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Estos días que se avecinan en Brasil no pintan para nada bien: el país, segundo del mundo en número de casos de coronavirus y tercero en fallecidos, ensaya una reapertura escalonada de las actividades no esenciales, a pesar de las advertencias por el pico de la pandemia.
Mientras tanto, este domingo las calles volverán a ser escenario de enfrentamientos entre críticos y seguidores del gobierno de Jair Bolsonaro, como sucedió hace una semana; con un agravante: el presidente califica a sus críticos de “terroristas marginales” y su vicepresidente, el general Hamilton Mourão, los llama “delincuentes vinculados al exterminio internacional”.
El escritor brasileño Luiz Ruffato, autor de El libro de las imposibilidades y Ellos eran muchos caballos, entre otros, hace un análisis del Brasil que asusta al mundo entero.
Pandemia, crisis en el gobierno, enfrentamientos en las calles y, para rematar, un presidente que sigue negando la realidad. ¿Cómo viven estos días los brasileños?
Vivimos ante la catástrofe. Estamos experimentando una gran crisis política, en medio de una emergencia sanitaria sin precedentes. El resultado será inevitablemente una brutal crisis económica —se espera un crecimiento negativo del 5 al 10 % del PIB—, seguido de una crisis social que nos llevará a un callejón sin salida. Y lo peor: lamentablemente, no tenemos en la oposición líderes a la altura del momento histórico en que vivimos. Parte de la oposición está paralizada, sin proyectos; los otros apuestan por el “cuanto peor, mejor”.
Las frases desafortunadas de Bolsonaro en estos días abundan, ¿cuál es la que le ha causado mayor impacto?
Todos los días nos levantamos con una nueva frase, mentiras y bravuconadas... Bolsonaro no tiene reparos en negar por la tarde lo dicho en la mañana y repetir la escena al día siguiente. La frase más terrible es cuando, ante la acumulación de muertes causadas por la COVID-19, se encogió de hombros y dijo: “¿Y qué?”. Esto muestra bastante bien su desprecio por la vida humana.
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Antes de que ganara la Presidencia, usted y otras figuras de varios sectores advirtieron sobre los riesgos que corría el país en manos de una persona como Jair Bolsonaro. ¿La realidad supera los pronósticos más pesimistas?
Por supuesto. Por mucho que uno pueda imaginar un escenario de pesadilla bajo el gobierno de Bolsonaro, la pandemia agravó y profundizó su insanidad y la de sus seguidores. En el momento de las elecciones, escribí que íbamos a elegir entre la civilización y la barbarie. Parte de la población brasileña optó por la barbarie.
La última encuesta señala que Bolsonaro tiene el grado más alto de rechazo, pero un 30 % de los brasileños califican su gestión como excelente... ¿Cómo entender este apoyo de una parte de los brasileños?
Es simple: Brasil es un país racista, sexista, homofóbico, clasista y xenófobo. Siempre lo ha sido. Bolsonaro encarna exactamente ese perfil, autoritario y oscurantista, de la sociedad brasileña. Y su base de apoyo, la ignorancia y la estupidez, tienen pilares sólidos en el fundamentalismo cristiano, que incluye protestantes, pentecostales, neopentecostales y católicos, además del área militar. Brasil finalmente mostró su verdadera cara al mundo, destruyendo esa idea falsa y romántica de que los brasileños somos amistosos y cordiales. Vea también: Brasil, primer país en A. Latina en iniciar pruebas en humanos
Dos ministros de Salud ya renunciaron, varias ciudades ya levantan la cuarentena a pesar de las advertencias por la multiplicación de los contagios. ¿Qué panorama se avecina?
Brasil registra más de mil muertes por día. Según datos de la OMS, una de cada diez personas que se infectaron con el coronavirus en el mundo en 24 horas ocurrió en Brasil. Y una de cada cuatro muertes involucró a alguien en el país. El virus está llegando a algunas partes del interior del país, en donde hay un subregistro absurdo de datos. Desafortunadamente, el virus también resaltó la terrible desigualdad social en Brasil, no solo entre ricos y pobres, blancos y negros, sureste-sur y norte-noreste, sino también en metrópolis y pequeñas ciudades. La desigualdad social en Brasil alcanza niveles inimaginables.
Luiz Rufatto, escritor, habla del Brasil de Bolsonaro. / Getty Images
Bolsonaro sigue negando la pandemia a pesar de la realidad, ¿los brasileños le creen?
Este es el otro lado de nuestra tragedia. Si lidiar con una pandemia en una situación de normalidad política es lo suficientemente complejo, imagine cómo es vivir en un país donde el presidente, que claramente tiene una desviación psicópata, parece disfrutar de la confusión, del dolor de los demás, de la destrucción. Algunos gobernadores y alcaldes y parte de la población simplemente han ignorado las decisiones de Brasilia. Y el poder Judicial y la legislatura han tratado, más o menos, de servir como una especie de escudo. Pero las presiones de los empresarios para abrir el comercio y la industria, la presión de las personas que no tienen nada para comer, las presiones de aquellos que no tienen un lugar adecuado para aislarse socialmente, la falta de camas de hospital, la falta de respiradores y medicamentos, la ignorancia que se informa a través de fake news y otra serie de factores nos llevan a pensar que la tragedia brasileña tendrá un componente único en el gran drama que ya es esta pandemia. Le puede interesar: América Latina se hunde en la pandemia mientras el mundo ve de a poco la luz
¿Qué lecciones está dejando la pandemia en su país?
No creo sinceramente que saldremos más fuertes de esto. Por el contrario, los signos que se han dado son la exacerbación del nacionalismo (la base del extremismo, ya sea de derecha o izquierda), xenofobia, fronteras cerradas, individualismo, egoísmo. Pero quizás, tratando de ser un poco optimista, la lección es que vivimos en un planeta que tiene un equilibrio frágil y que si no intentamos organizar sociedades más igualitarias, todos sufriremos las consecuencias colectivamente.
¿Cómo recordará Brasil a Bolsonaro?
Ciertamente pasará a la historia como el peor gobernante brasileño de todos los tiempos, sinónimo de incompetencia y arrogancia (que, por cierto, es la peor combinación posible). Un presidente personalmente responsable de miles de muertes, inestabilidad política y colapso económico, lo que tendrá consecuencias imprevisibles durante muchos años. Si no fuera por el tamaño del desastre que ocurrirá en el país, debido a su mediocridad, él nunca sería más que una nota al pie de la historia de Brasil.