerdos internacionales, ataca a sus aliados o al G7, renegocia el Nafta, etc. da legitimidad a todos los revisionistas del actual orden internacional.

Por supuesto, Trump y Putin aprovechan la propia debilidad de la democracia representativa tradicional manifiesta tras la crisis financiera-económica de 2008 y la propia crisis de las instituciones europeas y el estímulo del euroescepticismo.

Así que la suma de Putin y Trump puede que no dé ningún gran resultado a corto plazo, pero sí supone un desafío a la posición de Europa en el actual orden internacional y, por extensión, ese orden internacional. Corresponderá a Europa dejarse hacer o reaccionar y afirmarse. Afirmarse como una unidad política con voluntad de ejercer poder en el medio internacional y dotarse de los medios que garanticen su independencia. Quizá haya llegado el tiempo de reinventar la UE y de crear un espacio europeo de defensa. Los líderes europeos, en el fondo, deberían agradecer la oportunidad que les brindan Trump y Putin.

* Historiador- internacionalista

Por Miguel M. Benito

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