¿Por qué las negociaciones del Brexit podrían desintegrar al Reino Unido?
La frontera en Irlanda llevó a un punto muerto las negociaciones del divorcio entre Reino Unido y la Unión Europea. Se espera que los diálogos se reanuden hacia el final de la semana.
Redacción Interncaional
En la mañana del lunes, la Unión Europea y Reino Unido habían alcanzado “un 90%” de los acuerdos necesarios para establecer las reglas de juego del Brexit, o al menos eso le dijo un alto funcionario de Bruselas al diario británico The Times. En esas mismas declaraciones estaba la clave del punto muerto al que llegaron los diálogos: al parecer había diferencias en cuanto a la frontera con Irlanda.
Cuando el 23 de junio de 2016 los británicos salieron a votar para decidir si su país continuaba o no dentro de la Unión Europea (UE), el mapa que dejó las elecciones era claro: en Irlanda del Norte y Escocia, la mayoría de la gente votó por permanecer dentro de la Unión y, sin embargo, eso no fue suficiente para ganar. El 51,9% de los británicos decidieron dejar atrás, entre otras cosas, el mercado común y las libertades migratorias que la UE le permite a sus estados miembros y se estableció el plazo de dos años para determinar los pormenores del divorcio.
(Lea también: ¿Qué cambió en Gran Bretaña un año después del Brexit?)
"Pese a nuestros mejores esfuerzos y al significativo progreso que nuestros equipos han alcanzado en los últimos días sobre los tres asuntos principales, no ha sido posible llegar a un acuerdo completo hoy", dijo la primera ministra británica Theresa May, a la salida de su reunión con el presidente de la Comisión Eurpea Jan-Claude Juncker, y en referencia a la factura que el Reino Unido tendrá que pagar para quedar a paz y salvo de todas la obligaciones económicas que adquirió mientras hacía parte de la Unión, los derechos de los ciudadanos y la futura frontera que separará a Irlanda del Norte del resto de Irlanda.
La frontera irlandesa es uno de los asuntos más complicados de las negociaciones. Según la televisión pública irlandesa y el diario Financial Times, un borrador del malogrado acuerdo incluía mantener las reglas del mercado único y la unión aduanera en toda la isla de Irlanda, tal como lo había solicitado el gobierno de Dublín. Esto querría decir que, al menos en el pequeño enclave británico en el norte de Irlanda, el Brexit no traería ningún cambio dramático, tal como lo habían pedido sus habitantes quienes se opusieron al Brexit en las urnas.
El entusiasmo duró poco. El Partido Democrático Unionista (DUP) de Irlanda del Norte, clave en el gobierno de coalición que permitió que May continuara en el poder tras su fracaso electoral en junio de este año, rechazó de plano esta posibilidad pues considera que las "divergencias reguladoras", los “separarían” del resto del país.
(Le puede interesar: Con una Theresa May debilitada ¿cambiará de rumbo el Brexit?)
La negociación que determinará si Irlanda será separada de Irlanda del Norte con puestos de control migratorios y de aduanas también podría menoscabar los Acuerdos de Paz de Viernes Santo, con los que se puso fin a la guerra con los independentistas irlandeses a través de la creación de instituciones que Irlanda del Norte compartiría con los gobiernos de Londres y Dublín.
El otro gran riesgo de que las negociaciones fallen en este punto es la posibilidad de revivir el sentimiento independentista escocés.
Tras los anuncios de este lunes, la primera ministra escocesa Nicola Sturgeon, se pronunció frente a la posibilidad de que Irlanda del Norte adquiera beneficios especiales frente al Brexit. Según ella, Un acuerdo de fronteras abiertas para Irlanda pondría a Escocia en una doble desventaja: no solo dejaría de atraer inversores, sino que reduciría su capacidad de crear oportunidades de trabajo.
“Si Irlanda del Norte permanece efectivamente en el Mercado único es todavía más importante para los intereses económicos y nacionales de escocia que nosotros también lo hagamos”, dijo Sturgeon cuya plataforma política está montada alrededor de la promesa de realizar un segundo referéndum independentista para Escocia. El primero, realizado en 2014 en septiembre de 2014 y en él, el 55.3% de los votantes decidió permanecer en el Reino Unido.
En la mañana del lunes, la Unión Europea y Reino Unido habían alcanzado “un 90%” de los acuerdos necesarios para establecer las reglas de juego del Brexit, o al menos eso le dijo un alto funcionario de Bruselas al diario británico The Times. En esas mismas declaraciones estaba la clave del punto muerto al que llegaron los diálogos: al parecer había diferencias en cuanto a la frontera con Irlanda.
Cuando el 23 de junio de 2016 los británicos salieron a votar para decidir si su país continuaba o no dentro de la Unión Europea (UE), el mapa que dejó las elecciones era claro: en Irlanda del Norte y Escocia, la mayoría de la gente votó por permanecer dentro de la Unión y, sin embargo, eso no fue suficiente para ganar. El 51,9% de los británicos decidieron dejar atrás, entre otras cosas, el mercado común y las libertades migratorias que la UE le permite a sus estados miembros y se estableció el plazo de dos años para determinar los pormenores del divorcio.
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"Pese a nuestros mejores esfuerzos y al significativo progreso que nuestros equipos han alcanzado en los últimos días sobre los tres asuntos principales, no ha sido posible llegar a un acuerdo completo hoy", dijo la primera ministra británica Theresa May, a la salida de su reunión con el presidente de la Comisión Eurpea Jan-Claude Juncker, y en referencia a la factura que el Reino Unido tendrá que pagar para quedar a paz y salvo de todas la obligaciones económicas que adquirió mientras hacía parte de la Unión, los derechos de los ciudadanos y la futura frontera que separará a Irlanda del Norte del resto de Irlanda.
La frontera irlandesa es uno de los asuntos más complicados de las negociaciones. Según la televisión pública irlandesa y el diario Financial Times, un borrador del malogrado acuerdo incluía mantener las reglas del mercado único y la unión aduanera en toda la isla de Irlanda, tal como lo había solicitado el gobierno de Dublín. Esto querría decir que, al menos en el pequeño enclave británico en el norte de Irlanda, el Brexit no traería ningún cambio dramático, tal como lo habían pedido sus habitantes quienes se opusieron al Brexit en las urnas.
El entusiasmo duró poco. El Partido Democrático Unionista (DUP) de Irlanda del Norte, clave en el gobierno de coalición que permitió que May continuara en el poder tras su fracaso electoral en junio de este año, rechazó de plano esta posibilidad pues considera que las "divergencias reguladoras", los “separarían” del resto del país.
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La negociación que determinará si Irlanda será separada de Irlanda del Norte con puestos de control migratorios y de aduanas también podría menoscabar los Acuerdos de Paz de Viernes Santo, con los que se puso fin a la guerra con los independentistas irlandeses a través de la creación de instituciones que Irlanda del Norte compartiría con los gobiernos de Londres y Dublín.
El otro gran riesgo de que las negociaciones fallen en este punto es la posibilidad de revivir el sentimiento independentista escocés.
Tras los anuncios de este lunes, la primera ministra escocesa Nicola Sturgeon, se pronunció frente a la posibilidad de que Irlanda del Norte adquiera beneficios especiales frente al Brexit. Según ella, Un acuerdo de fronteras abiertas para Irlanda pondría a Escocia en una doble desventaja: no solo dejaría de atraer inversores, sino que reduciría su capacidad de crear oportunidades de trabajo.
“Si Irlanda del Norte permanece efectivamente en el Mercado único es todavía más importante para los intereses económicos y nacionales de escocia que nosotros también lo hagamos”, dijo Sturgeon cuya plataforma política está montada alrededor de la promesa de realizar un segundo referéndum independentista para Escocia. El primero, realizado en 2014 en septiembre de 2014 y en él, el 55.3% de los votantes decidió permanecer en el Reino Unido.