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El presidente chino, Xi Jinping, llegó hoy, por primera desde el pasado 23 de enero cuando hizo pública la existencia del coronavirus, a la ciudad de Wuhan. El anuncio que dio fue esperanzador, pues reveló que el virus está practicamente contenido en esa ciudad: "Los primeros resultados fueron obtenidos estabilizando la situación y cambiando la tendencia en Wuhan y en la provincia de Hubei". Detrás de la disminución de las cifras (en las últimas 24 horas solo se registraron nuevos 19 casos de contagio) se esconde un debate que en un futuro próximo podría traer consecuencias negativas: la privacidad.
El dilema es claro, mientras algunos aseguran que poner a disposición del bien común toda la tecnología disponible, especialmente la que se dedica a recoger datos de las personas, es lo correcto, otros señalan que es un peligro inminente, pues expone como nunca antes cada detalle de la población ante el estado. En China, por ejemplo, se han utilizado drones que sobrevuelan ciudades para fumigar y recordar que es obligatorio llevar mascarilla, coches-termómetro que patrullan las calles y aplicaciones para móvil donde se informa de los casos más cercanos: China ha recurrido a la tecnología como nunca antes para frenar el brote de coronavirus.
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Desde hace ya dos meses, muchos ciudadanos del país asiático viven, trabajan y hacen sus compras de forma casi virtual mientras las autoridades vigilan sus movimientos a través de los datos que quedan almacenados en los códigos QR, que indican si una persona corre el riesgo de contraer el virus o si necesita cuarentena. De hecho, para entrar en ciertos lugares, a veces incluso en la propia vivienda, los ciudadanos no tienen más opción que conseguir uno de estos códigos con sus móviles, mediante populares plataformas de pago como Alipay o de mensajería como WeChat, desarrolladas por los gigantes Alibaba y Tencent, respectivamente.
Ya se están utilizando en más de 300 ciudades del país, y Tencent asegura que ya cubre a más de 800 millones de ciudadanos. Todavía no hay un estándar a nivel nacional y cada localidad establece diferentes normas, pero en Hangzhou (este), obtener un código de color verde significa poder seguir haciendo una vida prácticamente normal y utilizar todos los servicios públicos; el amarillo implica una cuarentena de siete días, y el rojo, una de catorce.
Para conseguir uno hay que responder a preguntas como si se ha estado en los últimos 14 días en áreas afectadas, si se ha estado en contacto con personas contagiadas o si se han desarrollado síntomas relacionados con la enfermedad.
Las suspicacias sobre los efectos de este alto nivel de control por parte del Gobierno posiblemente vienen de lo criticado que ha sido Xi Jinping por su sistema de vigilancia estatal. Si bien las personas también se mantienen conectadas permanentemente, solo se pueden consultar páginas y aplicaciones locales. Google, Facebook, Twitter y sitios web como el de la BBC están bloqueados por el gobierno del presidente Xi Jinping. Desde 1996, además, se aplicó lo que la organización Global Voices llama el “gran cortafuegos”, un filtro que impidió el ingreso de contenido “sensible” con corte político.
En abril de 2018, el mandatario chino aseguró en una conferencia sobre ciberseguridad: “Sin seguridad en la red no hay seguridad nacional, no hay estabilidad económica y social, y es difícil garantizar los intereses de las masas en general. (...) No podemos permitir que internet se convierta en una plataforma para diseminar información dañina y provocar problemas con los rumores”.
La fiebre de los microdatos
Las autoridades también están empleando los macrodatos ("big data") provenientes del transporte público, de operadoras telefónicas o incluso de las farmacias, que en algunas ciudades están obligadas a registrar la identidad de quienes compran determinados medicamentos para detectar posibles contagios.
Agregaron que está "claramente indicado" en los términos de uso que es un servicio operado por el Gobierno municipal y que, para obtener un código, el usuario debe aceptar que los datos sean compartidos con las autoridades. Apuntan que, si alguien no está de acuerdo con este uso, puede elegir rechazar las condiciones y no utilizar la aplicación.
Eso sí, en diversas ciudades es ya obligatorio enseñar un código verde para poder utilizar servicios como el metro o para, por ejemplo, entrar en algunos supermercados, mientras que en algunos barrios y complejos residenciales hay puntos de control en los que las autoridades los revisan.
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Drones multiuso contra el virus
Entretanto, la prensa local se vanagloria de cómo China está utilizando su tecnología punta para paliar el brote, destacando noticias como la puesta en circulación de unos automóviles de la marca Baojun equipados con sistemas de medición de temperatura infrarroja, informaba hace unos días el rotativo Global Times.
Estos vehículos pueden reconocer con precisión las caras de las personas y medir temperaturas desde dos metros de distancia, con un margen de error de 0,2 grados centígrados, según el periódico. Si se descubre que alguien tiene fiebre, el vehículo emite una advertencia y señala con un sensor a la persona con el síntoma.
Y no sólo coches: también se están empleando en la lucha contra el virus varios tipos de robots que hacen de asistente en los hospitales, impresoras 3D (para hacer moldes de las tan necesitadas mascarillas) y hasta drones que fumigan desde el aire para reducir el riesgo de infecciones. Estos últimos también se están usando para entregar paquetes, avisar de las políticas sanitarias de las autoridades a modo de altavoz y para acercar los códigos QR a los conductores mientras éstos esperan en los peajes, relata la revista especializada en tecnología Abacus.
Equipados con sensores térmicos remotos, toman la temperatura desde el cielo e informan en el acto de posibles cuadros de fiebre, aunque algunos ciudadanos han denunciado que sus diagnósticos no son del todo rigurosos, añade la publicación.
La revista también asegura que empresas como Baidu están publicando mapas en línea donde se informa de los casos más cercanos a la ubicación mostrada y que otras como SenseTime están tratando de adaptar sus sistemas de reconocimiento facial para identificar (y denunciar) a las personas que no lleven máscaras en lugares públicos en un esfuerzo por asegurar su uso.
Preocupación por la privacidad
Sin embargo, el uso de "big data" ha causado cierta inquietud entre los internautas chinos, preocupados por su privacidad pese a una nueva regulación publicada a principios de febrero por la Administración del Ciberespacio de China (CAC) que reclama una mayor protección los datos de los ciudadanos. No obstante, la directiva no hace mención específica a su utilización en el futuro, pero algunas provincias como Yunnan (sur) han prometido que destruirán todos los datos recopilados una vez finalice la epidemia.
Y todo esto sucede en un momento en que la cantidad de personas enganchadas a Internet no deja de crecer: el número de vídeos vistos en línea ha aumentado en 24,3 millones, según Abacus, mientras que aplicaciones diseñadas para mejorar la eficiencia laboral han ganado casi 40 millones más de usuarios diarios desde el inicio del brote.
No en vano, el comercio electrónico, el teletrabajo, la educación en remoto y el entretenimiento digital son los claros ganadores de esta crisis, destacando el auge de las retransmisiones en línea de aplicaciones como Kuaishou o Douyin (conocida internacionalmente como TikTok), donde los "streamers"gozan de más atención que nunca.
Entre las plataformas de reparto de comercio electrónico, Taobao, una de las más grandes del país, ha vuelto a crear tendencia con una aplicación, "Live", en la que los agricultores muestran en directo sus productos a los clientes e interactúan con ellos.
Nueva regulación para contenidos en Internet
Otra noticia que parece haber pasado desapercibida estos días, arrastrada por la marea de contagios y decesos del coronavirus, es la entrada en vigor de un nuevo código regulatorio para los contenidos en internet, activa desde el pasado día 1. Uno de sus artículos pide que se evite "comentar de manera inadecuada" sobre desastres naturales, accidentes graves y otras catástrofes y recuerda que "es ilegal publicar información que difunda rumores y perturbe el orden económico y social".
Aunque su redacción data del 20 de diciembre, un mes antes de que fuese declarada la emergencia nacional, algunas de sus provisiones podrían ser empleadas por las autoridades para controlar (aún más) el flujo de información relativo a la epidemia.
Según la académica Séverine Arséne, profesora adjunta de la Universidad China de Hong Kong y autora del libro "Internet y política en China", la nueva regulación reúne medidas ya en marcha pero agrega detalles como las llamadas listas de contenidos "negativas" o "positivas" y aclara las responsabilidades de usuarios, plataformas de servicios de contenido y autoridades locales y provinciales.
"Muchos de los términos utilizados en esta regulación son muy amplios y vagos, lo que da un amplio margen de interpretación a todos estos actores. El nuevo texto es más bien un recordatorio de las prioridades actuales del régimen", asegura la experta, para quien la clave está en "cómo se aplican" en la práctica estas regulaciones.
En cualquier caso, Arséne incide en que "después de un período de relativa incertidumbre sobre lo que podría publicarse sobre el coronavirus, el nivel de censura ha aumentado claramente, sobre todo en lo que respecta a los mensajes políticos de los líderes".
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El caso de Corea del Sur
La estrategia de Corea ha sido similar, con unos efectos aparentemente igual de positivos a los de China, pero ganándose reclamos por parte de las organizaciones de derechos humanos. A pesar de haber registra 7.513 casos de infectados, durante los últimos días ha habido un declive importante. Ello ha sido posible, según las autoridades, gracias a los masivos tests, unos 210.000, llevados a cabo en el país a quienes pudieron estar expuestos.Muchas de las medidas han sido calificadas por la Comisión nacional de derechos humanos como "violaciones de derechos humanos". Dos pacientes afectados por el coronavirus han sido acusados de mantener relaciones extramaritales después de que los registros de sus respectivos viajes coincidieran.
Una empleada de Samsung Electronics, controlada positiva, dijo haber recibido comentarios llenos de odio después de que la municipalidad revelara que su novio es miembro de Shincheonji, la controvertida secta religiosa vinculada con más de la mitad de los casos en el país. "Esto es muy duro psicológicamente, más que el dolor físico" escribió la empleada en su cuenta Facebook.
Michael Hurt, un sociólogo de la Universidad nacional de Corea de las Artes, asegura que aunque las alertas dan la impresión a la población de que las autoridades hacen su trabajo con la epidemia, al mismo tiempo pueden de forma involuntaria facilitar "la estigmatización de zonas" al considerarlas "infectadas o peligrosas".