Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Alberto Paraíso Mendoza, una vieja gloria del béisbol de Nicaragua, entró a la unidad de cuidados intensivos luego de una misteriosa enfermedad respiratoria la semana pasada. Portador de una salud de hierro, según cuenta su hija, a sus 74 años el exlanzador solo tenía problemas en sus brazos y rodillas, desgastados por sus imparables lanzamientos.
Por eso, cuando Paraíso manifestó que estaba enfermó, los tomó por sorpresa a todos. La salud del exbeisbolista se agravó rápidamente y al cabo de unos días estaba internado en el Hospital España, en la ciudad de Chinandenga, al norte del país centroamericano. El deterioro fue tan acelerado, que cuando su hija fue a visitarlo, los médicos le comunicaron que su padre ya había fallecido.
Ver más: Tras lluvia de críticas, Nicaragua cede y anuncia estrategia para prevenir coronavirus
La leyenda deportiva fue sepultada inmediatamente después de su muerte por personal del Ministerio de Salud. El entierro fue rápido. Sin flores ni mariachis, como se acostumbra en Nicaragua. “Solo pidieron la caja y nos dieron tres horas para el trámite, y se logró enterrar en donde él tenía un terreno y no en una fosa común”, aseguró un familiar a la prensa local.
Oficialmente, la causa de muerte de Paraíso fue de neumonía atípica, pero el entierro se desarrolló como si fuera por COVID-19. Una bolsa negra cerrada, adentro de un ataúd sellado y sin derecho a una velación. Su hija confirmó sus dudas al país: “Todos sabemos la verdad”.
Sus sospechas no solo están basadas en los síntomas de la enfermedad que presentaba, sino también en la forma en que el Ministerio de Salud realizó su sepelio. La del beisbolista no es la primera muerte por una neumonía atípica a la que se le da ese manejo en Nicaragua. En las últimas semanas, familiares de varios pacientes han denunciado que sus familiares son enterrados a pocas horas de morir por funcionarios del gobierno, sin consultarle a nadie.
El gobierno del presidente Daniel Ortega se resistió a imponer medidas para el control del COVID-19, la enfermedad causada por el virus, durante más de dos meses desde la aparición del primer caso en Nicaragua. Ahora, los médicos y familiares de las supuestas víctimas dicen que el gobierno ha pasado de negar la presencia del virus en el país a tratar de ocultar activamente su propagación.
Desde la semana pasada circulan videos en las redes sociales donde se ven a hombres vestidos con uniformes blancos, de pies a cabeza, que viajan en camionetas con ataúdes sellados hacia los cementerios del país. Estos entierros semiclandestinos se realizan especialmente en horas de la noche y la madrugada, según el testimonio de testigos. Sin embargo, en algunas ocasiones la escena se repite de día en otras ciudades del país.
Uno de estos “entierros exprés”, como se les ha denominado en Nicaragua, se presentó en Managua el sábado. Roberto fue enterrado sin velorio en un ataúd sellado en un cementerio tras haber sido hospitalizado con síntomas parecidos a los de COVID-19. De buena salud, el hombre trabajaba en un taller de mecánica de Managua y se protegía con mascarilla cuando viajaba en autobús, pero murió en un hospital público tras enfermar gravemente hace una semana.
Ver más: El curioso manual de Daniel Ortega para combatir el coronavirus
“El acta de defunción dice que murió de una neumonía severa. Los síntomas que mi amigo presentaba eran dolor en el cuerpo, fiebre alta -de 40 grados- y tos seca, todos los síntomas que refieren con el COVID-19, cuenta Francisco, un amigo que asistió al funeral de su amigo Roberto en Managua. “Incluso nos clavaron el ataúd, que no podíamos abrir, y nos mandaron directamente a enterrarlo”.
Expertos han alertado desde hace semanas que ese inusual brote de neumonías es una forma en la que el gobierno de Daniel Ortega “enmascara el COVID-19”, ya que el Ministerio de Salud no realiza muestras masivas que determinen lo contrario. Sin embargo, según las autoridades nicaragüenses, en el país no hay “transmisión local comunitaria” y afirma que todos los casos han sido importados.
“Infortunadamente se ha estado subnotificando y cambiando los diagnósticos tanto de los contagiados como de los muertos”, cuenta el epidemiólogo nicaragüense Rafael Amador, en charla con El Espectador.
De acuerdo con el experto, la cifra de contagios por COVID-19 es muy superior a la que reporta el gobierno, que habla de 25 casos y solo siete fallecidos por el nuevo coronavirus, una de las tasas de contagio más bajas de la región. Los datos oficiales contrastan con los del organismo independiente Observatorio Ciudadano COVID-19, que desde que se presentó el primer caso en abril ha contabilizado más de 1.000 casos y 188 muertes sospechosas.
“Toda neumonía atípica que venga ahorita, que se detecte en cualquier hospital, es coronavirus hasta que se demuestre lo contrario”, dice el neumólogo Jorge Iván Miranda, de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, al diario La Prensa. “Si una persona muere por una neumonía atípica, lo más seguro es que sea por coronavirus, aunque no le hayan hecho la prueba”, explica el especialista.
La batalla por el coronavirus en Nicaragua se ha tornado política. Durante la última semana, policías de civil y colectivos sandinistas del gobierno se han ubicado en las inmediaciones de los hospitales y los cementerios del país para estar pendientes de las personas que están afuera de estos lugares. La presencia de estos hombres ha hecho que la gente tema preguntar por el estado de salud de sus familiares.
Pero lo que más furia ha generado en los familiares, es que en la mayoría de los casos las autoridades sanitarias notificaron el deceso cuando ya los sepultureros del Ministerio de Salud habían enterrado a sus seres queridos.
Dudas sobre las cifras de contagios
Cinco exministros de Salud de Nicaragua dirigieron esta semana una carta a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en la que señalan al gobierno de manipular la información sanitaria para negar o disminuir artificialmente el número de casos y de muertes por causa de la pandemia.
“A la fecha, hay una considerable cantidad de profesionales contagiados en las unidades de salud, debilitando las condiciones para la atención a quienes la necesitan; y hay personal despedido por sospechas de haber informado con transparencia a las familias”, denuncian los funcionarios.
El doctor Ciro Ugarte, director de emergencias en salud de la Organización Panamericana de la Salud, dijo en una videoconferencia que el organismo mantenía su preocupación respecto al reporte de casos en Nicaragua. Destacó que informes no oficiales indican un número “alto” de pacientes que han sido hospitalizados con sintomatología de infección respiratoria aguda.
“Nicaragua es el único país o territorio en las Américas donde el tipo de transmisión es indeterminado, de acuerdo con nuestros reportes”, indicó. “Como ustedes recuerdan, hace más de un mes, la OPS expresó su preocupación respecto a las pruebas, respecto al seguimiento de contactos, al reporte de los casos y esas preocupaciones siguen en pie”.
Y mientras tanto, el gobierno de Daniel Ortega insiste en darle la espalda a la pandemia. Solo hasta hace unas semanas las autoridades comenzaron a informar sobre el avance de la pandemia en el país, pero el conteo se detuvo misteriosamente. Y en cuanto a la asistencia a los médicos y profesionales de la salud, muchos denuncian que están expuestos. A inicios de mayo, casi 600 especialistas firmaron una carta reclamando al gobierno equipos de protección para todos los trabajadores de la salud.
Ver más: Daniel Ortega, el presidente que se desaparece cuando estallan las crisis en Nicaragua
“Aquí no se han tomado medidas de aislamiento, no se ha protegido a los trabajadores de la salud, no hay suficientes camas en ningún hospital de Managua, ni en ningún hospital regional”, afirma Róger Pasquier, presidente de la Asociación Nicaragüense de Anestesiología, en una entrevista con The Associated Press.
Las ciudades no han parado como en el resto de la región y el presidente, junto con su esposa Rosario Murillo, vicepresidenta de Nicaragua, se han manifestado en contra de las medidas de aislamiento. Y, en las calles, la gente que ha perdido a sus seres queridos solo le exige una cosa al gobierno.
“Él (Ortega) dice que en Nicaragua no hay nada, que salgamos a trabajar y que las noticias de las redes sociales son falsas, pero mi familia lo está viviendo en carne propia. Cada día hay más muertos y gente contagiada”, dice Vladimir Rodríguez, un nicaragüense que perdió a su hermano por cuenta del COVID-19. “Tienen que decirnos la verdad”.