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Con el discurso difundido en Latinoamérica (principalmente por partidos de derecha) de rescatar a los países para no “volverse como Venezuela”, en 2015 llegó al poder el presidente Mauricio Macri, quien buscaba transformar a Argentina poniéndole fin a las políticas proteccionistas de 12 años de la era Kirchner y abrirles las puertas a los mercados internacionales.
El arribo del líder del frente conservador Cambiemos a la Casa Rosada llegó acompañado de varias promesas. Su bandera: alcanzar la “pobreza cero”.
“Este gobierno que iniciamos hoy va a trabajar incansablemente los próximos cuatro años para que todos los argentinos, especialmente aquellos que más lo necesitan, estén viviendo mejor. Pero para alcanzarlo necesitamos generar trabajo. Vamos a cuidar los trabajos que hoy existen y a multiplicar las fuentes de trabajo”, afirmó el mandatario en su primera alocución como presidente.
Tiempo después dijo: “Van a sobrar dólares en Argentina a partir de diciembre (de 2015). Yo dejo flotar el tipo de cambio. Pero lo vamos a tener que sostener, porque van a venir tantos recursos que el peso va a tender a apreciarse”. Sin embargo, en sus más de dos años y medio como jefe de Estado ha ocurrido todo lo contrario. Le recomendamos: Perón, origen y pretexto de las crisis argentinas
Para el economista Eduardo Sarmiento, este fue uno de los errores, pues “al dejar libre la moneda, al dejar libre todo, llega la crisis, porque tienen un déficit muy grande en la balanza de pagos y si no intervienen el tipo de cambio con manejo fiscal y monetario va a tener estas situaciones”.
Permitir que los argentinos pudieran comprar dólares sin necesidad de control del Estado (eliminando el cepo cambiario que los Kirchner habían impuesto en 2011) solo generó la devaluación del peso local y la fuga de capitales.
El índice de precios al consumidor, que esperaba reducir anualmente hasta llegar al 5 %, solo ha aumentado. En 2017 llegó al 25 % y este año se proyecta entre el 30 y el 40 %. A los argentinos ya no les alcanza lo que ganan para comer.
“La plata no sirve para nada. Hoy para llenar un carro en un supermercado necesitas $5.000 como mínimo: $1.000 te los gastas en cuatro pedazos de quesos y una bebida gaseosa. Un desodorante está a $70. $100 no existen ahora”, contó a EFE el mensajero Walter Marches en el centro de Buenos Aires.
Además, Macri, con solo dos meses de mandato, incrementó la tarifa de los principales servicios públicos en un 200 % y 300 %, y desde entonces no han dejado de aumentar. Mientras que los salarios y las jubilaciones han tenido una reducción drástica, y miles de empleados del sector público se han quedado sin trabajo.
El balance de su Gobierno: miles de despidos, una inflación del 30 % (y subiendo), una economía en recesión y el inconformismo de sus ciudadanos.
Pero el mandatario tenía otro as bajo la manga: acudir a su fiel aliado, el Fondo Monetario Internacional (FMI), no muy querido por los argentinos, pues asociado a las políticas de ajuste les recuerda todas las crisis financieras por las que han tenido que pasar. La más reciente, en el 2001, con la que no llegaron soluciones, solo endeudamientos donde los más afectados fueron los trabajadores y en la que el entonces presidente Fernando de la Rúa prefirió escapar del país en un helicóptero en medio del caos, cuando aún le quedaban dos años de mandato.
“La política económica que lleva adelante (el Gobierno) perjudica a los que menos tienen: los trabajadores, los jubilados, las familias más humildes y los niños. No sigan aplicando políticas que hambrean a la gente”, expresó el líder sindical Hugo Moyano frente a 400.000 manifestantes durante una protesta realizada en febrero en Buenos Aires.
No obstante, recientemente el mandatario solicitó el mayor préstamo en la historia al FMI, un auxilio de US$50.000 millones para desembolsar en tres años, del cual recibió en julio US$15.000 millones y pidió retirar prontamente otra parte al ver la devaluación que está teniendo la moneda de su país (desde enero el peso ha perdido más de la mitad de su valor) frente al dólar.
La cosa no paró ahí. Para lograr convencer a los mercados financieros que han retirado la confianza en el país y han generado el desplome del peso, Macri y su equipo de Gobierno propusieron un plan de austeridad a principios de mes, que incluye un impuesto a las exportaciones, bajar los subsidios a los servicios y al transporte, y una reducción del número de ministerios (de 22 a 10). Esta medida trae grandes efectos sociales, laborales y económicos, porque miles de funcionarios públicos perderán sus empleos.
“No es solamente un cambio de nombre. Se reducen las funciones y se les ha pedido a los directores que reduzcan tanto el personal como los insumos y materiales que el Ministerio brinda a las provincias en los programas de atención en un 25 %”, explicó a EFE Jorge Yabkowski, presidente de la Federación Sindical de Profesionales de la Salud de la República Argentina (Fesprosa), presente durante una protesta.
El descontento social por la situación que atraviesa el país no se hizo esperar. En las esquinas de Buenos Aires, centenares de vecinos se manifestaron con cacerolazos en contra de las medidas del Gobierno. A su vez, miles de empleados estatales marcharon en el centro de la capital contra los despidos que llegaron y que están por venir por la eliminación de ministerios. La mayoría de las facultades del país están paralizadas hace meses, y en una masiva manifestación de profesores y estudiantes la “UniEnLaCalle” recordó que la universidad argentina “ha dado cinco Premios Nobel, y hoy sufre un ataque desde el Gobierno mientras reduce impuestos a las grandes empresas y a la actividad financiera, y recorta el presupuesto de todo el sistema público educativo y de investigación”.
La situación se pone cada día más crítica. Hace unas semanas un adolescente murió después de recibir un disparo en un intento de saqueo en un supermercado de Chaco, una de las regiones más pobres del país.
“Estoy desesperada. Me siento impotente, tengo miedo de tener hambre y de no poder pagar más mis medicamentos cuando me jubile, dentro de un año”, afirmó Graciela Pérez, una docente de 64 años del barrio porteño de San Cristóbal.
En otro supermercado, en la ciudad de Moreno, se puso en oferta la carne milanesa. A la salida de la zona de refrigeración, una multitud de compradores se abalanzó impacientemente sobre el carro con el producto para alcanzar a comprarlo a bajo precio. La mercancía no pudo llegar ni siquiera a los estantes.
“Ya basta. No se puede vivir siempre con sacrificio. El precio de la carne aumenta todos los días”, denunció Ezequiel González. Como muchos argentinos, ya no confía en el Gobierno, incapaz hasta ahora de contener la crisis financiera. Lea acá: En Argentina el dinero no alcanza para comprar carne
Ahora la incertidumbre, la desconfianza en el Gobierno, las promesas incumplidas del “empresario salvador” y el miedo de que se repita la historia han llevado a que Macri (que parecía un candidato fuerte para los comicios de 2019) tenga que hacer frente a la crisis económica y al desencanto de su pueblo, y corra con el riesgo de dejar su Gobierno sin terminar, como todos los mandatarios no peronistas que ha tenido la democracia argentina.