¿El alto al fuego en Yemen es lo mismo que la guerra?
Aunque la ONU consiguió negociar una tregua entre el gobierno y los rebeldes hutíes (que se enfrentan desde hace cuatro años desencadenando la peor catástrofe humanitaria del siglo XXI), el alto al fuego ha sido regularmente vulnerado y permanece la tensión de una escalada del conflicto.
- AFP
Los médicos luchan por sanar a una mujer de 20 años con un corte en el cuero cabelludo por la bala de un francotirador en Hodeida, ciudad portuaria del oeste de Yemen donde sin embargo rige un alto el fuego.
En diciembre, la ONU consiguió negociar en Suecia una tregua entre el gobierno apoyado militarmente por Arabia Saudita y los rebeldes hutíes aliados de Irán.
La tregua fue saludada como la mejor oportunidad de poner fin a cuatro años de guerra en Yemen, pero parece pender de un hilo, y los beligerantes denuncian numerosas violaciones. El miércoles, la coalición contra los rebeldes amenazó con usar la fuerza para "obligar a los hutíes a respetar el acuerdo" de Suecia.
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Los civiles de Hodeida, principal punto de entrada de las importaciones y de la ayuda humanitaria al país, están atrapados entre un alto el fuego regularmente vulnerado y la perspectiva de un conflicto más sangriento todavía si finalmente estalla.
"No hay tregua", sentencia Alí Hasan Marzuqi. Su hija Hayat fue trasladada de urgencia a un hospital de campaña del pueblo de Ad Durayhimi, en la periferia sur de Hodeida, después de que una bala perdida le rozara la cabeza cuando estaba en casa.
"Tiradores de élite, artefactos explosivos caseros, minas, morteros...", enumera Iyad Nasser, director adjunto del hospital, en referencia a las causas de las heridas desde la tregua.
"Antes del alto el fuego, mi casa resultó dañada", precisó Mohamed Salé, de 46 años, en un campo en Joja. "Tras el alto el fuego, mi tienda resultó dañada. Nada cambió".
(Ver más: Yemen: Gobierno y rebeldes acuerdan tregua)
Muchos desplazados tienen miedo de volver a sus tierras, y acusan a los rebeldes hutíes de haberlas sembrado de minas como castigo por haber huido a zonas controladas por el gobierno.
Desde la entrada en vigor de la tregua, los hospitales de alrededor de la ciudad de Hodeida constataron una reducción del número de muertos, los pescadores se sienten más seguros y los trabajadores humanitarios lograron llegar hasta comunidades hambrientas que antes estaban aisladas por los combates.
Pero muchos civiles y responsables militares entrevistados dibujaron una estampa sombría de la situación, a saber, que el alto el fuego podría desmoronarse y sumir a Hodeida en una espiral más grave, capaz de sumir a todo el país en la hambruna.
Los habitantes de Hodeida "viven a la sombra de una reanudación del conflicto", porque la aplicación del acuerdo es "lenta", explicó Adam Baron, de la organización de análisis European Council on Foreign Relations (Consejo europeo de relaciones exteriores).
El emisario de la ONU Martin Griffiths admitió el lunes que la aplicación del acuerdo de alto el fuego y otro de intercambio de prisioneros se aplazó a causa de las dificultades sobre el terreno que retrasan el despliegue de un equipo de observadores.
(Ver más: Yemen, ¿y ahora qué?)
Los hutíes aprovechan la tregua para fortificar sus posiciones en el interior de Hodeida, bajo su control desde finales de 2014, explicaron los vecinos a la AFP, interpretando que hay preparativos para volver a la guerra.
Por su parte, el coronel emiratí Saíd Salmin, comandante que opera en la costa oeste de Yemen, rechaza las acusaciones rebeldes de que está reuniendo tropas cerca de la ciudad, aunque precisa que sus hombres están listos para combatir si es necesario.
"Tenemos los recursos, la capacidad de fuego, y la moral", explicó un responsable de la coalición pidiendo no ser identificado. "Pero estamos haciendo lo posible para controlar nuestras emociones y a nuestras tropas".
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Michael Knights, analista del Instituto de Washington de Política de Oriente Medio, cree que "la coalición y el gobierno yemenita tendrían que afrontar un clima internacional implacable si se reanuda la batalla".
En el Congreso estadounidense se alzaron voces poderosas a finales de 2018 para que Arabia Saudita rinda cuentas de la campaña militar en Yemen y del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado del reino en Estambul.
Los médicos luchan por sanar a una mujer de 20 años con un corte en el cuero cabelludo por la bala de un francotirador en Hodeida, ciudad portuaria del oeste de Yemen donde sin embargo rige un alto el fuego.
En diciembre, la ONU consiguió negociar en Suecia una tregua entre el gobierno apoyado militarmente por Arabia Saudita y los rebeldes hutíes aliados de Irán.
La tregua fue saludada como la mejor oportunidad de poner fin a cuatro años de guerra en Yemen, pero parece pender de un hilo, y los beligerantes denuncian numerosas violaciones. El miércoles, la coalición contra los rebeldes amenazó con usar la fuerza para "obligar a los hutíes a respetar el acuerdo" de Suecia.
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Los civiles de Hodeida, principal punto de entrada de las importaciones y de la ayuda humanitaria al país, están atrapados entre un alto el fuego regularmente vulnerado y la perspectiva de un conflicto más sangriento todavía si finalmente estalla.
"No hay tregua", sentencia Alí Hasan Marzuqi. Su hija Hayat fue trasladada de urgencia a un hospital de campaña del pueblo de Ad Durayhimi, en la periferia sur de Hodeida, después de que una bala perdida le rozara la cabeza cuando estaba en casa.
"Tiradores de élite, artefactos explosivos caseros, minas, morteros...", enumera Iyad Nasser, director adjunto del hospital, en referencia a las causas de las heridas desde la tregua.
"Antes del alto el fuego, mi casa resultó dañada", precisó Mohamed Salé, de 46 años, en un campo en Joja. "Tras el alto el fuego, mi tienda resultó dañada. Nada cambió".
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Muchos desplazados tienen miedo de volver a sus tierras, y acusan a los rebeldes hutíes de haberlas sembrado de minas como castigo por haber huido a zonas controladas por el gobierno.
Desde la entrada en vigor de la tregua, los hospitales de alrededor de la ciudad de Hodeida constataron una reducción del número de muertos, los pescadores se sienten más seguros y los trabajadores humanitarios lograron llegar hasta comunidades hambrientas que antes estaban aisladas por los combates.
Pero muchos civiles y responsables militares entrevistados dibujaron una estampa sombría de la situación, a saber, que el alto el fuego podría desmoronarse y sumir a Hodeida en una espiral más grave, capaz de sumir a todo el país en la hambruna.
Los habitantes de Hodeida "viven a la sombra de una reanudación del conflicto", porque la aplicación del acuerdo es "lenta", explicó Adam Baron, de la organización de análisis European Council on Foreign Relations (Consejo europeo de relaciones exteriores).
El emisario de la ONU Martin Griffiths admitió el lunes que la aplicación del acuerdo de alto el fuego y otro de intercambio de prisioneros se aplazó a causa de las dificultades sobre el terreno que retrasan el despliegue de un equipo de observadores.
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Los hutíes aprovechan la tregua para fortificar sus posiciones en el interior de Hodeida, bajo su control desde finales de 2014, explicaron los vecinos a la AFP, interpretando que hay preparativos para volver a la guerra.
Por su parte, el coronel emiratí Saíd Salmin, comandante que opera en la costa oeste de Yemen, rechaza las acusaciones rebeldes de que está reuniendo tropas cerca de la ciudad, aunque precisa que sus hombres están listos para combatir si es necesario.
"Tenemos los recursos, la capacidad de fuego, y la moral", explicó un responsable de la coalición pidiendo no ser identificado. "Pero estamos haciendo lo posible para controlar nuestras emociones y a nuestras tropas".
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Michael Knights, analista del Instituto de Washington de Política de Oriente Medio, cree que "la coalición y el gobierno yemenita tendrían que afrontar un clima internacional implacable si se reanuda la batalla".
En el Congreso estadounidense se alzaron voces poderosas a finales de 2018 para que Arabia Saudita rinda cuentas de la campaña militar en Yemen y del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado del reino en Estambul.