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Los lazos amarillos pintados en el asfalto pronosticaban que la cárcel Mas d’Enric, en Tarragona, a una hora de Barcelona, estaba cerca. Están en todas las calles de Cataluña como rechazo a la detención de doce líderes políticos, quienes, según las autoridades españolas, promovieron el referéndum de autodeterminación y participaron en la posterior declaración de independencia unilateral, hace un año y dos meses.
Una de esos presos es Carme Forcadell, expresidenta del Parlamento de Cataluña. Desde hace once meses está en la cárcel, después de que la Fiscalía le imputara los delitos de rebelión, sedición y malversación. Según el ente acusador, permitió, en el ejercicio de su cargo, la votación del referéndum de autodeterminación, que provocó una crisis política sin precedentes en España. Ella asegura que cumplió con su deber de respetar la soberanía de un Parlamento escogido por la gente.
La cárcel, la más moderna de España, parece deshabitada. No hay ruido, ni gente alrededor. La guardia nos indica un corredor que nos lleva hasta una decena de cubículos. Forcadell está en el 29. Luce agotada al otro lado del vidrio. Toma el teléfono para un saludo amable, que acompaña con su mano golpeando el cristal. Le pregunto por cortesía cómo está, aún sabiendo cuán innecesaria y tonta es la pregunta, y ella responde, con la amabilidad que la caracteriza: “Resistiendo”.
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Forcadell es una mujer fuerte. Sus convicciones están bien cimentadas, aunque ella reconozca que tambalean cuando hay violencia. En Cataluña es reconocida por ser una promotora de su cultura y su idioma. Ha defendido el independentismo desde sus primeros cargos políticos, pero ella advierte que se identifica más como una defensora de la palabra y, por tanto, de la democracia.
Para ella, ya está cantado que la condenarán y en este momento trabaja en su defensa para disminuir la pena. La Fiscalía le imputa hasta 17 años de cárcel y sus abogados esperan que sean menos de diez. Insiste en que, a pesar de ser judicializada, la crisis política continuará y tiene la esperanza de que con el gobierno de Pedro Sánchez pueda existir la posibilidad del diálogo.
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En Colombia aún suena distante el conflicto entre Cataluña y España. ¿Usted cómo lo explicaría? ¿Podría enumerar los principales argumentos del proceso independentista?
No hablamos tanto de independencia como de democracia, derechos y libertades fundamentales. En todo caso, se trata de un conflicto político entre Cataluña y España por ejercer nuestro derecho a celebrar un referéndum de autodeterminación y decidir nuestro futuro político como nación. El problema es que se intenta resolver esto con una judicialización de la política y una politización de la justicia. En este momento, la separación de poderes en España está en entredicho. Eso es muy grave, porque se trata de la base de la democracia.
Según la ley española, usted cometió los delitos de rebelión, sedición y malversación.
No existe ningún delito de los que especifica. Yo, en concreto, como presidenta de la cambra catalana, representaba el poder legislativo. Por lo tanto, mi trabajo era moderar el debate parlamentario. En todas las sesiones parlamentarias se debatió y se respetaron los derechos de todos los diputados de la cambra sin excepciones. Sobre el caso que nos ocupa, si hubiera habido una mayoría parlamentaria en contra de la propuesta política que se estaba debatiendo, esta se habría rechazado. Pero este no fue el caso: había una mayoría parlamentaria a favor de su aprobación. Y, por otro lado, para que haya delitos tan graves como el de rebelión o sedición, por ejemplo, es necesario el uso de la violencia o un alzamiento público y tumultuario. Que me respondan ¿qué violencia o alzamiento hubo en el Parlamento? Todo lo que pasó fue democrático y pacífico. Por eso aseguramos que somos presos políticos.
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¿Por qué está en la cárcel?
Porque el gobierno español es incapaz de resolver un problema político de forma política. Utilizó un tribunal politizado para frenar un debate político en el Parlamento de Cataluña. Y lo que todos nos preguntamos es: ¿se puede hablar de todo o no en una democracia? La lucha de quienes estamos en la cárcel es por la libertad de expresión. Como presidenta, entiendo que mi función es permitir la palabra. En ese momento debíamos hablar todos y así lo hicimos: quienes estábamos a favor y quienes estaban en contra. Estoy en la cárcel porque estoy convencida del respeto por los derechos humanos.
Si pudiera retroceder ese día ¿hubiera cambiado algo de lo que hizo?
Es que hubiera incumplido mi función de presidenta del Parlament de Catalunya si no hubiera permitido este debate que pedía una mayoría parlamentaria legítima y democrática. Habría violado los artículos 16 y 20 de la Constitución, que hablan sobre la libertad ideológica y de expresión. No podía hacer otra cosa. En ese momento era la presidenta. Debía cumplir con mi deber, respetar la soberanía del Parlamento y el derecho de iniciativa de los parlamentarios. De hecho, como dato, ese día hablaron más minutos los partidos de la oposición.
Pero luego no se acató la orden del Tribunal Constitucional, que declaró como inconstitucional la ley del referéndum.
El mismo gobierno español no ha cumplido sentencias del Tribunal Constitucional; tampoco el Tribunal Superior, el mismo que nos va a juzgar. Pero nosotros estamos en la cárcel. Parece que en España hay unas instituciones que pueden incumplir y otras que no.
Siempre he defendido el diálogo. El origen de este problema está ahí: no se solucionó políticamente hablando.
Se pensó que con el cambio de gobierno, de Mariano Rajoy a Pedro Sánchez, la tensión bajaría. Incluso se pensó en la liberación de los políticos que están detenidos. ¿Usted cómo ve esta posibilidad? ¿Cree que el actual gobierno ha buscado acercamiento?
Me parece que el gobierno de Pedro Sánchez es más propenso al diálogo y esto es positivo. Hace falta ver si este diálogo se traduce en hechos concretos. La última reunión entre los dos ejecutivos (el catalán y el español) es una oportunidad para intentar solucionar este conflicto; un conflicto que se ve agudizado por el hecho de tenernos en prisión preventiva. Debemos tener en cuenta que es una detención injusta, porque esta se utiliza como última instancia, para asegurar que vamos a ir al juicio. Hasta ahora, todos los presos políticos hemos demostrado que lo haremos. Queremos defender la libertad y la democracia, y es difícil hacerlo desde la prisión. Sentimos que estamos en las mismas condiciones de quienes ya están condenados.
¿Qué cree que va a pasar en el juicio?
Creo que nos van a condenar. No sé a cuántos años. Esa es la gran incógnita. Sentimos que no tenemos garantías. Por ejemplo, nuestras pruebas no se han reflejado en el proceso. En mi caso, el atestado tenía errores. No hemos tenido una instrucción del caso justa y, por lo tanto, esto nos hace dudar de que tendremos un juicio justo.
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¿Cree que una condena pueda desatar jornadas violentas?
El movimiento independentista siempre ha sido pacífico y cívico y así tiene que seguir, aunque desde algunos sectores buscan que caigamos en provocaciones. Por eso es tan importante hacer un llamamiento al pacifismo. La huelga de hambre de los demás compañeros es muestra de ello. Lo único que me haría renunciar a mis ideas es acudir a la violencia por ellas.
¿Qué opina de la huelga de hambre de sus compañeros?
Respeto la huelga. Es una postura digna y valiente. Es una decisión personal que afecta también a sus familias. No deja de ser muy duro admitir que uno tiene que llegar a este punto para hacer valer su derecho de ser juzgado, sin impedimientos, por la justicia europea. Sin duda servirá para que el mensaje llegue al resto del continente.
¿La crisis logró traspasar las fronteras? Lo pregunto a propósito de las últimas visitas que ha recibido de eurodiputados. Incluso, el ministro belga respaldó a los presos políticos y eso desató una crisis diplomática entre las dos naciones.
Estoy recibiendo mucho apoyo. A la semana me llegan decenas de cartas de Francia, Bélgica, Islandia, Reino Unido y muchos países más manifestando su apoyo. Se incrementaron después de las visitas de los eurodiputados, quienes no entienden por qué estoy detenida. En parte, gracias a ellos se ha conocido nuestro caso. Comprenden que no son claros los delitos que me imputan y que estas decisiones van en contravía de la cultura democrática que hay en Europa. Por supuesto, también el papel de los exiliados ha ayudado a multiplicar nuestro mensaje.
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¿Qué consecuencias ha traído la crisis para Europa?
Hay siete exiliados y eso ha planteado un dilema para la Unión Europea: mientras el Reino Unido, Bélgica y Alemania permiten la libertad de estos políticos, España los encarcela. La pregunta es: ¿están dejando estos países en libertad a personas que cometieron un delito o en realidad el Estado español tiene inocentes en la cárcel?
Después de un año, ¿cómo ve el movimiento independentista?
Es un movimiento sólido. Cada vez hay más simpatizantes. En cada elección aumentan quienes piden un referéndum de autodeterminación. Quedó claro el pasado 21 de diciembre, cuando este bloque fue mayoría otra vez y en las peores condiciones: con presos políticos y exiliados.
¿Cuál cree que será la solución?
No sé cuándo, pero creo que esto se solucionará votando. Pero no solo el referéndum de autodeterminación de Cataluña, sino que habrá otros temas que España tendrá que poner a debate, como la monarquía. No cabe duda de que hay una crisis institucional.
Una parte del movimiento independentista propone un referéndum como el de Escocia.
Lo ideal es que sea como el referéndum escocés. David Cameron, cuando sucedió el brexit, aseguró: “Yo podría no permitir esta votación, pero soy un demócrata”. Ese es el camino. Puede pasar que la mayoría prefiera quedarse en España. Eso dependerá, también, de lo que España les ofrezca a los catalanes. Lo cierto es que en las últimas encuestas en Cataluña, un 80 % desea votar y un 90 % asegura que aceptará los resultados.
¿Cómo ha sido su vida en la cárcel?
La vida en la cárcel es muy dura y el hecho de estar lejos de mi familia es algo difícil de soportar. A la vez, la cárcel te ayuda a desarrollar empatía. Aquí me doy cuenta de lo difícil que ha sido la vida para muchas mujeres y la falta de oportunidades que han tenido. Intento ayudarlas en todo aquello que puedo y despertar su consciencia sobre sus derechos. Es importante empoderarlas porque, a menudo, han sido víctimas del machismo, aunque no sean concientes de ello. El machismo también está presente en la cárcel y aquí llevamos a cabo una lucha compartida por nuestros derechos como mujeres. Las instituciones son el reflejo de la sociedad y, por lo tanto, puedes imaginar que si la sociedad es machista, también lo será la cárcel. ¡Incluso más!
¿Se ha sentido sola?
No. He tenido un gran apoyo afuera. Mis familiares y amigos no me desamparan. Ese apoyo ayuda muchísimo. Lo agradezco. En la cárcel la vida es muy dura. Convivo con personas muy diferentes. Estoy lejos de quienes quiero. No hay nada más valioso que la libertad. Hay días en los que la tristeza me gana. En la Navidad, en el cumpleaños de madre o de mi nieto; pero soy consciente de que debo ser fuerte.
¿Qué ha aprendido de este proceso?
Me falta perspectiva histórica para responder esta pregunta. Seguro debemos aprender de muchos errores que cometimos; sin embargo, ha pasado poco tiempo. Pero constantemente me cuestiono: ¿qué pude haber hecho? ¿Pude evitarlo? No sé. Solo sé que las cosas siempre se pueden hacer mejor. Estoy esperando a que el tiempo pase y ver qué sucede con mi juicio.
¿Qué quiere de este juicio?
Quiero que sea público y ojalá vengan observadores internacionales. Que ellos cuenten qué sucede. De todas formas esto es el inicio. Los presos políticos queremos llegar hasta el Tribunal de Estrasburgo. Queremos un juicio justo.