Corea: Los norcoreanos atrapados en el Sur

Este martes los presidentes de Corea del Sur, Moon Jae-in y, del Norte, Kim Jong-un, se reunirán en una cumbre en la que buscarán solucionar varias trabas. En medio de estos diálogos, ciudadanos del Norte están a la expectativa de cómo regresar a su país.

redacción internacional
18 de septiembre de 2018 - 02:00 a. m.
Un hombre de Corea del Sur mira un afiche de la Cumbre que sostendrán los presidentes del Norte y del Sur, a partir de hoy y hasta el 20 de septiembre.  / EFE
Un hombre de Corea del Sur mira un afiche de la Cumbre que sostendrán los presidentes del Norte y del Sur, a partir de hoy y hasta el 20 de septiembre. / EFE
Foto: EFE - JEON HEON-KYUN
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El encuentro entre Corea del Norte y Corea del Sur, que comienza este martes y termina el jueves 20 de septiembre, tiene un objetivo central: desbloquear el diálogo entre Kim Jong-un y Donald Trump. Desde que los dos líderes se reunieron en una histórica cumbre, el 11 de junio en Singapur, los esfuerzos estadounidenses para lograr la desnuclearización del Norte están estancados.

En esa ocasión, el líder norcoreano se mostró a favor de “la desnuclearización de la península”, una expresión confusa que permite todo tipo de interpretaciones. De hecho, Washington y Pyongyang no se ponen de acuerdo sobre el significado exacto de ese compromiso.

El mes pasado, Trump anuló una visita a Pyongyang de su secretario de Estado, Mike Pompeo, al considerar que los avances en la desnuclearización norcoreana habían sido insuficientes. Y Corea del Norte denunció los métodos de “gánster” de los estadounidenses, a los que acusó de querer obtener el desarme unilateral sin hacer ninguna concesión.

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Y aquí entra de nuevo Moon Jae-in, el líder surcoreano artífice del encuentro entre Kim y Trump, quien tiene ahora sobre sus hombros dos tareas: desbloquear el diálogo Pyonyang-Washington sobre desarme y reforzar lazos entre los dos países.

Tarea nada fácil, pues desde Corea del Sur ven varios obstáculos. Un asesor de Moon considera que “falta confianza” entre ambas partes y que “existen diferentes percepciones” sobre el peso que tienen las concesiones que cada lado ha realizado hasta el momento.

Por un lado, Pyonyang desmanteló su base de pruebas atómicas y gran parte de un centro de lanzamiento de proyectiles, aunque no ha permitido alguna inspección que verifique el alcance de estas operaciones. Seúl y Washington, por su parte, congelaron indefinidamente los ejercicios militares que tanto irritan al régimen, pero tampoco garantizan que esta suspensión sea definitiva.

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Para romper este enroque, “Moon va a pedirle a ambas partes que aborden el diálogo de manera valiente e imaginativa”, explicó el asesor de Exteriores del presidente surcoreano.

Exespías y prisioneros

Pero hay un tema más delicado: los lazos intercoreanos, dos vecinos que se mantienen técnicamente en guerra desde hace más de 65 años. Existen varios norcoreanos atrapados en el Sur, un tema que supone una dura negociación entre los dos países.

Exespías, prisioneros de guerra o desertores desencantados con la vida en Corea del Sur quieren volver a su país. Pero una compleja ley que impide el envío de estas personas a Corea del Norte supone un reto que ambas Coreas deberían abordar en su cumbre de Pyonyang.

Kim Ryen-hui, modista de 49 años, ha pasado los últimos siete intentando retornar con su marido y su hija. En 2011 viajó a China para tratarse un problema hepático y allí un “intermediario” la convenció de que podía llevarla a Corea del Sur, donde le aseguró que podría trabajar “durante uno o dos meses” y retornar con mucho dinero para costearse las facturas médicas.

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Para cuando aterrizó en el Sur, Kim ya sabía que la habían engañado. El Servicio Nacional de Inteligencia (NIS) surcoreano —acostumbrado a trabajar con estos “intermediarios”— le dejó claro que su estatus era el de desertora y que ya no podía volver atrás. “Me dijeron; firma este papel o no saldrás nunca de esta habitación. Así que lo hice”, cuenta a EFE en un café de Seúl.

Esto la convirtió en ciudadana del Sur, impidiéndole viajar al Norte (salvo con autorización del Gobierno y bajo obligación de retornar), como recoge la Ley de Seguridad Nacional, en vigor desde antes incluso de que la Guerra de Corea (1950-1953) desangrara ambos países.

El NIS, sabedor de sus ansías por retornar, se ha encargado desde entonces de bloquear su solicitud para obtener pasaporte, frustrando su plan de viajar a China como surcoreana y cruzar desde ahí de vuelta a su país.

La sombra del NIS también planea sobre otro polémico caso: la deserción en 2013 de una docena de norcoreanas que trabajaban en un restaurante en China.

Al igual que Kim, varias de estas camareras aseguran haber sido engañadas para venir al Sur, como ellas se lo han contado al relator de la ONU para los Derechos Humanos en Corea del Norte, el argentino Tomás Ojea Quintana. Reformar la Ley de Seguridad Nacional requeriría un amplio apoyo de la oposición conservadora, algo virtualmente imposible hoy.

Por redacción internacional

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