Lucas Ospina: “Lo que hizo el Colombo Americano fue torpe y fascista”

El artista que pintó junto a Powerpaola la obra que borró el Colombo Americano, dijo que la entidad mentía al decir que ellos no tenían autorización para intervenir la fachada de una de sus sedes.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
25 de septiembre de 2019 - 11:20 p. m.
Lucas Ospina, coautor del mural, cuenta que lo primero que borraron de la pintura fue el rostro del senador Uribe.  / Archivo particular
Lucas Ospina, coautor del mural, cuenta que lo primero que borraron de la pintura fue el rostro del senador Uribe. / Archivo particular
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Ni a usted ni a Powerpaola (Paola Gaviria) les avisaron que borrarían la obra que estaba en proceso…  

Nunca pensé que fueran a hacerlo. Cuando me llamaron a las 8:30 de la mañana para decirme que los del Colombo estaban molestos y que no iban a permitir que pintáramos más, les pedí que me esperaran para dialogar. Les dije que a las 9 de la mañana llegaba para hablar. La obra no estaba terminada y tampoco había sido planeada, solo había algunos lineamientos. Lo que queríamos era un diálogo espontáneo y así se hizo. Las obras de arte son un proceso de concertación y si nos hubiesen dejado terminarla y el curador o las personas del Colombo expresaban algún desacuerdo, no habríamos tenido ningún problema con discutirlo.  

Después de que la obra fue borrada, ¿alguna persona del Colombo Americano aceptó hablar con usted?

No. Yo valoro el Colombo, soy visitante de allá y hasta lo pongo como ejemplo en mis clases en la Universidad de los Andes. En el comunicado que ellos publicaron hablaron de toda la experiencia que tienen en material cultural y artística. No entiendo, entonces. Hablando de arte, se cierra la puerta al diálogo y se toman este tipo de decisiones con una obra irrepetible que ni estaba terminada. Lo que hicieron fue una torpeza que contradice esa experiencia.

El Colombo Americano dice que ustedes intervinieron el mural sin avisar ni pedir autorización…

Eso no es cierto. Este proceso comenzó hace tres meses por una maravillosa idea de Alejandro Martín, el curador de la obra y director del Salón Nacional de Artistas. Ya se había convenido sobre las obras en la sala del Colombo, pero como la exposición se llama “Arquitecturas narrativas”, y tiene que ver con la calle, él consultó si se podía hacer algo con esos murales, que además ya contenían las obras de Gustavo Bejarano y Carlos Salas, quienes pueden probar que fueron consultados. De todas formas, la propuesta inicial fue que nos dejaran pintar todo el muro, pero como efectivamente hicieron la gestión y les consultaron a los artistas, solo pudimos ocupar una parte. Además, había un acuerdo verbal que pesa igual al escrito, y ellos fueron quienes pintaron de blanco las zonas que íbamos a intervenir, y además nos ofrecieron que al terminar la obra, encargarían una pintura de grafiti para el mantenimiento de los dibujos. Si no sabían, cómo es que tenemos todas las condiciones para trabajar, lo hacemos y además nos ofrecen una pintura muy costosa para preservar el trabajo.

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¿Por qué cree que deciden borrar todo?

Es diciente que la primera imagen que cubrieron fue la de Álvaro Uribe, lo primero que le taparon fue la cara. Ni siquiera comenzaron por la de Iván Duque. Y después siguieron con la imagen frontal de una mujer con los pechos descubiertos y en una posición lejana a la sumisión, y que además tenía a un hombre enamorado a sus pies. Dos curadores que ya trabajaron en el Colombo me comentaron que recibieron indicaciones de no exhibir imágenes de desnudos ni con contenido político explícito.

¿Quiénes?

Fernando Cruz, por ejemplo. 

El Colombo Americano, como usted lo dijo, ya ha tenido experiencia trabajando con artistas, pero esta vez decidieron no hablar, sino actuar. Si no estaban de acuerdo con lo que estaba resultando de la obra, ¿qué cree que pudieron hacer para no destruirla sin antes dialogar con ustedes?

Le pudieron poner un plástico que tapase  lo que les incomodaba, pero no, la destruyeron. El Colombo Americano es una institución educativa, y en eso no hay nada educativo, fue una decisión torpe y fascista.

¿Cree que Janet Van Deren, la directora del Colombo, fue quien ordenó borrar la obra?

Hay que separar a las directivas del Colombo con lo que representa el Colombo, y, sobre todo, hay que dejar claro que la decisión la tomaron desde arriba, que no puedo asegurarlo; pero asumo que fue su directora. Hace falta mirar quiénes dirigen actualmente las instituciones culturales y notar que hay miedo, sobre todo en los mandos medios. Los que ocupan esos puestos tienen miedo de quedarse sin trabajo. En caso de que haya algún despido en el Colombo Americano, solo debería ser de la señora Van Deren. Cualquier otro despido en el área de cultura o hasta de los celadores que nos dejaron entrar, sería ilegal, pero, sobre todo, un acto grandísimo de cobardía. Solo demostrarían, una vez más, que los directivos pueden hacer lo que quieran y salir impunes. Sabemos bien que ese comunicado no se habría publicado sin la autorización de la directora. En todas estas acciones se busca el chivo expiatorio en los mandos medios.

¿Cree que despedirán a alguien en concreto?

Ojalá que no, pero siempre ocurre que las personas que salen son las de los mandos medios, nunca los directivos.  

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Usted dice que la obra fue un diálogo espontáneo, pero seguramente hubo algún trabajo previo, por lo menos para definir algunos lineamientos…

Paola (Gaviria) vino a Bogotá y fuimos a mirar el muro. Después creamos un grupo en Whastapp en el que comenzamos a intercambiar imágenes que nos interesaban, sobre todo porque nos gustaba esta ambivalencia que uno tiene con EE. UU. y su cultura, con saber que uno vive fascinado con ellos pero que no con su gobierno ni con la forma en la que hacen algunas cosas. Nos interesaban esos recorridos y además, Paowerpaola no era la primera vez que producía una obra que resultara del diálogo con un artista. Alejandro Martín siempre nos decía: “Aprendan el uno del otro. No es llegar con su estilo y que cada uno haga su sección”. Había figuras en las que yo hacía la cara y ella los pies, por ejemplo.  

Alejandro Martín y Carolina Muñoz, directores artísticos y ejecutivos del 45 Salón Nacional de Artistas y representantes del Ministerio de Cultura, los respaldaron diciendo que este era un claro acto de censura. ¿Cuál es su posición?

Le agregaría que este acto de autoritarismo y fascismo que mostró el Colombo tiene las mismas coordenadas de odio e intolerancia que les dan a los sicarios para que maten a las personas. Lo que borraron fue una obra de arte que además se hizo con dineros públicos. Ahí, por ejemplo, incurrieron en un acto de detrimento patrimonial. Además, estamos parados frente a una sentencia constitucional: los políticos, que son funcionarios públicos, no tienen el mismo derecho de una persona normal en cuanto a la crítica y la parodia, que es una forma de vigilarlos, denunciarlos y hacerles saber que estamos atentos. Si eso fue lo que no les gustó y estamos hablando de una institución educativa que además promueve el arte, esto fue lo peor que pudieron hacer.

Después de que borraron por primera vez la obra, usted siguió pintando sobre ella, ¿va a continuar con el mural?

Lo que pasa es que este era un diálogo entre Paola y yo. Seguí pintando porque en mi contrato dice que debo hacerlo. Así una parte incumpla, la otra no tiene ni debe hacerlo.

Justamente ese es uno  de los argumentos que usa el Colombo para decir que lo que hicieron fue restaurar y no borrar. Dicen que en el convenio que se hizo con el Salón Nacional nunca se firmó nada sobre el mural…

Claro, se escudan en eso, pero, repito, los contratos verbales también tienen validez, y además, en mi contrato, que es distinto a ese convenio, sí se habló del mural y de que yo debía cumplir con eso. Ese mural tiene que seguir activo. Hay iniciativas de personas que quieren ir a hacer intervenciones, así que el diálogo queda abierto a los otros. Puede que ahí el Colombo pueda mostrar un poco de tolerancia. Recurrir a la policía para que no hagamos nada sería una muestra adicional de la torpeza de sus directivos. 

Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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