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Cada vez que toca el balón con la camiseta de la selección española a Gerard Piqué lo pitan desde las gradas. El defensor central del FC Barcelona se ha convertido en el blanco de los chiflidos de la afición y se ha convertido en una costumbre en los estadios de España. El tema es tan crítico, que no ha podido ser revertido ni siquiera por el capitán de la Roja y símbolo del Real Madrid, Sergio Ramos, cuando ha mediado a su favor.
A Piqué, ser uno de los pocos jugadores catalanes que ha hecho pública su posición política abiertamente independentista, le ha causado una fuerte resistencia en su país, que en su mayoría rechaza la secesión de Cataluña. Una situación que deja en evidencia el hecho de que en la selección nacional española también quedan expuestas las problemáticas regionales que existen en todo el país.
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No es casualidad que el pasado mes de octubre Piqué declarara ante algunos medios su inconformidad. “Si el míster o cualquier persona de la Federación cree que soy un problema, no tengo ningún problema en dar un paso al lado y dejar la selección antes de 2018”. Pero pese a las críticas, el apoyo de sus compañeros, provenientes de todas las regiones del país, siempre ha estado ahí. Constantemente los jugadores hacen llamados para que cesen los pitidos, lo que hace pensar que la división viene de afuera y no de adentro.
España fue campeón del mundo en 2010, y cuando lo hizo fue con gran parte de los jugadores del Barcelona, y, por lo tanto, catalanes. Después de la alegría del triunfo las posiciones regionales del país no cambiaron y cada quien interpretó a su manera el trofeo. En Madrid se le consideró como un éxito de la nación, mientras que en Barcelona fue tomado como otro logro más de la excelencia deportiva del Barça.
Así lo piensa Manuel González, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de La Laguna, en Tenerife (España), quien además asegura: “En un marco de éxito deportivo cada parte, prensa y aficionados, reinterpretó el significado de la victoria conforme a sus intereses prioritarios”.
Si bien hay una rivalidad clara cuando compiten en sus equipos, especialmente entre los jugadores del Barcelona y del Real Madrid, las diferencias se omiten cuando visten la Roja. Eso piensa el periodista español de diario Marca, Juan Castro, quien asegura que el único momento en el que se vieron tensiones, según él, fue durante la dirección técnica de José Mourinho al mando del conjunto merengue, sólo meses después de haber conseguido el Mundial.
Aunque González considera que la rivalidad entre equipos sí podría influir dentro de la selección, también cree que “esto, en sí mismo, no tiene por qué representar un problema si se genera una convivencia de carácter plural y respetuoso con los sentimientos diferenciales. Además, las identidades que se suelen generar en el fútbol son más simbólicas y culturales que políticas”.
Por otro lado, está el tema de la prensa, que en España suele tener líneas editoriales marcadas y, por lo tanto, puede llegar a influir en la opinión pública con respecto a la selección. “Sin duda atiza las diferencias regionales. Cada diario deportivo tiene su público y el conflicto, real o ficticio, es fuente de un mayor número de ventas y audiencia”, dice Manuel González. “España, en términos deportivos, está muy fragmentada en dos grandes dimensiones: la órbita del Real Madrid y la del Barcelona, y esto tiene consecuencias en los aficionados y su forma de “sentir” de manera diferencial a la selección”, agrega el profesor universitario.
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La visión de este conflicto desde el periodismo es diferente. Juan Castro considera que la prensa nacional es bastante neutral, pero que el problema viene cuando desde Cataluña comienzan con las provocaciones. “La prensa nacional ni ayuda ni desayuda, se mantiene bastante al margen salvo en casos muy claros, como los pitos a Piqué. En Marca somos bastantes neutrales, el problema es la prensa catalana que obviamente se moja y no ayuda”.
Y justo ahora que los aires políticos están calientes en España con la llegada de un nuevo presidente y el futuro incierto del independentismo catalán, las figuras de la Roja tendrán que jugar con las sensibilidades de su país sobre su espalda y sobrellevar los brotes nacionalistas que traten de afectar el ambiente interno del equipo. ¿Podrán unir a España como lo hicieron en 2010?