Ortega contra Saab: la obediencia le ganó a la sensatez

En medio de la crisis, el régimen optó por acallar las voces críticas y premiar la fidelidad ciega.

Redacción Internacional.
08 de agosto de 2017 - 02:00 a. m.
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“Aquí no hay crisis humanitaria, aquí hay amor”, dijo la excanciller Delcy Rodríguez cuando asumió su cargo como presidenta de la Asamblea Nacional Constituyente. Sus palabras contrastan con los más de 153 muertos que han dejado las protestas en Venezuela. También es contraria al desabastecimiento de comida y medicamentos que sufre el país y a la primera decisión de la Asamblea: destituir a la fiscal Luisa Ortega, quien desde hace meses había asumido una posición crítica frente al régimen.

Los constituyentes acordaron sesionar mínimo hasta 2019 y se espera que en los próximos días disuelvan el poder legislativo para tomar por completo sus funciones. Tarek William Saab, el reemplazo de Ortega en el Ministerio Público, es una muestra de que, de ahora en adelante, el régimen no les cederá ni un milímetro a las voces disidentes.

Luisa Ortega: la “traidora”

Luisa Ortega no siempre fue el peor error de Diosdado Cabello y el régimen de Maduro. “Yo fui uno de los que la defendí y tuve que convencer a compañeros, que muchos no querían, que decían que iba a ocurrir esto que está ocurriendo y yo asumí la responsabilidad”, dijo Cabello en mayo, mientras se daba golpes de pecho por haber designado a la fiscal en 2014 y cada vez más incómodo con las críticas que Ortega lanzaba contra el régimen desde el Ministerio Público.

Las disculpas de Cabello vinieron acompañadas de las voces que, en el corazón del oficialismo, empezaron a llamar traidora a la abogada de 59 años que desde 2007, y con el aval de Chávez, llegó al cargo de fiscal general.

Desde su cargo, Ortega estuvo al frente de investigaciones que daban fe de su lealtad a la Revolución. En 2014, por ejemplo, convenció a la justicia de que el líder opositor Leopoldo López era responsable de haber incitado a la violencia en las manifestaciones contra Maduro ocurridas ese año. El saldo de las protestas fueron 43 personas muertas, una condena de 14 años de prisión que López no ha dejado de pagar y un contundente triunfo con el que la fiscal quitaba del camino a una de las figuras más fuertes de la oposición.

“No milito en ninguna organización política (...) porque la Constitución me lo prohíbe”, dijo alguna vez para la BBC. “Pero considero que el hombre más humanista que ha existido en el planeta se llama Hugo Chávez”, remató la fiscal.

La ruptura de Ortega con el régimen tiene fecha clara: el 31 de marzo de 2017 el Tribunal Supremo de Justicia despojó de sus funciones a la Asamblea Nacional, de mayoría opositora. Aunque el Supremo se echó para atrás pocos días después, no logró contener la oleada de protestas que continúa hasta el día de hoy. Tampoco logró que Ortega dejara de calificar su acción como un intento de violar el orden constitucional.

Desde entonces, la fiscal denunció que en Venezuela se registraban 70,1 homicidios por cada 100.000 habitantes, se pronunció sobre los juicios que las cortes militares adelantaban contra civiles, abrió procesos por el abuso de la fuerza para reprimir las protestas callejeras de los últimos meses y prometió dar a conocer los nombres de los implicados en el capítulo venezolano de la trama de corrupción de Odebrecht.

En medio de esa investigación viajó a Brasil, a una cumbre de fiscales de la que tuvo que regresar al enterarse del secuestro de su hija y su nieto, un hecho del que sólo empezó a hablar en agosto, cuando pasó a denunciar el asedio que durante los últimos meses recibía en su casa y oficina.

Instaurada la Constituyente de Maduro, la primera acción de los asambleístas fue deshacerse de Ortega, a quien acusaron de incrementar la impunidad y de permanecer en el cargo ilegítimamente.

“Quien ocupa ilegalmente el poder es esa Asamblea Nacional Constituyente (…) yo sigo siendo la fiscal de este país”, dijo Ortega en un foro universitario, después de conocer que el régimen congeló sus bienes y prohibió su salida del país mientras se investigan supuestas irregularidades en su gestión.

Tarek Saab: el “poeta de la revolución”

“Desvanecidos en medio de un país que se deshace/ venimos a dispersar nuestras cenizas en el aire”, remata en una de sus estrofas el poema Maisanta, apenas uno de los muchos que Tarek William Saab ha publicado en una veintena de volúmenes, pero que destaca entre el montón por estar dedicado al comandante Hugo Chávez Frías y su madre, Elena Frías. 

En sus comienzos, el nuevo fiscal general de Venezuela combinaba su pasión por la literatura con el ejercicio del derecho. Durante esa época se convirtió en un visitante recurrente de la sala de redacción de El Nacional, llegaba con denuncias de violaciones de derechos humanos y los últimos avances de los casos que adelantaba en las cortes. A quienes dan fe de esa época hoy les cuesta trabajo reconocerlo.

Saab fue uno de los arquitectos del indulto que recibió Hugo Chávez después del golpe con el que el comandante intentó llegar al poder y terminó en la cárcel, en 1992. Pocos años después, en 1997, cuando ya había sido bautizado como el “Poeta de la Revolución”, Saab también gestionó la libertad de Cilio Flores, la dirigente del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 que había sido detenida junto a su esposo, el dirigente del Sindicato de Trabajadores del Metro de Caracas, Nicolás Maduro.

En el 99 estuvo a cargo de redactar el capítulo sobre derechos humanos en la Constitución que durante años fue un emblema del chavismo. Después se convirtió en diputado y entre 2004 hasta 2012 estuvo al mando de la Gobernación de Anzoátegui, de donde salieron las más de diez mil obras por las que sigue sacando pecho en redes sociales, a pesar de ser acusado de haber otorgado ilícitamente y con sobrecostos muchos de los contratos que las hicieron posibles.

Antes de llegar a reemplazar a la fiscal Luisa Ortega, Saab fue defensor del Pueblo, desde donde criticó los ataques que sufrieron los diputados de la Asamblea Nacional a manos de oficialistas, a comienzos de julio. También estuvo de acuerdo con que se castigue el uso excesivo de la fuerza por parte de la Guardia Nacional, dos críticas moderadas que parecen no haber puesto en duda su lealtad frente al régimen.

Ni siquiera las declaraciones de su hijo en un video publicado a través de Twitter lograron quebrantar la fidelidad de Saab. Después de condenar la muerte del estudiante Juan Pablo Pernalete en las jornadas de protesta de las que él también hizo parte, Yibram Saab se dirigió a su padre diciendo: “Tienes el poder de poner fin a la injusticia que aún vive el país”.

La interpretación de ese mensaje no se apartó mucho de la lógica del oficialismo. Como nuevo fiscal general, Saab prometió “restablecer la paz ciudadana”, algo que según él había sido seriamente afectado por el accionar de la exfiscal Luisa Ortega, a quien responsabilizó de la oleada de violencia que atraviesa Venezuela: “Cuando el país buscaba un punto de acuerdo aparecía la señora exfiscal para prácticamente prender de sangre, de gasolina al país”.

Por Redacción Internacional.

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