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La Unión Europea no se ha olvidado del envenenamiento que sufrió el pasado marzo el exespía ruso Serguei Skripal en Reino Unido. Hoy los ministros de Exteriores de la Unión Europea (UE) impusieron medidas restrictivas a nueve personas y una entidad por primera vez en el marco de su nuevo reglamento por el cual puede sancionar a responsables del uso y proliferación de armas químicas, como lo fue ese ataque en particular.
Entre los afectados se encuentran dos funcionarios del servicio de inteligencia militar ruso, GRU, Anatoli Chepiga y Alexander Mishkin, quienes se cree que poseyeron, transportaron y utilizaron el agente nervioso tóxico Novichok contra Skripal, quien fue asesinado junto a su hija Yulia en la localidad inglesa de Salisbury.
En ese momento, sin embargo, entraron a Londres con los nombres de Ruslan Boshirov y Alexander Petrov, supuestamente para conocer el Reino Unido y buscar suplementos alimenticios y proteínas para su negocio en Rusia. Al día siguiente, ambos tomaron rumbo hacia la ciudad de Salisbury, conocida por su imponente catedral gótica, que —entre otras cosas— alberga la primera versión de la Carta Magna británica, escrita en 1215.
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En una entrevista hace unos meses, cuando les preguntaron si pasaron por la casa del exespía ruso envenenado Sergéi Skripal, los hombres, que según dijeron, se dedican a viajar por Europa, aseguraron: "Quizá sí pasamos, o quizá no. ¡Ni siquiera sabemos dónde está!”.
El 4 de marzo, dos días después de su llegada al país, se presentó la escena que desencadenó un sacudón internacional entre la comunidad europea, aliada con Estados Unidos, y Rusia: Skripal yacía al borde de la muerte en la banca de un parque en Salisbury junto con su hija, Yulia. Al mes fueron dados de alta, aunque todavía se desconocen los posibles daños secundarios del Novichok, el poderoso veneno al que fueron expuestos. Las hipótesis sobre el contagio están en el aire: puede haber sido un paquete, un perfume o pertenencias de Yulia, quien acababa de llegar de Rusia.
Meses después del viaje de los sospechosos, salió a la luz que el nombre real de Petrov era Alexandre Mishkin y el de Boshirov, Anatoli Chepiga. Según una investigación del portal investigativo Beningcat, el primero es un médico militar del Servicio de Inteligencia Militar ruso (GRU), mientras que el segundo sería un militar condecorado del mismo organismo.
Todo esto, de acuerdo con el medio, demostraría una meticulosa fachada creada para asesinar a Skripal que, además, concordaría con la larga reputación que tiene Rusia respecto a deshacerse de sus “traidores” a cualquier costo.
Beningcat fue más allá y afirmó que hay una foto, de fecha desconocida, de Mishkin estrechando la mano de Vladimir Putin durante un evento de condecoración. Los habitantes del pequeño pueblo ruso de Loyga, de donde proviene el médico, aseguraron que su abuela mostró con orgullo la foto a varias personas.
Sin embargo, tres días antes de que se revelara la verdadera identidad de su nieto, la anciana desapareció del pueblo. La versión del portal británico se contradice con la de Putin, quien, además de negar cualquier participación de Rusia en el envenenamiento, asegura que los sospechosos no dejan de ser simples civiles.
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Dentro de todas las hipótesis que hay alrededor del caso, para Richard Anderson, profesor de ciencias políticas de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y experto en Rusia, es difícil imaginar que el responsable no haya sido el gobierno de Putin, sobretodo por la experiencia que tiene el país desarrollando este tipo de sustancias. ¿Por qué veneno? Según el académico tiene que ver con la dificultad que tiene para ser rastreado.
“En esencia porque mata o incapacita gravemente a la víctima, es fácil de ocultar para el transporte, no hace mucho ruido y, además, es difícil de identificar o rastrear”, asegura Anderson.
Y es que al parecer Skripal, quien fue condenado en el pasado por colaborar con agencias británicas, no estaba retirado como se pensó al inicio. Anderson señala que el exespía podría haber seguido consultando servicios de inteligencia extranjeros, en España o República Checa. “Es posible que los rusos temieran que estuviera a punto de revelar algo que pudiera comprometer alguna de sus operaciones en algún país donde consultaba con el servicio de inteligencia local, o que su acuerdo durante el intercambio original incluyera una cláusula”, dice.
Una larga historia de envenenamientos
La de Skripal y su hija Yulia no es la primera vez que un exespía de Rusia muere envenenado. Además de este caso, hay numerosas y extrañas muertes de personas que eran abiertas enemigas de Vladimir Putin y que terminaron con agentes tóxicos en sus organismos. Dicen expertos que estas prácticas son secuelas de la Guerra Fría, en la que este tipo de métodos era tan popular.Uno de estos casos es el de Alexander Litvinenko, un exespía ruso al que le habrían diluido polonio 210 en la taza de té que tomó en 2006 durante su estadía en el hotel Mayfair de Londres. Su historia causó conmoción cuando, estando en el hospital, advirtió que era un exagente de los servicios secretos rusos y que había sido envenenado por sus excompañeros.
Y es que según medios de todo el mundo, Litvinenko, además de ser abiertamente opositor a Putin, tenía enemigos fuertes en Rusia. En el 2000 huyó a Reino Unido con su familia, donde colaboró con el MI6, agencia de espionaje británica, y el empresario Boris Berezovsky, férreo opositor del gobierno ruso. El juez de la investigación, Robert Owen, afirmó en su momento que Putin posiblemente aprobó un operativo de la agencia de seguridad nacional de Rusia (FSB) para acabar con la vida de Litvinenko.
Otro de los casos emblemáticos de envenenamiento es el del periodista búlgaro Georgi Markov, en 1978, quien se dedicaba a criticar al entonces presidente de Bulgaria, Todor Zhivkov, en un programa transmitido por la BBC. Según los hallazgos de la investigación, Markov habría sido pinchado en Bélgica con una pistola a presión que contenía ricina, uno de los venenos más potentes. A los cuatro días, el periodista murió. Y aunque en su momento no se pudo determinar quién fue el responsable, las investigaciones con los años apuntaron al Darzhavna Sigurnost, servicio secreto búlgaro, y a la KGB de la hoy extinta Unión Soviética.
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A pesar de que la lista de ataques venenosos rusos ha sido bien documentada, fue en 1959 la última vez que Rusia reconoció haber participado en un asesinato. El líder y activista ucraniano, Stepan Bandera, se encontraba en Alemania Occidental cuando el entonces gobierno soviético ordenó su asesinato por sus ideas independentistas. Fue entonces cuando el 15 de octubre enviaron a un asesino polaco de 25 años para que disparara un chorro de gas de cianuro en su cara para matarlo, simulando una insuficiencia cardiaca natural.
El caso de los Skripal ha abierto aún más la grieta que había entre el Reino Unido y Rusia. Londres cada vez que tiene la oportunidad, reitera que dentro de sus investigaciones, el Kremlin es el responsable por el envenenamiento de la familia del exespía. Sobre esto, el profesor Richard Anderson, de la Universidad de California, asegura que, posiblemente, “la hostilidad que Estados Unidos está demostrando hacia Rusia incita a la primera ministra, Theresa May, a sostener sus acusaciones. Además, el exespía no es el primero en ser envenenado en ese país y no sería descabellado pensar que Skripal fuera uno más”.
El veneno ruso
Con cada envenenamiento de algún exespía u opositor del Kremlin se reviven los peores fantasmas de la guerra fría. Aunque nada ha sido demostrado, el rastro del Novichok condujo a la ciudad cerrada de Chijany, donde dos científicos rusos aseguraron haber desarrollado la sustancia en los años 70 y 80. Además de esta hay otras 40 ciudades que permanecieron ocultas durante la Unión Soviética y que actualmente siguen cerradas por motivos desconocidos.Recientemente se anunció Chijany sería abierta en 2019, a lo que , portavoz de la administración local, aseguró: "Nuestra fábrica, una rama del Instituto de Investigaciones del Estado para la Química y las Tecnologías Orgánicas con sede en Moscú, sigue funcionando e ignoramos cómo seguirá después de la apertura de la ciudad".
Según expertos, el Novichok no es el único veneno que utiliza Rusia para deshacerse de sus enemigos. A este se suma el Polonio 210, una sustancia radiactiva que puede matar a un ser humano con tan solo una milésima de gramo, tal como ocurrió con Litvinenko. Esto significa que un gramo del veneno podría matar a 50 millones de personas.
Antonio Doadrio, profesor de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid, aseguró a ABC: “La ingesta o inhalación de polonio en dosis tóxicas en el ser humano tiene los mismos efectos, a escala, que tuvo la radiación de la bomba atómica sobre Hiroshima. La irradiación del polonio en el organismo humano provoca caída de pelo y dolores gastrointestinales, para progresar a fallo hepático y renal, concluyendo con fallo multiorgánico».
El gelsemio sería otra de las sustancias mortales utilizadas por el Kremlin. En 2012, el ruso Alexander Perepilitchny, de 44 años, fue asesinado por causas extrañas. Inicialmente se pensó que su muerte había sido por causas naturales, pero análisis adicionales revelaron la presencia de una molécula relacionada con el gelsemio, también conocido como jazmín de Carolina. El hombre acusó al poder ruso de estar detrás del fraude en el fondo de inversiones Hermitage Capital.