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Antes de poder analizar las razones por las cuales la Embajada de Rusia en Bogotá envió la declaración del Consejo de la Federación al Congreso de Colombia, el hecho que provocó una sensible tensión en las relaciones ruso-colombianas, es necesario aclarar qué es el Consejo de la Federación y cuáles son sus funciones, tanto formales como reales.
En la estructura del poder legislativo de Rusia, el Consejo de la Federación es la Cámara Alta del Parlamento (análogo del Senado colombiano). Esta institución fue creada por la Constitución rusa en 1993. En un principio, su mandato es bastante amplio. El Senado ruso puede vetar los proyectos de ley aprobados por la Cámara Baja, aprobar o rechazar los decretos presidenciales sobre el estado de emergencia o la ley marcial, autorizar el empleo de las fuerzas armadas rusas en el exterior, entre otras funciones. Durante la crisis que se vivió en la península de Crimea, en 2014, los senadores aprobaron enviar tropas a esa región como una manera de dar solución al conflicto que se desarrollaba en esa zona.
(En contexto: Parlamento ruso denuncia que 'ayuda humanitaria' en Venezuela buscaba propinar una Guerra Civil)
En términos prácticos, la autonomía del Consejo de la Federación es muy limitada bajo las condiciones del actual régimen de Vladimir Putin. Los miembros del primer Consejo (1994-1996) fueron elegidos por el voto popular: dos representantes por cada estado. Sin embargo, la elección de los senadores cambió a partir de 1996. Desde ese año, los miembros del Consejo son elegidos por los gobernadores y presidentes de las asambleas legislativas de las provincias rusas. Mientras que los primeros son nombrados por el presidente de la Federación Rusa -en este caso Vladimir Putin-, los segundos tienden a ser elegidos de acuerdo con los intereses de los gobernadores de las regiones.
Más tarde hubo unas reformas institucionales y, en la actualidad, los senadores rusos son designados por los gobernadores. Estos cargos son altamente apreciados por los políticos rusos, pero no por la oportunidad de incidir en la política pública, que no existe en este lugar, sino por otras razones: económicas y jurídicas. El presupuesto anual del Consejo destina más de US$20 millones para costear los salarios de los 170 representantes, sin contar los gastos de viaje y la vivienda de lujo gratuita en Moscú. Adicionalmente, los senadores gozan de inmunidad jurídica. Dadas estas circunstancias, el presidente Putin no tiene razones para dudar de la lealtad de la Cámara Alta y, por ende, el Consejo está dispuesto a cumplir con cualquier deseo del dueño del Kremlin.
En cuanto a la crisis en Venezuela, todo indica que la autoproclamación de Juan Guaidó como el presidente interino, tomó por sorpresa a Moscú. En el inicio parecía que la salida de Nicolás Maduro de la Presidencia de Venezuela era una cuestión de pocos días y que, con la entrada de la ayuda humanitaria, comenzaría la transición. Pero ninguna de las dos cosas ocurrió y la tensión en la frontera aumentó. Al mismo tiempo, mientras el protagonismo de los países del Grupo de Lima era evidente, para el gobierno de Vladimir Putin, el autor del guion era Washington que, desde la visión rusa, tenía experiencias exitosas de cambio del régimen en circunstancias parecidas a las que vive Venezuela de hoy, sobre todo en Ucrania.
(Puede leer: A veces llegan cartas)
Guaidó por la lógica de la reciprocidad simbólica, el Kremlin movilizó sus músculos propagandísticos, como la misión de Rusia ante la ONU, RT en español, noticias Sputnik, entre otros. Esta estrategia le permitió a Moscú ganar tiempo y elaborar nuevas opciones. Es por esta razón que la declaración del Consejo de la Federación, cuyo borrador –con mucha probabilidad– fue escrito en la administración del presidente ruso, debe ser leída bajo la óptica de la reciprocidad simbólica y no como una amenaza dirigida a Colombia u otro país del Grupo de Lima. Después de todo, el único país que está mencionado en la Declaración con nombre propio es Estados Unidos.
Para Putin, uno de los potenciales escenarios es la pérdida de su principal aliado en el hemisferio occidental, el gobierno chavista en Caracas. Dicha debacle puede no solo acabar las relaciones con uno de los países más importantes de América Latina, sino con otros de la región. Desde la misma perspectiva, la presencia, desde la semana pasada, de los militares rusos en Venezuela no debe ser interpretada como un mensaje dirigido a la Casa de Nariño, sino que debe ser leída como una señal costosa hacia la Casa Blanca sobre el nivel de compromiso que tiene Rusia con Venezuela.
La Rusia de Putin busca mostrar a Washington que los intereses rusos en Venezuela no pueden ser ignorados, y que el puesto del miembro permanente en el Consejo de Seguridad no es la única carta del Kremlin. Por esta misma razón, con la llegada de los aviones rusos a Caracas, el valor propagandístico del Consejo de la Federación ha disminuido significativamente. Por lo menos por ahora.
(Ver más: “Colombia no está en posición de agredir a ningún Estado”: Duque responde a Rusia)
Una de las posibles explicaciones es la siguiente. Hace unos años, uno de los funcionarios más experimentados de la Organización de los Estados Americanos comentaba al autor de esta columna que cuando Rusia apenas ingresó a la OEA, en calidad de país observador, la Embajada rusa en Washington (que representa a Rusia ante la OEA) comenzaba literalmente bombardear a la sede de la OEA con las traducciones de las declaraciones y cartas oficiales.
Eran textos epistolares del gobierno federal, parlamentarios rusos y de otros organismos estatales. Aunque varios de los documentos, debido a la demora de la traducción y procedimientos burocráticos de la maquinaria diplomática rusa, ya eran obsoletos, la Embajada en Washington insistía en su distribución entre todas las misiones acreditadas ante la OEA. Según el funcionario, en algunos días, el trabajo del Departamento de Observadores de esta organización multilateral estaba prácticamente paralizado por la necesidad de atender las solicitudes de la Embajada rusa, hasta que la OEA tomó la decisión de limitar la cantidad y el carácter de envíos que se distribuyen en nombre de los países observadores.
(Ver más: El muro de Putin en Venezuela)
El envío de la declaración del Consejo de la Federación pudo ser parte de la práctica rutinaria de las embajadas rusas alrededor del mundo. Pero en Colombia llegó en un momento muy inoportuno y resultó ser lo que los rusos llaman “un favor del oso”. Dicha expresión fue acuñada por el satírico Iván Krylov y se refiere a una asistencia inepta o inapropiada que hace más daño que bien.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, a través de su embajada, tenía que hacer caso a la solicitud de la Cámara Alta del Parlamento, de acuerdo con el modus operandi de las estructuras de poder rusas. Pero en el momento del envío, la embajada subestimó la diversidad de las lecturas que pudieron dar distintos actores a la declaración del Consejo, especialmente frente a las dinámicas rápidamente cambiantes de la crisis en Venezuela. Es así que el oso hizo el favor.
*Profesor de la Universidad Icesi. Miembro de Red Intercol.