Chile atrapado entre dos pandemias: el coronavirus y la xenofobia

Los ataques contra la comunidad asiática comenzaron poco antes de que el coronavirus aterrizara en suelo chileno. Ahora la xenofobia ha evolucionado, y son los italianos y los españoles quienes se sienten atacados.

María M.Mur EFE
07 de abril de 2020 - 05:16 p. m.
Una máscara facial cuelga de un espejo retrovisor en un automóvil en Santiago en medio de la nueva pandemia de coronavirus. / AFP
Una máscara facial cuelga de un espejo retrovisor en un automóvil en Santiago en medio de la nueva pandemia de coronavirus. / AFP
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Primero fue la comunidad asiática. Y luego, la italiana y la española. La pandemia de la COVID-19 ha sacado a la luz comportamientos xenófobos en distintas partes del mundo contra las naciones más afectadas por el virus, una reacción que los expertos achacan al miedo y a la ignorancia.

Era mediados de febrero, el nuevo coronavirus aún no había llegado a Latinoamérica y la argentina-coreana Sol Park hacía fila en la aduana del aeropuerto de Santiago de Chile cuando se sintió violentada por la familia que aguardaba turno detrás de ella.

"El padre insistía al hijo para que no se acercara mucho. Se notaba que tenía miedo... Al final, terminaron dejando pasar a otras personas para no estar cerca de mí. Me sentí un poco indignada", reconoce a Efe esta periodista de 26 años desde la capital chilena, donde vive desde hace una década. No ha sido el único episodio de discriminación que le ha tocado soportar.

Hace unas semanas, mientras compraba en un pequeño comercio, unos adolescentes se burlaron de ella y fingieron estornudar y toser a su lado. "Intento que no me afecte mucho, pero sí me duele cuando se lo hacen a miembros de mi familia", agrega.

La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), con sede en Suiza, asegura que desde el inicio de la pandemia se han dado innumerables ataques contra la comunidad asiática, que van desde insultos y negación de servicios hasta actos brutales de violencia.

En las redes sociales proliferan además un sinfín de "memes" sobre las costumbres gastronómicas chinas y teorías de la conspiración sobre el origen del coronavairus, que se detectó por primera vez en diciembre en un mercado de la ciudad china de Wuhan.

Mandatarios como Donald Trump tampoco ayudan a combatir el estigma. El estadounidense insistió durante semanas, antes de que Estados Unidos se convirtiera en el foco de la pandemia con más de 350.000 casos, en llamar al SARS-CoV-2 "virus chino", lo que tuvo un efecto directo en los negocios de la comunidad asiática, según los expertos.

En el célebre Chinatown de Nueva York, los comerciantes llegaron a reportar pérdidas de hasta un 80 % durante los primeros meses de la pandemia en Asia.

"Los líderes sociales, políticos y religiosos no solo deben abstenerse de hacer comentarios xenófobos, sino que deben aprovechar su influencia para denunciar cualquier comportamiento discriminatorio", dijo a Efe Marta Hurtado, portavoz de ACNUDH.

El estigma, apuntó Hurtado, afecta a la víctima, pero también a la sociedad en su conjunto porque "las personas que lo sufren pueden tender a esconder los síntomas de la enfermedad y no buscar la asistencia médica necesaria".

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En España, cuando la COVID-19 aún se veía muy lejana y nadie se imaginaba que el país fuese a ser el segundo con más muertes del mundo, un grupo de personalidades chinas lanzó la campaña "No soy un virus" que se hizo viral y saltó incluso a las pasarelas del Madrid Fashion Week en una camiseta que lucía el artista hispano-taiwanés Chenta Tsai, popularmente conocido como "Putochinomaricón".

"La prevención es entendible. Durante las vacas locas dejamos de comer ciertos productos, pero eso no justifica ataques como los que sufrió un grupo de estudiantes chinos en Huelva, a quienes se les impidió entrar a un bar", denunció en febrero a Efe el abogado y uno de los ideólogos de la campaña, Antonio Liu Yang.

En apenas cuatro meses, el virus se ha expandido a una velocidad de vértigo por todos los continentes -excepto la Antártida-, desconociendo fronteras y paralizando prácticamente el mundo. El balance global hasta este martes se acerca a 1,3 millones de contagios y 70.000 muertes.

Para la coordinadora de la Cátedra Racismos y Migraciones Contemporáneas de la Universidad de Chile, María Emilia Tijoux, la pandemia está desbaratando las dinámicas tradicionales del racismo, pues ahora mismo, y dado que el foco está en Occidente, están siendo discriminados los "privilegiados hombres blancos".

En la India, por ejemplo, la Embajada de España denunció recientemente el "hostigamiento sistemático al extranjero" y mostró su preocupación por un grupo de turistas españoles que se habían quedado atrapados en Goa: "Se les está negando la venta de comida en locales", dijo a Efe el cónsul español en Bombay, Jorge de Lucas y Cadenas.

La xenofobia, apuntó la socióloga chilena, se va a ir moviendo como una suerte de bumerán, yendo y viniendo en función de cómo se vaya expandiendo la pandemia. Tanto es así que incluso en China, la zona cero, se están reportando ataques contra europeos por miedo a que rebrote el virus, ahora contenido.

También se están dando episodios xenófobos en Latinoamérica. El madrileño Martín Henríquez cuenta a Efe que la constructora española para la que trabaja ha tenido problemas con la comunidad cercana a la carretera que está levantando en el centro de Colombia porque querían bloquear las obras bajo el pretexto de que "los españoles nos van a contaminar".

"Cuando salgo a la calle para ir a comprar, lo hago siempre con mi pasaporte para demostrar que hace meses que no viajo a Europa porque, aunque tengo cédula, me da miedo que las autoridades me paren por mi acento español y se piensen que acabo de estar allí", reconoce el joven.

Tijoux asegura que el racismo lo propaga la ignorancia -"y lo amplifica el fascismo"-, que tiene difícil solución y que surge de la necesidad del ser humano de identificar al enemigo o al responsable de su "mal": "Es una plaga tan antigua como el hombre, que no hemos logrado desalojar de nuestros cuerpos", concluye.

Por María M.Mur EFE

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