Las mujeres afganas temen que la firma de la paz se haga a expensas de su libertad
El anuncio de una posible retirada de las tropas de la OTAN, mencionada en las negociaciones entre Estados Unidos y los insurgentes la semana pasada, hace temer a las mujeres una posible imposición de las represivas normas de los talibanes.
AFP
"Es ingenuo pensar que han cambiado". Como muchas afganas, Laila Haidari teme que un acuerdo de paz negociado con los talibanes la acabe obligando a renunciar a muchos de sus derechos.
En los territorios bajo su control, "todavía se ven hoy vídeos en los pegan a las mujeres en público", protesta la promotora del movimiento #metooafganistán concebido como un punto de partida de una la campaña masiva para unir a las afganas en respuesta al regreso de los talibanes.
"Si ellos vuelven, las mujeres tendrán que salir del espacio público", dice esta mujer, maquillada, en el restaurante que dirige en Kabul, uno de los pocos lugares de la ciudad donde chicas y chicos pueden comer juntos.
(Le puede interesar: Afganistán: las mujeres luchan por ser llamadas por su nombre)
"No queremos volver atrás y perder nuestra libertad", afirma Mina Rezaee, propietaria de una cafetería de Kabul donde se pone música, algo prohibido bajo los talibanes.
El anuncio de una posible retirada de las tropas de la OTAN, mencionada en las negociaciones entre Estados Unidos y los insurgentes la semana pasada, hace temer a estas mujeres activas una posible imposición de las normas de los talibanes.
Bajo su gobierno (1996-2001) regía la sharía y las niñas tenían prohibido ir al colegio. La burka era obligatoria y no podían trabajar, salvo en sectores determinados como la medicina.
Naweeda Bayat, una habitante de 25 años del distrito de Jaghori, recuerda "lo difícil que resultaba ser una mujer, la forma en la que te trataban y el día en que los talibanes quemaron nuestra escuela ante nuestros ojos".
Este tipo de situación se perpetúa en las zonas que escapan al control de las autoridades, es decir un tercio del país, según una estimación estadounidense. En ellas, "las niñas no van al colegio y las mujeres no pueden trabajar más que en los sectores bajo control gubernamental", recalca.
"Excluidas" de las negociaciones
La investigadora Heather Barr insiste en que las afganas han sido excluidas del proceso de negociación con los insurgentes. Si bien "la actitud de los talibanes respecto a las mujeres se ha moderado ligeramente desde 2001, todavía está a años luz de la igualdad de derechos de la Constitución afgana", señala.(También le puede interesar: Islam: ni terrorismo ni mujeres oprimidas)
Con todo y eso la situación de las mujeres ha mejorado considerablemente desde 2001. Hay tres ministras en el gobierno y ocupan el 27,7% de los escaños. El país cuenta con más de 2,5 millones de niñas escolarizadas sobre un total de 8 millones, según la ONU. Y en 2016 el 19% de la población activa eran mujeres.
Aún así, pese a los programas de ayuda de los países occidentales, Afganistán sigue de último en el índice del Georgetown Institute for Women, Peace and Security que mide su bienestar y autonomía.
"La guerra no me ha permitido ir al colegio, no quiero que mis hijos crezcan sin educación ni que los talibanes me prohíban salir sin mi marido", afirma Nazia Rezaee, un ama de casa refugiada en Ghazni.
"Es ingenuo pensar que han cambiado". Como muchas afganas, Laila Haidari teme que un acuerdo de paz negociado con los talibanes la acabe obligando a renunciar a muchos de sus derechos.
En los territorios bajo su control, "todavía se ven hoy vídeos en los pegan a las mujeres en público", protesta la promotora del movimiento #metooafganistán concebido como un punto de partida de una la campaña masiva para unir a las afganas en respuesta al regreso de los talibanes.
"Si ellos vuelven, las mujeres tendrán que salir del espacio público", dice esta mujer, maquillada, en el restaurante que dirige en Kabul, uno de los pocos lugares de la ciudad donde chicas y chicos pueden comer juntos.
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"No queremos volver atrás y perder nuestra libertad", afirma Mina Rezaee, propietaria de una cafetería de Kabul donde se pone música, algo prohibido bajo los talibanes.
El anuncio de una posible retirada de las tropas de la OTAN, mencionada en las negociaciones entre Estados Unidos y los insurgentes la semana pasada, hace temer a estas mujeres activas una posible imposición de las normas de los talibanes.
Bajo su gobierno (1996-2001) regía la sharía y las niñas tenían prohibido ir al colegio. La burka era obligatoria y no podían trabajar, salvo en sectores determinados como la medicina.
Naweeda Bayat, una habitante de 25 años del distrito de Jaghori, recuerda "lo difícil que resultaba ser una mujer, la forma en la que te trataban y el día en que los talibanes quemaron nuestra escuela ante nuestros ojos".
Este tipo de situación se perpetúa en las zonas que escapan al control de las autoridades, es decir un tercio del país, según una estimación estadounidense. En ellas, "las niñas no van al colegio y las mujeres no pueden trabajar más que en los sectores bajo control gubernamental", recalca.
"Excluidas" de las negociaciones
La investigadora Heather Barr insiste en que las afganas han sido excluidas del proceso de negociación con los insurgentes. Si bien "la actitud de los talibanes respecto a las mujeres se ha moderado ligeramente desde 2001, todavía está a años luz de la igualdad de derechos de la Constitución afgana", señala.(También le puede interesar: Islam: ni terrorismo ni mujeres oprimidas)
Con todo y eso la situación de las mujeres ha mejorado considerablemente desde 2001. Hay tres ministras en el gobierno y ocupan el 27,7% de los escaños. El país cuenta con más de 2,5 millones de niñas escolarizadas sobre un total de 8 millones, según la ONU. Y en 2016 el 19% de la población activa eran mujeres.
Aún así, pese a los programas de ayuda de los países occidentales, Afganistán sigue de último en el índice del Georgetown Institute for Women, Peace and Security que mide su bienestar y autonomía.
"La guerra no me ha permitido ir al colegio, no quiero que mis hijos crezcan sin educación ni que los talibanes me prohíban salir sin mi marido", afirma Nazia Rezaee, un ama de casa refugiada en Ghazni.