Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Después de aterrizar en Montería tuve que andar dos horas en una carretera recta, rodeada de ganado y llanura, y luego tomar una pequeña barca o chalupa durante una hora más para llegar a lo que yo llamo La isla de los niños. En realidad, era la vereda Gallo, en el departamento de Córdoba, un lugar de difícil acceso, sin energía eléctrica, una de las que fueron zonas de concentración de las Farc pero que hoy tiene un parque grande y que parece habitada en su mayoría por niños. En la orilla me esperaban cerca de 30 chicos de mueca sonrisa, ansiosos porque les habían prometido la visita de una escritora a su Biblioteca Pública Móvil, o una biblioteca que empezó contenida en un cofre gigante y que ya cuenta con una pequeña sede.
Varios ya se habían leído mi libro en fotocopias y querían saber cómo se había escrito. Un pequeño de unos siete años, Jeilser, señalaba lo que traíamos y preguntaba cómo se llamaba. En especial le gustó una cámara fotográfica. Me senté en círculo con ellos y les leí fragmentos de la novela “24 señales para descubrir a un alien”, les pregunté cómo se identificaban con ella: ¿quién más tiene padres raros? ¿Quién más se ha encariñado con la gallina que luego se tienen que comer en un sancocho? Levantaban la mano, se reían, preguntaban más. Vivían el libro. Una niña me leyó su cuento favorito, Pio y Coco, y Jeilser se sentó a mi lado y dijo que nos quería contar una historia, que quería ser fotógrafo, que le hablaría a su mamá de nuestra visita y que nos quería. Solo estuvimos allí un par de horas. Qué rápido quieren los niños.
Puede leer: La narrativa del hambre
Más tarde visité la Biblioteca Pública Municipal Pedro Nel Rodriguez Garcés, en la que también estaban varios escritores locales que aprovecharon el espacio para cantar sus coplas, leer sus cuentos o mencionar a otros autores que merecen reconocimiento. En la Biblioteca Pública Municipal de Buenavista jugué al “cadáver exquisito” con los niños y entre todos creamos un cuento extraño con una campesina que mata al lobo con sus propias manos y que puede volar gracias al arroz con pollo que hace su abuela. Les gustó saber que para ser escritores, a veces, solo basta jugar.
El Programa Escritores en Bibliotecas es una iniciativa del Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional de Colombia para que niños y adultos de 42 municipios apartados se congreguen en su biblioteca pública, se apropien de ella y hablen con los autores acerca de sus procesos creativos, sus motivaciones y sus lecturas favoritas.
Puede leer: Juliana Muñoz: volver letra lo etéreo
Eso generan los libros: una opción distinta a la guerra, un mundo más grande que una isla, la cercanía con otras realidades posibles. Una biblioteca es un refugio. Pienso en los terrenos áridos que nos esperan tras tantos años de conflicto armado, y creo que la lectura y todas las expresiones culturales son el mejor abono para volver a crecer como país.