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Del discurso de Daniel Lipovetzky, funcionario oficialista que coordinó las exposiciones en el Congreso y votó a favor, a la declamación que hizo Horacio Goicochea, hombre de la UCR (Unión Cívica Radical) por Chaco, que votó en contra. Una sesión maratónica de 23 horas en el Parlamento argentino que terminó con felicidad y polémica. Recién a las 10 de la mañana del jueves, la Cámara de Diputados le dio media sanción a la Ley de Aborto Legal, Seguro y Gratuito que se venía debatiendo desde hace meses en la sociedad.
En un país polarizado, con una grieta profunda que se abrió durante los años de kirchnerismo y que lejos está de cerrarse con el macrismo, los legisladores dejaron de lado el color partidario y se manifestaron según su sentimiento. Entonces, cuando Emilio Monzó, presidente en el recinto, anunció que se había aprobado la legalización del aborto, una multitud de manifestantes festejó en la plaza del Congreso. Se gritó fuerte, como si hubiera hecho un gol Argentina en el Mundial que desde ayer mismo, casualmente, empezó a disputarse en Rusia. Hubo abrazos, lágrimas, la mayoría envueltos en pañuelos verdes, el color elegido para manifestarse a favor de la nueva norma. Y rostros compungidos, cargados de bronca, entre los provida, con sus pañuelos celestes y toda la desazón.
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“Sólo quiero decir que he estudiado durante 40 años este tema y que no he hablado para preservar la unidad de Cambiemos”, disparó Elisa Carrió cuando todavía se discutía el recuento de votos, que en principio había dado un resultado de 131 a 123 a favor de la ley y, después de una discutida corrección, llegó a 129 a 125, con una abstención.
Lilita no había participado de las exposiciones que se extendieron durante la madrugada. Sólo había publicado en su cuenta de Twitter una foto de una capilla y el mensaje: “No es necesario hablar, sólo la oración que es la debilidad de Dios y el poder de los hombres”. Aliada del Gobierno, no compartió el pensamiento de Macri, que habló de un “debate histórico”. La legisladora se refirió a la marcha que hicieron las mujeres como “indigenismo urbano”. Votó en contra, claro.
La que se abstuvo fue Alejandra Vigo, esposa del gobernador de Córdoba, Jorge Schiaretti. La diputada de la UCR criticó públicamente al Gobierno por correrse de la escena en el momento de la definición.
Sin ir más lejos, Mauricio Macri recién se pronunció al respecto una vez sancionada la ley. Lo hizo en Corrientes, donde anunció un plan de medio ambiente. “El trabajo de la Cámara de Diputados y de todos los argentinos que en estos meses dieron un debate histórico. Pudimos dirimir nuestras diferencias con respeto y tolerancia”, manifestó el presidente de la nación, que no quiso meterse en la contienda que llevaron a cabo los legisladores. De hecho, le mandó a avisar que el Poder Ejecutivo no intervendría. De todos modos, Rogelio Frigerio, ministro del Interior, buscó convencer a los diputados de Cambiemos que todavía estaban indecisos para que definieran su postura en la sesión del Congreso.
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Hasta el miércoles a la noche ganaba el no a la legalización por 128 a 126. La historia se dio vuelta cuando el justicialista Sergio Ziliotto, que estaba a favor, anunció en Twitter que se sumaban a la aprobación otros dos peronistas de La Pampa, Melina Delú y Ariel Rauschenberger, quienes en un primer momento estaban en contra. Y ese movimiento, que se produjo dos horas antes de la definición, terminó por inclinar la balanza a favor de los verdes.
La exposición más conmovedora estuvo a cargo de Silvia Lospennato. La diputada del PRO se manifestó a favor de la ley al borde de las lágrimas y generó una ovación en el recinto. “Tenemos la posibilidad de modificar una ley de 100 años, reflejar los avances de los derechos de las mujeres que se han producido. Ninguno de nosotros es el mismo que era antes de empezar este debate”, sostuvo. Y agregó: “Se buscó hacernos creer que estamos discutiendo aborto sí o aborto no. Lo único que venimos a hablar es de aborto legal o clandestino. Dijeron que quieren salvar las dos vidas. Es una falacia. Lo que quieren es forzar a una mujer a ser madre”. Y la aplaudieron hasta los más acérrimos opositores al partido que representa la legisladora oficialista.
En Argentina era ilegal interrumpir el embarazo con dos excepciones, que estaban contempladas en el Código Penal desde 1921: en casos de violación o riesgo de fallecimiento de la madre. En el último plenario se incluyó la objeción de conciencia, por lo cual los médicos podrán oponerse a la ejecución del aborto, siempre y cuando lo hayan informado en tiempo y forma en un registro especial. Habrá una asesoría profesional entre el pedido de la práctica del aborto y su realización, y una modificación respecto de cómo funcionaría la ley en embarazos de adolescentes de entre 13 y 16 años.
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El proyecto base ya contemplaba cinco días entre el requerimiento y su práctica. Aunque durante ese lapso habrá una instancia de atención médica y psicológica a la mujer embarazada, durante la que recibirá información sobre el tratamiento y sobre anticoncepción. El dictamen sostiene que el aborto legal podrá requerirse hasta las 14 semanas de gestación. Hay algunas dudas. Cómo se instrumentará en los hospitales públicos y qué costo tendrá en el colapsado PMO (Plan Médico Obligatorio).
Tras la media sanción, los titulares de las dos bancadas mayoritarias en el Senado, el justicialista Miguel Ángel Pichetto y el radical Luis Naidenoff, se animaron a pronosticar que la ley de despenalización del aborto conseguirá la sanción completa de la Cámara. “Habrá un efecto imparable y la ley va a salir del Senado”, dijo Pichetto.
En ese sentido, Cristina Fernández de Kirchner adelantó en las redes sociales que ella y todo el Frente Para la Victoria votará a favor de la promulgación. La expresidenta, que había cajoneado el proyecto durante su gestión, dejó clara su opinión.
En tanto, el dólar trepó a los 28,50 pesos, un 63 % más caro que en diciembre, y los camioneros hicieron un paro de 24 horas en reclamo por las paritarias. Tal vez ahora que está a un paso de promulgarse la Ley del Aborto, los gobernantes empiecen a ajustar la clavijas en otros temas tanto o más importantes en la agenda política.